Jul 23, 2015
Por Marco Eduardo Murueta
Uno de los problemas básicos de la civilización occidental es la postulación de modelos considerados como idóneos o normales y con base en ellos discriminar a quienes no cumplen con esas expectativas ideológicas. Así condenaron a Sócrates a beber la cicuta por no apegarse a absurdas leyes al promover la reflexión y el análisis crítico en sus discípulos, por lo que el tribunal lo consideró como desconocedor de los dioses y corruptor de los jóvenes. Alejandro Magno fue el primero que quiso conquistar el mundo para imponer en todos lados el modelo de democracia ateniense y así civilizar a los llamados pueblos “bárbaros”, por no tener un modo de vida como el de los griegos.
De la misma manera, actualmente se llama “indígenas” a quienes no se han incorporado al modo de vida occidental, en lugar de reconocer diversas formas válidas de organización social y de vida cultural en cada uno de esos pueblos que han logrado sobreponerse durante más de 500 años a dicho proceso “civilizatorio”. Todavía mucha gente considera que la heterosexualidad es lo “normal” y por tanto asume como “anormales” a otras configuraciones de identidad y preferencia sexual.
En el mismo sentido se habla de “discapacitados” o “minusválidos” para referirse a las personas que carecen de algunas de las capacidades consideradas “normales”, no obstante que muchos de ellos tienen otras capacidades superiores. Por ejemplo, personas que no tienen la capacidad visual (ciegos) suelen tener elevadas capacidades auditivas, táctiles, olfativas y cognitivas, que no tienen los que sí pueden ver. Personas sin vista suelen ser excelentes músicos, capaces de reconocer billetes y otros objetos mediante el tacto, captar aromas que les orientan, manejar el ábaco a velocidades impresionantes y construir argumentaciones lógicas sofisticadas. Quienes tienen menos capacidad auditiva, generalmente desarrollan posibilidades visuales, de memoria y de orientación geográfica superiores a la mayoría. Los que no tienen la posibilidad de articular sonidos verbales pueden ser excelentes dibujantes, deportistas, escritores, bailarines o instrumentistas. Las personas con lesiones en la corteza cerebral que tienen dificultad para la organización lógica de su pensamiento (conocido como “retardo mental”) suelen tener una sensibilidad emocional superior, que al ser valorada y educada podría desarrollar elevadas e importantes posibilidades afectivas.
Todas las personas tienen relativas limitaciones para algunas cosas y posibilidades sobresalientes en otras. En lugar de poner énfasis en lo que una persona no puede hacer, sería importante que la comunidad valorara y reconociera sus talentos y virtudes, como lo ilustra el video El circo de las mariposas. La organización social y la educación, en lugar de pretender la homogeneidad de todos, debieran basarse en las posibilidades de combinar o articular talentos diversos que se complementen para producir equipos de elevada potencia. No podría haber una gran orquesta sinfónica si solamente se contara con violinistas, la diversidad es lo que engrandece a la organización humana.
No tienen por qué todos tener las mismas capacidades. Cada ser vivo es lo que es y no tiene por qué suponerse que debiera ser de otra manera. No puede decirse ‑por ejemplo- que un animal o un vegetal es “discapacitado” porque no puede hablar o escribir, pues no se espera eso de ellos. Así, entre los seres humanos es necesario no esperar de un ciego que vea o de un sordo que oiga, etc. Cada quien es lo que es y tiene ciertas posibilidades y no tiene otras. Si una persona entra en relación con quienes hablan otro idioma necesitará un traductor de manera similar a alguien que no puede caminar requiere de una silla de ruedas o de muletas, y si no puede ver necesitará del sistema de escritura Braille y de sonidos que le sirvan para orientarse en el tránsito.
La comunidad debiera ofrecer opciones de accesibilidad para las diversas situaciones: mapas para los turistas, sonidos para los que no ven, mingitorios y tazas de baño para los de baja estatura, puertas y techos adecuados para los de estatura alta, sillas de ruedas para quienes no caminen, traductores para quienes no hablen el mismo idioma, diseños ergonómicos para zurdos, elevadores para quienes tienen dificultad al subir escaleras, etc., etc. En una comunidad donde haya más opciones de accesibilidad para diversas circunstancias y situaciones mejor será el nivel de vida de cada uno y del conjunto, porque todos podrán dar lo mejor de sí mismos a la vida colectiva.
El concepto de “discapacidad” debe desaparecer. No sirve tampoco usar el eufemismo de “capacidades diferentes”, pues todas las personas sin excepción tienen capacidades diferentes, limitaciones en algunos aspectos y virtudes en otros. En lugar de segregar a las personas que no corresponden al estereotipo establecido desde una perspectiva limitada, ensimismada, debe aceptarse la diversidad de situaciones y capacidades de los seres humanos y pugnar por la construcción de opciones de accesibilidad para esa diversidad. Es una manera fundamental de abrir el diálogo y la cooperación entre personas diferentes como son todos los seres humanos. Aceptar que hay otra forma de vivir, de pensar y de ser, que puede ser valorada al igual que la propia.
Entre mayor sea el porcentaje de personas que requieran acceso a dispositivos más prioritario es que la comunidad los ofrezca de manera generalizada. Por ejemplo, cada vez se generaliza más la previsión de rampas en las aceras y elevadores para el uso de los diferentes niveles de los edificios. También existen múltiples opciones de teclado para el manejo de computadoras y otras máquinas, tanto como dispositivos para la conducción de autos sin tener que usar brazos o piernas.
Es particularmente importante que haya opciones de accesibilidad a diferentes dispositivos que posibiliten el desarrollo laboral de la más amplia variedad de personas, captando sus talentos y virtudes y compensando sus posibles limitaciones. Esta actitud de respeto y valoración de los demás, es la mejor manera de que cada quien se valore mejor a sí mismo. Ha sido muy dañino ya para muchas personas sentirse segregadas por tener una característica corporal o psicológica que sale de los modelos estandarizados y las modas. No es real, ni necesario, ni conveniente que todos seamos iguales; por el contrario, la comunidad debe ocuparse de apoyar, valorar, respetar e impulsar lo diferente.
A quienes se les ha llamado “indígenas” debemos llamarles “pueblos originarios” y a quienes se les ha considerado “discapacitados” se les debe referir por sus talentos más que por sus limitaciones: a los ciegos se les debe llamar auditivos o táctiles, o auditivo- tactiles. A quienes no pueden caminar pero sí mover los brazos y las manos se les puede considerar con capacidad desarrollada en sus extremidades superiores y viceversa. Se entenderá que los auditivos no están centrados en lo visual y que los que tienen énfasis en las extremidades superiores posiblemente tengan limitaciones en las inferiores, y así en otros casos: los visuales no estarán centrados en la audición y quienes sean hiperafectivos no tendrán su eje en los procesos racionales.
Lo anterior no desdeña que existan procesos de capacitación para generar o mejorar determinado tipo de capacidades, si es posible y las personas así lo desean: como se enseña idiomas a quienes no los hablan. Nuevas capacidades de diferente tipo que se integran en una persona pueden abrirle más opciones y potencias laborales. Pero, con este enfoque, serán muy escasas las personas que no tengan capacidades que ofrecer para servir a la comunidad a través de un determinado puesto laboral que integre los dispositivos adecuados para sus requerimientos personales.
May 13, 2006
Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes (UNAM Iztacala, Amapsi)
El amor, más que el desamor, es lo que hace a la historia.
