Marco Eduardo Murueta

 

La “para­do­ja de la cali­dad edu­ca­ti­va” no se que­da sólo en el ámbi­to polí­ti­co. En gran par­te de la biblio­gra­fía sobre el tema encon­tra­mos pési­mas defi­ni­cio­nes y expli­ca­cio­nes de qué es cali­dad y, más aún, cali­dad edu­ca­ti­va, la mayo­ría hacien­do evi­den­te que sus auto­res no tuvie­ron el cui­da­do míni­mo de revi­sar un buen dic­cio­na­rio al res­pec­to. Por ejem­plo, de mane­ra simi­lar a otros exper­tos, la chi­le­na María Tere­sa Lepe­ley, auto­ra del libro Ges­tión y cali­dad en edu­ca­ción, un mode­lo de eva­lua­ción, defi­ne la “cali­dad” como “el bene­fi­cio o la uti­li­dad que satis­fa­ce la nece­si­dad de una per­so­na al adqui­rir un pro­duc­to o ser­vi­cio”. Así, la tam­bién direc­to­ra de Pro­gra­mas de ges­tión y nego­cios inter­na­cio­na­les en la Uni­ver­si­dad de Con­nec­ti­cut, en Esta­dos Uni­dos, con­fun­de “uti­li­dad” con “cali­dad”, lo cual se anto­ja absur­do cuan­do encon­tra­mos muchos pro­duc­tos y ser­vi­cios de poca cali­dad rela­ti­va­men­te fun­cio­na­les y que satis­fa­cen una nece­si­dad espe­cí­fi­ca a un clien­te, como bien ejem­pli­fi­ca la anéc­do­ta de la ancia­na que pidió a su den­tis­ta, en una sola sesión, la colo­ca­ción de una den­ta­du­ra pos­ti­za que le per­mi­tie­ra comer. El den­tis­ta le acla­ró que eso no iba a que­dar muy esté­ti­co, pero ante la insis­ten­cia prác­ti­ca y la poca impor­tan­cia que la seño­ra le daba a la esté­ti­ca a sus 76 años, éste le colo­có unos dien­tes efi­ca­ces que moti­va­ron una aira­da y lógi­ca pro­tes­ta de los fami­lia­res: un pési­mo ser­vi­cio pero útil para los fines del usua­rio. Así, el cri­te­rio de cali­dad no pue­de resi­dir en la satis­fac­ción del clien­te si éste care­ce de un refe­ren­te de com­pa­ra­ción y una for­ma­ción para eva­luar dife­ren­tes aspec­tos del pro­duc­to o ser­vi­cio que le per­mi­tan deter­mi­nar real­men­te cuál es “mejor”, como lo indi­ca la defi­ni­ción del Dic­cio­na­rio de la Real Aca­de­mia de la Len­gua Espa­ño­la.

Peor aún es el caso de quie­nes defi­nen la cali­dad y la cali­dad edu­ca­ti­va como “el com­pro­mi­so con la mejo­ra con­ti­nua” (Gar­du­ño, 1999), o quie­nes con­si­de­ran que sola­men­te hay dos opcio­nes dis­con­ti­nuas, cali­dad o no-cali­dad (0 o 1), pese a que se tra­ta de una varia­ble sus­cep­ti­ble de tener dife­ren­tes mag­ni­tu­des res­pec­to de un patrón de com­pa­ra­ción, como todo aque­llo que se mide.

 

Foto: Gui­ller­mo Barrios del Valle

 

Cabe inclu­so acla­rar que toda uni­dad de medi­da lle­va implí­ci­to un con­cep­to. Las muy cono­ci­das acep­cio­nes de Deming (satis­fac­ción com­ple­ta del clien­te), Juran (ade­cua­ción al uso), Crosby (cum­pli­mien­to con los requi­si­tos), Tagu­chi (míni­ma pér­di­da oca­sio­na­da a la socie­dad) o Shin­go (cero defec­tos) son muy limi­ta­das y están supe­di­ta­das a cri­te­rios mer­ca­do­ló­gi­cos (Gua­jar­do Gar­za, 1996), es decir, al éxi­to en los nego­cios, más que a un com­pro­mi­so real con la mejo­ra en la cali­dad de un pro­duc­to.

Entre muchas otras defi­ni­cio­nes lamen­ta­bles del con­cep­to de “cali­dad” encon­tra­mos la del Plan Nacio­nal de Desa­rro­llo 2007–2012, el cual plan­tea como uno de sus ejes polí­ti­cos el logro de la cali­dad edu­ca­ti­va:

La cali­dad edu­ca­ti­va com­pren­de los rubros de cober­tu­ra, equi­dad, efi­ca­cia, efi­cien­cia y per­ti­nen­cia… Una edu­ca­ción de cali­dad enton­ces sig­ni­fi­ca aten­der e impul­sar el desa­rro­llo de las capa­ci­da­des y habi­li­da­des indi­vi­dua­les en los ámbi­tos inte­lec­tual, afec­ti­vo, artís­ti­co y depor­ti­vo, al tiem­po que se fomen­tan los valo­res que ase­gu­ren una con­vi­ven­cia social soli­da­ria y se pre­pa­ra para la com­pe­ti­ti­vi­dad y exi­gen­cias del mun­do del tra­ba­jo (p. 182).

De acuer­do con este con­cep­to, toda escue­la tie­ne “cali­dad edu­ca­ti­va”, lo cual es correc­to si ésta se con­si­de­ra una varia­ble que pue­de cla­si­fi­car­se con un nivel muy bajo o muy alto. No obs­tan­te, es evi­den­te que esta con­cep­ción es del tipo 0 o 1 que men­cio­na­mos antes, pues su pará­me­tro de “una edu­ca­ción de cali­dad” bien podría ser apro­ba­do por casi todas las escue­las de edu­ca­ción bási­ca, dado que prác­ti­ca­men­te todas en algu­na medi­da atien­den e impul­san en sus alum­nos “el desa­rro­llo de capa­ci­da­des y habi­li­da­des en los ámbi­tos inte­lec­tual, afec­ti­vo, artís­ti­co y depor­ti­vo”, “fomen­tan valo­res” y pro­cu­ran pre­pa­rar­los para el mun­do del tra­ba­jo. El pro­ble­ma aquí, sin embar­go, es qué tan bien o qué tan mal lle­van a cabo esas labo­res, como lo indi­ca el Dic­cio­na­rio al defi­nir el sig­ni­fi­ca­do de “cali­dad”.

No obs­tan­te, para evi­tar­se pro­ble­mas con­cep­tua­les, en el Pro­gra­ma Sec­to­rial de Edu­ca­ción 2007–2012 las auto­ri­da­des edu­ca­ti­vas del país esta­ble­cen que:

Se con­si­de­ran pro­gra­mas de cali­dad aque­llos que alcan­zan el nivel 1 que otor­gan los Comi­tés Inter­ins­ti­tu­cio­na­les para la Eva­lua­ción de la Edu­ca­ción Supe­rior [ciees] y/o que son acre­di­ta­dos por el Con­se­jo para la Acre­di­ta­ción de la Edu­ca­ción Supe­rior [caes]. Los Comi­tés Inter­ins­ti­tu­cio­na­les para la Eva­lua­ción de la Edu­ca­ción Supe­rior asig­nan nivel 1, 2 o 3 a los pro­gra­mas que eva­lúan, sien­do el nivel 1 el úni­co que cer­ti­fi­ca que el pro­gra­ma es de cali­dad. (p. 8).

 

En otras pala­bras, en el caso de la edu­ca­ción supe­rior, “cali­dad” es lo que deci­dan los ciees o el caes, y en la edu­ca­ción bási­ca, lo que esta­blez­can los están­da­res de las ins­tan­cias eva­lua­do­ras res­pec­ti­vas, inclu­yen­do sin cues­tio­nar y sin nin­gu­na garan­tía de su cali­dad los exá­me­nes pisa, enla­ce y Exca­le. No se sabe qué es cali­dad, pero están­da­res y sis­te­mas de eva­lua­ción hay o pue­de haber. Se mide enton­ces algo que se des­co­no­ce en qué con­sis­te, aun­que de eso se des­pren­den múl­ti­ples con­se­cuen­cias ins­ti­tu­cio­na­les y labo­ra­les. La para­do­ja: se mide la cali­dad sin cali­dad para medir­la.

