La formación reactiva en la educación

La formación reactiva en la educación

(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)

La for­ma­ción reac­ti­va es un meca­nis­mo psi­co­ló­gi­co que con­sis­te en la expre­sión del impul­so con­tra­rio al ori­gi­nal, por ejem­plo, en vez de odio, se expre­sa incons­cien­te­men­te un amor exa­ge­ra­do. Es cono­ci­do que en las rela­cio­nes de pare­ja se pre­sen­ta de mane­ra cier­ta­men­te fre­cuen­te. Sin embar­go, el pre­sen­te, no con­du­ce a su desa­rro­llo en ese ámbi­to, sino en el rubro del mun­do edu­ca­ti­vo y de la ense­ñan­za apren­di­za­je.

La inter­ac­ción de la comu­ni­dad edu­ca­ti­va (estu­dian­tes, docen­tes, padres de fami­lia y auto­ri­da­des) en los jar­di­nes y diver­sos cole­gios es muy rele­van­te; pero el matiz y cali­dad de la mis­ma, con­lle­va a dina­mis­mos ya sea carac­te­rís­ti­cos de res­pe­to, tole­ran­cia, res­pon­sa­bi­li­dad o por su antí­te­sis: des­bor­de, impul­si­vi­dad, inva­sión del esce­na­rio edu­ca­ti­vo; entre otros.

Cada vez es más fre­cuen­te estu­dian­tes con ten­den­cia a una menor res­pon­sa­bi­li­dad, bús­que­da de lo fácil, una menor pacien­cia y tole­ran­cia, y tras de ellos, padres laxos, impul­si­vos, en fran­ca res­guar­da de la con­duc­ta inapro­pia­da de sus hijos. Estu­dian­tes con nota des­apro­ba­to­ria jus­ti­fi­ca­da, se resis­ten a la asun­ción de la mis­ma, demos­tran­do una nega­ción rotun­da de su res­pon­sa­bi­li­dad. Se adhie­re a lo ante­rior el res­pal­do de sus padres o pro­tec­to­res, quie­nes inva­den cole­gios de edu­ca­ción pri­ma­ria y secun­da­ria, recla­man­do a dies­tra y sinies­tra la “correc­ción” de la nota de su hijo, sin esca­ti­mar en cul­par de ello a los docen­tes, auto­ri­da­des e inclu­so a com­pa­ñe­ros de la mis­ma cla­se. Ape­lan­do a la apli­ca­ción e inter­pre­ta­ción del meca­nis­mo plan­tea­do, los padres, tuto­res, pro­tec­to­res que actúan con­for­me a lo men­cio­na­do, expre­san una feha­cien­te for­ma­ción reac­ti­va. Incons­cien­te­men­te, no acep­tan los erro­res y fallas de sus hijos, dado que ello sería de mucha ansie­dad y angus­tia, enton­ces la psi­que de una mane­ra incons­cien­te pre­fie­re demos­trar lo opues­to: sobre­pro­te­ger al hijo, res­pal­dan­do su actuar, ir con­tra todos, con tal de seguir negan­do la con­di­ción real de su hijo. Si com­pa­ra­mos el modus ope­ran­di de los cole­gios de la actua­li­dad con las ins­ti­tu­cio­nes de hace unos 20 o 30 años, halla­re­mos abis­ma­les dife­ren­cias: fun­cio­na­mien­tos psi­co­ló­gi­cos más vul­ne­ra­bles, sen­si­bles, depen­dien­tes, ado­les­cen­tes abo­ca­dos a la poca exi­gen­cia; pero con ten­den­cia a que­rer mucho para sí, en otras pala­bras, una meri­to­cra­cia veni­da a menos. Es así que padres e hijos viven de uno u otro modo fusio­na­dos, impi­dien­do la ade­cua­da asun­ción de la res­pon­sa­bi­li­dad por los actos.