Sin duda, el amor es lo que mueve al mundo y es lo que da significado a cada uno de los esfuerzos personales. Sin embargo, este sentimiento escasea cada vez más y en su lugar aumentan la soledad, las frustraciones, los rencores, la apatía y la violencia.
El amor es un fenómeno tan natural como la lluvia o como el hervir del agua a 100 grados centígrados. Un fenómeno se produce cuando ocurren un conjunto de factores que lo generan, que lo causan.
La técnica es la capacidad para hacer ocurrir el conjunto necesario de factores para producir un fenómeno. Una técnica es un procedimiento específico cuyo resultado se conoce de antemano. Por ejemplo, si calentamos el agua en estado líquido hasta los cien grados centígrados sabemos que se convertirá en vapor poco a poco. Se habla de tecnología cuando se articulan un conjunto de técnicas para lograr un producto complejo.
¿Se puede producir intencionalmente el amor? Sí, haciendo ocurrir los factores que lo causan. En la teoría de la praxis se define al amor como el sentir como propio lo que le sucede a otro o a otros.
A través de diversas investigaciones se ha logrado establecer cuáles son los elementos que producen dicha identificación amorosa, independientemente de la voluntad de los participantes. Es importante aclarar que nos referimos al “amor” en forma general abarcando sentimientos como “estimación”, “amistad”, “amor filial”, “amor sexual”. El sentimiento amoroso será mayor conforme más intensidad, duración y frecuencia tenga cada uno de los ingredientes que a continuación exponemos.
1. Reconocimiento. Este factor consiste en expresar o hacer saber los aspectos que agradan de sí mismo y de otra(s) persona(s), así como saber cuáles rasgos propios personales o de grupo son agradables para otra(s) persona(s).
2. Con-vivencia. Un elemento básico para la producción del amor consiste en tener vivencias conjuntas como las siguientes: jugar comer o beber (¡en sentido amplio!) juntos compartir eventos como fiestas, cine, teatro, música, viajes, lecturas, etc. reír juntos esparcimiento compartido.
3. Generación de experiencias agradables especiales. Quien propicia experiencias que resultan agradables para otro se integra positivamente en forma simbólica en la identidad del segundo, sobre todo en la medida en que esas vivencias generadas son poco comunes. Esto abarca desde la misma imagen personal, los “detalles”, las sorpresas agradables, los regalos, la risa, los placeres físicos, la poesía, la fantasía, entre muchas otras posibilidades que inducen la emoción amorosa.
4. Contacto físico agradable. Este aspecto es clave para determinar los niveles de profundización amorosa (amistad, relación filial, amor sexual). Abarca desde la mirada, el saludo de mano, la palmada en el hombro, el abrazo, tomarse del brazo, tomarse de la mano, los besos en la mejilla, los besos en la boca, hasta las relaciones sexuales propiamente dichas, entre muchas otras variantes.
5. Co-operación. Es fuente de enamoramiento hacer cosas en las que cada quien colabora voluntariamente para lograr un resultado único. Desde mover un mueble entre dos o más personas hasta juegos o trabajos en equipo de diferente índole, complejidad y duración. El apoyo de uno en el otro es una forma especial de co- operación mayores alcances afectivos.
6. Creatividad compartida. Generar conjuntamente cosas interesantes o estéticas que antes no existían; por ejemplo, el decorado de la casa, un invento, una obra artística, un libro, la formación de un hijo, un descubrimiento, una empresa, una institución, etc. Los productos creados conjuntamente se convierten en símbolos de identificación amorosa.
7. Éxito compartido. La sensación de haber alcanzado una meta importante mediante esfuerzos combinados de los participantes produce un alto grado de emoción satisfactoria que integra a los otros en la simbolización de cada uno.
8. Narrativa de vida. Platicar las vivencias cotidianas y las anécdotas o recuerdos anteriores, así como escuchar con atención lo que le ha ocurrido a otro(s) es fuente de comprensión e identificación progresiva, siempre y cuando lo narrado no sea emocionalmente agresivo para el que escucha. El que narra entrega parte de sí mismo a quien lo escucha. Este vive imaginariamente las emociones que genera la narración e incorpora a su ser esa experiencia del otro.
9. Competencia externa. La cohesión de una pareja o grupo requiere de que esta unidad se contraste con otras similares. En la medida en que esta comparación externa falta es más probable que afloren diferencias internas en el grupo o pareja. Se sugiere una competencia sana, positiva; es decir, competir en equipo por SER MEJORES en los aspectos que se consideren relevantes. NO competir por SER MENOS MALOS, o poner “zancadillas” para que otros grupos o parejas no se desarrollen, como acostumbran quienes se sienten frustrados por NO SER ya y sin esfuerzo lo que quisieran.
Con una dosis combinada y progresiva de los elementos mencionados se producen procesos de identificación amorosa de alta intensidad que pueden traducirse en un estado continuo de frenesí. Como todo fenómeno, si cesan los factores que lo producen también el fenómeno desaparece. Es decir, el amor requiere ser cultivado para no dejarlo morir de inanición. Cuando el amor no se cultiva surgen la soledad, la frustración, la agresividad, el desprecio, los chantajes, los reproches, etc. Entonces se cultiva sin saberlo el odio, la apatía, la violencia, la destrucción de la vida, es decir, la DESTRUCCION DE SI MISMO.
En el amor está la esencia de los seres humanos y es la base de la salud mental. La COMUNION significa la integración amorosa de cada individuo con las colectividades en que participa (la pareja, la familia, los amigos, el grupo de trabajo, la comunidad, la patria, la humanidad), y por tanto con todo el universo.
Vale la pena intentarlo.
Dic 15, 2006
Marco Eduardo Murueta
Desde hace años se habla de la crisis educativa a nivel mundial. Es cierto que las matrículas escolares han crecido y los promedios de escolaridad son poco a poco más altos en los diversos países, así como es evidente que las diferencias de escolaridad afectan para bien, y sobre todo para mal, la competitividad económica entre países, empresas e individuos. Sin embargo, los resultados obtenidos mediante los actuales procesos de enseñanza-aprendizaje en las escuelas, distan mucho de ser los esperados en los planes y programas de estudio, contrastando también con las expectativas sociales sobre la educación y la escuela.
Muchos alumnos manifiestan actitudes de rechazo hacia el trabajo escolar, al cual sienten como una pesada carga, un mal necesario para satisfacer a sus padres y/o disminuir posibles desventajas futuras. Especialmente en la educación media, es frecuente que los estudiantes entren en conflicto con los docentes. Éstos, por su parte, suelen quejarse de la baja motivación de la mayoría de los estudiantes, la cual avanza a través de las generaciones y deriva en apatía generalizada.
El hecho significativo de que sólo unos cuantos logren culminar una licenciatura y, menos aún un posgrado, es la medida del fracaso de las instituciones escolares: su baja eficiencia terminal, la cual se acentúa de un nivel a otro. Muchos alumnos tienen deficiencias en sus aprendizajes en la primaria y no logran terminar la secundaria, otro porcentaje arrastra con las deficiencias acumuladas en esos dos ciclos y ya no puede con el bachillerato; de los pocos que logran un espacio en las relativamente escasas instituciones de educación superior, la gran mayoría adolece de marcadas deficiencias educativas que le dificultarán concluir la licenciatura, y quienes lo hagan se enfrentarán a un constreñido y competido mercado de trabajo profesional en el que sus limitaciones formativas en muchos casos redundarán en frustración personal. De quienes logran tener éxito profesional es frecuente oír que la universidad les aportó relativamente poco y que aprendieron a ser profesionales sobre la marcha, una vez contratados o involucrados en una empresa. La calidad de los servicios brindados por esas personas mal preparadas en los diferentes niveles escolares y ocupacionales correspondientes afectará a sus usuarios e impactará con ello los niveles de calidad de vida social de las comunidades y países en que se desenvuelven. El fracaso de la escuela conlleva el fracaso de una sociedad.