Es evi­den­te que la acep­ción ofi­cial de la cali­dad edu­ca­ti­va no fue con­sul­ta­da en el dic­cio­na­rio por­que se fun­da en una ideo­lo­gía que pre­ten­de homo­ge­nei­zar los apren­di­za­jes hacia están­da­res pres­ta­ble­ci­dos (“cali­dad es lo que noso­tros deci­di­mos”), con gra­ves con­se­cuen­cias polí­ti­cas y socia­les, en espe­cial las que afec­tan los pro­ce­sos de crea­ción y el impor­tan­te fac­tor for­ma­ti­vo que sig­ni­fi­can la diver­si­dad cul­tu­ral y la plu­ra­li­dad de enfo­ques, inclu­yen­do el pen­sa­mien­to diver­gen­te.

Según los enfo­ques men­cio­na­dos, cali­dad es hacer lo que el docen­te indi­ca, lo cual lle­va implí­ci­to que un “docen­te de cali­dad” es aquel que hace lo que está pre­vis­to en los pro­gra­mas y/o le es indi­ca­do por sus supe­rio­res, que a su vez lo esta­rán eva­luan­do y estig­ma­ti­zan­do como “de cali­dad” o no según se haya ape­ga­do a los están­da­res que le fue­ron pre­via­men­te esta­ble­ci­dos. Más allá de esto, un sis­te­ma edu­ca­ti­vo “de cali­dad” será inclu­so aquel que se ape­gue a los están­da­res inter­na­cio­na­les esta­ble­ci­dos por la ocde. La cali­dad es así un sis­te­ma de domi­na­ción y con­trol mun­dial des­de esa ópti­ca y, por tan­to, en bene­fi­cio de unos cuan­tos que con­cen­tran las rique­zas, quie­nes a tra­vés de expan­dir sus con­cep­tos de cali­dad ase­gu­ran mayo­res bene­fi­cios y la per­ma­nen­cia y con­so­li­da­ción de cier­tos esti­los de vida, cier­tos valo­res, cier­to orden de cosas, que ellos ven como si fue­ra algo natu­ral y para siem­pre.

Com­pe­ten­cias para un mun­do feliz

El énfa­sis que se ha ido ponien­do en la “cali­dad edu­ca­ti­va” jun­to con la idea de la “socie­dad del cono­ci­mien­to” (Murue­ta, 2007) con­lle­va un pro­yec­to ideo­ló­gi­co de domi­na­ción, some­ti­mien­to y con­trol polí­ti­co, eco­nó­mi­co y social que orien­ta la vida hacia el “mun­do feliz” que Aldos Hux­ley des­cri­bie­ra con iro­nía en 1932. Un mun­do hiper­tec­no­lo­gi­za­do don­de los niños son fabri­ca­dos indus­trial­men­te de acuer­do con pro­gra­mas de pro­duc­ción esta­ble­ci­dos de mane­ra racio­nal, sin nece­si­dad de que ten­gan madres ni padres o her­ma­nos, pues eso gene­ra sen­ti­mien­tos inade­cua­dos para ese tipo de socie­dad. En ese mun­do todo está cal­cu­la­do téc­ni­ca­men­te y los sen­ti­mien­tos son con­si­de­ra­dos una ame­na­za. Su pro­ce­so edu­ca­ti­vo se basa en la pro­gra­ma­ción gené­ti­ca y la hip­no­pe­dia: des­de que nacen en la fábri­ca, a los niños se les habi­túa a escu­char fra­ses repe­ti­das una y otra vez duran­te el sue­ño que mode­la sus acti­tu­des y moti­va­cio­nes para ade­cuar­los y hacer­los fun­cio­na­les en esa socie­dad pre­ten­di­da­men­te per­fec­ta. Cada quien acep­ta con gus­to y sin pro­tes­tar el ran­go social y el tipo de acti­vi­da­des para el que ha sido des­ti­na­do des­de su ori­gen (cfr. Hux­ley, 2007).

Hux­ley, como Cha­plin en Tiem­pos moder­nos, Kaf­ka en El pro­ce­so y Orwell en 1984, advir­tie­ron des­de la pri­me­ra mitad del siglo xx las ten­den­cias e impli­ca­cio­nes socia­les, polí­ti­cas y psi­co­ló­gi­cas de la fas­ci­na­ción tec­no­ló­gi­ca. Los avan­ces de las Tec­no­lo­gías de la Infor­ma­ción y la Comu­ni­ca­ción (tic) de fina­les del siglo xx y en lo que va del siglo xxi han hecho pro­li­fe­rar esa fas­ci­na­ción tec­no­ló­gi­ca y acer­can pro­gre­si­va­men­te la vida social de todos los paí­ses hacia esas imá­ge­nes lite­ra­rias. Antes de lle­gar a usar la hip­no­pe­dia seña­la­da por Hux­ley, pero en el mis­mo sen­ti­do, aho­ra se pre­ten­de incul­car en todo el mun­do la “edu­ca­ción por com­pe­ten­cias”. 

Así como las defi­ni­cio­nes de “cali­dad” sue­len ser de “mala cali­dad”, resul­ta que muchos de los que pro­po­nen y defien­den la “edu­ca­ción por com­pe­ten­cias” no tie­nen entre sus “com­pe­ten­cias” la de ela­bo­rar defi­ni­cio­nes cla­ras y pro­pues­tas cien­tí­fi­cas rigu­ro­sas. Por eso, uno de los auto­res más cita­dos en el tema de la “for­ma­ción por com­pe­ten­cias”, Guy Lebo­terf, seña­la que: 

[…] el con­cep­to de com­pe­ten­cia actual posee un atrac­ti­vo sin­gu­lar: la difi­cul­tad de defi­nir­lo cre­ce con la nece­si­dad de uti­li­zar­lo, de mane­ra que más que un con­cep­to ope­ra­ti­vo es un con­cep­to en vías de fabri­ca­ción. (Cita­do por Teja­da Fer­nán­dez, 1999.)

Quie­nes han abra­za­do con entu­sias­mo la noción de com­pe­ten­cia reco­no­cen cla­ra­men­te su preo­cu­pa­ción por el víncu­lo escue­la-empre­sa. Están obvia­men­te en con­tra de la for­ma­ción ver­ba­lis­ta que his­tó­ri­ca­men­te ha carac­te­ri­za­do la escue­la y les pare­ce gran­dio­so poner énfa­sis en el “saber hacer” que per­mi­ta a los egre­sa­dos acce­der a pues­tos labo­ra­les y con­tri­buir así a la pro­duc­ti­vi­dad y a la rique­za mate­rial per­so­nal, de su empre­sa, de su pro­vin­cia, de su país y del mun­do. Ade­más, se esfuer­zan por dis­tin­guir entre habi­li­da­des, apti­tu­des y com­pe­ten­cias, ponien­do énfa­sis en el carác­ter holís­ti­co de estas últi­mas, dado que invo­lu­cran acción psi­co­mo­triz, pen­sa­mien­to y acti­tu­des (Estra­da Cea, 2005).

A pesar del con­flic­to que enfren­tan los auto­res para defi­nir la noción de “com­pe­ten­cias”, no es difí­cil cons­ta­tar que en reali­dad han inte­gra­do en un solo con­cep­to las dife­ren­tes acep­cio­nes del dic­cio­na­rio: “dispu­ta o con­tien­da entre dos o más suje­tos sobre algu­na cosa”; “opo­si­ción o riva­li­dad entre dos o más suje­tos que aspi­ran a obte­ner la mis­ma cosa”; “incum­ben­cia”; “apti­tud, ido­nei­dad”; “atri­bu­ción legí­ti­ma a un juez u otra auto­ri­dad para el cono­ci­mien­to o reso­lu­ción de un asun­to”. Así, la for­ma­ción por com­pe­ten­cias o la selec­ción de per­so­nal bajo este cri­te­rio impli­ca valo­rar de qué pue­de encar­gar­se una per­so­na den­tro de una orga­ni­za­ción para ser fun­cio­nal, com­pa­ran­do su nivel de com­pe­ten­cia con el de otros riva­les. Cada com­pe­ten­cia sig­ni­fi­ca un “saber hacer”, ser res­pon­sa­ble com­ple­to de que algo fun­cio­ne ade­cua­da­men­te sin estar supe­di­ta­do a órde­nes o vigi­lan­cia. No hay que olvi­dar que el con­cep­to tam­bién está vin­cu­la­do inme­dia­ta­men­te a “com­pe­ti­ti­vi­dad” en el sen­ti­do de riva­li­dad por ser mejor o, muchas veces, por no ser peor.

