Dic 15, 2006
Manuel Calviño Valdés-Fauly
Facultad de Psicología. Universidad de La Habana. Cuba
Los conceptos y nociones tradicionales con los que operamos en nuestra geometría psíquica están claramente delimitados. Pero, de alguna manera, su inscripción distancia nuestro discurso del discurso de nuestro usuario y por ende del sentido cotidiano de nuestras prácticas. Junto a esto las prácticas de la psicología, así como sus practicantes, han estado barrocamente “multicotomizados” por paradigmas de ruptura y diferenciación. A pesar de esto, existe una unidad. Nos llamamos psicólogos no casualmente, hacemos psicología. Argumentos existen. Pero la unidad real de una profesión se realiza en su intencionalidad social. La intención es la meta, es la utopía posible desde el accionar profesional insertado en una realidad social, económica, política. Una profesión es “profesión en si”, acudiendo a una analogía de la teorización marxista de las clases, mientras existe como conjunto más o menos articulado o relacional de personas que realizan prácticas similares, tienen percepciones y autopercepciones comunes en su perfil profesional y guardan relaciones análogas con su entorno. Solo cuando el gremio toma consciencia de su misión profesional y la asume deviene “profesión para si”, que no significa que es profesión para ella misma, sino profesión para realizar su rol social, aquello por lo que ella existe. La identidad de una profesión, su consciencia real de existencia, se fragua en una misión que se constituye como tal en una suerte de destino asumido con carácter inexorable. La suma de las voluntades intencionalmente dirigidas a un propósito. Así, como existe (existió) un suprasentido en las praxis de los que hicieron emerger la psicología como ciencia, así mismo, hay un suprasentido que sustenta la unidad real, la misión aglutinante de la psicología como praxis profesionales, y más particularmente en las praxis profesionales de la psicología en el campo de la clínica, la salud. Podemos (y debemos) construir una hipótesis, que al menos nos refuerce la energía positiva (tan necesaria en estos tiempos difíciles). Entonces ¿cuál es la misión de los profesionales “psi”? ¿cuál es la unidad de los psicólogos que andamos esparcidos por el mundo sembrando bienestar? Dinosaurios… a volar!!! Nuestra misión desde y para siempre es la felicidad.
Jun 20, 2006
Dra. Anameli Monroy
(Grupo Angeles de México)
Es importante reconocer los estadios psicológicos por los que pasa una pareja infértil, para poder comprenderlos y apoyarlos durante su tratamiento médico.
Sorpresa y Negación
Cuando la persona o la pareja se da cuenta de que no pueden lograr un embarazo o lo logran y lo pierden su reacción es de sorpresa y de choque emocional. Se preguntan ¿por qué yo? o ¿por qué a mí?
De ahí se pasa a la negación al pensar la posibilidad de que se trate de una etapa que pronto se superará. La pareja elude la realidad y no acepta que se les clasifique como infértil. Si va al médico y éste les habla de que es una pareja infértil, es probable que cambie de médico pues desea oír otra respuesta más grata.
La presión social se hace patente a través de preguntas de familiares y amigos, pues en nuestra sociedad se espera que las parejas recién casadas, más o menos empiecen pronto a procrear pues es una parte común en los temas femeninos. La sociedad no prepara ni está preparada psicológicamente para sobrellevar la infertilidad.
El considerar que la situación es transitoria ayuda a la pareja por lo pronto, a aferrarse a la esperanza de un embarazo cercano.
Agresión
Se puede decir que el paso del tiempo modifica el choque emocional y la dificultad de aceptar la realidad. Sin embargo estas situaciones se convierten en agresión hacia la pareja, sus familiares, el médico y hasta a la sociedad en general. Surgen sentimientos de recelo, de ser rechazados por las parejas que sí lograron tener hijos. La frustración, la agresión, la desesperación y la impotencia, aumentan cada día pues nada ni nadie parece poder ayudarles.
La agresión hacia otras parejas con hijos se hace visible al igual que la envidia hacia los hijos de ellas. Estos sentimientos se unen a otros de injusticia e inconformidad. Las relaciones sociales se convierten en problemáticas, las relaciones sexuales se vuelven obligatorias y pierden su encanto. Ello provoca aun mayor agresión entre la pareja.
Conductas autodestructivas
La pareja sufre profundamente, se siente infravalorada y receptora de algún castigo lo cual les crea culpa. Esto los lleva a conductas de autodestrucción al cuerpo que no puede engendrar o al cónyuge porque es un inútil. La agresión hacia sí mismos se convierte en un estado depresivo. La estima personal se desmorona y aparece un sentimiento de poca valía pues no cumplen con lo que la sociedad espera de ellos. Las interacciones sociales son desagradables, los amigos no proporcionan ningún placer entre la pareja hay un menor grado de unión y por tanto su comunicación se dificulta.
Aislamiento
Todos los sentimientos y conductas anteriores los van llevando al aislamiento, pues así evitan el sentirse cuestionados, rechazados, el confrontar a los que sí han podido tener hijos, así como ver a estos últimos o inclusive enterarse de un nuevo embarazo. En otras palabras evitan el sentirse miserables, de calidad diferente e inclusive inferior. La pareja sufre profundamente, se siente incomprendida y surge una polémica entre ellos al sentir que al otro no le importa o no comprende los sentimientos y la crisis emocional por la que atraviesa el cónyuge infértil. La pareja sufre en soledad, en silencio.
Culpa
Cuando la pareja se esfuerza en intentar el embarazo y no lo consigue, crece paulatinamente un sentimiento de culpa por no poder dar vida a otro ser humano (aproximadamente el 10% de las parejas sufren de infertilidad en Argentina, 1 de cada 7 en el Reino Unido) y esto le hace pensar en darle la oportunidad de que se una a alguien quien sí pueda hacerlo. La frágil situación de la pareja infértil se convierte en una situación intolerable.
Duelo
Finalmente, después de periodos de intensa esperanza y optimismo que se alternan con angustia, culpa y frustración, poco a poco van aceptando su incapacidad para concebir, al igual que cuando se pierde a un ser querido, la pareja pasa por un periodo de duelo y abandona la posibilidad de la concepción, aceptando la esterilidad como una limitación personal.
Aceptación y resolución
La aceptación de la esterilidad es el final de un largo sufrimiento que llega con profunda depresión ya que implica abandonar la lucha y resignarse. La relación sexual, al no ligarse a la reproducción toma otra dimensión nuevamente placentera, pues ya no es obligatoria.
En esta etapa se reestructura la vida emocional de la pareja, para aceptarse nuevamente como una pareja infértil, lo cual representa un fracaso personal y deberán enfrentarse ante la sociedad como tal, establecer la nueva autoestima y valía y encontrar nuevas metas u optar por otras opciones como la de permanecer sin hijos, la adopción, etc.. Asimismo, implica poner fin a un largo y doloroso conflicto y terminar con un estado de angustia y tensión constantes, reestructurar la vida marital y buscar la tranquilidad emocional. Cada pareja tiene sin duda variantes específicas y cada una encontrará una solución óptima si lo discuten abiertamente. Como en toda crisis las personas maduran emocionalmente para enfrentar la presión social y para resolver su conflictiva emocional. Lo que ha pasado matizará las percepciones y emociones futuras.
Referencias Bibliográficas
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