Mar 21, 2012
La vida en familia es la primera escuela para el aprendizaje emocional; en ella, el niño empieza a aceptar o negar sus sentimientos a partir de lo que observa de sus padres
Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes
La emoción es lo que mueve al individuo. Los seres vivos tenemos la característica de reaccionar ante diferentes eventos que ocurren en nuestro entorno, a esta respuesta se le conoce como emoción. Por lo tanto, se trata de una reacción repentina del organismo que lleva consigo componentes fisiológicos (sensaciones que experimenta el cuerpo), y cognitivos o mentales (modifica la forma de pensar, turba la razón, o por el contrario, la anima), es decir, las emociones se generan en el cerebro, y dan lugar a la secreción de ciertas sustancias químicas, desencadenando una serie de manifestaciones en el cuerpo, a nivel fisiológico y cognitivo.
Existen cuatro emociones básicas: la alegría, la tristeza, y la contraparte, el miedo y el enojo; éstas se pueden combinar para formar emociones complejas como la nostalgia (alegría y tristeza) o la picardía (alegría y enojo).
Foto: Fernando Rosales
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May 13, 2006
Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes (UNAM Iztacala, Amapsi)
info@amapsi.org
El amor, más que el desamor, es lo que hace a la historia.
Sin duda, el amor es lo que mueve al mundo y es lo que da significado a cada uno de los esfuerzos personales. Sin embargo, este sentimiento escasea cada vez más y en su lugar aumentan la soledad, las frustraciones, los rencores, la apatía y la violencia.
El amor es un fenómeno tan natural como la lluvia o como el hervir del agua a 100 grados centígrados. Un fenómeno se produce cuando ocurren un conjunto de factores que lo generan, que lo causan.
La técnica es la capacidad para hacer ocurrir el conjunto necesario de factores para producir un fenómeno. Una técnica es un procedimiento específico cuyo resultado se conoce de antemano. Por ejemplo, si calentamos el agua en estado líquido hasta los cien grados centígrados sabemos que se convertirá en vapor poco a poco. Se habla de tecnología cuando se articulan un conjunto de técnicas para lograr un producto complejo.
¿Se puede producir intencionalmente el amor? Sí, haciendo ocurrir los factores que lo causan. En la teoría de la praxis se define al amor como el sentir como propio lo que le sucede a otro o a otros.
A través de diversas investigaciones se ha logrado establecer cuáles son los elementos que producen dicha identificación amorosa, independientemente de la voluntad de los participantes. Es importante aclarar que nos referimos al “amor” en forma general abarcando sentimientos como “estimación”, “amistad”, “amor filial”, “amor sexual”. El sentimiento amoroso será mayor conforme más intensidad, duración y frecuencia tenga cada uno de los ingredientes que a continuación exponemos.
1. Reconocimiento. Este factor consiste en expresar o hacer saber los aspectos que agradan de sí mismo y de otra(s) persona(s), así como saber cuáles rasgos propios personales o de grupo son agradables para otra(s) persona(s).
2. Con-vivencia. Un elemento básico para la producción del amor consiste en tener vivencias conjuntas como las siguientes: jugar comer o beber (¡en sentido amplio!) juntos compartir eventos como fiestas, cine, teatro, música, viajes, lecturas, etc. reír juntos esparcimiento compartido.
3. Generación de experiencias agradables especiales. Quien propicia experiencias que resultan agradables para otro se integra positivamente en forma simbólica en la identidad del segundo, sobre todo en la medida en que esas vivencias generadas son poco comunes. Esto abarca desde la misma imagen personal, los “detalles”, las sorpresas agradables, los regalos, la risa, los placeres físicos, la poesía, la fantasía, entre muchas otras posibilidades que inducen la emoción amorosa.
4. Contacto físico agradable. Este aspecto es clave para determinar los niveles de profundización amorosa (amistad, relación filial, amor sexual). Abarca desde la mirada, el saludo de mano, la palmada en el hombro, el abrazo, tomarse del brazo, tomarse de la mano, los besos en la mejilla, los besos en la boca, hasta las relaciones sexuales propiamente dichas, entre muchas otras variantes.
5. Co-operación. Es fuente de enamoramiento hacer cosas en las que cada quien colabora voluntariamente para lograr un resultado único. Desde mover un mueble entre dos o más personas hasta juegos o trabajos en equipo de diferente índole, complejidad y duración. El apoyo de uno en el otro es una forma especial de co- operación mayores alcances afectivos.