Un padre joven, en su eta­pa de for­ta­le­za, al pro­te­ger en dema­sía a su hijo, pro­ba­ble­men­te logra con­se­guir que su des­cen­dien­te “se sal­ga con la suya”, al no asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad de sus actos en el mun­do edu­ca­ti­vo, sin embar­go el padre al enve­je­cer, yen­do su fuer­za a un natu­ral menos­ca­bo, ya no ten­drá la ener­gía sufi­cien­te para ello, y el hijo ya entra­do en años, al haber­se acos­tum­bra­do a la exa­ge­ra­da pro­tec­ción, sim­ple­men­te que­da­rá de uno u otro modo des­va­li­do y se frus­tra­rá al no con­se­guir los resul­ta­dos acos­tum­bra­dos por un cli­ma de for­ma­ción reac­ti­va en la fami­lia. Lamen­ta­ble­men­te esa frus­tra­ción con­lle­va a que muchos hijos ya adul­tos vio­len­ten a sus padres ancia­nos quie­nes en su momen­to los sobre­pro­te­gie­ron. A mayor des­bor­de de la for­ma­ción reac­ti­va, sobre­vie­ne un mayor efec­to con­tra­pro­du­cen­te en la rela­ción huma­na. Es así que los hijos (estu­dian­tes) sobre­pro­te­gi­dos son pasi­bles de una inu­ti­li­za­ción gra­dual y pro­gre­si­va, anu­lan­do la posi­bi­li­dad de un desem­pe­ño efi­cien­te en los diver­sos esce­na­rios pro­duc­ti­vos que requie­re la socie­dad. Mucha sobre­pro­tec­ción “mata” anu­la la con­duc­ta desea­ble, sien­do un cal­do de cul­ti­vo para otros com­por­ta­mien­tos como vio­len­cia, delin­cuen­cia o corrup­ción.

La for­ma­ción reac­ti­va des­bor­da­da aten­ta con­tra la fami­lia, las ins­ti­tu­cio­nes edu­ca­ti­vas y por ende a la socie­dad. Apun­tar a la asun­ción de la res­pon­sa­bi­li­dad de los indi­vi­duos es el mejor camino a un orden social.

Autoagresión: la vuelta contra sí mismo

Autoagresión: la vuelta contra sí mismo

(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)

La agre­sión huma­na corres­pon­de a un impul­so mera­men­te natu­ral; el odio, la defen­sa fren­te a un ata­que, la fun­da­men­tan. Sin embar­go, cuan­do el desa­rro­llo psi­co­ló­gi­co se ve enmar­ca­do por con­flic­tos, el meca­nis­mo orien­ta­do a la expre­sión de los impul­sos (no sola­men­te los agre­si­vos, sino tam­bién los sexua­les) hacia los demás, se defor­ma y desem­bo­ca en el des­ajus­te del pro­ce­so deno­mi­na­do: la vuel­ta con­tra sí mis­mo.

La vuel­ta con­tra sí mis­mo es un meca­nis­mo de defen­sa en el ser humano. En con­di­cio­nes favo­ra­bles y salu­da­bles, nos per­mi­te el replie­gue hacia la refle­xión, un encuen­tro con noso­tros mis­mos, el dis­fru­tar de estar a solas y de una sole­dad cons­truc­ti­va. Al alte­rar­se este meca­nis­mo, ya sea por inade­cua­dos apren­di­za­jes, por un entorno auto­ri­ta­rio o défi­cit en la madu­rez de la recep­ción y expre­sión del afec­to, sobre­vie­ne una degra­da­ción del mis­mo, refle­ja­da en auto ata­ques, auto lesio­nes y otros.

Ado­les­cen­tes y adul­tos que pade­cen de un dete­rio­ro de este meca­nis­mo, evi­den­cian una alte­ra­ción exa­cer­ba­da de los impul­sos, mani­fes­ta­dos por la rea­li­za­ción de cor­tes, lesio­nes en sus pro­pios cuer­pos. La agre­sión y ener­gía que debe­ría ser diri­gi­da a otros, ya sea a padres, fami­lia­res, pare­ja u otras per­so­nas de dis­tin­tos entor­nos, no encuen­tra la cana­li­za­ción debi­da y se replie­ga de mane­ra exa­ge­ra­da en el cuer­po. La lesión a uno mis­mo es la rea­li­za­ción de la hos­ti­li­dad e inclu­so odio hacia otros en el pro­pio cuer­po. El meca­nis­mo la vuel­ta con­tra sí mis­mo entra en regre­sión y pue­de vol­ver­se muy noci­vo, mani­fes­tan­do auto­agre­sión de mane­ra muy inten­sa y fre­cuen­te. Los casos más gra­ves demues­tran ante­ce­den­tes de años de auto­le­sio­nes lle­gan­do a inten­tos de sui­ci­dio. Lamen­ta­ble­men­te hay casos que con­su­man ese pro­pó­si­to.