Si bien la problemática de la escuela antes señalada puede ser mayor en unos países que en otros, la realidad es que se manifiesta también en los países con mejores niveles económicos y de mayor escolaridad promedio, la cual en los mejores casos no rebasa el nivel de bachillerato. Hasta ahora ningún país ha logrado contar con una población mayoritaria de personas con nivel licenciatura o superior.
Se sabe que la pirámide escolar resulta necesaria en una sociedad con estructura ocupacional y económica piramidal. Si la mayoría o casi todas las personas lograran concluir una licenciatura ¿quién se ocuparía de las labores que no requieren una alta escolaridad y que son las que prevalecen en la época actual? Es difícil pensar en profesionales universitarios encargados de la recolección de basura, de cortar el césped, resolver problemas de drenajes tapados, arreglar neumáticos, subir o bajar muebles para una mudanza o bultos de cemento en una construcción, operar un taxi o un autobús urbano, cambiar las lámparas del alumbrado, ayudar a los turistas con su equipaje, atender directamente la siembra y cosecha de verduras, cereales y frutas; fungir como recepcionistas, distribuir cartas, atender a los usuarios de un establecimiento comercial, reparar aparatos electrodomésticos, etc., etc.
Entonces, para una sociedad como la actual, el fracaso escolar resulta necesario. El éxito de las escuelas afectaría la manera de organizarse de la sociedad. Por eso, la escuela se ha concebido implícita o explícitamente como un filtro. Sólo los mejores logran sortear el cúmulo de obstáculos que ella representa y son los que llegan a los niveles escolares más altos y, en su caso, tienen éxito profesional. Se asume que “son mejores” por nacimiento o por una voluntad personal de perseverar que llega a su conciencia no se sabe cómo, bajo la idea del “libre albedrío”. No se entiende que si una persona persevera, esto obedece esencialmente a su historia personal, a su historia formativa, es decir, al propio proceso de su educación, no tanto a través de la propia escuela sino por la suerte de formar parte de familias o comunidades con niveles culturales acumulados relativos, que son la base que les permite enfrentar con mayor probabilidad de éxito los retos escolares y ocupacionales correspondientes a cada nivel escolar. No faltan las excepciones que proviniendo de familias o comunidades con escaso nivel cultural y económico logren llegar a niveles escolares u ocupacionales más altos por haberse topado fortuitamente con influencias escolares y extraescolares que les aportan esa posibilidad. Pero es fundamental que un nuevo pensamiento educativo asuma claramente la idea de que la motivación y las actitudes de una persona son producto de una historia, pues nada surge del vacío. Si alguien logra triunfar escolar y profesionalmente es porque en su historia formativa concurrieron un conjunto de ingredientes psicológicos para ello; de la misma manera, el fracaso escolar o profesional debe explicarse por la historia formativa respectiva.
Muchos padres de familia culpan del fracaso escolar a la indolencia de sus propios hijos que “no quieren estudiar”, de manera similar a la concepción generalizada de que “las instituciones sociales están bien diseñadas, pero lo que falla son las personas”. Otro sector, numéricamente importante pero minoritario, responsabiliza del fracaso de las personas a las propias escuelas y a los docentes y, por tanto, se explica la corrupción, la violencia social, la ineficiencia generalizada, el narcotráfico, como efecto de la mala calidad de la educación en las escuelas. En reciprocidad, las escuelas y los docentes atribuyen los problemas en el aprendizaje a los conflictos familiares, a la problemática económica y/o a la falta de voluntad de sus alumnos. Muy pocos padres de familia, escuelas y docentes asumen su propia responsabilidad de manera autocrítica y se ocupan de buscar soluciones eficaces.
Desde nuestro punto de vista, es evidente que tanto la familia como la escuela y otras influencias formativas, entre las que destacan los medios de comunicación masiva, afectan para bien o para mal la formación integral de niños y adolescentes. Sin embargo –como veremos a continuación– lo que ocurre en las aulas es suficiente y muy probablemente el factor más importante para propiciar la problemática que hemos descrito. En ese sentido, realizar cambios en el proceso de enseñanza-aprendizaje en las escuelas tendría un papel fundamental y prioritario para superar inclusive muchas problemáticas familiares y, así, por tanto, constituir la punta de lanza de una nueva dinámica social.
Pensamiento educativo y enseñanza escolar
En efecto, el reto es cómo y en qué dirección es posible realizar dicha transformación de los procesos escolares. Esta ha sido la preocupación y la ocupación de pensadores de la educación, planificadores educativos y de muchos docentes. La pedagogía y la didáctica han sido motivo de grandes reflexiones y de múltiples investigaciones sin que hasta ahora se haya logrado el propósito mencionado.
Con algunas excepciones relativamente poco difundidas, los pensadores de la educación, los planificadores y los docentes, en el fondo y en esencia suelen basarse en un enfoque equivocado del proceso educativo cuyo postulante histórico es el teórico francés de finales del siglo XIX, Emile Durkheim. No es que con él haya surgido dicho enfoque, pues su origen se remonta inclusive a la mayéutica socrática que procuraba mediante preguntas sistemáticas hacer nacer las ideas arquetípicas, el conocimiento de “lo verdadero”. Pero es Durkheim quien lo expresa de manera más explícita. Según este autor, la educación es una acción ejercida por una generación de adultos sobre una generación de jóvenes para transferirles un conjunto de conocimientos, capacidades y valores que “una sociedad” considera relevantes para sus miembros y para darle homogeneidad y cohesión a la misma.
Así, la educación se concibe como un proceso esencialmente unidireccional sobre la base de nociones (conocimientos, capacidades y valores) preestablecidas socialmente. Los métodos para lograr el aprendizaje de esas nociones pueden variar desde el autoritarismo (“la letra con sangre entra”) hasta la escuela nueva que utiliza al juego y materiales didácticos como herramienta o medio para que los alumnos aprendan lo que deben aprender. Incluso autores actualmente tan valorados en el ámbito educativo como Piaget y Vygotski (pilares del llamado “constructivismo”), y sus seguidores, proponen estrategias innovadoras para lograr que el aprendizaje de esas nociones sea significativo, inclusive co-construido entre docentes y alumnos.
No obstante que el constructivismo ha sido la base de los planes de estudio de primaria y secundaria en las últimas dos décadas, no ha logrado impactar notoriamente sobre la problemática señalada más arriba. Un factor que explica esto es la inercia formativa de los docentes, sus propias problemáticas formativas y laborales, así como sus dificultades conceptuales y actitudinales para procesar las innovaciones educativas propuestas por los nuevos planes de estudio, tomando en cuenta además las dificultades económicas y logísticas para su acceso a la debida “capacitación” en relación con los nuevos modelos educativos planeados.
