(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)
La formación reactiva es un mecanismo psicológico que consiste en la expresión del impulso contrario al original, por ejemplo, en vez de odio, se expresa inconscientemente un amor exagerado. Es conocido que en las relaciones de pareja se presenta de manera ciertamente frecuente. Sin embargo, el presente, no conduce a su desarrollo en ese ámbito, sino en el rubro del mundo educativo y de la enseñanza aprendizaje.
La interacción de la comunidad educativa (estudiantes, docentes, padres de familia y autoridades) en los jardines y diversos colegios es muy relevante; pero el matiz y calidad de la misma, conlleva a dinamismos ya sea característicos de respeto, tolerancia, responsabilidad o por su antítesis: desborde, impulsividad, invasión del escenario educativo; entre otros.
Cada vez es más frecuente estudiantes con tendencia a una menor responsabilidad, búsqueda de lo fácil, una menor paciencia y tolerancia, y tras de ellos, padres laxos, impulsivos, en franca resguarda de la conducta inapropiada de sus hijos. Estudiantes con nota desaprobatoria justificada, se resisten a la asunción de la misma, demostrando una negación rotunda de su responsabilidad. Se adhiere a lo anterior el respaldo de sus padres o protectores, quienes invaden colegios de educación primaria y secundaria, reclamando a diestra y siniestra la “corrección” de la nota de su hijo, sin escatimar en culpar de ello a los docentes, autoridades e incluso a compañeros de la misma clase. Apelando a la aplicación e interpretación del mecanismo planteado, los padres, tutores, protectores que actúan conforme a lo mencionado, expresan una fehaciente formación reactiva. Inconscientemente, no aceptan los errores y fallas de sus hijos, dado que ello sería de mucha ansiedad y angustia, entonces la psique de una manera inconsciente prefiere demostrar lo opuesto: sobreproteger al hijo, respaldando su actuar, ir contra todos, con tal de seguir negando la condición real de su hijo. Si comparamos el modus operandi de los colegios de la actualidad con las instituciones de hace unos 20 o 30 años, hallaremos abismales diferencias: funcionamientos psicológicos más vulnerables, sensibles, dependientes, adolescentes abocados a la poca exigencia; pero con tendencia a querer mucho para sí, en otras palabras, una meritocracia venida a menos. Es así que padres e hijos viven de uno u otro modo fusionados, impidiendo la adecuada asunción de la responsabilidad por los actos.
Un padre joven, en su etapa de fortaleza, al proteger en demasía a su hijo, probablemente logra conseguir que su descendiente “se salga con la suya”, al no asumir la responsabilidad de sus actos en el mundo educativo, sin embargo el padre al envejecer, yendo su fuerza a un natural menoscabo, ya no tendrá la energía suficiente para ello, y el hijo ya entrado en años, al haberse acostumbrado a la exagerada protección, simplemente quedará de uno u otro modo desvalido y se frustrará al no conseguir los resultados acostumbrados por un clima de formación reactiva en la familia. Lamentablemente esa frustración conlleva a que muchos hijos ya adultos violenten a sus padres ancianos quienes en su momento los sobreprotegieron. A mayor desborde de la formación reactiva, sobreviene un mayor efecto contraproducente en la relación humana. Es así que los hijos (estudiantes) sobreprotegidos son pasibles de una inutilización gradual y progresiva, anulando la posibilidad de un desempeño eficiente en los diversos escenarios productivos que requiere la sociedad. Mucha sobreprotección “mata” anula la conducta deseable, siendo un caldo de cultivo para otros comportamientos como violencia, delincuencia o corrupción.
La formación reactiva desbordada atenta contra la familia, las instituciones educativas y por ende a la sociedad. Apuntar a la asunción de la responsabilidad de los individuos es el mejor camino a un orden social.
(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)
La agresión humana corresponde a un impulso meramente natural; el odio, la defensa frente a un ataque, la fundamentan. Sin embargo, cuando el desarrollo psicológico se ve enmarcado por conflictos, el mecanismo orientado a la expresión de los impulsos (no solamente los agresivos, sino también los sexuales) hacia los demás, se deforma y desemboca en el desajuste del proceso denominado: la vuelta contra sí mismo.