Hay una for­ma de la vuel­ta con­tra sí mis­mo, en la cual se expre­sa un maso­quis­mo. El dolor auto­in­fli­gi­do, gene­ra entre­te­ni­mien­to y pla­cer. Ten­ga­mos en cuen­ta que el maso­quis­mo coexis­te con el sadis­mo. Dado que en los casos de la vuel­ta con­tra sí mis­mo, es la pro­pia per­so­na que se hace daño, asu­me el papel tam­bién de un sádi­co (auto­ri­ta­rio, agre­sor). En otras pala­bras, se iden­ti­fi­ca con los com­por­ta­mien­tos de miem­bros de su entorno, ya sea padres u otros que ejer­cen con­duc­tas vio­len­tas o de algún tipo de mal­tra­to; pero por una impo­si­bi­li­dad de expre­sión direc­ta, tam­bién fun­da­men­ta­da por una baja auto­es­ti­ma y pro­ble­mas de aser­ti­vi­dad, las frus­tra­cio­nes pre­fie­ren des­pla­zar­se hacia el pro­pio cuer­po.

Es rele­van­te tener en cuen­ta que la piel es un órgano pasi­ble del afec­to, las cari­cias, los cui­da­dos de nues­tros pro­tec­to­res, espe­cial­men­te en eta­pas deter­mi­na­das de nues­tra exis­ten­cia. Las inter­ac­cio­nes afec­ti­vas defi­ci­ta­rias o dete­rio­ra­das, con­lle­van a una psi­que que pre­fie­re reple­gar­se en el sí mis­mo a afron­tar las diver­sas pro­ble­má­ti­cas en su entorno. Incons­cien­te­men­te, la sen­sa­ción de impo­ten­cia pue­de ser tan gran­de que optar por la furia con­tra sí mis­mo es pre­fe­ri­ble a la expre­sión hacia otros. Aun así, y de mane­ra espe­cial los ado­les­cen­tes, con­si­guen gene­rar un gran males­tar y preo­cu­pa­ción en los padres o tuto­res. Ver a un hijo las­ti­mar­se, daña al pro­ge­ni­tor o pro­tec­tor. Se agre­de así a los seres que­ri­dos, vio­len­tan­do el pro­pio cuer­po. Por ello, es muy impor­tan­te la madu­rez en el con­trol del impul­so, dado que con­lle­va a su expre­sión futu­ra hacia los demás. La per­tur­ba­ción de su for­ma, sobre­lle­va a un estan­ca­mien­to, con­cen­trán­do­lo feha­cien­te­men­te en la piel, dañán­do­la de diver­sas for­mas, “resol­vien­do” así con­flic­tos y emo­cio­nes.

Es nece­sa­rio refle­xio­nar que la reduc­ción de la vio­len­cia y de un cli­ma auto­ri­ta­rio en los hoga­res y otros con­tex­tos, faci­li­ta­rá una ade­cua­da cana­li­za­ción de las emo­cio­nes, y, por lo tan­to, el camino a la rea­li­za­ción en los seres huma­nos.