La “for­ma­ción por com­pe­ten­cias” enca­ja así ple­na­men­te en la idea del “mun­do feliz” de Hux­ley. Pro­gra­mar el fun­cio­na­mien­to de los indi­vi­duos a tra­vés de la edu­ca­ción o la selec­ción es la gran aspi­ra­ción de los aman­tes del orden, la sis­te­ma­ti­za­ción, la tec­no­lo­gía y la indus­tria. La noción de “com­pe­ten­cias” (el “saber hacer”) pue­de apli­car­se a la vida cívi­ca, a la sexua­li­dad y has­ta al arte. Ima­gi­ne­mos –no sin difi­cul­tad– las que se requie­ren para crear músi­ca, poe­sía, lite­ra­tu­ra, etc. Es cla­ro enton­ces que a quie­nes defien­den las “com­pe­ten­cias” no les gus­ta el pen­sa­mien­to diver­gen­te, el cues­tio­na­mien­to, el que alguien se ale­je o pre­ten­da fun­cio­nes dis­tin­tas a aque­llas para las que ha sido pro­gra­ma­do, for­ma­do, selec­cio­na­do. Cuan­do alguien asu­me la “com­pe­ten­cia” de pen­sar por sí mis­mo cues­tio­na la for­ma­ción por com­pe­ten­cias, alte­ra el fun­cio­na­mien­to mecá­ni­co que pre­ten­de implan­tar­se en todos los aspec­tos de la vida social.

Así, una edu­ca­ción en este tenor impli­ca la fabri­ca­ción de robots huma­nos a los que se les dele­gan cier­tas fun­cio­nes para las cua­les han sido pre­pa­ra­dos: “saben hacer”. Se tra­ta de una edu­ca­ción para el “empleo”, es decir, para “ser emplea­dos” (para ser usa­dos), y no para ser crea­do­res, orga­ni­za­do­res, gene­ra­do­res o trans­for­ma­do­res de la vida social.

Por eso, fren­te al con­cep­to de edu­ca­ción por com­pe­ten­cias, pro­po­ne­mos el con­cep­to de “edu­ca­ción por coope­ran­zas”, que es su antí­po­da. Vea­mos en qué con­sis­ten sus dife­ren­cias:

  1. Las com­pe­ten­cias son están­da­res que pre­ten­den homo­ge­nei­zar capa­ci­da­des de saber hacer, las coope­ran­zas son ori­gi­na­les y reba­san los están­da­res de coope­ran­zas ante­rio­res.
  2. Un ejem­plo de “com­pe­ten­cia” es “saber escri­bir” o “com­pren­der la lec­tu­ra”; una coope­ran­za recí­pro­ca sería haber escri­to algo rele­van­te para alguien espe­cí­fi­co y en una cir­cuns­tan­cia con­cre­ta, o haber usa­do cier­ta infor­ma­ción leí­da para pro­yec­tar algo nove­do­so y dar­le reali­dad.
  3. Las com­pe­ten­cias no tie­nen des­ti­na­ta­rio, son capa­ci­da­des abs­trac­tas en espe­ra de un clien­te (emplea­dor) que las use en algún momen­to del futu­ro; las coope­ran­zas se diri­gen a deter­mi­na­das per­so­nas, gru­pos o comu­ni­da­des, y no espe­ran ser emplea­das, sino valo­rar sus efec­tos socia­les.
  4. Las com­pe­ten­cias pro­mue­ven la riva­li­dad y el egoís­mo; las coope­ran­zas lle­van implí­ci­to el afec­to, el tra­ba­jo en equi­po, la orga­ni­za­ción y el com­pro­mi­so con los otros.
  5. Quie­nes valo­ran a una per­so­na por com­pe­ten­cias le pre­gun­tan: “¿qué sabes hacer?, ¿qué resul­ta­dos pue­do espe­rar de tus accio­nes?” Quie­nes valo­ran sus coope­ran­zas pre­gun­tan: “¿qué has hecho?, ¿qué resul­ta­dos se han deri­va­do de tus accio­nes?”
  6. La for­ma­ción por com­pe­ten­cias pre­pa­ra para el futu­ro; el pre­sen­te, la vida esco­lar, es sólo un medio. El pasa­do, la his­to­ria, ya no impor­ta, se redu­ce a una curio­si­dad. La for­ma­ción por coope­ran­zas, en cam­bio, orga­ni­za a indi­vi­duos y gru­pos para actuar sobre el pre­sen­te y con ello for­jar el futu­ro. Revi­sar el pasa­do es nece­sa­rio para diri­gir accio­nes actua­les que trans­for­men esce­na­rios socia­les en deter­mi­na­da direc­ción his­tó­ri­ca.

Hacia un con­cep­to alter­na­ti­vo de cali­dad edu­ca­ti­va

Más allá de las gran­des limi­ta­cio­nes que atri­bui­mos a quie­nes han veni­do hablan­do de cali­dad edu­ca­ti­va y com­pe­ten­cias, no pode­mos sim­ple­men­te cues­tio­nar esa para­do­ja sin ocu­par­nos de cons­truir un enfo­que alter­na­ti­vo de la cali­dad edu­ca­ti­va que efec­ti­va­men­te con­tri­bu­ya a ele­var sus nive­les, como es por todos lados evi­den­te que hace mucha fal­ta en todas las ins­ti­tu­cio­nes esco­la­res, des­de las de edu­ca­ción ini­cial has­ta las de doc­to­ra­do, inclu­yen­do a las que son rela­ti­va­men­te mejo­res o “no tan peo­res”. No es casual, sino cau­sal, que más de 95% de los niños que ingre­san a pri­ma­ria deje trun­cos los estu­dios en algu­na de las eta­pas esco­la­res, cuyos múl­ti­ples obs­tácu­los y absur­dos les es impo­si­ble supe­rar, y que aun la mayo­ría de quie­nes ter­mi­nan una licen­cia­tu­ra, una maes­tría o un doc­to­ra­do evi­den­cie mar­ca­das limi­ta­cio­nes en su desem­pe­ño pro­fe­sio­nal y social.

Una de las inves­ti­ga­do­ras que se ha ocu­pa­do con mayor rigor del tema de la cali­dad esco­lar y edu­ca­ti­va es Syl­via Sch­mel­kes, aun cuan­do su enfo­que teó­ri­co-peda­gó­gi­co resul­ta limi­ta­do pues se basa en el con­cep­to indus­trial de “cali­dad total” y lo encua­dra esen­cial­men­te en la lamen­ta­ble mira­da edu­ca­ti­va de los gobier­nos de la ocde que, como ya expre­sa­mos, pre­ten­den con­du­cir a todos los habi­tan­tes del pla­ne­ta hacia el absur­do “mun­do feliz” cues­tio­na­do por Hux­ley (cfr. Hux­ley, 2007).

Sch­mel­kes (1997) par­ti­ci­pó en un pro­yec­to inter­na­cio­nal de eva­lua­ción de la cali­dad de escue­las pri­ma­rias apli­can­do ins­tru­men­tos de eva­lua­ción de dife­ren­tes fac­to­res en escue­las de seis regio­nes cla­si­fi­ca­das en Méxi­co. Lle­gó a los siguien­tes resul­ta­dos, cua­si-obvios o evi­den­tes aun sin su minu­cio­sa inves­ti­ga­ción.