Desde nuestro punto de vista, el problema esencial de la educación actual consiste en que se basa en la idea durkheimiana de transmitir nociones previamente seleccionadas que dan base a uno de los conceptos más difundidos en el ámbito educativo: el curriculum. En la primaria los niños deben aprender ciertas cosas en cada grado, lección tras lección, clase tras clase, y lo mismo ocurre en los niveles consecutivos, quizá con la excepción del posgrado. El tipo de actividades previstas para ello puede variar en cada caso, pero “el estudiante” (así, de manera individual y en abstracto) ha de recorrer un camino preestablecido, le guste o no, le interese o no, si quiere obtener una calificación aprobatoria, un certificado.
El centro del esfuerzo de aprendizaje de los estudiantes se centra en la calificación, en ser aprobado, en “pasar año”. Lo esencial se vuelve medio para lo no esencial, los valores se invierten. Los estudiantes pueden copiar, fabricar acordeones, recibir las respuestas de examen a través de un mensaje en su celular, memorizar lo que hay que responder, aceptar acríticamente lo que dicen los maestros o los libros, lo importante es aprobar. Qué importa si es significativo el aprendizaje o no, lo importante es la calificación. Muchos estudiantes se quejan de que algunos maestros se esfuerzan por hacer significativo su aprendizaje, lo que solicitan es una supuesta “guía de estudios” que les indique lo que hay que hacer para aprobar. Esto es análogo a lo que ocurre en la mayoría de los puestos de trabajo en la sociedad actual: al trabajador no le importa el usuario al que destina su trabajo, su mente está centrada en el salario que ha de recibir, si pudiera no trabajar y tener el dinero tanto mejor. Son pocos los que se enamoran de su trabajo, como son pocos los estudiantes que se apasionan por aprender.
Está tan difundida esa situación en la sociedad y en las escuelas actuales que muchos lo ven como algo natural, como si no hubiera otra posibilidad. Imaginar una sociedad en la que la gente trabajara con fervor o una escuela llena de muchachos vivarachos y entusiastas altamente motivados por el aprendizaje es algo que generalmente se considera propio de utopistas o soñadores, algo muy lejano a lo posibilidad de hacerlo real.
Sin embargo, hay algunos pensadores sociales y de la educación que lo han visto viable. Se han realizado algunas experiencias que apuntan hacia esa posibilidad. Pero hasta ahora esto ha sido limitado y ha tropezado con inercias sociales e intereses políticos. Entre los enfoques pedagógicos conocidos que rompen esencialmente con el enfoque protagonizado por Durkheim, encontramos autores como: Neil, Wallon, Illich, Freinet, Freire y el grupo de análisis institucional (Lapassade, Loureau, Lobrot, Oury). No obstante sus conceptos y experiencias no se han expandido y puede decirse que sólo tienen una influencia limitada en las escuelas y docentes contemporáneos.
En el caso de Neil e Illich sus propuestas rompen de una manera tajante y radical con los procesos escolares actuales y, por tanto, con las nociones anquilosadas de padres de familia y las instituciones estatales. A finales de los años 30 del siglo XX, Neil desarrolló el proyecto Sumerhill, una comunidad educativa donde estudiantes y docentes participaban de todas las decisiones importantes para la comunidad y, al mismo tiempo, cada niño hacía sólo aquello con lo que estaba de acuerdo, mientras no afectara a los demás. Los niños de Summerhill vivían en una isla de libertad separados de un océano social adverso. Al salir de esa isla era previsible que encontraran dificultades para adaptarse a los estilos prevalecientes en la sociedad.
En el otro extremo Illich, propone de plano eliminar las instituciones escolares para propiciar la convivencialidad dentro de una sociedad en la que el proceso enseñanza-aprendizaje ocurriera de manera directa en los centros de trabajo, los maestros serían en cada caso los responsables y por tanto expertos en realizar las distintas actividades sociales: quien quisiera aprender ingeniería debería acudir a los lugares donde se están construyendo puentes, carreteras o edificios. Illich, como otros autores, crítica radicalmente el aislamiento de la vida que ha significado el “encierro” de los niños y jóvenes en las escuelas. No hay un proceso de transformación de la sociedad actual, sino que propone directamente crear otra forma de organización social con base en la desaparición de la escuela.
En cambio, Wallon, Freinet, Freire y los teóricos del Análisis institucional coinciden en proponer alternativas pedagógicas que involucran a la escuela con la sociedad actual como esencia del proceso educativo y como vía para la transformación social. La forma de realizar esa vinculación entre escuela y sociedad tiene sus matices en cada caso: Wallon propone familiarizar a los educandos con “todas las formas de actividad propias de la época”; podría decirse introducir la sociedad dentro de la vida escolar de tal manera que estudiantes y docentes analicen y dialoguen sobre lo que ocurre en la vida social tomando partido. Esto, a su vez, posteriormente es concretado por Freire al ponderar el diálogo entre educador y educandos para “problematizar” y criticar la dinámica social en que se encuentran inmersos los educandos con el propósito de generar la “conciencia social” y política de los mismos como base de acciones sociales consecuentes. Los teóricos del Análisis institucional dan un paso más al plantear el cuestionamiento de lo “instituido” dentro del propio ámbito escolar para convertir a los educandos en “instituyentes” de nuevas dinámicas sociales, derivando en lo que llamaron “autogestión educativa”. Freinet, por su parte, es el único pedagogo que no sólo propone llevar la vida social al seno del aula, sino tomar el aula como centro de reunión para planificar acciones sociales que impacten a la comunidad circundante: la escuela volcada sobre la vida social.
A diferencia del movimiento conocido como “escuela nueva”, los autores antes señalados no sólo se plantean hacer agradable y hasta flexible el curriculum, sino que promueven un enfoque educativo en el que estudiantes y docentes son actores en la búsqueda y selección de los temas y enfoques que serán procesados en el aula. Los temas no están organizados de una manera estandarizada y homogénea para cada grado y para todos los grupos que lo cursen, sino que las temáticas surgen de lo que está ocurriendo en la sociedad y que puede ser de interés del grupo de educandos y educador. Wallon se mantiene en la dimensión individual de la educación, mientras Freire, Freinet y el Análisis institucional se ocupan esencialmente de grupos concibiéndolos como algo muy diferente de un conjunto de individuos.
Escuela y transformación social
La teoría de la praxis –de la cual soy autor– retoma las experiencias pedagógicas propuestas por diferentes autores y, en síntesis, plantea lo siguiente respecto a los procesos educativos:
1. La escuela se hace aburrida y molesta para educandos y educadores en la medida en que mediante el curriculum los despersonaliza obligándolos a realizar una serie de tareas escolares cuya utilidad pocas veces entienden y está desvinculada de sus intereses vitales en la vida cotidiana. Con esto la escuela introduce a los educandos en lo que Marx llamó “el trabajo enajenado” propio de la sociedad capitalista.
2. Así como la vida social capitalista promueve el individualismo y el interés por acumular bienes y dinero, la escuela actual generalmente propicia que sus estudiantes se interesen por la calificación y el certificado sin importarles la solidez de su propia formación.
3. Los estudiantes deben aprender un cúmulo de nociones que no son de su interés personal.
4. La mayoría de los docentes, al tener dificultades para atraer el interés genuino de sus alumnos, tienden a exigirlo a través de medios extrínsecos: incentivos de calificación, amenazas abiertas o veladas, registros de asistencia y de otras conductas, etc. Lo que conlleva una mayor o menor dosis de autoritarismo que agrava el rechazo estudiantil.
5. Muchos de quienes se dedican a la docencia no cuentan con vocación y formación para ello, y ven a esta actividad como una opción de trabajo relativamente desvalorizada, ante la imposibilidad de realizarse en otras esferas profesionales.