6. Creatividad compartida. Generar conjuntamente cosas interesantes o estéticas que antes no existían; por ejemplo, el decorado de la casa, un invento, una obra artística, un libro, la formación de un hijo, un descubrimiento, una empresa, una institución, etc. Los productos creados conjuntamente se convierten en símbolos de identificación amorosa.
7. Éxito compartido. La sensación de haber alcanzado una meta importante mediante esfuerzos combinados de los participantes produce un alto grado de emoción satisfactoria que integra a los otros en la simbolización de cada uno.
8. Narrativa de vida. Platicar las vivencias cotidianas y las anécdotas o recuerdos anteriores, así como escuchar con atención lo que le ha ocurrido a otro(s) es fuente de comprensión e identificación progresiva, siempre y cuando lo narrado no sea emocionalmente agresivo para el que escucha. El que narra entrega parte de sí mismo a quien lo escucha. Este vive imaginariamente las emociones que genera la narración e incorpora a su ser esa experiencia del otro.
9. Competencia externa. La cohesión de una pareja o grupo requiere de que esta unidad se contraste con otras similares. En la medida en que esta comparación externa falta es más probable que afloren diferencias internas en el grupo o pareja. Se sugiere una competencia sana, positiva; es decir, competir en equipo por SER MEJORES en los aspectos que se consideren relevantes. NO competir por SER MENOS MALOS, o poner “zancadillas” para que otros grupos o parejas no se desarrollen, como acostumbran quienes se sienten frustrados por NO SER ya y sin esfuerzo lo que quisieran.
Con una dosis combinada y progresiva de los elementos mencionados se producen procesos de identificación amorosa de alta intensidad que pueden traducirse en un estado continuo de frenesí. Como todo fenómeno, si cesan los factores que lo producen también el fenómeno desaparece. Es decir, el amor requiere ser cultivado para no dejarlo morir de inanición. Cuando el amor no se cultiva surgen la soledad, la frustración, la agresividad, el desprecio, los chantajes, los reproches, etc. Entonces se cultiva sin saberlo el odio, la apatía, la violencia, la destrucción de la vida, es decir, la DESTRUCCION DE SI MISMO.
En el amor está la esencia de los seres humanos y es la base de la salud mental. La COMUNION significa la integración amorosa de cada individuo con las colectividades en que participa (la pareja, la familia, los amigos, el grupo de trabajo, la comunidad, la patria, la humanidad), y por tanto con todo el universo.
Vale la pena intentarlo.
Jul 28, 2010
Tesis de Licenciatura en Psicología de María Azucena Hernández Silva
Resumen
A partir de identificar la prevalencia de depresión, surge la importancia de brindar atención psicológica con un modelo terapéutico encaminado a disminuir las manifestaciones de éste, como es el caso del Modelo Cognitivo-Conductual (MCC).
El presente estudio manifiesta el proceso efectuado para disminuir las manifestaciones de depresión en una madre con un hijo discapacitado, a partir de la intervención con este modelo.
Éste utiliza un diseño A‑B-A, el cual inicia con una primera evaluación del inventario de Beck y el CES‑D, para identificar el grado y los síntomas de este trastorno. El segundo paso se enfoca a la intervención del MCC; y al finalizar se evalúa para identificar el impacto obtenido.
Por tanto, la intervención efectuada fue satisfactoria, pues en la primera evaluación con el inventario de Beck se obtuvo un puntaje de 23 (depresión entre moderada y severa), manifestándose 16 síntomas; y en el CES‑D se perfiló en una depresión mayor (40 puntos), con 14 síntomas frecuentes en la semana (4 a 7 días). Mientras que en la segunda evaluación del inventario expresó 4 puntos con la presencia de 5 síntomas (ausencia de manifestaciones), notando la disminución de 11 síntomas; y en el CES‑D se obtuvo 2 puntos, con la presencia de los síntomas a un día por semana.
Bajo esta intervención, se considera que el MCC es un modelo adecuado para intervenir en la disminución de las manifestaciones de depresión en casos particulares como éste.
Palabras clave: Depresión, MCC, maternidad, intervención, discapacidad.
May 13, 2006
Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes (UNAM Iztacala, Amapsi)
info@amapsi.org
El amor, más que el desamor, es lo que hace a la historia.