Una práctica de redes: El culto al Yo

Una práctica de redes: El culto al Yo

Por: Dioner Francis Marín Puelles, docente EP Psicología UCV Trujillo

Es inne­ga­ble que el uso de las redes es indis­pen­sa­ble y ha con­tri­bui­do de sobre­ma­ne­ra a los diver­sos ámbi­tos de la socie­dad, sin embar­go, es meri­to­rio embar­car­nos en el aná­li­sis de la natu­ra­le­za de cier­ta pra­xis. El uso indis­cri­mi­na­do de pla­ta­for­mas como face­book, ins­ta­gram, tik tok; entre otros, con la carac­te­rís­ti­ca de publi­ca­cio­nes des­me­di­das de sel­fies, fotos, gra­ba­cio­nes de la pro­pia ima­gen con el deco­ro pro­pio de los fil­tros, pos­teo de pla­tos de comi­da pro­ba­ble­men­te cos­to­sos, via­jes, lujos, maqui­lla­je y una vida osten­to­sa, apun­tan a una obten­ción del reco­no­ci­mien­to plas­ma­do a tra­vés de los likes en sus varias for­mas; pero, por otro lado, de una mane­ra silen­cio­sa, pau­la­ti­na, con­lle­va al refor­za­mien­to del cul­to del yo o tam­bién lla­ma­do ego. Nues­tro yo, es el eje­cu­tor de la per­so­na­li­dad, espe­cí­fi­ca­men­te del carác­ter, el cual se refuer­za por la expre­sión de los diver­sos hábi­tos, entre­na­mien­tos y apren­di­za­jes. La con­duc­ta orien­ta­da a cap­tar la aten­ción des­me­di­da en las redes, con­lle­va a un refor­za­mien­to ego­cén­tri­co con la con­se­cuen­cia pro­ba­ble de afec­ción del sen­ti­mien­to de otre­dad, es decir de ser empá­ti­co, de poner­se en el lugar del otro, con insen­si­bi­li­dad a los pro­ble­mas psi­co­so­cia­les, desin­te­rés a lo que real­men­te suce­de a nues­tro alre­de­dor. Impor­ta más lo pro­pio que lo fra­terno. Pro­cu­ran­do una rela­ción de lo tra­ta­do por el psi­có­lo­go Leo­pol­do Chiap­po, sobre sus argu­men­tos del para­va­lor (fal­so valor) y el valor, corres­pon­dien­te el pri­me­ro a la super­fi­cia­li­dad, frial­dad, el aspec­to cal­cu­la­dor, la exce­si­va com­pe­ten­cia, la poca o nula empa­tía, y el segun­do a la fra­ter­ni­dad, la preo­cu­pa­ción por el pró­ji­mo, la eje­cu­ción de la hones­ti­dad, la soli­da­ri­dad; entre otros, pode­mos ubi­car a la pra­xis des­bor­da­da de redes en el para­va­lor, el desa­rro­llo y refuer­zo de lo nar­ci­sis­ta, don­de ganar por ser más bello o exi­to­so es lo más rele­van­te, pudien­do nues­tro entorno estar en “lla­mas” y no alar­mar­nos por ello. Con este tipo de prác­ti­ca, el ego pue­de ser tan pode­ro­so y des­truc­ti­vo que impi­de dar­nos cuen­ta que la fal­ta del sen­ti­mien­to y res­pe­to por el otro, nos está lle­van­do al caos. Así tam­bién, el uso reite­ra­ti­vo de lo visual, ha con­lle­va­do a un faci­lis­mo con el des­me­dro por el ejer­ci­cio de la letra, del escri­to. Leer y escri­bir cada vez cues­ta más, des­pués de todo una foto ven­de mucho más que un tex­to. La prác­ti­ca des­me­di­da de mane­ra yoi­ca en las redes, refuer­za el para­va­lor en el indi­vi­duo, refle­jan­do en su desem­pe­ño una deno­da­da preo­cu­pa­ción por sí mis­mo. Por otro lado, con­si­de­ra­mos que una foto refle­ja una vida, sin embar­go, es tan solo la cap­tu­ra de un momen­to. La vida es un con­ti­nuo, la acu­mu­la­ción de una diver­si­dad de situa­cio­nes, viven­cias, expe­rien­cias, el dina­mis­mo en sí.

La prác­ti­ca exa­ge­ra­da de las redes nos hace creer en una exis­ten­cia pro­ba­ble­men­te falaz. Com­pen­sa­mos caren­cias y males­ta­res, acom­pa­ña­dos de un cul­to des­me­di­do a nues­tro yo.