6. La mayoría de los docentes se sienten mal remunerados y obligados a cumplir con la tarea rutinaria de enseñar una y otra vez los mismos temas que ellos han repasado por años, apresados por lo establecido en planes institucionales en cuyo diseño ellos no han participado y por supervisiones que les exigen cumplir con dosificaciones y metas establecidas, iguales para todos los educandos tomados individualmente.
7. Los temas establecidos y las rutinas escolares contrastan con la velocidad actual del acceso de las nuevas generaciones a múltiples fuentes de información alternativas, especialmente la televisión e internet.
8. Muchos docentes padecen del llamado “síndrome de Bornout” que se refiere al desgaste excesivo en ambientes de trabajo competitivos y despersonalizados que afecta la estabilidad emocional de las personas, sus familias, y, en este caso, sus alumnos.
9. El malestar de la sociedad se introduce a la escuela y genera estados neuróticos en alumnos y docentes, los cuales se canalizan a través de agresiones dirigidas hacia los eslabones más débiles que fungen como “chivos expiatorios” o drenaje de las neurosis colectivas. En las aulas los “chivos expiatorios” pueden ser los alumnos más inquietos, los atípicos en su manera de ser o los que tienen mayores dificultades de aprendizaje.
Ante esa problemática educativa, la teoría de la praxis considera necesario y posible convocar a un movimiento de transformación educativa y social con base en los siguientes planteamientos:
a) Los planes educativos, actualmente rígidos, deben modificarse para construir propuestas que si bien sirvan de marco de referencia y orientación para las actividades de docentes y estudiantes, sean abiertas y flexibles para propiciar la creatividad social a partir de las aulas.
b) Los planes educativos y los propios docentes deben dirigirse a la organización de los grupos y la coordinación intragrupal, de tal manera que no todos los alumnos realicen las mismas actividades, sino que exploren activamente diferentes posibilidades temáticas dentro de una temática general, con base en sus intereses personales y por equipos de trabajo.
c) De esa manera, las propuestas educativas para cada grado y/o área educativa podrían constituirse como menús y submenús de opciones temáticas y sugerencias de actividades de exploración y diseño de alternativas sociales. Los grupos podrían retroalimentar y enriquecer dichas propuestas educativas con base en sus ideas y experiencias previas, así como también considerando las que surjan durante el trabajo educativo.
d) Para elevar la calidad de la educación y su beneficio social es necesario revalorar el servicio que los docentes brindan desde preescolar hasta posgrado. El primer paso debe darlo el propio docente reivindicando su calidad profesional. Como todo profesionista tiene la responsabilidad de dar resultados: lograr una alta educación de sus alumnos que incluya conocimientos, capacidades, actitudes y valores. El reto de cada docente es convocar a sus alumnos, lograr apasionarlos por el conocimiento y el compromiso social más que por calificaciones. El docente debe dejar de ser un vigilante autoritario para transformarse en un líder organizador y promotor de nuevas posibilidades. Para ello el docente requiere ser autocrítico, comprometerse consigo mismo y –más allá del aspecto técnico de la enseñanza– fundar su trabajo en principios éticos correspondientes a esta importante profesión.
e) El trabajo escolar de estudiantes y docentes debe orientarse a incidir en la vida social contemporánea, generando ideas y propuestas, diseñando y realizando proyectos comunitarios, a partir de los intereses y motivaciones propias del grupo convocado flexiblemente por los docentes y las mismas propuestas de estudio.
f) Las evaluaciones en lugar de ser simplemente numéricas y a cargo del docente, podrían incluir análisis colectivos de los educandos y el educador sobre los resultados obtenidos en cada proyecto y actividad realizados por individuos y equipos de trabajo, generando conclusiones y recomendaciones.
g) Considerando la flexibilidad del curriculum, en lugar de aprobar determinadas materias, los estudiantes podrían acumular un número de créditos asignados a los proyectos que hayan realizado y pasar a una fase, ciclo o nivel posterior, al demostrar haber cubierto una determinada cantidad de dichos créditos de acuerdo a la ponderación acordada al diseñar las propuestas educativas con la participación de los involucrados.
h) De esa manera, las escuelas podrían convertirse en centros de acción comunitaria involucrando la formación también de padres de familia y otros sectores de la comunidad, con quienes docentes y estudiantes tendrían interacción a partir de sus proyectos de incidencia social.
i) Por comunidad no debe entenderse al conjunto de personas que conviven dentro de una unidad territorial o institucional, sino el grupo de personas que entran en relación por diversas afinidades y a través de diversos medios, aún cuando no tengan una cercanía espacial cotidiana. En ese sentido, los docentes y estudiantes de todos los niveles escolares podrían generar proyectos dirigidos a una colonia, a un sector poblacional, a personas por rama de actividad, a grupos sociales, a organizaciones, a instituciones diversas, a los poderes políticos municipales, estatales, nacionales y mundiales, e incluso a la humanidad toda. El internet ha abierto todas las posibilidades.
Con esa base, los proyectos educativos no sólo deben orientarse a dotar de conocimientos, capacidades, actitudes y valores a los individuos para incorporarlos a la sociedad, sino esencialmente a promover que cada docente y cada estudiante sienta como algo propio lo que ocurre en torno suyo y se involucre en la superación de problemáticas y el diseño de alternativas sociales.
Desde nuestro punto de vista, esta es la vía por la que puede superarse la crisis educativa que se padece en México y en todo el mundo. No es fácil remontar las concepciones y las prácticas pedagógicas y sociales prevalecientes, por eso la idea es convocar a quien nos escuche para desde su ubicación como planeador educativo, como directivo, como docente o como estudiante inicie y continue, en la medida de sus posibilidades y en conjunto con otras personas afines, este proceso de transformación educativa con miras a la creación paulatina de una nueva forma de vida social que irradie no sólo a un país, sino al conjunto de los seres humanos de este vapuleado planeta.
Si la mayoría de los maestros lograra apasionar a sus alumnos por el conocimiento, inquietarlos en la búsqueda de alternativas sociales y en la investigación sistemática, si promovieran la creación relevante y no la repetición, si infundieran la imaginación y la grandeza, en esa medida disminuiría la deserción, el aburrimiento, la apatía, el fracaso escolar. Se elevaría la autoestima personal y colectiva, así como la satisfacción por realizar proyectos. Más personas llegarían a tener altos niveles educativos y escolares, transformando la estructura y la dinámica económica, social y política de los diferentes países y de la humanidad en su conjunto.
Cada persona tendría sentido de comunidad sintiendo como propio el bienestar y los problemas sociales, tanto como defendería eficazmente sus derechos individuales y colectivos. No habría motivación ni facilidad para el abuso de unos por otros. La mayor calidad educativa llevaría a optimizar recursos y elevar la eficacia productiva. Con ello se incrementaría la riqueza material y su distribución sería equitativa, al grado que con pocas horas de trabajo sería suficiente para contar con más de los recursos necesarios para una vida digna y confortable. No habría lugar para la guerra, canalizando ese cúmulo de esfuerzos humanos hacia fines favorables a la vida humana. Así, incluso habría excedentes de productos que nadie requeriría, por lo cual cada vez disminuirían las jornadas laborales y habría más posibilidad de convivir, viajar y recrearse. Podrían desarrollarse las potencialidades artísticas y generar un crecimiento cultural y científico enorme.