El amor ha sido considerado como uno de los temas más controvertidos en cuanto a sus posibilidades de comprensión y explicación racional. Sin embargo, prácticamente todos los grandes filósofos y psicólogos han desarrollado teorías acerca de lo que constituye este elemento fundamental en la vida de los seres humanos. Si no se contara con una representación de lo que el amor es, cualquier intento de explicar el proceso humano resultaría fallido.
“Que el amor es un deseo, es una verdad evidente; así como es evidente que el deseo de las cosas bellas no es siempre el amor”, afirma por una parte Platón en Fedro, y agrega que al amor lo gobiernan dos principios: “el deseo instintivo del placer” y “el gusto reflexivo del bien”. En todo caso, para Platón el amor es furor o delirio a partir de sensaciones que transtornan al individuo enamorado.
Aristóteles también define las emociones amorosas y de toda índole como “aquello que hace que la condición de una persona se transforme a tal grado que su juicio quede afectado, y algo que va acompañado de placer y dolor”. Para Descartes el amor es una emoción del alma causada por el movimiento de los espíritus que incita al alma a unirse voluntariamente a objetos que le parecen agradables. Lo cual es criticado por Spinoza, argumentando que la voluntad de unirse a la cosa amada es una propiedad del amor, pero no la esencia de éste. Para él, “el amor es una alegría acompañada por la idea de una causa externa” (Calhoun y Solomon, 1985).
Kant, por su parte, pensaba que el amor era el placer desinteresado producido por la belleza, distinguiéndolo de la estimación que implica la valoración intelectual de algo o de alguien, así como el sentimiento de lo sublime que supone una representación desmesurada de una situación, bajo la idea de lo infinito.
El joven Hegel define al amor como “el ser uno en el ser separado”.
En el caso de Marx encontramos la siguiente cita acerca del amor sexual: “la relación directa, natural y necesaria entre dos seres humanos es la relación entre el hombre y la mujer. Esta relación natural entre los sexos lleva implícita directamente la relación entre el hombre y la naturaleza es, directamente, su propia determinación natural… Del carácter de esta relación se desprende hasta qué punto el hombre ha llegado a ser y a concebirse un ser genérico… En esta relación se revela también hasta qué punto las necesidades del hombre han pasado a ser necesidades humanas, hasta qué punto, por tanto, el hombre en cuanto tal hombre se ha convertido en necesidad, hasta qué punto en su existencia más individual, es al mismo tiempo un ser colectivo” (Cfr. Marx, 1974).
Freud concibió al amor como la catexia libidinal que un sujeto establece con el objeto que satisface sus necesidades instintivas de placer y/o eliminación del dolor; es decir, como la fijación de un objeto determinado que se ha mostrado como placentero para un sujeto. Skinner, desde su óptica conductista, definió al amor como el “reforzamiento positivo” que una persona puede otorgar a otra de tal manera que ésta incremente la posibilidad de ocurrencia de ciertas conductas elegidas por la primera. El amor ‑según Skinner- no es más que reforzamiento mutuo.
Igor Caruso y otros autores han concebido al amor como una extensión del yo, como el sentimiento de unidad o de identidad con otra persona, ó como lo ve Luhman (1985), como un código simbólico que permite un sistema de interpenetración entre dos seres humanos.
Como se ve, por una parte, el amor ha estado asociado a emociones “positivas”, al deseo y al placer, mientras que por otra se ha visto el amor como una relación compleja entre seres humanos.El amor se confunde con el goce objetual del otro, como un comercio o intercambio de favores. El intercambio de favores “amorosos” implica la objetivación del otro, la enajenación del amor, sea en la prostitución abierta o en el interior del más “respetable” matrimonio.
¿Cómo surge el amor?
Desde el punto de vista de la teoría de la praxis, el amor surge en la medida en que los seres humanos se constituyen, como seres históricos a partir de sus necesidades más naturales. Ser histórico significa intrínsecamente la posibilidad de incorporar a la experiencia de cada individuo la experiencia vivida por otros mediante la comunicación.
El amor humano se distingue en general de la afectividad de otros animales precisamente en que los segundos responden estrictamente a estímulos que les proporcionan algún tipo de satisfacción individual. El amor humano muchas veces está lejos de obtener satisfacción y contrariamente implica un cúmulo de sacrificios y sufrimientos. Esto es posible en tanto la vida individual de cada ser humano se constituye como vida colectiva, al vivir lo que otros han vivido o pueden vivir, mediante la representación narrativa.
