Una pequeña excepción

Una pequeña excepción

MG. Dioner Francis Marín Puelles

Estan­do en un café, obser­vé a una joven que tra­jo con­si­go un libro, y divi­sé que era del escri­tor Her­mann Hes­se, aun­que no pude apre­ciar el títu­lo de la obra. De pron­to repa­ré que de los jóve­nes pre­sen­tes en este café, solo ella se delei­ta­ba con un libro. El res­to, estan­do casi todos en algu­na for­ma de gru­po, esta­ba en ple­na inter­ac­ción no con sus amis­ta­des, sino con su smart o celu­lar, sien­do la acti­vi­dad más pro­ba­ble algún tipo de chat.

Pero cla­ro, uno vie­ne a un café para rea­li­zar lo que se le plaz­ca, pero me puse a pen­sar en el por qué tan solo una joven, de un apro­xi­ma­do de 27 per­so­nas en este recin­to, esta­ba leyen­do, sien­do esta ten­den­cia simi­lar, al menos en las oca­sio­nes que he podi­do estar en este u otro café.

Estoy segu­ro que la moti­va­ción, suma­da a una for­ma de reco­no­ci­mien­to a tra­vés del chat des­me­di­do, tie­ne mucho que ver. Muchos jóve­nes sim­ple­men­te no leen por­que no encuen­tran a tra­vés de esta acción, algu­na recom­pen­sa o reco­no­ci­mien­to inme­dia­to, coyun­tu­ra que si pasa cuan­do se entra al mun­do del chat, que empo­de­ra y maqui­lla una ima­gen.

Pero, que podría tener aque­lla joven, para encon­trar el pla­cer en la lec­tu­ra, a dife­ren­cia de los demás. Si, se pue­de decir que ya vie­ne con ese hábi­to des­de casa, o el cole­gio, pero qué más. Podría aña­dir que encuen­tra una for­ma de mayor com­pren­sión del mun­do y una for­ma de supera­ción pro­fe­sio­nal. Aún así, sigo bus­can­do expli­ca­cio­nes y pien­so en los mode­los; sí, en aque­llos mode­los repre­sen­ta­ti­vos en nues­tro país. Estoy segu­ro que esta chi­ca ha podi­do res­ca­tar mode­los de índo­le aca­dé­mi­co en su vida: pue­de ser que alguno de sus padres haya sido lec­tor o algu­na com­pa­ñe­ra o pro­fe­so­ra y yen­do más allá, alguno de los esca­sos polí­ti­cos que real­men­te sean aca­dé­mi­cos.

Pude infe­rir, que en el caso de los otros jóve­nes, su psi­que haya suc­cio­na­do los otros tipos de mode­los en nues­tro país: jóve­nes atrac­ti­vos y vacíos en jue­gos de tv ridícu­los, polí­ti­cos pode­ro­sos, pero no lec­to­res; muchas per­so­nas que han lle­ga­do al éxi­to por cami­nos oscu­ros, lejos del ver­da­de­ro pla­cer de leer. Y enton­ces, para qué se van a esme­rar con la lec­tu­ra, si solo a tra­vés de la escul­tu­ra del cuer­po en gim­na­sios, o mos­trar ropas caras, ape­lar a la exa­ge­ra­da sen­sua­li­dad para obte­ner favo­res mate­ria­les, o yen­do a nive­les como la esta­fa o delin­cuen­cia se pue­de obte­ner el éxi­to desea­do. Para qué van a leer si ven a tan­ta per­so­na famo­sa que no lo es por su hábi­to lec­tor, sino por su mane­jo y mar­ke­ting enga­ño­so y super­fi­cial.

Y tam­bién pien­so que de las muchas per­so­nas que vie­nen acá, per­te­ne­cen a una cla­se media o en otros casos, alta. Es decir, es pro­ba­ble que ten­gan algu­na for­ma de acce­so a edu­ca­ción ins­ti­tu­cio­nal de pres­ti­gio, o tam­bién a poder ser auto­di­dác­tas; pero no lo apro­ve­chan. Caso dis­tin­to de muchos niños y ado­les­cen­tes que están sumi­dos en la pobre­za, y en la cual es difí­cil que prio­ri­cen lo aca­dé­mi­co, sien­do su preo­cu­pa­ción del día, tener algo que comer, y tra­ba­jar para ayu­dar con algo a la inci­pien­te eco­no­mía de su fami­lia.

Los mode­los super­fi­cia­les ven­den más, por­que ganan más dine­ro y de for­ma más fácil, irra­dian­do un mun­do de gran depen­den­cia de la vida cool. Pero, la vida no pue­de redu­cir­se tan solo a lo eco­nó­mi­co. 

Estoy segu­ro que aque­lla joven lec­to­ra, ten­drá posi­bi­li­da­des reales de ser inde­pen­dien­te, no solo en lo eco­nó­mi­co, ya sea con lo poco o mucho que pue­da ganar, sino tam­bién, en el ejer­ci­cio libre de sus accio­nes como mujer y per­so­na, empo­de­rán­do­la fren­te a la vida del abu­so y la des­igual­dad.

Vacío existencial, un mal contemporáneo

Vacío existencial, un mal contemporáneo

Rafael Mejía

Es difí­cil igno­rar que los índi­ces delic­ti­vos en Méxi­co y el mun­do pre­sen­tan cifras ascen­den­tes, que la depre­sión va ganan­do terreno en per­so­nas de todas las eda­des y que dis­tin­tos tipos de adic­ción se vuel­ven más comu­nes en nues­tro espa­cio vital. Las ciu­da­des pare­cen más peli­gro­sas y asfi­xian­tes que nun­ca, des­per­tan­do en muchos de sus habi­tan­tes un sen­ti­mien­to trá­gi­co que por momen­tos pare­ce incon­tro­la­ble.