a)   Recur­sos

  • “Varia­bles como gas­to por alumno, dis­po­ni­bi­li­dad de mate­rial didác­ti­co, pre­sen­cia de biblio­te­ca esco­lar y capa­ci­ta­ción de docen­tes se corre­la­cio­nan sis­te­má­ti­ca­men­te con los resul­ta­dos del apren­di­za­je.”
  • “Las des­igual­da­des entre la zona urba­na de cla­se media y el res­to de las regio­nes son muy gran­des, y seña­lan la situa­ción de extre­ma pobre­za de las aulas en la zona indí­ge­na […] Son pocas las escue­las que cuen­tan con biblio­te­cas esco­la­res y (de éstas) la mayo­ría se ubi­ca en las zonas urba­nas y desa­rro­lla­das.”
  • “Pue­de afir­mar­se que están dis­po­ni­bles en todas las escue­las los insu­mos míni­mos para el desa­rro­llo del pro­ce­so de ense­ñan­za-apren­di­za­je: libros de tex­to, piza­rrón, gis y escri­to­rios, y mesas para los alum­nos.”
  • En nin­gún caso se encon­tró que el núme­ro de alum­nos resul­te exce­si­vo (máxi­mo 34.4; míni­mo 22.6).
  • Exis­ten dos reali­da­des edu­ca­ti­vas ente­ra­men­te dis­tin­tas: la de la zona urba­na de cla­se media y la del res­to de las regio­nes (rural mar­gi­na­da, rural desa­rro­lla­da, indí­ge­na y urba­na mar­gi­na­da). Las dife­ren­cias entre ambas reali­da­des pare­cen aumen­tar con­for­me pro­gre­san los alum­nos en su tra­yec­to­ria esco­lar.
  • La mejor escue­la cuen­ta con biblio­te­ca, salón de usos múl­ti­ples y patio de jue­go, en con­tras­te con las menos “bue­nas”.
  • En su ope­ra­ción coti­dia­na, el sis­te­ma edu­ca­ti­vo está pro­por­cio­nan­do insu­mos dife­ren­cia­les a los dis­tin­tos con­tex­tos en la mis­ma direc­ción que mar­can las con­di­cio­nes de la deman­da. La cali­dad de los insu­mos esco­la­res y del fun­cio­na­mien­to coti­diano tien­de así a corres­pon­der con las con­di­cio­nes de la deman­da: si éstas son pobres, la cali­dad de la escue­la y sus recur­sos huma­nos y mate­ria­les tam­bién lo son, lo que no sólo man­tie­ne las des­igual­da­des, sino que las acen­túa y las agra­va.
  • La infor­ma­ción sobre el esta­do de nutri­ción y salud de la fami­lia y los niños seña­la la pre­sen­cia de pro­ble­mas muy seve­ros, ade­más de las limi­ta­cio­nes de algu­nas fami­lias para ayu­dar a sus hijos con el equi­po esco­lar míni­mo (cua­der­nos, lápi­ces).
  • Es urgen­te una apro­xi­ma­ción dife­ren­te a la toma de deci­sio­nes en mate­ria de edu­ca­ción pri­ma­ria en Méxi­co. Ello impli­ca más aten­ción y apo­yo a las escue­las, espe­cial­men­te a los direc­to­res y maes­tros que ope­ran en con­di­cio­nes de mar­gi­na­li­dad.
  • Se requie­ren polí­ti­cas edu­ca­ti­vas que com­bi­nen un mayor apo­yo a cada escue­la y su per­so­nal, con más auto­no­mía en la toma de deci­sio­nes.

b)  Ges­tión esco­lar

  • “Los direc­to­res casi nun­ca visi­tan las aulas.”
  • La super­vi­sión en las escue­las es muy débil, prác­ti­ca­men­te inexis­ten­te, al menos en lo que corres­pon­de a la fun­ción de apo­yo peda­gó­gi­co. “Los super­vi­so­res casi nun­ca visi­tan las aulas, y menos aun tra­ba­jan con los niños ni con­ver­san con los padres de fami­lia.” Ni la admi­nis­tra­ción ni la super­vi­sión esco­lar ope­ran con pro­pó­si­tos edu­ca­ti­vos y peda­gó­gi­cos. Se requie­re una res­truc­tu­ra­ción total, e inclu­so la recon­cep­tua­li­za­ción de la fun­ción super­vi­so­ra, que debe impli­car eva­lua­ción, moni­to­reo, for­ma­ción, apo­yo, estí­mu­lo y, al mis­mo tiem­po, res­pe­to hacia el pro­ce­so de auto­no­mía esco­lar.

c)  Comu­ni­dad y padres de fami­lia

  • “En todas las regio­nes los padres de fami­lia par­ti­ci­pan cons­tan­te­men­te en acti­vi­da­des de man­te­ni­mien­to de las escue­las […] Las comu­ni­da­des más pobres son las que con­tri­bu­yen más al fun­cio­na­mien­to de sus escue­las.”
  • La pobla­ción de las pri­ma­rias mues­tra dife­ren­cias enor­mes en lo refe­ren­te a con­di­cio­nes socio­eco­nó­mi­cas, de salud y nutri­ción, así como en aspec­tos cul­tu­ra­les y con­duc­tas y acti­tu­des de las fami­lias.

d)  Docen­tes

  • “La capa­ci­ta­ción [de docen­tes] en ser­vi­cio no es común entre los maes­tros.” En gene­ral, los men­to­res no están capa­ci­ta­dos ade­cua­da­men­te en prác­ti­cas efec­ti­vas de ense­ñan­za. Están solos en su labor docen­te. No reci­ben apo­yo peda­gó­gi­co del direc­tor y menos del super­vi­sor. Sin duda, los maes­tros son los deter­mi­nan­tes más impor­tan­tes, por el lado de la ofer­ta de la cali­dad edu­ca­ti­va. Ade­más, “las acti­tu­des de los maes­tros son más impor­tan­tes para una edu­ca­ción de cali­dad que su expe­rien­cia o for­ma­ción”. Las corre­la­cio­nes entre las varia­bles del esti­lo de ense­ñan­za y los resul­ta­dos de apren­di­za­je demues­tran la impor­tan­cia de la crea­ti­vi­dad y la ini­cia­ti­va de los maes­tros sobre los resul­ta­dos de su pro­ce­so de ense­ñan­za.

e)  Pro­gra­mas y enfo­que peda­gó­gi­co

  • El mode­lo de ense­ñan­za pre­do­mi­nan­te está cen­tra­do en el maes­tro, orien­ta­do al gru­po como un todo, basa­do en el libro de tex­to como úni­ca fuen­te de infor­ma­ción y prác­ti­ca, y apo­ya­do en el piza­rrón como úni­co recur­so didác­ti­co. Pocos maes­tros esti­mu­lan la par­ti­ci­pa­ción de sus alum­nos. Menos aun saben cómo mane­jar pro­ble­mas espe­cia­les de apren­di­za­je. El tra­ba­jo gru­pal con los edu­can­dos prác­ti­ca­men­te no exis­te. El apro­ve­cha­mien­to de los recur­sos comu­ni­ta­rios como mate­rial de apren­di­za­je nun­ca está pre­sen­te en el salón de cla­ses. Las expe­rien­cias de apren­di­za­je son monó­to­nas y con­sis­ten fun­da­men­tal­men­te en leer un tex­to, copiar en el cua­derno o rea­li­zar ejer­ci­cios dic­ta­dos por el maes­tro o escri­tos en el piza­rrón. Los pro­fe­so­res no le dan impor­tan­cia a los pro­ce­sos de razo­na­mien­to, solu­ción de pro­ble­mas y apli­ca­ción del cono­ci­mien­to a la vida coti­dia­na. Exis­te una cul­tu­ra magis­te­rial gene­ra­li­za­da en rela­ción con lo que teó­ri­ca­men­te debe ser la ense­ñan­za. En gene­ral, los resul­ta­dos del apren­di­za­je rele­van­te son alar­man­te­men­te bajos. Éstos indi­can la nece­si­dad de que el fun­cio­na­mien­to de las escue­las sea más fle­xi­ble para adap­tar­se a las con­di­cio­nes regio­na­les.

A pesar de nues­tras dife­ren­cias con el enfo­que de Sch­mel­kes, que a con­ti­nua­ción seña­la­re­mos, sin duda esta inves­ti­ga­do­ra tie­ne más méri­tos, con­tex­to y cono­ci­mien­tos para fun­gir como secre­ta­ria de Edu­ca­ción Públi­ca que quie­nes han osten­ta­do el car­go en los últi­mos 30 años.

Esta inves­ti­ga­do­ra con­cen­tra su enfo­que sobre la cali­dad edu­ca­ti­va en el logro de los apren­di­za­jes rele­van­tes, de habi­li­da­des más que de cono­ci­mien­tos. “Saber hacer”, como ha dicho Jac­ques Delors (1997). No obs­tan­te que habla de la nece­si­dad de fle­xi­bi­li­dad, crea­ti­vi­dad, diver­si­dad y auto­no­mía de docen­tes y alum­nos, pare­ce estar de acuer­do en que la cali­dad edu­ca­ti­va sea valo­ra­da a tra­vés de que se demues­tre el logro de deter­mi­na­das habi­li­da­des o com­pe­ten­cias en los alum­nos, implí­ci­ta­men­te igua­les o con un alto gra­do de homo­ge­nei­dad nacio­nal, regio­nal o local.

Siguien­do a Ulloa et al. (1989), Sch­mel­kes (1997) asu­me que “la cali­dad de la edu­ca­ción bási­ca debe enten­der­se como un com­ple­jo que impli­ca rele­van­cia, equi­dad, efi­ca­cia y efi­cien­cia”. Para ella, “la cali­dad de la edu­ca­ción debe defi­nir­se en fun­ción de resul­ta­dos y ren­di­mien­to aca­dé­mi­co”, pero advier­te que “no se pue­de medir ade­cua­da­men­te la cali­dad esco­lar… si no se toman en cuen­ta los fac­to­res extra­es­co­la­res”. Así, con­clu­ye que “cali­dad de la edu­ca­ción pri­ma­ria, indi­vi­dual y de cada escue­la, [es] el logro del apren­di­za­je rele­van­te para la vida” (pp. 25 y 26). Influi­da por la noción de moda de las “com­pe­ten­cias”, la auto­ra seña­la que el apren­di­za­je rele­van­te impli­ca habi­li­da­des para com­pren­der la len­gua escri­ta y expre­sar­se por escri­to, razo­nar para resol­ver pro­ble­mas, ana­li­zar, eva­luar opcio­nes y alle­gar­se infor­ma­ción. “Lo ante­rior –agre­ga– impli­ca un énfa­sis en las habi­li­da­des más que en los cono­ci­mien­tos.”