La vuelta contra sí mismo es un mecanismo de defensa en el ser humano. En condiciones favorables y saludables, nos permite el repliegue hacia la reflexión, un encuentro con nosotros mismos, el disfrutar de estar a solas y de una soledad constructiva. Al alterarse este mecanismo, ya sea por inadecuados aprendizajes, por un entorno autoritario o déficit en la madurez de la recepción y expresión del afecto, sobreviene una degradación del mismo, reflejada en auto ataques, auto lesiones y otros.
Adolescentes y adultos que padecen de un deterioro de este mecanismo, evidencian una alteración exacerbada de los impulsos, manifestados por la realización de cortes, lesiones en sus propios cuerpos. La agresión y energía que debería ser dirigida a otros, ya sea a padres, familiares, pareja u otras personas de distintos entornos, no encuentra la canalización debida y se repliega de manera exagerada en el cuerpo. La lesión a uno mismo es la realización de la hostilidad e incluso odio hacia otros en el propio cuerpo. El mecanismo la vuelta contra sí mismo entra en regresión y puede volverse muy nocivo, manifestando autoagresión de manera muy intensa y frecuente. Los casos más graves demuestran antecedentes de años de autolesiones llegando a intentos de suicidio. Lamentablemente hay casos que consuman ese propósito.
Hay una forma de la vuelta contra sí mismo, en la cual se expresa un masoquismo. El dolor autoinfligido, genera entretenimiento y placer. Tengamos en cuenta que el masoquismo coexiste con el sadismo. Dado que en los casos de la vuelta contra sí mismo, es la propia persona que se hace daño, asume el papel también de un sádico (autoritario, agresor). En otras palabras, se identifica con los comportamientos de miembros de su entorno, ya sea padres u otros que ejercen conductas violentas o de algún tipo de maltrato; pero por una imposibilidad de expresión directa, también fundamentada por una baja autoestima y problemas de asertividad, las frustraciones prefieren desplazarse hacia el propio cuerpo.
Es relevante tener en cuenta que la piel es un órgano pasible del afecto, las caricias, los cuidados de nuestros protectores, especialmente en etapas determinadas de nuestra existencia. Las interacciones afectivas deficitarias o deterioradas, conllevan a una psique que prefiere replegarse en el sí mismo a afrontar las diversas problemáticas en su entorno. Inconscientemente, la sensación de impotencia puede ser tan grande que optar por la furia contra sí mismo es preferible a la expresión hacia otros. Aun así, y de manera especial los adolescentes, consiguen generar un gran malestar y preocupación en los padres o tutores. Ver a un hijo lastimarse, daña al progenitor o protector. Se agrede así a los seres queridos, violentando el propio cuerpo. Por ello, es muy importante la madurez en el control del impulso, dado que conlleva a su expresión futura hacia los demás. La perturbación de su forma, sobrelleva a un estancamiento, concentrándolo fehacientemente en la piel, dañándola de diversas formas, “resolviendo” así conflictos y emociones.
Es necesario reflexionar que la reducción de la violencia y de un clima autoritario en los hogares y otros contextos, facilitará una adecuada canalización de las emociones, y, por lo tanto, el camino a la realización en los seres humanos.