Diálogo receptivo entre padres e hijos — Dr. Marco Eduardo Murueta

El Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes pre­sen­tó una char­la sobre el diá­lo­go recep­ti­vo entre padres e hijos, enfa­ti­zan­do la impor­tan­cia de la escu­cha acti­va, la com­pren­sión mutua y la coope­ra­ción en lugar de la obe­dien­cia for­za­da. Expli­có cómo el con­tex­to y las expe­rien­cias com­par­ti­das influ­yen en la comu­ni­ca­ción fami­liar, des­ta­can­do la nece­si­dad de dedi­car tiem­po a la con­vi­ven­cia, el jue­go y las con­ver­sa­cio­nes indi­vi­dua­les para mejo­rar las rela­cio­nes. Final­men­te, ofre­ció estra­te­gias prác­ti­cas para fomen­tar el diá­lo­go pro­duc­ti­vo con niños y ado­les­cen­tes, inclu­yen­do téc­ni­cas de escu­cha sin pre­jui­cios, aná­li­sis con­jun­to de situa­cio­nes y la impor­tan­cia de man­te­ner un equi­li­brio entre tiem­po per­so­nal, en pare­ja y en gru­po.

Siguientes pasos

  • Padres: Prac­ti­car la escu­cha acti­va y recep­ti­va con sus hijos.
  • Padres: Dedi­car tiem­po para char­las indi­vi­dua­les con cada hijo (10–15 minu­tos para niños meno­res de 6 años, 20 minu­tos para niños de 7–12 años, 30 minu­tos para ado­les­cen­tes, 2–3 veces por sema­na).
  • Padres: Bus­car acti­vi­da­des y jue­gos atrac­ti­vos para fomen­tar la con­vi­ven­cia y el diá­lo­go con los hijos.• Padres: Fami­lia­ri­zar­se con los intere­ses de los hijos (músi­ca, video­jue­gos, pelí­cu­las) para mejo­rar la comu­ni­ca­ción.
  • Padres: Evi­tar el cas­ti­go y prac­ti­car la moti­va­ción intrín­se­ca en la edu­ca­ción de los hijos.
  • Padres: Apren­der a hacer pro­pues­tas posi­ti­vas en lugar de recla­ma­cio­nes nega­ti­vas al comu­ni­car­se con los hijos.
  • Padres: Bus­car el apo­yo de un psi­có­lo­go pro­fe­sio­nal si se difi­cul­ta la comu­ni­ca­ción con los hijos.
  • Padres: Alter­nar entre con­vi­ven­cias diá­di­cas, gru­pa­les y momen­tos de sole­dad para los hijos.
  • Padres: Leer el folle­to “Cómo edu­car a los niños” pro­du­ci­do por AMAPSI.

Resumen

Diálogo receptivo entre padres e hijos

Rosa­rio da la bien­ve­ni­da a una nue­va sesión de la escue­la para padres de Amap­si, anun­cian­do un pró­xi­mo espa­cio para ado­les­cen­tes coor­di­na­do por el psi­có­lo­go Fer­nan­do Mon­to­ya. Pre­sen­ta al invi­ta­do, el Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes, quien habla­rá sobre “El diá­lo­go recep­ti­vo entre padres e hijos”. Rosa­rio deta­lla la des­ta­ca­da tra­yec­to­ria aca­dé­mi­ca y pro­fe­sio­nal del Dr. Murue­ta, men­cio­nan­do sus estu­dios, expe­rien­cia docen­te, publi­ca­cio­nes y reco­no­ci­mien­tos en el cam­po de la psi­co­lo­gía y edu­ca­ción.

Diálogo receptivo entre padres e hijos

Mar­co pre­sen­ta la idea del diá­lo­go recep­ti­vo entre padres e hijos como par­te de los pro­yec­tos Amap­si y Socie­dad del Afec­to. Expli­ca que el diá­lo­go impli­ca com­pren­sión y refle­xión, enfa­ti­zan­do la impor­tan­cia de la recep­ti­vi­dad en lugar de la sim­ple obe­dien­cia. Mar­co con­tras­ta los con­cep­tos de obe­dien­cia y coope­ra­ción, argu­men­tan­do que la cola­bo­ra­ción volun­ta­ria y la moti­va­ción intrín­se­ca son pre­fe­ri­bles a la obe­dien­cia for­za­da, que pue­de gene­rar con­flic­tos inter­nos y ten­sio­nes en la rela­ción entre padres e hijos.