No obs­tan­te, esta auto­ra tam­po­co toma en cuen­ta la semán­ti­ca del con­cep­to de cali­dad que nos ofre­ce la pri­me­ra acep­ción del dic­cio­na­rio, según la cual cali­dad es la “pro­pie­dad o con­jun­to de pro­pie­da­des inhe­ren­tes a una cosa, que per­mi­ten apre­ciar­la como igual, mejor o peor que las res­tan­tes de su espe­cie”. Así, en su defi­ni­ción de “apren­di­za­je rele­van­te”, Sch­mel­kes se olvi­da de que hay gra­dos o nive­les de cada uno de los ele­men­tos que men­cio­na, pues es obvio que muchos (si no es que todos) de los egre­sa­dos de pri­ma­ria ten­drían algún gra­do –por míni­mo que éste sea– de com­pren­sión de la len­gua escri­ta, capa­ci­dad para resol­ver pro­ble­mas, etc.; ten­drían, en suma, algún nivel de esas habi­li­da­des y otras que ella no con­si­de­ra: mane­jar rela­cio­nes socia­les, tra­ba­jar en equi­po, uso de ins­tru­men­tos y apli­ca­ción de téc­ni­cas, etc. En efec­to, Sch­mel­kes tam­po­co defi­ne los cri­te­rios o están­da­res de lo que sig­ni­fi­ca­rían los nive­les de cali­dad en el “apren­di­za­je rele­van­te”.

El con­cep­to de cali­dad (y por ende el de “cali­dad edu­ca­ti­va”), de acuer­do con la defi­ni­ción del dic­cio­na­rio, nos lle­va a pre­gun­tar­nos qué es lo que hace “mejor” o “peor” a una cosa (un pro­duc­to, un ser­vi­cio, una escue­la, un sis­te­ma edu­ca­ti­vo). Hemos vis­to que esto no depen­de del gra­do de satis­fac­ción del clien­te, pues pue­de haber clien­tes satis­fe­chos con pro­duc­tos y ser­vi­cios de baja cali­dad, par­ti­cu­lar­men­te si no cono­cen otros mejo­res. ¿Qué sig­ni­fi­ca enton­ces “ser mejor”? ¿En qué con­sis­te que algo sea “bueno”? Es allí don­de se ato­ran los auto­res típi­cos de la cali­dad, pues para enfren­tar esta pre­gun­ta se requie­re pen­sar con men­te abier­ta, tener cier­ta for­ma­ción filo­só­fi­ca (a la que –por cier­to– rehú­yen), enten­der la varie­dad de posi­bles pun­tos de vis­ta.

Para “ser mejor” no bas­ta con la tesis dar­wi­nia­na de la sobre­vi­ven­cia de los “más aptos” como meca­nis­mo de la selec­ción natu­ral para la evo­lu­ción de las espe­cies. Es evi­den­te que muchos sobre­vi­ven y son aptos para ello, pero eso no los hace “mejo­res” que otros que tam­bién sobre­vi­ven. ¿En qué con­sis­te que algo sea mejor? ¿Qué sig­ni­fi­ca que una ins­ti­tu­ción edu­ca­ti­va sea “mejor” que otra?

Ya hemos vis­to que eso no depen­de de la “satis­fac­ción del clien­te” ni del “com­pro­mi­so con la mejo­ra con­ti­nua”, ni de “cero defec­tos” res­pec­to de un están­dar esta­ble­ci­do. La “mejor” res­pues­ta a esas pre­gun­tas la encon­tra­mos en Nietz­sche (1887/1995).

¿Qué es bueno? Todo lo que ele­va el sen­ti­mien­to de poder, la volun­tad de poder, el poder mis­mo en el hom­bre.

¿Qué es malo? Todo lo que pro­ce­de de la debi­li­dad [o favo­re­ce la debi­li­dad (mem)].

¿Qué es feli­ci­dad? El sen­ti­mien­to de que el poder cre­ce, de que una resis­ten­cia que­da supe­ra­da (p. 22).

 

Siguien­do a Nietz­sche, hemos lla­ma­do “pseu­do­cul­tu­ra” (Murue­ta, 2005) a todo lo que debi­li­ta u obs­tru­ye las posi­bi­li­da­des de expan­sión del poder indi­vi­dual y colec­ti­vo de los seres huma­nos. En con­tra­par­ti­da, con­si­de­ra­mos que la cul­tu­ra autén­ti­ca se carac­te­ri­za por ampliar con­ti­nua­men­te la for­ta­le­za indi­vi­dual y colec­ti­va. En con­se­cuen­cia, una mejor escue­la es aque­lla que ele­va el sen­ti­mien­to de poder, la volun­tad de poder y el poder mis­mo de alum­nos y docen­tes, indi­vi­dual y colec­ti­vo. Una escue­la es de menor cali­dad en tan­to debi­li­ta u obs­tru­ye la rea­li­za­ción de las posi­bi­li­da­des de sus estu­dian­tes, o pre­ten­de enca­si­llar­los en mol­des pre­es­ta­ble­ci­dos, en cár­ce­les curri­cu­la­res o lis­ta­dos de com­pe­ten­cias indi­vi­dua­lis­tas. En las escue­las actua­les inter­ac­túan la pseu­do­cul­tu­ra y la cul­tu­ra, pero his­tó­ri­ca­men­te, por des­gra­cia, ha sido cada vez más pre­do­mi­nan­te la pri­me­ra, lo que expli­ca el dete­rio­ro de la vida esco­lar y social. Se requie­re aho­ra ele­var la cali­dad de las escue­las logran­do que pre­va­lez­ca la cul­tu­ra por enci­ma de la pseu­do­cul­tu­ra.

La cul­tu­ra y la pseu­do­cul­tu­ra tam­bién están inte­gra­das por los pro­duc­tos y ser­vi­cios que se gene­ran en una comu­ni­dad deter­mi­na­da, entre ellos los esco­la­res o edu­ca­ti­vos. Los ser­vi­cios y pro­duc­tos de cali­dad serán los que más con­tri­bu­yan a la cul­tu­ra, a la ele­va­ción del poder per­so­nal y colec­ti­vo de los seres huma­nos, mien­tras que los de menos cali­dad esta­rán más orien­ta­dos hacia la pseu­do­cul­tu­ra. Podría tra­zar­se un con­ti­nuum entre cul­tu­ra y pseu­do­cul­tu­ra, las cua­les pue­den apa­re­cer com­bi­na­das en diver­sas pro­por­cio­nes, en un mis­mo pro­duc­to, en un mis­mo ser­vi­cio, en una mis­ma ins­ti­tu­ción edu­ca­ti­va.

En efec­to, para hablar de cali­dad de pro­duc­tos y ser­vi­cios se requie­re que éstos con­tri­bu­yan al sen­ti­mien­to de poder, a la volun­tad de poder y al poder mis­mo de los seres huma­nos, como dice Nietz­sche. En ese sen­ti­do, hemos encon­tra­do una serie de varia­bles que al incre­men­tar su mag­ni­tud en un pro­duc­to o ser­vi­cio aumen­tan su cali­dad. Sus defi­ni­cio­nes son las siguien­tes:

 