La cooperación entre unos y otros es la fuente de la identificación amorosa, así como recíprocamente la obstrucción de unos a otros es lo que genera la mutua agresividad, el rechazo, el odio.
Amor y odio no son más que dos aspectos del mismo proceso de la vida. No hay, como lo plantea Freud, dos instintos separados (eros y tanatos). El odio (en sentido amplio), el rechazo, está intrínsecamente relacionado al amor; como la destrucción ontológicamente está vinculada a la creación. Por ello mismo, la frustración amorosa, la obstrucción de los fines perseguidos, es la fuente de agresividad hacia aquello que se supone no permite la realización de los deseos, pudiendo tratarse de un elemento real o de un “chivo expiatorio” al que místicamente se le atribuya tal obstaculización, a veces el propio sujeto.
Fisiológicamente los seres humanos están preparados para el placer y para la irritación, pero de ello no se deriva que prevalezca la actuación instintiva. Lo que activa a cualquiera de esos dos procesos fisiológicos, o incluso a ambos simultáneamente, son las relaciones semióticas de la actividad cotidiana de una persona con las acciones de los demás seres. La capacidad de incorporar la experiencia de los otros conlleva forzosamente a re-vivir también sus emociones, a interiorizar y hacer propios sus sentimientos, por tanto, a la posibilidad de compartir con el resto las experiencias y las emociones propias.
En resumen, en la teoría de la praxis el amor es definido como el sentir como propio lo que le sucede a otro(s). Y esto es producido necesariamente por la con-vivencia, por una vivencia similar directa o mediante la narración.
Amor asexual y amor sexual
El grado de intercomunicación de vivencias varía entre unos individuos y otros. Las formas de comunicación abarcan no sólo las palabras, sino también el lenguaje mímico y algo aún más importante: el “lenguaje” sensorial o sensitivo. Los amigos se saludan “de mano”, “de abrazo” o “de beso”, según la cultura. Caminan juntos tomándose del brazo mientras charlan o cantan. A la cooperación práctica, a la unidad o complementariedad de intereses, propia de toda amistad, se le une el significado de la unión corporal que simboliza la fusión psicológica.
Si bien las vivencias narradas por uno a otro integran procesos emocionales, y la cooperación y la con-vivencia permiten compartir unificadamente experiencias y emociones, el contacto corporal implica la constitución del cuerpo de uno como experiencia emocional del otro y viceversa. Escucharte y verte me hace comprenderte y me agrada integrar mi proceso mental con el tuyo, gozo de tu alegría y padezco tu tristeza; pero al sentir tu cuerpo disfruto de tu forma, suavidad y calor, de tus matices expresivos, como si fueran míos, mi propio cuerpo se extende en el tuyo; pero más aún, saber que tú disfrutas de mi mano, de mi abrazo o de mi caminar junto a tí, de mis propios matices expresivos, me asimila a tu cuerpo. Eres para mí, como algo mío, como parte de mí mismo, y soy para mí mismo como tuyo. Y todavía más si me doy cuenta que algo recíproco te ocurre. No sólo percibo mi propio placer, sino que gozo tu placer.
Entre el amor filial, la amistad y el amor sexual, en realidad no existe más que diferencias de grado determinadas en primer lugar por las limitaciones morales en función de una estructura social, y en segundo lugar limitaciones objetivas, por una parte, o intrínsecas por otra.
Esto puede sonar muy audaz, a menos que antes se reflexione sin prejuicios. Si no fuera por las limitaciones morales muchas relaciones amistosas o filiales se traducirían en intensas relaciones sexuales, en la medida en que no se limitara el contacto espontáneo con determinadas zonas corporales. Pero aún en este caso, resulta claro que no todas las relaciones filiales o amistosas tendrían que profundizar o estrechar su intimidad simplemente porque no tuvieran en sí mismas la compatibilidad intrínseca como para intimar mayormente.
En el caso del amor sexual, la deshinibición de los amantes permite la expresión corporal que sólo puede compartirse entre ellos en la intimidad; lo cual además de hacerlos únicos partícipes de esas experiencias propias de intenso placer, lo que intrínsecamente tiende a cohesionarlos como grupo, permite una vivencia de fusión mucho más intensa que la antes descrita al comentar los contactos corporales amistosos o filiales.