Por: Dioner Francis Marín Puelles, docente EP Psicología UCV Trujillo
Es innegable que el uso de las redes es indispensable y ha contribuido de sobremanera a los diversos ámbitos de la sociedad, sin embargo, es meritorio embarcarnos en el análisis de la naturaleza de cierta praxis. El uso indiscriminado de plataformas como facebook, instagram, tik tok; entre otros, con la característica de publicaciones desmedidas de selfies, fotos, grabaciones de la propia imagen con el decoro propio de los filtros, posteo de platos de comida probablemente costosos, viajes, lujos, maquillaje y una vida ostentosa, apuntan a una obtención del reconocimiento plasmado a través de los likes en sus varias formas; pero, por otro lado, de una manera silenciosa, paulatina, conlleva al reforzamiento del culto del yo o también llamado ego. Nuestro yo, es el ejecutor de la personalidad, específicamente del carácter, el cual se refuerza por la expresión de los diversos hábitos, entrenamientos y aprendizajes. La conducta orientada a captar la atención desmedida en las redes, conlleva a un reforzamiento egocéntrico con la consecuencia probable de afección del sentimiento de otredad, es decir de ser empático, de ponerse en el lugar del otro, con insensibilidad a los problemas psicosociales, desinterés a lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Importa más lo propio que lo fraterno. Procurando una relación de lo tratado por el psicólogo Leopoldo Chiappo, sobre sus argumentos del paravalor (falso valor) y el valor, correspondiente el primero a la superficialidad, frialdad, el aspecto calculador, la excesiva competencia, la poca o nula empatía, y el segundo a la fraternidad, la preocupación por el prójimo, la ejecución de la honestidad, la solidaridad; entre otros, podemos ubicar a la praxis desbordada de redes en el paravalor, el desarrollo y refuerzo de lo narcisista, donde ganar por ser más bello o exitoso es lo más relevante, pudiendo nuestro entorno estar en “llamas” y no alarmarnos por ello. Con este tipo de práctica, el ego puede ser tan poderoso y destructivo que impide darnos cuenta que la falta del sentimiento y respeto por el otro, nos está llevando al caos. Así también, el uso reiterativo de lo visual, ha conllevado a un facilismo con el desmedro por el ejercicio de la letra, del escrito. Leer y escribir cada vez cuesta más, después de todo una foto vende mucho más que un texto. La práctica desmedida de manera yoica en las redes, refuerza el paravalor en el individuo, reflejando en su desempeño una denodada preocupación por sí mismo. Por otro lado, consideramos que una foto refleja una vida, sin embargo, es tan solo la captura de un momento. La vida es un continuo, la acumulación de una diversidad de situaciones, vivencias, experiencias, el dinamismo en sí.
La práctica exagerada de las redes nos hace creer en una existencia probablemente falaz. Compensamos carencias y malestares, acompañados de un culto desmedido a nuestro yo.
El Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes presentó una charla sobre el diálogo receptivo entre padres e hijos, enfatizando la importancia de la escucha activa, la comprensión mutua y la cooperación en lugar de la obediencia forzada. Explicó cómo el contexto y las experiencias compartidas influyen en la comunicación familiar, destacando la necesidad de dedicar tiempo a la convivencia, el juego y las conversaciones individuales para mejorar las relaciones. Finalmente, ofreció estrategias prácticas para fomentar el diálogo productivo con niños y adolescentes, incluyendo técnicas de escucha sin prejuicios, análisis conjunto de situaciones y la importancia de mantener un equilibrio entre tiempo personal, en pareja y en grupo.
Siguientes pasos
Padres: Practicar la escucha activa y receptiva con sus hijos.
Padres: Dedicar tiempo para charlas individuales con cada hijo (10–15 minutos para niños menores de 6 años, 20 minutos para niños de 7–12 años, 30 minutos para adolescentes, 2–3 veces por semana).
Padres: Buscar actividades y juegos atractivos para fomentar la convivencia y el diálogo con los hijos.• Padres: Familiarizarse con los intereses de los hijos (música, videojuegos, películas) para mejorar la comunicación.
Padres: Evitar el castigo y practicar la motivación intrínseca en la educación de los hijos.
Padres: Aprender a hacer propuestas positivas en lugar de reclamaciones negativas al comunicarse con los hijos.
Padres: Buscar el apoyo de un psicólogo profesional si se dificulta la comunicación con los hijos.
Padres: Alternar entre convivencias diádicas, grupales y momentos de soledad para los hijos.
Padres: Leer el folleto “Cómo educar a los niños” producido por AMAPSI.
Resumen
Diálogo receptivo entre padres e hijos
Rosario da la bienvenida a una nueva sesión de la escuela para padres de Amapsi, anunciando un próximo espacio para adolescentes coordinado por el psicólogo Fernando Montoya. Presenta al invitado, el Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes, quien hablará sobre “El diálogo receptivo entre padres e hijos”. Rosario detalla la destacada trayectoria académica y profesional del Dr. Murueta, mencionando sus estudios, experiencia docente, publicaciones y reconocimientos en el campo de la psicología y educación.