El trabajo sería también interesante y esencialmente creativo confundiéndose con la diversión. Todas las tareas repetitivas que hoy realizan seres humanos con poca escolaridad, podrían ser cada vez realizadas por robots y otros dispositivos automáticos, sin menoscabo de la cultura ambiental generalizada que disminuiría la contaminación por basura, ruido, smog y desechos industriales. Colaborar en tareas hogareñas y comunitarias podría ser placentero y una forma de convivir y divertirse.
Todo esto es una utopía que hoy podemos comenzar a realizar. Basta de autolimitarnos. Seamos realistas, hagamos lo imposible.
Dic 15, 2006
por Marco Eduardo Murueta
La salud psicológica tiene como base el principio de la realidad, es decir, la sensación de que el mundo es independiente y por tanto que es algo que los demás perciben de manera similar. Sin embargo, la “realidad” no es exactamente la misma para dos o más personas diferentes. Cada quien acepta aquello que le rodea y a sí mismo con base en lo que ha aprendido a través de su vida. El “yo”, la percepción de si mismo, es producto de las experiencias y las relaciones sociales en que se desenvuelve una persona. Esto hace que cada quien considere como más o como menos valiosos los rasgos y características que posee, en contraste con los de otras personas que conoce.
Autoestima significa valoración de sí mismo, la cual puede ser alta o baja en diferentes casos y aspectos.
Uno de los problemas psicológicos más importantes en México y otros países similares es la gran cantidad de personas con baja autoestima. Esta situación les hace padecer inseguridad, nerviosismo, torpeza, preocupaciones exageradas, poca o nula iniciativa, envidia, celos, conflictos con los demás, hasta problemas de salud física derivados de los elementos anteriores.
Autoestima colectiva y autoestima personal
Uno de los elementos que influye más en la forma en como cada quien se percibe es la sensación de pertenencia a grupos, instituciones o clases sociales respecto a los cuales tiene un determinado sentimiento ya sea de admiración o desprecio. Quien se siente perteneciente a un grupo, institución o clase que valora mucho se siente orgulloso de sí mismo, mientras que se autodesprecia quien se siente parte de una colectividad devaluada. La pareja, la familia, el equipo, el centro de trabajo, la comunidad, el país y la humanidad son entidades colectivas cuya valoración o desvaloración afectará, para bien o para mal, a la autoestima de sus miembros.
Una persona que se aleja o se aísla durante períodos prolongados se desorienta respecto a sí mismo y la vida va perdiendo sentido, como una balsa que de noche en medio del mar no tiene estrellas o faros que le den significado a sus movimientos.
La sensación de amar y de ser amado, la integración afectiva, es algo básico para que cada quien se ame a sí mismo y tenga una elevada autoestima, para que le encuentre sentido a sus esfuerzos y gusto a la vida.
Sentimientos de autoestima
Los sentimientos que se presentan en las personas con una autoestima elevada son los siguientes.
- Sentirse útil |
- Sentirse importante |
- Sentirse inteligente |
- Sentirse bello |
- Sentirse fuerte |
- Sentirse sano |
- Sentirse admirado |
- Sentirse querido |
- Sentirse valiente |
- Sentirse audaz |
- Sentirse atractivo |
- Sentirse aceptado |
- Sentirse ingenioso |
- Sentirse creativo |
- Sentirse productivo |
- Sentirse cómodo |
- Sentirse tranquilo |
- Sentirse diferente |
- Sentirse exitoso |
- Sentirse perseverante |
- Sentise orgulloso |
- Sentirse hábil |
- Sentirse necesario |
- Sentirse sensual |
- Sentirse sabio |
- Sentirse afortunado |
- Sentirse poderoso |
- Sentirse dueño de sí mismo |
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Estos sentimientos pueden presentarse en algunas áreas de actividad y no en otras.
Cuanto mayores sean estos sentimientos y más áreas abarquen mayor será la autovaloración de la persona. Por el contrario, si no se presentan o se presentan con poca intensidad, la autoestima será menor.
Si deseas hacer un análisis de tu propia autoestima, con sinceridad coloca un numero del 0 al 3 según la intensidad y frecuencia con que cada sentimiento se presenta en tu vida: 0 es “nunca o nada”, 1 es “poco o a veces”, 2 es “regular o con cierta frecuencia”, y 3 es “mucho o casi siempre”.
En algunos casos la autoestima se vuelve fanática y la persona se adora a sí misma. Esta patología psicológica generalmente representa una sobrecompensación que en realidad encubre una baja autoestima. La persona se aferra a sentirse más que como antes de un cambio brusco en las relaciones afectivas que aparecían estables. Es una especie de venganza contra aquellos que repentinamente le devaluaron después de que supuestamente le valoraban mucho. También puede generase por el temor a perder la valoración a la que se está acostumbrado. Esto conlleva estrés y sufrimiento de dicha persona y de quienes le rodean derivando en dramáticas situaciones conforme la realidad externa se impone a la fantasía ególatra.
¿Cómo contribuir para elevar la autoestima en personas que se sienten disminuidas?
- Ayudarle a reconocer sus habilidades o capacidades.
- Recordar conjuntamente anécdotas de los mejores momentos de su vida personal.
- Orientarle para modificar algunas ideas equivocadas que devalúen las características propias.
- Promover la realización de deseos y proyectos inmediatos que generen la chispa motivacional hacia proyectos de más largo alcance.
- Comentar y conocer a fondo los pasajes más agradables o admirables de la historia de los colectivos en que participa (pareja, familia, escuela, centro de trabajo, organización, país, humanidad).
- Proponerle llevar a cabo acciones para la construcción paulatina de relaciones afectivas cada vez más intensas y gratificantes.
- Ayudarle a ensayar y practicar la asertividad para expresar sentimientos de aprobación y rechazo en forma serena y cordial.
- Promover y retroalimentar su aprendizaje de expresión corporal de seguridad (mirar a los ojos, hacer ademanes y gestos expresivos coherentes, pararse y caminar con seguridad, etc.).
- Incentivar su participación en proyectos de trascendencia social afines a su historia y situación personal.
- Motivarle a probar cada vez experiencias de mayor éxito de acuerdo a los valores personales.
HOY ES UN BUEN DIA PARA EMPEZAR.
Nov 13, 2016
MG. Dioner Francis Marín Puelles
Estando en un café, observé a una joven que trajo consigo un libro, y divisé que era del escritor Hermann Hesse, aunque no pude apreciar el título de la obra. De pronto reparé que de los jóvenes presentes en este café, solo ella se deleitaba con un libro. El resto, estando casi todos en alguna forma de grupo, estaba en plena interacción no con sus amistades, sino con su smart o celular, siendo la actividad más probable algún tipo de chat.
Pero claro, uno viene a un café para realizar lo que se le plazca, pero me puse a pensar en el por qué tan solo una joven, de un aproximado de 27 personas en este recinto, estaba leyendo, siendo esta tendencia similar, al menos en las ocasiones que he podido estar en este u otro café.
Estoy seguro que la motivación, sumada a una forma de reconocimiento a través del chat desmedido, tiene mucho que ver. Muchos jóvenes simplemente no leen porque no encuentran a través de esta acción, alguna recompensa o reconocimiento inmediato, coyuntura que si pasa cuando se entra al mundo del chat, que empodera y maquilla una imagen.