Contexto en la comunicación

Mar­co expli­ca la impor­tan­cia del con­tex­to en la comu­ni­ca­ción, espe­cial­men­te entre padres e hijos. Uti­li­za un ejem­plo visual para demos­trar cómo el cam­bio de con­tex­to pue­de alte­rar com­ple­ta­men­te la per­cep­ción de un obje­to. Enfa­ti­za que el emi­sor y el recep­tor siem­pre tie­nen con­tex­tos e his­to­rias dife­ren­tes, lo que sig­ni­fi­ca que el men­sa­je emi­ti­do nun­ca es exac­ta­men­te igual al reci­bi­do. Esta idea se pre­sen­ta como fun­da­men­tal para enten­der el diá­lo­go y la comu­ni­ca­ción efec­ti­va.

Comunicación efectiva a través del contexto

Mar­co expli­ca la impor­tan­cia de com­par­tir con­tex­tos para una comu­ni­ca­ción efec­ti­va. Des­ta­ca que la con­vi­ven­cia, el jue­go y las char­las diá­di­cas son fun­da­men­ta­les para acer­car los con­tex­tos entre per­so­nas, espe­cial­men­te en las rela­cio­nes fami­lia­res y de pare­ja. Advier­te que la fal­ta de estos ele­men­tos pue­de lle­var a malen­ten­di­dos y con­flic­tos, y cri­ti­ca la cul­tu­ra cen­tra­da en la pro­duc­ti­vi­dad que des­cui­da estos aspec­tos, rela­cio­nán­do­la con pro­ble­mas socia­les como el con­su­mo de dro­gas. Mar­co enfa­ti­za la nece­si­dad de dedi­car tiem­po a la comu­ni­ca­ción indi­vi­dual con cada hijo y entre pare­jas para mejo­rar el enten­di­mien­to y las rela­cio­nes.

Aprender a escuchar: la segunda prioridad educativa

Mar­co expli­ca la impor­tan­cia de apren­der a escu­char como la segun­da prio­ri­dad edu­ca­ti­va de la socie­dad, des­pués de apren­der a escri­bir. Des­ta­ca que escu­char impli­ca tener una pre­dis­po­si­ción posi­ti­va, cap­tar las ideas del otro, y pre­gun­tar para acla­rar dudas. Mar­co enfa­ti­za que el diá­lo­go es un pro­ce­so con­ti­nuo de inter­cam­bio y cons­truc­ción de sig­ni­fi­ca­dos com­par­ti­dos, don­de es cru­cial prio­ri­zar escu­char sobre hablar, ser fle­xi­ble en la pro­pia pers­pec­ti­va, y bus­car cons­truir con­sen­sos. Final­men­te, seña­la la impor­tan­cia de dar segui­mien­to a los acuer­dos alcan­za­dos en el diá­lo­go para ase­gu­rar su cum­pli­mien­to.

El arte de hacer preguntas

Mar­co expli­ca el con­cep­to de mayéu­ti­ca, desa­rro­lla­do por Sócra­tes en la anti­gua Gre­cia, que con­sis­te en el arte de hacer pre­gun­tas para ayu­dar a otros a des­cu­brir cono­ci­mien­tos que ya poseen. Lue­go, rela­cio­na esta idea con el méto­do clí­ni­co de Pia­get, quien estu­dió cómo los niños pien­san de mane­ra dife­ren­te a los adul­tos. Mar­co ilus­tra esto con un ejem­plo sobre­có­mo los niños de dife­ren­tes eda­des entien­den la rela­ción entre cla­ses lógi­cas, como fru­tas y man­za­nas, demos­tran­do cómo su razo­na­mien­to evo­lu­cio­na con el tiem­po.

Diálogo productivo con niños

Mar­co expli­ca cómo fomen­tar el diá­lo­go pro­duc­ti­vo con niños y ado­les­cen­tes. Reco­mien­da escu­char sin pre­jui­cios, ana­li­zar con­jun­ta­men­te lo posi­ti­vo y nega­ti­vo de las situa­cio­nes, bus­car alter­na­ti­vas de mejo­ra pro­pues­tas por ellos mis­mos, y dar segui­mien­to a los acuer­dos. Sugie­re tener char­las regu­la­res de 10–30 minu­tos según la edad, empe­zar con temas agra­da­bles antes de abor­dar pro­ble­mas, hacer pro­pues­tas en posi­ti­vo, y dar espa­cio para que se expre­sen sin ser intru­si­vos. Para casos difí­ci­les, pro­po­ne bus­car media­do­res o apo­yo pro­fe­sio­nal.