  1. Cali­dez. Gra­do en el que un pro­duc­to o ser­vi­cio gene­ra una sen­sa­ción de com­pren­sión y empa­tía entre dos o más seres huma­nos, unien­do sus poten­cia­li­da­des.
  2. Poten­cia­ción. Gra­do en que un pro­duc­to o ser­vi­cio ofre­ce posi­bi­li­da­des adi­cio­na­les a las que una o más per­so­nas están habi­tua­das.
  3. Efi­ca­cia. Un pro­duc­to o ser­vi­cio será más efi­caz con­for­me brin­de los resul­ta­dos pre­vis­tos explí­ci­ta­men­te, en tiem­po y for­ma y, por tan­to, sea real­men­te útil para lo que pre­ten­den tan­to el pro­duc­tor como el usua­rio.
  • Efi­cien­cia. Cer­cano al con­cep­to de efi­ca­cia, la efi­cien­cia sig­ni­fi­ca con­tar y apro­ve­char ele­men­tos y pro­ce­di­mien­tos para lograr un efec­to pre­vis­to. Dice Killian (2004) que “es la rela­ción exis­ten­te entre el vec­tor insu­mos y el vec­tor pro­duc­tos, duran­te el sub­pro­ce­so estruc­tu­ra­do de con­ver­sión de insu­mos en pro­duc­tos”. En este sen­ti­do, la efi­cien­cia se refie­re al gra­do en que se apro­ve­chan y se aco­plan todos los recur­sos dis­po­ni­bles (espa­cio, tiem­po, mate­ria­les, tec­no­lo­gías, finan­cia­mien­tos, esfuer­zos huma­nos) para gene­rar con efi­ca­cia un pro­duc­to o ser­vi­cio.
  • Orga­ni­ci­dad. Con­di­ción en que un pro­duc­to o ser­vi­cio tie­ne armo­nía y con­so­nan­cia con otros pro­duc­tos o ser­vi­cios que inte­gra para sí y/o a los cua­les se inte­gra para gene­rar una poten­cia mayor de cada uno y del con­jun­to.
  • Sis­te­ma­ti­ci­dad. Gra­do en que un pro­duc­to o ser­vi­cio se basa en un con­jun­to de prin­ci­pios y tie­ne pre­vis­tos una serie de pro­ce­di­mien­tos o acti­vi­da­des para lograr un resul­ta­do espe­ra­do.
  • Pre­ci­sión o exac­ti­tud. Capa­ci­dad para lograr que un ser­vi­cio o pro­duc­to ten­ga carac­te­rís­ti­cas rigu­ro­sas y pun­tua­les que brin­den con­fian­za en su fun­cio­na­mien­to y en su aco­pla­mien­to con otros pro­duc­tos o ser­vi­cios rela­cio­na­dos.
  • Dura­bi­li­dad. Can­ti­dad de tiem­po en que un pro­duc­to o ser­vi­cio pue­de con­ti­nuar cum­plien­do cabal­men­te con las fun­cio­nes para las que ha sido dise­ña­do.
  • Con­sis­ten­cia. Gra­do de cohe­ren­cia entre las par­tes de un pro­duc­to o ser­vi­cio y la ima­gen gene­ral que éste ofre­ce a pri­me­ra vis­ta. Se habla de mayor con­sis­ten­cia cuan­do se veri­fi­ca que el ser­vi­cio o pro­duc­to man­tie­ne su fun­cio­na­li­dad en cir­cuns­tan­cias más diver­sas.
  • Fle­xi­bi­li­dad. La capa­ci­dad con que un ser­vi­cio o pro­duc­to modi­fi­ca algu­nos de sus ras­gos man­te­nien­do su fun­cio­na­li­dad a pesar de obs­tácu­los y otras adver­si­da­des.
  • Ver­sa­ti­li­dad. Nivel en que un pro­duc­to o ser­vi­cio pue­de ofre­cer más fun­cio­nes de inte­rés con varia­cio­nes fáci­les de rea­li­zar para los usua­rios.
  • Segu­ri­dad. Gra­do en que un pro­duc­to o ser­vi­cio pue­de uti­li­zar­se sin que ame­na­ce o afec­te la inte­gri­dad fisio­ló­gi­ca y cor­po­ral de los usua­rios y, en su caso, haga mani­fies­tas al usua­rio las indi­ca­cio­nes de posi­bles ries­gos y cuen­te con los ele­men­tos nece­sa­rios para pre­ver y dis­mi­nuir afec­ta­cio­nes posi­bles.
  • Ori­gi­na­li­dad. Carac­te­rís­ti­cas nove­do­sas que hacen a un ser­vi­cio o pro­duc­to dis­tin­guir­se posi­ti­va­men­te de otros ser­vi­cios o pro­duc­tos cuyos fines son simi­la­res.
  • Acce­si­bi­li­dad. Gra­do en que un pro­duc­to o ser­vi­cio pue­de ser uti­li­za­do con mayor faci­li­dad por más per­so­nas, sin menos­ca­bo de su nivel de fun­cio­na­li­dad.
  • Como­di­dad. Cua­li­dad con que un pro­duc­to o ser­vi­cio pue­de cum­plir sus fun­cio­nes ofre­cien­do ade­más agra­do, des­can­so, tran­qui­li­dad y rela­ja­ción a sus usua­rios.
  • Agra­da­bi­li­dad esté­ti­ca. Gra­do en que un ser­vi­cio o pro­duc­to tie­ne carac­te­rís­ti­cas que des­pier­tan mayor pla­cer en uno o más de los nue­ve sen­ti­dos [vis­ta, oído, tac­to, gus­to, olfa­to, sen­ti­do kines­té­si­co (movi­mien­to), sen­ti­do cenes­té­si­co (posi­ción cor­po­ral), sen­ti­do orgá­ni­co (sen­sa­cio­nes inter­nas) e ima­gi­na­ción].
  • Sani­dad. Cua­li­dad con que un pro­duc­to o ser­vi­cio pro­mue­ve la flui­dez y agi­li­dad del fun­cio­na­mien­to fisio­ló­gi­co y la sen­sa­ción de satis­fac­ción en los usua­rios.
  • Sus­ten­ta­bi­li­dad ambien­tal. Gra­do en que un pro­duc­to o ser­vi­cio con­tri­bu­ye al fun­cio­na­mien­to armó­ni­co de los sis­te­mas ambien­ta­les del pla­ne­ta.

Es intere­san­te apli­car cada una y el con­jun­to de estas cate­go­rías al ser­vi­cio esco­lar como un todo y a cada uno de sus com­po­nen­tes: docen­tes, pro­gra­mas edu­ca­ti­vos, eva­lua­ción del apren­di­za­je, ges­tión esco­lar, infra­es­truc­tu­ra, mate­ria­les edu­ca­ti­vos, nutri­ción y salud de alum­nos y docen­tes, con­tex­to esco­lar, víncu­lo escue­la-comu­ni­dad (ver cua­dro).

 

Cru­ce de varia­bles y fac­to­res de la cali­dad esco­lar

Fac­to­res

Varia­bles

Docen­tes

Pro­gra­mas

Eva­lua­ción del apren­di­za­je

Ges­tión

Infra­es­truc­tu­ra

Mate­ria­les edu­ca­ti­vos

Nutri­ción-salud de alumnos/ docen­tes

Con­tex­to esco­lar

Víncu­lo escue­la-comu­ni­dad

Cali­dez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poten­cia­ción

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Efi­ca­cia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Efi­cien­cia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Orga­ni­ci­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sis­te­ma­ti­ci­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pre­ci­sión o exac­ti­tud

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dura­bi­li­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con­sis­ten­cia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fle­xi­bi­li­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ver­sa­ti­li­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Segu­ri­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ori­gi­na­li­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acce­si­bi­li­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como­di­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Agra­da­bi­li­dad esté­ti­ca

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sani­dad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sus­ten­ta­bi­li­dad ambien­tal

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Des­de este pun­to de vis­ta, una escue­la ten­drá más cali­dad en la medi­da en que su orga­ni­za­ción esté diri­gi­da a detec­tar, impul­sar, desa­rro­llar y arti­cu­lar los talen­tos indi­vi­dua­les y colec­ti­vos de sus estu­dian­tes y docen­tes para ele­var pro­gre­si­va­men­te su poder de inci­den­cia inten­cio­nal sobre la vida social. En reci­pro­ci­dad, ten­drá menor cali­dad aque­lla que igno­re u obs­tru­ya dichos talen­tos, limi­tan­do la poten­cia­li­dad de los edu­can­dos para par­ti­ci­par crea­do­ra­men­te en la vida social.

          Por tan­to, para ele­var la cali­dad edu­ca­ti­va, las escue­las deben poner como eje del pro­ce­so el apren­di­za­je crea­dor, pro­duc­tor, y no el entre­na­mien­to y eva­lua­ción de com­pe­ten­cias abs­trac­tas o el apren­di­za­je sig­ni­fi­ca­ti­vo en los tér­mi­nos de Ausu­bel (1976). Cada gene­ra­ción esco­lar debie­ra revi­sar enton­ces los pro­duc­tos de las gene­ra­cio­nes ante­rio­res para “subir­se a sus hom­bros” (como diría New­ton) y pro­du­cir algo aún “mejor”.

