Un militar en la educación
Dioner Francis Marín Puelles
Director Escuela de Psicología de la Universidad César Vallejo
Y te veo entrar a clase como un Dios, todo omnipotente; plasmado del respaldo institucional, regional y nacional. Inicias, disparando tu armamento hacia nosotros, con los castradores exámenes orales, minimizando a quien no sabe y aplaudiendo al estudiante que expresa según lo que esperas, basado tan solo en aquellas teorías que dominan a la persona y que no hacen prevalecer al ser humano como tal. Pero no puedo juzgarte, porque así como yo, vienes de un sistema diseñado militarmente, desde que fuiste estudiante en tu inicial, primaria, secundaria, y así también cuando fuiste un ejemplar representante universitario. Y si vamos más a nuestro trasfondo, y digo nuestro, porque sería negligente excluirme, padecimos y padecemos de una gran y triste historia militar, una historia fresca, así como perversa. Hasta los 80, tuvimos una serie de nefastos y corruptos gobiernos militares, cuya peor herencia ha sido su matiz hiper vertical en el ambiente de la educación, incluyendo a la universitaria. Posteriormente los gobiernos, civiles en apariencia, fortalecieron el sistema con el autoritarismo, soberbia y arrogancia, en las cuales las autoridades se valieron de la parafernalia documentaria y trámite burocrático para que, inconcientemente, asfixien al estudiantado y demás miembros de la comunidad educativa, y por ende a una sociedad: prueba de ello la corrupción, la que tanto se vale de la espera eterna a la respuesta a un documento y así dilatar el tiempo para que sus cómplices cumplan sus metas, encontrando mecanismos paralelos para sistematizar sus acciones.
Cuando niño y adolescente, recuerdo ver a un querido familiar quien luchaba, con la serie de exigencias y documentos, sujetos al Ministerio de Educación, ente que parecía más evaluar al docente por su capacidad de soporte burocrático (unida a una mala paga), que por su capacidad de fidelizar realmente al estudiante. Todos, estudiantes y docentes, y sin darnos cuenta, participábamos constantemente de esta retroalimentación, la cual es de índole meramente conductual: estudiar para no ser jalado; estudiar para tener la mejor nota o, estudiar; para no ser víctima de sanciones. En los cuarteles, se cumple a carta cabal las indicaciones, sin lugar a opiniones o críticas, y así no ser pasible de castigos o expulsiones. Eso se trasladó a los ambientes educativos en general, alejando a la horizontalidad entre docentes y estudiantes, y acercando a la verticalidad, la cual conlleva a la discriminación y a estudiar no por convicción, sino por miedo; a leer por leer y no, por creer en ello.