Pero, que podría tener aquella joven, para encontrar el placer en la lectura, a diferencia de los demás. Si, se puede decir que ya viene con ese hábito desde casa, o el colegio, pero qué más. Podría añadir que encuentra una forma de mayor comprensión del mundo y una forma de superación profesional. Aún así, sigo buscando explicaciones y pienso en los modelos; sí, en aquellos modelos representativos en nuestro país. Estoy seguro que esta chica ha podido rescatar modelos de índole académico en su vida: puede ser que alguno de sus padres haya sido lector o alguna compañera o profesora y yendo más allá, alguno de los escasos políticos que realmente sean académicos.
Pude inferir, que en el caso de los otros jóvenes, su psique haya succionado los otros tipos de modelos en nuestro país: jóvenes atractivos y vacíos en juegos de tv ridículos, políticos poderosos, pero no lectores; muchas personas que han llegado al éxito por caminos oscuros, lejos del verdadero placer de leer. Y entonces, para qué se van a esmerar con la lectura, si solo a través de la escultura del cuerpo en gimnasios, o mostrar ropas caras, apelar a la exagerada sensualidad para obtener favores materiales, o yendo a niveles como la estafa o delincuencia se puede obtener el éxito deseado. Para qué van a leer si ven a tanta persona famosa que no lo es por su hábito lector, sino por su manejo y marketing engañoso y superficial.
Y también pienso que de las muchas personas que vienen acá, pertenecen a una clase media o en otros casos, alta. Es decir, es probable que tengan alguna forma de acceso a educación institucional de prestigio, o también a poder ser autodidáctas; pero no lo aprovechan. Caso distinto de muchos niños y adolescentes que están sumidos en la pobreza, y en la cual es difícil que prioricen lo académico, siendo su preocupación del día, tener algo que comer, y trabajar para ayudar con algo a la incipiente economía de su familia.
Los modelos superficiales venden más, porque ganan más dinero y de forma más fácil, irradiando un mundo de gran dependencia de la vida cool. Pero, la vida no puede reducirse tan solo a lo económico.
Estoy seguro que aquella joven lectora, tendrá posibilidades reales de ser independiente, no solo en lo económico, ya sea con lo poco o mucho que pueda ganar, sino también, en el ejercicio libre de sus acciones como mujer y persona, empoderándola frente a la vida del abuso y la desigualdad.
Jun 20, 2006
Rafael Mejía
Es difícil ignorar que los índices delictivos en México y el mundo presentan cifras ascendentes, que la depresión va ganando terreno en personas de todas las edades y que distintos tipos de adicción se vuelven más comunes en nuestro espacio vital. Las ciudades parecen más peligrosas y asfixiantes que nunca, despertando en muchos de sus habitantes un sentimiento trágico que por momentos parece incontrolable.
A decir de Marco Eduardo Murueta Reyes, presidente de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi), “el vacío existencial es la sensación de falta de sentido de la vida, de tedio, de no saber para qué se vive, y que lleva al aislamiento y enrarecimiento de la relación con la familia y la sociedad”. Un concepto similar fue creado por el filósofo alemán Martin Heidegger (1889–1976), quien habló del “anonadamiento” para describir que una persona ‘siente la nada’ y percibe la “inhospitabilidad del mundo”.
El vacío de la existencia, asegura el especialista en psicología y filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se relaciona con crisis emocionales desencadenadas por sufrir frustraciones de manera continua, incapacidad para concretar propósitos individuales y realización de actividades rutinarias que dejan poco espacio a la creatividad, pero se debe sobre todo a la falta de afecto y de relaciones sociales enriquecedoras.
Asimismo, llama la atención sobre el hecho de que el paciente con este problema experimenta habitualmente estados de angustia, es decir, “momentos de alteración, tensión o ansiedad sin que haya algo que los provoque; la persona siente que le preocupa todo, pero a la vez nada en específico. Ha perdido la motivación y el interés por lo que ocurre y ello hace que crea que vivir es lo peor que le puede pasar; es de suponer que cuando dicha situación se prolonga y es muy intensa, llega a desencadenar el suicidio”.
Problema individual, problema común
Aunque tradicionalmente se ha establecido que la sensación de vacío se presenta más a menudo durante la senectud, el también catedrático de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, perteneciente a la UNAM, indica que este problema se puede observar casi a cualquier edad, sobre todo a partir de la adolescencia, que es cuando el ser humano comienza a preguntarse cuál es el sentido de la existencia.
Más aun, el Dr. Murueta Reyes comenta que “es notable que en fechas recientes se ha elevado la sensación de agobio en personas con 25 años o menos y que las tasas de problemas psicológicos y suicidio en este sector poblacional se han incrementando en todos los países, al parecer porque la globalización genera la sensación de encontrarse ante una maquinaria social de la cual ni siquiera se siente parte y que ha sido impuesta. A diferencia de sus similares de los años 1950 a 1970, que eran emocionalmente más fuertes y creían que podían cambiar al mundo, los jóvenes de 1980 a la fecha dan la impresión de experimentar una sensación de depresión generalizada y de impotencia que se acentúa poco a poco”.
Existen varias razones que explican la agudización del desencanto hacia la vida, siendo sobresaliente “el fenómeno de despersonalización que genera la sociedad industrial. La técnica ha arrollado a las manifestaciones culturales, que son referentes importantes de identidad y pertenencia a un grupo, en tanto que las calles, los centros de trabajo y medios de transporte como el metro ofrecen un ambiente en el que las personas viven rodeadas de gente, aparentemente acompañadas, pero solitarias en lo emocional”.
En opinión del especialista, este fenómeno fue observado desde sus orígenes (siglo XIX) por el filósofo danés Sören Kirkegaard y ha sido descrito por numerosos escritores, como el ruso León Tolstoi, el francés Jean Paul Sartre, el colombiano Gabriel García Márquez o el mexicano Octavio Paz. Empero, la pérdida de esperanza se ha acelerado en las ultimas décadas por hechos como la caída del bloque socialista, que para muchos representaba una alternativa de cambio que ha desaparecido.
Otro tanto hay que decir de las relaciones familiares, en las que es común observar abandono afectivo y falta de comunicación. Describe el psicólogo que aunque en los hogares exista la presencia física de uno o ambos padres, éstos se encuentren emocionalmente ausentes “como sucede en la película El muro (The wall), de Pink Floyd, donde el personaje requiere a su madre y ella parece no responder”, o bien, las necesidades orillan a los tutores a pasar mucho tiempo fuera de casa y “a vivir ensimismados tratando de solventar su problemática económica, mientras los niños se encuentran en otra realidad, como ejemplifica la cinta Vidas perdidas (Kids)”.
Todo este panorama ha favorecido el distanciamiento de las relaciones humanas y afectivas, a la vez que ha generado incredulidad respecto a la idea de que las personas pueden actuar de manera honesta o auténtica. “La pérdida de confianza en los demás por sufrir abandono, decepciones, traiciones y actos de violencia —sostiene el psicólogo— se convierte en una pérdida de identidad y de confianza en sí mismo, pues un individuo sin relaciones satisfactorias con sus semejantes no tiene referentes claros con los cuales comprenderse, produciendo de esta forma una sensación de vacío”.
Consecuencias notables
En medio de avenidas y del ir y venir de automóviles resulta difícil establecer cuándo una persona experimenta falta de interés por la vida, sobre todo porque así es imposible conocer los sentimientos de la gente y el estado de sus relaciones afectivas y familiares. Sin embargo, basta con analizar un poco las escenas que se presentan a diario para entender que la sensación de agobio es mucho más notable y común de lo que parece a simple vista.