Ele­var la cali­dad edu­ca­ti­va requie­re cam­bios tam­bién en el para­dig­ma de la docen­cia. Los pro­fe­so­res deben renun­ciar a ser los vigi­lan­tes de que los alum­nos cum­plan nor­mas y tareas, para con­ver­tir­se en pro­pul­so­res de pro­yec­tos socia­les que les per­mi­tan con­vo­car fle­xi­ble­men­te a sus edu­can­dos e inte­grar sus talen­tos. Los docen­tes debe­rían des­ta­car por su capa­ci­dad para pre­gun­tar, escu­char y com­pren­der los pun­tos de vis­ta y los intere­ses de sus alum­nos. En efec­to, los mejo­res serán aque­llos capa­ces de supe­rar pre­jui­cios y todo dog­ma­tis­mo, posee­do­res de un com­pro­mi­so emo­cio­nal con la comu­ni­dad por ser cono­ce­do­res de sus his­to­rias, viven­cias y anhe­los.

          Como par­te del pro­yec­to para supe­rar los nive­les de cali­dad edu­ca­ti­va, se requie­re cam­biar el sis­te­ma de eva­lua­ción indi­vi­dua­li­za­do y por exá­me­nes para desa­rro­llar eva­lua­cio­nes de los pro­duc­tos gene­ra­dos con base en retro­ali­men­ta­cio­nes plu­ra­les y colec­ti­vas que con­tri­bu­yan a que en la siguien­te eta­pa éstos sean aún “mejo­res”.

          En ese sen­ti­do, por ejem­plo, apren­der a escri­bir debe dis­tin­guir­se de las prác­ti­cas de “tomar dic­ta­do” o “copiar” un tex­to para con­ver­tir­se en la capa­ci­dad de poder expre­sar por escri­to intere­ses per­so­na­les rela­cio­na­dos con otra u otras per­so­nas reales, de tal mane­ra que se espe­re un efec­to natu­ral del men­sa­je envia­do. De acuer­do con sus intere­ses, los niños apren­de­rían a escri­bir envian­do men­sa­jes a sus com­pa­ñe­ros, a sus maes­tros, a los direc­ti­vos esco­la­res, a sus fami­lia­res, a sus veci­nos, a per­so­nas (niños o adul­tos) de otras comu­ni­da­des, a indi­vi­duos con res­pon­sa­bi­li­da­des deter­mi­na­das den­tro de su comu­ni­dad (poli­cías, bom­be­ros, dipu­tados, “gober­nan­tes”, etc.), a per­so­nas repre­sen­ta­ti­vas de otras comu­ni­da­des y paí­ses, a la comu­ni­dad inter­na­cio­nal y, por qué no, a la huma­ni­dad toda. Todo esto, según los alcan­ces cada vez mayo­res que se vayan con­fi­gu­ran­do en com­bi­na­ción con sus com­pa­ñe­ros y el docen­te.

          Y de la mis­ma mane­ra ten­drían que pen­sar­se todas las acti­vi­da­des esco­la­res. Que nun­ca más haya una acti­vi­dad diri­gi­da sola­men­te a dar­le satis­fac­ción al docen­te o a apro­bar un examen, a lograr una capa­ci­dad abs­trac­ta que no haga sen­ti­do pro­pio para el edu­can­do. Los exá­me­nes, guías, tuto­ria­les, simu­la­cros, fichas de tra­ba­jo o entre­na­mien­tos serían, así, medios supe­di­ta­dos a pro­yec­tos per­so­na­les y/o colec­ti­vos; sólo un guión, un mate­rial o una habi­tua­ción nece­sa­ria para pre­pa­rar una acción social de pró­xi­ma rea­li­za­ción.

          Las escue­las deben trans­for­mar­se en comu­ni­da­des de crea­do­res con cre­cien­te pro­yec­ción y, por tan­to, invo­lu­cra­mien­to social. En lugar de sepa­rar a los estu­dian­tes del mun­do real como pre­tex­to para pre­pa­rar­los para el futu­ro, deben pro­pi­ciar su par­ti­ci­pa­ción inme­dia­ta en la vida de la comu­ni­dad con una pers­pec­ti­va cada vez más inte­gral. Esa sería la mane­ra de gene­rar amor y com­pren­sión hacia los demás como base efec­ti­va del actuar éti­co, cívi­co y soli­da­rio.

          Estu­dian­tes, docen­tes y direc­ti­vos esco­la­res mos­tra­rían con orgu­llo sus accio­nes y resul­ta­dos; unos a otros se retro­ali­men­ta­rían y serían ejem­plos mutuos para abrir posi­bi­li­da­des y com­bi­na­cio­nes múl­ti­ples.

          Lo ante­rior requie­re pro­fe­so­res y pro­gra­mas edu­ca­ti­vos que pro­pi­cien la crea­ción diver­sa y la orga­ni­za­ción colec­ti­va arti­cu­lan­do atri­bu­tos y talen­tos de los dife­ren­tes edu­can­dos. Debe erra­di­car­se la ten­den­cia a la homo­ge­nei­dad, sal­vo en los momen­tos intro­duc­to­rios, para apro­ve­char la poten­cia­li­dad de la diver­si­dad orga­ni­za­da, arti­cu­la­da, que ele­va el poder per­so­nal y el poder gru­pal. Es nece­sa­rio que los docen­tes par­ti­ci­pen como alum­nos en cur­sos de capa­ci­ta­ción con este enfo­que crea­dor, arti­cu­la­dor, orga­ni­za­dor, y que sobre la mar­cha vayan desa­rro­llan­do sus pro­pias capa­ci­da­des recep­ti­vas y orga­ni­za­do­ras de los gru­pos que les toque con­du­cir.

          Esta pro­pues­ta es pro­duc­to de muchas expe­rien­cias en las que se han expe­ri­men­ta­do estas posi­bi­li­da­des y se han valo­ra­do sus resul­ta­dos. En sín­te­sis, pro­po­ne­mos las siguien­tes dimen­sio­nes para valo­rar la cali­dad de una escue­la (men­cio­na­mos úni­ca­men­te algu­nos de los indi­ca­do­res más impor­tan­tes):

 

  • Cali­dad docen­te. Un docen­te con­tri­bui­rá a ele­var la cali­dad esco­lar si:

 

  • Tie­ne un pro­yec­to per­so­nal o colec­ti­vo para con­tri­buir a mejo­rar la vida social.
  • Ofre­ce fle­xi­bi­li­dad y varie­dad para orga­ni­zar al gru­po.
  • Escu­cha con acti­tud recep­ti­va.
  • Valo­ra los talen­tos y apor­ta­cio­nes de los edu­can­dos, sean o no acor­des con su enfo­que.
  • Cui­da que sus alum­nos ten­gan una sen­sa­ción de éxi­to.
  • Cuen­ta con una tra­yec­to­ria pro­fe­sio­nal y gus­ta de la lec­tu­ra cien­tí­fi­ca y lite­ra­ria.
  • Ha acu­mu­la­do expe­rien­cias cul­tu­ra­les diver­sas.
  • Man­tie­ne inte­rés en la expre­sión artís­ti­ca.
  • Bus­ca gene­rar pro­duc­tos intere­san­tes a tra­vés de la acti­vi­dad esco­lar.
  • Mues­tra ini­cia­ti­va para par­ti­ci­par con otros docen­tes en el aná­li­sis y supera­ción de las prác­ti­cas edu­ca­ti­vas.
  • Ha redac­ta­do docu­men­tos con ideas pro­pias.

 

  • Cali­dad de los pro­gra­mas edu­ca­ti­vos. Un pro­gra­ma edu­ca­ti­vo bene­fi­cia­rá la cali­dad esco­lar cuan­do:

 

  • Esté con­for­ma­do por un menú de posi­bi­li­da­des de apren­di­za­je crea­dor que inte­gre los pro­duc­tos de gene­ra­cio­nes ante­rio­res.
  • Sus obje­ti­vos impli­quen lograr que los estu­dian­tes gene­ren pro­duc­tos social­men­te rele­van­tes, y que estén redac­ta­dos con cla­ri­dad y pre­ci­sión.
  • Inte­gre acti­vi­da­des de carác­ter colec­ti­vo e indi­vi­dual cuya secuen­cia, dura­ción y aco­pla­mien­to per­mi­tan pro­pi­ciar la mayor inci­den­cia social de estu­dian­tes y maes­tros.
  • Pro­pon­ga acti­vi­da­des múl­ti­ples e intere­san­tes que los alum­nos y docen­tes pue­dan ele­gir para los fines socia­les que se pro­pon­gan den­tro del esque­ma temá­ti­co que los reúne ins­ti­tu­cio­nal­men­te.