Jugar para fortalecer la relación

Mar­co dis­cu­te la impor­tan­cia del jue­go y la con­fian­za en la rela­ción entre padres e hijos. Expli­ca que el jue­go fomen­ta la cone­xión, crea con­tex­tos com­par­ti­dos y mejo­ra la comu­ni­ca­ción. Reco­mien­da una varie­dad de jue­gos, des­de depor­tes y jue­gos tra­di­cio­na­les has­ta video­jue­gos, enfa­ti­zan­do la impor­tan­cia de que los padres par­ti­ci­pen. Mar­co tam­bién abor­da el tema de ser ami­go de los hijos, sugi­rien­do una rela­ción de cola­bo­ra­ción y apo­yo mutuo en lugar de una estric­ta­men­te auto­ri­ta­ria o per­mi­si­va.

Equilibrar la soledad y la convivencia

Mar­co enfa­ti­za la impor­tan­cia de balan­cear el tiem­po entre la sole­dad, las inter­ac­cio­nes en pare­ja y las gru­pa­les, ideal­men­te dis­tri­bu­yén­do­las en par­tes igua­les. Reco­mien­da jue­gos de mesa, visi­tas a par­ques y ver videos edu­ca­ti­vos para fomen­tar el diá­lo­go y la auto­es­ti­ma en los niños. Para incen­ti­var la con­vi­ven­cia con jóve­nes que se aís­lan, sugie­re conec­tar a tra­vés de sus intere­ses, como músi­ca o tec­no­lo­gía, y abor­dar temas rele­van­tes para ellos. Mar­co con­clu­ye des­ta­can­do la impor­tan­cia de escu­char sin pre­jui­cios y bus­car espa­cios atrac­ti­vos para dia­lo­gar con los jóve­nes.

Alternativas en Psicología 53. Julio — diciembre 2024

Alternativas en Psicología 53. Julio — diciembre 2024

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Presentación

Dra. Lau­ra Palo­mino Gari­bay

Evidencias de Validez de la Escala Monash de Relación del Dueño con su Perro (MDORS‑M) en Adultos Mayores Ecuatorianos

Edwin Alber­to Maxi-Maxi, Andres Ale­xis Rami­rez Coro­nel, Galo Eduar­do Bra­vo Corral y José Andrés Ordó­ñez Mar­tí­nez

Universidad Autónoma de Madrid
Universidad Católica de Cuenca

Análisis de la Demanda de Atención Psicológica en un Programa de Terapia Familiar Sistémica

Alber­to Efraín Meza-Ale­jos, Bertha Ramos del Río

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México

De la Solución de Problemas a la Innovación Conductual: Efectos de los Componentes Verbales Relacionales

Saúl Sán­chez Car­mo­na, Tama­ra Bra­vo Gon­zá­lez, Lis­set Sán­chez Piña y Clau­dio Car­pio Ramí­rez

Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México

Promoción de la Salud Mental: Contexto y Comportamiento

Janett Esme­ral­da Sosa Torral­ba

Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México

Depresión en Hombres de Tres Etapas del Ciclo Vital

Mari­se­la Rocío Soria Tru­jano

Facultad de Estudios Iztacala Superoiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México

La regulación emocional en padres de adolescentes. Revisión de alcance

Clau­dia Enit Velan­dia Gra­na­dos y Juan Cami­lo Car­va­jal Bui­les

Universidad Santo Tomás, Bogotá

Abraham Maslow: el Visionario de la Psicología Humanista

Ángel Cor­cha­do Var­gas

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México

Extinción y castigo de una respuesta operante en humanos: un estudio en línea

Daniel Rome­ro-Mos­co, Rober­to Jimé­nez-Cas­ti­llo y Javier Vila

Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México

Resiliencia: una Capacidad Desarrollada en Población Universitaria Durante la Pandemia por Covid-19

Jose­fi­na Cris­ti­na Sán­chez de Ita y Mary Janeth Rome­ro Ledes­ma

Universidad Rosario Castellanos

Propuesta para Elaboración de Guía de Innovación Educativa para Docentes de un programa de Psicología

Mari­cel Barre­ra Pati­ño y Nata­lia Ríos Pala­cios

Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Cundinamarca, Colombia