Por eso, como lo ve Caruso, cuando los amantes se separan, esto significa una parcial muerte propia. Un desgarramiento psicológico, a veces más doloroso que la pérdida de una parte física o, incluso, que la muerte real de la persona. Por ello también, frecuentemente el amor intenso se transforma en odio y rencor tras la ruptura.
En el caso del amor “filial” la vinculación corporal de la madre con el hijo, desde el embarazo y en la crianza, es muy probablemente lo que explica la por lo general mayor intensidad del amor materno comparado con el amor paterno.
El enamoramiento sexual implica la atracción corporal, no necesariamente por la belleza. El que se enamora, además de intuir afinidades ideológico-estéticas con su prospecto, anhela intuitivamente sentir, por ejemplo, la textura de su piel o el brillo especial de su mirada, el tono de su voz, el olor de su aliento y de su sudor; tanto como el poder compartir sus propias cualidades en el interior de la sensibilidad del otro.
Puesto que cada individuo es un ser histórico, intrínsecamente colectivo, el mundo y el yo mismo cobra sentido, en la medida en que tiene sentido también para otro(s). La soledad lleva al “anonadamiento” heideggeriano o pérdida del sentido de todas las cosas y por tanto del sí mismo. Y por ese camino se llega a la neurosis, e incluso a la psicosis, si antes no se atraviesa el suicidio.
De la misma manera, la falta de con-vivencia, de experiencias compartidas y del compartir experiencias, la monotonía en las relaciones desdibuja progresivamente el significado del mundo (incluyendo al otro y a mí mismo) para mí. El amor no es simplemente un enganche, sino que o se re-produce o definitivamente muere. Este re-producirse del amor implica la mutua experiencia significativa. De ahí lo dulce de la re-conciliación, del sentirse nuevamente compartiendo una experiencia significativa. El mismo enojo (recuérdese la relación amor-odio) de un amante con su amada puede simplemente ser producido por el desgarramiento amoroso que surge de la in-diferencia, por el vacío o muerte del significado o del re-producirse del amor.
El amor es el ser vivo de una relación humana, aunque esta pueda algunas veces ser unilateralmente experimentada como amorosa.
Dic 19, 2009
Marco Eduardo Murueta
La “paradoja de la calidad educativa” no se queda sólo en el ámbito político. En gran parte de la bibliografía sobre el tema encontramos pésimas definiciones y explicaciones de qué es calidad y, más aún, calidad educativa, la mayoría haciendo evidente que sus autores no tuvieron el cuidado mínimo de revisar un buen diccionario al respecto. Por ejemplo, de manera similar a otros expertos, la chilena María Teresa Lepeley, autora del libro Gestión y calidad en educación, un modelo de evaluación, define la “calidad” como “el beneficio o la utilidad que satisface la necesidad de una persona al adquirir un producto o servicio”. Así, la también directora de Programas de gestión y negocios internacionales en la Universidad de Connecticut, en Estados Unidos, confunde “utilidad” con “calidad”, lo cual se antoja absurdo cuando encontramos muchos productos y servicios de poca calidad relativamente funcionales y que satisfacen una necesidad específica a un cliente, como bien ejemplifica la anécdota de la anciana que pidió a su dentista, en una sola sesión, la colocación de una dentadura postiza que le permitiera comer. El dentista le aclaró que eso no iba a quedar muy estético, pero ante la insistencia práctica y la poca importancia que la señora le daba a la estética a sus 76 años, éste le colocó unos dientes eficaces que motivaron una airada y lógica protesta de los familiares: un pésimo servicio pero útil para los fines del usuario. Así, el criterio de calidad no puede residir en la satisfacción del cliente si éste carece de un referente de comparación y una formación para evaluar diferentes aspectos del producto o servicio que le permitan determinar realmente cuál es “mejor”, como lo indica la definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Peor aún es el caso de quienes definen la calidad y la calidad educativa como “el compromiso con la mejora continua” (Garduño, 1999), o quienes consideran que solamente hay dos opciones discontinuas, calidad o no-calidad (0 o 1), pese a que se trata de una variable susceptible de tener diferentes magnitudes respecto de un patrón de comparación, como todo aquello que se mide.
Foto: Guillermo Barrios del Valle
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