 

  • Cali­dad en la eva­lua­ción del apren­di­za­je. Será mayor la cali­dad de un sis­te­ma de eva­lua­ción del apren­di­za­je si tie­ne como base la valo­ra­ción y retro­ali­men­ta­ción colec­ti­va y plu­ral sobre pro­duc­tos y resul­ta­dos alcan­za­dos por un alumno o un colec­ti­vo estu­dian­til con base en infor­ma­ción deta­lla­da de los mis­mos. Será menor la cali­dad del sis­te­ma de eva­lua­ción con­for­me más se base en exá­me­nes aca­dé­mi­cos estan­da­ri­za­dos a par­tir de obje­ti­vos indi­vi­dua­les que no se tra­du­cen en inci­den­cia social.

 

  • Cali­dad en la ges­tión esco­lar. Los direc­ti­vos de una escue­la favo­re­ce­rán la cali­dad de la ense­ñan­za en la medi­da en que se anti­ci­pen a pro­po­ner y dise­ñar alter­na­ti­vas para mejo­rar la arti­cu­la­ción de las apor­ta­cio­nes de docen­tes y alum­nos, y en la medi­da en que valo­ren, incen­ti­ven y ofrez­can cana­les para su par­ti­ci­pa­ción orga­ni­za­da. Tam­bién con­tri­bui­rán a ele­var la cali­dad esco­lar los direc­ti­vos que se ocu­pen con­ti­nua­men­te de mejo­rar la infra­es­truc­tu­ra y los recur­sos al alcan­ce de docen­tes y alum­nos.

 

  • Cali­dad en la infra­es­truc­tu­ra esco­lar. La infra­es­truc­tu­ra de la escue­la con­tri­bui­rá a supe­rar los nive­les de cali­dad edu­ca­ti­va si:

 

  • Tie­ne espa­cio, ilu­mi­na­ción y ven­ti­la­ción sufi­cien­tes para las acti­vi­da­des de apren­di­za­je.
  • Faci­li­ta dife­ren­tes for­mas de orga­ni­za­ción en las aulas.
  • El mobi­lia­rio es cómo­do.
  • Cuen­ta con biblio­te­ca, auditorio(s) y cafe­te­ría cómo­dos y agra­da­bles.
  • Ofre­ce espa­cios de recrea­ción y depor­tes acce­si­bles, fun­cio­na­les y sufi­cien­tes para la can­ti­dad de estu­dian­tes y docen­tes exis­ten­te.
  • Faci­li­ta el acce­so a tec­no­lo­gías infor­má­ti­cas de alta cali­dad.
  • Cuen­ta con labo­ra­to­rios y equi­pos actua­li­za­dos y sufi­cien­tes.
  • Tie­ne baños asea­dos y sufi­cien­tes.
  • El orna­to esco­lar inclu­ye sufi­cien­tes plan­tas y obras de arte clá­si­cas y con­tem­po­rá­neas.

 

  • Cali­dad de los recur­sos edu­ca­ti­vos. Una escue­la ele­va­rá sus nive­les de cali­dad edu­ca­ti­va si cuen­ta con:

 

  • Catá­lo­go amplio, tec­no­ló­gi­ca­men­te sis­te­ma­ti­za­do y didác­ti­co de libros, pelí­cu­las, dis­cos y revis­tas clá­si­cas y actua­les dis­po­ni­bles en núme­ro sufi­cien­te.
  • Ban­co amplio de mate­ria­les didác­ti­cos que abar­quen los diver­sos temas pre­vis­tos en los pro­gra­mas edu­ca­ti­vos e incor­po­re aque­llos que vayan pro­du­cien­do los estu­dian­tes y maes­tros (dia­po­ra­mas, maque­tas, simu­la­do­res, esque­mas, fichas de tra­ba­jo cla­si­fi­ca­das por tema, etcé­te­ra).
  • Equi­po fun­cio­nal para pro­yec­ción mul­ti­me­dia en las aulas.

 

  • Cali­dad de la nutri­ción y salud de estu­dian­tes y docen­tes. El cui­da­do de la nutri­ción y la salud de alum­nos y pro­fe­so­res con­tri­bu­ye a la cali­dad edu­ca­ti­va, por lo que es nece­sa­rio que la escue­la:
  • Pro­por­cio­ne infor­ma­ción, orien­ta­ción y cuen­te con pro­ce­di­mien­tos para veri­fi­car la ade­cua­da nutri­ción de estu­dian­tes y docen­tes.
  • Pro­pi­cie el acce­so de la comu­ni­dad esco­lar a comes­ti­bles y bebi­das sanas den­tro de la ins­ti­tu­ción, duran­te los rece­sos.
  • Cali­dad del con­tex­to esco­lar. Las carac­te­rís­ti­cas cul­tu­ra­les y ambien­ta­les del área cir­cun­dan­te a la escue­la en la cual se des­en­vuel­ven edu­can­dos y edu­ca­do­res, según el nivel esco­lar, afec­ta para bien o para mal la cali­dad de la expe­rien­cia peda­gó­gi­ca gene­ra­da por la escue­la. Será mayor la cali­dad edu­ca­ti­va de un cen­tro esco­lar si al alcan­ce coti­diano de alum­nos y maes­tros exis­ten museos, libre­rías, biblio­te­cas, tea­tros, cines, depor­ti­vos, par­ques, cen­tros recrea­ti­vos, “ciber­ca­fés”, zoo­ló­gi­cos, cafe­te­rías, otras ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­ti­vas, mer­ca­dos, cen­tros comer­cia­les, ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas, clí­ni­cas de salud, orga­ni­za­cio­nes socia­les y empre­sa­ria­les, etc. En con­tra­par­te, dis­mi­nui­rá la cali­dad edu­ca­ti­va de la escue­la si docen­tes y estu­dian­tes per­ci­ben con más fre­cuen­cia en su vida coti­dia­na: basu­re­ros al aire libre, zonas insa­lu­bres, emi­sio­nes tóxi­cas, áreas desér­ti­cas o semi­de­sér­ti­cas, calles soli­ta­rias, pros­ti­tu­ción en vía públi­ca, alcoho­lis­mo o dro­ga­dic­ción calle­je­ra, con­ta­mi­na­ción del aire, rui­do con­ti­nuo y/o exce­si­vo, caren­cia de ser­vi­cios públi­cos (des­de dre­na­je has­ta sis­te­mas de comu­ni­ca­ción inalám­bri­ca), etcé­te­ra.

 

  • Cali­dad del víncu­lo escue­la-comu­ni­dad. El tipo de rela­cio­nes entra la escue­la y las comu­ni­da­des cir­cun­dan­tes tam­bién es un indi­ca­dor de la cali­dad edu­ca­ti­va. Ésta sería mayor en la medi­da en que:

 

  • Estu­dian­tes y docen­tes diri­jan una mayor pro­por­ción de sus acti­vi­da­des hacia obje­ti­vos rela­cio­na­dos con las comu­ni­da­des esco­lar, cir­cun­ve­ci­na, muni­ci­pal o dele­ga­cio­nal, esta­tal, nacio­nal o inter­na­cio­nal.
  • Más sec­to­res de la comu­ni­dad y/o de comu­ni­da­des más amplias par­ti­ci­pen en acti­vi­da­des rela­cio­na­das con el cole­gio y/o soli­ci­ten ser­vi­cios a la comu­ni­dad esco­lar.

 

Entre más se poten­cia­li­cen esca­las altas en los nue­ve aspec­tos ante­rio­res a tra­vés de los indi­ca­do­res men­cio­na­dos, mayor será la cali­dad de una ins­ti­tu­ción esco­lar. Des­de lue­go, es evi­den­te que el docen­te y los pro­gra­mas edu­ca­ti­vos cons­ti­tu­yen el núcleo de los nive­les de cali­dad esco­lar, pero la infra­es­truc­tu­ra o el con­tex­to esco­lar pue­den for­ta­le­cer o dis­mi­nuir la efi­ca­cia del dise­ño edu­ca­ti­vo y la capa­ci­dad de los maes­tros. De la mis­ma mane­ra, si los indi­ca­do­res fue­ran ele­va­dos en los fac­to­res 3 a 7, poca cali­dad edu­ca­ti­va se logra­ría si no se con­ta­ra con docen­tes y pro­gra­mas curri­cu­la­res de alto nivel.

          Con base en lo ante­rior, con la par­ti­ci­pa­ción de exper­tos que com­par­tan con­cep­tos y el enfo­que aquí pro­pues­to, podría gene­rar­se un paque­te ins­tru­men­tal que sea ope­ra­ti­vo para eva­luar, retro­ali­men­tar e impul­sar la ele­va­ción de la cali­dad en las dife­ren­tes escue­las. En esto esta­mos tra­ba­jan­do con estu­dian­tes de los doc­to­ra­dos en peda­go­gía y edu­ca­ción.

 

 

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