En primer lugar, describe el Dr. Marco Eduardo Murueta, es evidente que una de las principales consecuencias directas de este problema es la depresión, pero se debe considerar que “las personas con este padecimiento tienden a ser bipolares o maniacodepresivos, es decir, que luego de pasar por un período de crisis entran en una fase eufórica o maniaca en la que intentarán experimentar sensaciones que les hagan olvidar el vacío existencial, por lo menos durante un momento”.
Así, la historia personal de cada persona determinará la manera en que se trata de superar o evadir la angustia. “Por ejemplo, un joven que siente vacío existencial de manera significativa puede aceptar la invitación que le hacen para consumir enervantes, convirtiéndose en un drogadicto. Pero así como ocurre esto podemos hablar de una mujer con cierta capacidad económica que adquiere satisfactores materiales para sentirse mejor y que se transforma en una compradora compulsiva, o bien, de aquellas personas que integran pandillas para cometer asaltos o una violación, de modo que su patología puede ser la violencia social”.
Sobre este último punto el Dr. Murueta explica que “los secuestradores y asesinos pasan necesariamente por una serie de crisis emocionales, y entre más violentos sean sus actos demuestran que son más insensibles hacia los demás y hacia ellos mismos. Basta con recordar el caso del secuestrador Daniel Arizmendi: cuando lo capturaron y le preguntaron qué castigo le daría a quien haga lo mismo que él, contestó con la mayor frialdad que merecería la pena de muerte. Era consciente, pero no le importaba nada, ni él mismo; a través del crimen trataba de llenar su vacío existencial y sentir que pasaba algo en su vida, como lo hace mucha gente a través del dinero, agresividad, exceso de trabajo y consumo de estimulantes”.
Otra forma de enfrentar el malestar interior, comenta el especialista, se presenta cuando la persona afectada literalmente se bloquea. Dicho problema se llama ansiedad disminuida, y en ella el paciente deja de sentir; “no experimenta la angustia ni la vida, y aunque cae en alguna crisis cuenta con una especie de mecanismo mental que le permite evadirlo un rato, Por lo general son aquellos individuos que se muestran siempre indiferentes y apáticos”.
Una manifestación más consiste en mantener relaciones sexuales ocasionales. Al principio, entrar en contacto íntimo con distintas parejas puede despertar muchas emociones en la persona, dar la impresión de que algo ocurre y de que se recupera la vitalidad, pero conforme pasa el tiempo y se mantiene la misma situación es casi inevitable que se manifieste la depresión con mayor severidad, pues el paciente comienza a comprender que “no es importante para nadie y nadie es importante para él”, dando origen a un fuerte sentimiento de soledad.
Así, queda claro que el desencanto por la vida está presente en muchas personas, aunque no lo manifiesten directamente, pero a pesar de ello muchas campañas publicitarias tratan de aprovechar su existencia. “La sociedad de consumo se vale de este problema comercialmente, y si la gente siente vacío tratará de llenarlo, o al menos intentará dar la impresión de hacerlo. De ahí la moda o slogans como el que dice: ‘un psicólogo nunca entenderá el valor de un vestido nuevo’; la verdad es que sí lo entendemos, pero sabemos que la felicidad que genera sólo dura dos o tres días”.
John Lennon tenía razón
A decir del Dr. Murueta Reyes, la persona que experimenta vacío existencial puede recurrir a la psicoterapia para comprender el origen de su angustia, expresar sus problemas emocionales y aprender nuevas estrategias para relacionarse satisfactoriamente con sus seres cercanos y familiares, de modo que logre cambiar la percepción que tiene de sí mismo y de los demás, comprendiendo que no todo es color negro y que siempre hay gente honesta, leal y de buenas intenciones.
Asimismo, refiere que en la agrupación que preside, la Amapsi, “hemos generando algunas alternativas en las que se da atención a las necesidades de las personas, por lo que si comprendemos que el vacío existencial se origina por los problemas emocionales que hemos descrito, sabemos que lo que el paciente necesita es aprender a producir afecto”. Al menos sobre este punto, los Beatles estaban en lo cierto cuando decían que “todo lo que necesitas es amor”.
El psicólogo comenta que su grupo de trabajo ha desarrollado una propuesta llamada “tecnología del amor”, que consta de nueve factores que ayudan a que las personas tomen el poder de su vida, establezcan relaciones sólidas y sean capaces de generar cambios reales. En resumen, dichos puntos son:
- Conocer y saber expresar los aspectos que agradan de sí mismo y de otras personas.
- Compartir momentos de esparcimiento con familiares y personas cercanas mediante actividades como el juego, fiestas o asistir al cine, teatro u otros espectáculos recreativos.
- Generar experiencias agradables y únicas con las personas cercanas; ello se logra dando mayor atención a los detalles, sorpresas, regalos, fantasías y buen humor.
- Mejorar el contacto físico para profundizar las relaciones de amistad y de amor. Este aspecto incluye la manera en que se saluda de mano a los semejantes y los abrazos, besos y palmadas en el hombro que se intercambian con amigos y familiares, sin olvidar la importancia de las relaciones sexuales con la pareja.
- Cooperar voluntariamente en la realización de actividades con un fin común, contemplando para ello desde mover un mueble entre dos o más personas hasta organizar juegos o trabajos en equipo.
- Compartir una actividad creativa con los seres cercanos; por ejemplo, el decorado de la casa, escribir un poema, planear unas vacaciones o la creación de una pequeña empresa.
- Disfrutar del éxito obtenido a través del trabajo en grupo, dando su justa dimensión a la realización de metas importantes mediante el esfuerzo combinado con otras personas.
- Conversar sobre las vivencias cotidianas, anécdotas o recuerdos, así como aprender a escuchar con atención los relatos sobre lo que le ha ocurrido a otros.
- Dar lugar a la sana competencia, entendida como el deseo constructivo de tratar de ser un poco mejor cada día.
“Lo que buscamos con esto —sugiere el especialista— es ayudar a generar chispas motivacionales, es decir, que los pacientes logren crear proyectos de vida interesantes por cuenta propia y que los compartan con sus semejantes. No debemos olvidar que muchas veces la gente con vacío emocional prefieren dejar de reír y no enterarse de lo que pasa en su comunidad para evitar ser víctimas de chismes o que los asalten, y se aíslan en una burbuja cuando lo que deben hacer es reforzar sus relaciones humanas”.
A pesar de los buenos resultados obtenidos, el Dr. Marco Eduardo Murueta opina que un cambio duradero necesita de la realización de otras medidas que involucren a la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, habla de crear una nueva cultura laboral en la que se contemple al trabajador como un ser humano con emociones que necesita convivir más con su familia, sin olvidar el valor que tendría ayudar a que las personas aprendan a establecer relaciones enriquecedoras y respetuosas, así como a hacer uso inteligente de sus emociones.
Por último, el filósofo y psicólogo concluye que sería de gran utilidad para toda la sociedad crear “alternativas viables y edificantes que alcancen también a la esfera política, en donde los debates se reducen a buscar ‘quién es el peor’. Pienso que en vez de esto es posible empezar a generar propuestas como la creación de ‘escuelas para padres’, en donde se enseñe a los progenitores cómo enfrentar sus problemas, así como de nuevos modelos educativos que hagan que los chicos sean más participativos en su comunidad, o gracias a los cuales aprendamos a ser mejor pareja y a trabajar en equipo en nuestros trabajos. Sí hay posibilidad de lograr un cambio, y aunque no es fácil, al menos podemos intentarlo”.