Diálogo receptivo entre padres e hijos
Marco presenta la idea del diálogo receptivo entre padres e hijos como parte de los proyectos Amapsi y Sociedad del Afecto. Explica que el diálogo implica comprensión y reflexión, enfatizando la importancia de la receptividad en lugar de la simple obediencia. Marco contrasta los conceptos de obediencia y cooperación, argumentando que la colaboración voluntaria y la motivación intrínseca son preferibles a la obediencia forzada, que puede generar conflictos internos y tensiones en la relación entre padres e hijos.
Contexto en la comunicación
Marco explica la importancia del contexto en la comunicación, especialmente entre padres e hijos. Utiliza un ejemplo visual para demostrar cómo el cambio de contexto puede alterar completamente la percepción de un objeto. Enfatiza que el emisor y el receptor siempre tienen contextos e historias diferentes, lo que significa que el mensaje emitido nunca es exactamente igual al recibido. Esta idea se presenta como fundamental para entender el diálogo y la comunicación efectiva.
Comunicación efectiva a través del contexto
Marco explica la importancia de compartir contextos para una comunicación efectiva. Destaca que la convivencia, el juego y las charlas diádicas son fundamentales para acercar los contextos entre personas, especialmente en las relaciones familiares y de pareja. Advierte que la falta de estos elementos puede llevar a malentendidos y conflictos, y critica la cultura centrada en la productividad que descuida estos aspectos, relacionándola con problemas sociales como el consumo de drogas. Marco enfatiza la necesidad de dedicar tiempo a la comunicación individual con cada hijo y entre parejas para mejorar el entendimiento y las relaciones.
Aprender a escuchar: la segunda prioridad educativa
Marco explica la importancia de aprender a escuchar como la segunda prioridad educativa de la sociedad, después de aprender a escribir. Destaca que escuchar implica tener una predisposición positiva, captar las ideas del otro, y preguntar para aclarar dudas. Marco enfatiza que el diálogo es un proceso continuo de intercambio y construcción de significados compartidos, donde es crucial priorizar escuchar sobre hablar, ser flexible en la propia perspectiva, y buscar construir consensos. Finalmente, señala la importancia de dar seguimiento a los acuerdos alcanzados en el diálogo para asegurar su cumplimiento.
El arte de hacer preguntas
Marco explica el concepto de mayéutica, desarrollado por Sócrates en la antigua Grecia, que consiste en el arte de hacer preguntas para ayudar a otros a descubrir conocimientos que ya poseen. Luego, relaciona esta idea con el método clínico de Piaget, quien estudió cómo los niños piensan de manera diferente a los adultos. Marco ilustra esto con un ejemplo sobrecómo los niños de diferentes edades entienden la relación entre clases lógicas, como frutas y manzanas, demostrando cómo su razonamiento evoluciona con el tiempo.
Diálogo productivo con niños
Marco explica cómo fomentar el diálogo productivo con niños y adolescentes. Recomienda escuchar sin prejuicios, analizar conjuntamente lo positivo y negativo de las situaciones, buscar alternativas de mejora propuestas por ellos mismos, y dar seguimiento a los acuerdos. Sugiere tener charlas regulares de 10–30 minutos según la edad, empezar con temas agradables antes de abordar problemas, hacer propuestas en positivo, y dar espacio para que se expresen sin ser intrusivos. Para casos difíciles, propone buscar mediadores o apoyo profesional.
Jugar para fortalecer la relación
Marco discute la importancia del juego y la confianza en la relación entre padres e hijos. Explica que el juego fomenta la conexión, crea contextos compartidos y mejora la comunicación. Recomienda una variedad de juegos, desde deportes y juegos tradicionales hasta videojuegos, enfatizando la importancia de que los padres participen. Marco también aborda el tema de ser amigo de los hijos, sugiriendo una relación de colaboración y apoyo mutuo en lugar de una estrictamente autoritaria o permisiva.
Equilibrar la soledad y la convivencia
Marco enfatiza la importancia de balancear el tiempo entre la soledad, las interacciones en pareja y las grupales, idealmente distribuyéndolas en partes iguales. Recomienda juegos de mesa, visitas a parques y ver videos educativos para fomentar el diálogo y la autoestima en los niños. Para incentivar la convivencia con jóvenes que se aíslan, sugiere conectar a través de sus intereses, como música o tecnología, y abordar temas relevantes para ellos. Marco concluye destacando la importancia de escuchar sin prejuicios y buscar espacios atractivos para dialogar con los jóvenes.
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