A decir de Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes, pre­si­den­te de la Aso­cia­ción Mexi­ca­na de Alter­na­ti­vas en Psi­co­lo­gía (Amap­si), “el vacío exis­ten­cial es la sen­sa­ción de fal­ta de sen­ti­do de la vida, de tedio, de no saber para qué se vive, y que lle­va al ais­la­mien­to y enra­re­ci­mien­to de la rela­ción con la fami­lia y la socie­dad”. Un con­cep­to simi­lar fue crea­do por el filó­so­fo ale­mán Mar­tin Hei­deg­ger (1889–1976), quien habló del “ano­na­da­mien­to” para des­cri­bir que una per­so­na ‘sien­te la nada’ y per­ci­be la “inhos­pi­ta­bi­li­dad del mun­do”.

El vacío de la exis­ten­cia, ase­gu­ra el espe­cia­lis­ta en psi­co­lo­gía y filo­so­fía por la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co (UNAM), se rela­cio­na con cri­sis emo­cio­na­les des­en­ca­de­na­das por sufrir frus­tra­cio­nes de mane­ra con­ti­nua, inca­pa­ci­dad para con­cre­tar pro­pó­si­tos indi­vi­dua­les y rea­li­za­ción de acti­vi­da­des ruti­na­rias que dejan poco espa­cio a la crea­ti­vi­dad, pero se debe sobre todo a la fal­ta de afec­to y de rela­cio­nes socia­les enri­que­ce­do­ras.

Asi­mis­mo, lla­ma la aten­ción sobre el hecho de que el pacien­te con este pro­ble­ma expe­ri­men­ta habi­tual­men­te esta­dos de angus­tia, es decir, “momen­tos de alte­ra­ción, ten­sión o ansie­dad sin que haya algo que los pro­vo­que; la per­so­na sien­te que le preo­cu­pa todo, pero a la vez nada en espe­cí­fi­co. Ha per­di­do la moti­va­ción y el inte­rés por lo que ocu­rre y ello hace que crea que vivir es lo peor que le pue­de pasar; es de supo­ner que cuan­do dicha situa­ción se pro­lon­ga y es muy inten­sa, lle­ga a des­en­ca­de­nar el sui­ci­dio”.

Problema individual, problema común

Aun­que tra­di­cio­nal­men­te se ha esta­ble­ci­do que la sen­sa­ción de vacío se pre­sen­ta más a menu­do duran­te la senec­tud, el tam­bién cate­drá­ti­co de la Facul­tad de Estu­dios Supe­rio­res de Izta­ca­la, per­te­ne­cien­te a la UNAM, indi­ca que este pro­ble­ma se pue­de obser­var casi a cual­quier edad, sobre todo a par­tir de la ado­les­cen­cia, que es cuan­do el ser humano comien­za a pre­gun­tar­se cuál es el sen­ti­do de la exis­ten­cia.

Más aun, el Dr. Murue­ta Reyes comen­ta que “es nota­ble que en fechas recien­tes se ha ele­va­do la sen­sa­ción de ago­bio en per­so­nas con 25 años o menos y que las tasas de pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos y sui­ci­dio en este sec­tor pobla­cio­nal se han incre­men­tan­do en todos los paí­ses, al pare­cer por­que la glo­ba­li­za­ción gene­ra la sen­sa­ción de encon­trar­se ante una maqui­na­ria social de la cual ni siquie­ra se sien­te par­te y que ha sido impues­ta. A dife­ren­cia de sus simi­la­res de los años 1950 a 1970, que eran emo­cio­nal­men­te más fuer­tes y creían que podían cam­biar al mun­do, los jóve­nes de 1980 a la fecha dan la impre­sión de expe­ri­men­tar una sen­sa­ción de depre­sión gene­ra­li­za­da y de impo­ten­cia que se acen­túa poco a poco”.

Exis­ten varias razo­nes que expli­can la agu­di­za­ción del des­en­can­to hacia la vida, sien­do sobre­sa­lien­te “el fenó­meno de des­per­so­na­li­za­ción que gene­ra la socie­dad indus­trial. La téc­ni­ca ha arro­lla­do a las mani­fes­ta­cio­nes cul­tu­ra­les, que son refe­ren­tes impor­tan­tes de iden­ti­dad y per­te­nen­cia a un gru­po, en tan­to que las calles, los cen­tros de tra­ba­jo y medios de trans­por­te como el metro ofre­cen un ambien­te en el que las per­so­nas viven rodea­das de gen­te, apa­ren­te­men­te acom­pa­ña­das, pero soli­ta­rias en lo emo­cio­nal”.

En opi­nión del espe­cia­lis­ta, este fenó­meno fue obser­va­do des­de sus orí­ge­nes (siglo XIX) por el filó­so­fo danés Sören Kir­ke­gaard y ha sido des­cri­to por nume­ro­sos escri­to­res, como el ruso León Tols­toi, el fran­cés Jean Paul Sar­tre, el colom­biano Gabriel Gar­cía Már­quez o el mexi­cano Octa­vio Paz. Empe­ro, la pér­di­da de espe­ran­za se ha ace­le­ra­do en las ulti­mas déca­das por hechos como la caí­da del blo­que socia­lis­ta, que para muchos repre­sen­ta­ba una alter­na­ti­va de cam­bio que ha des­apa­re­ci­do.

Otro tan­to hay que decir de las rela­cio­nes fami­lia­res, en las que es común obser­var aban­dono afec­ti­vo y fal­ta de comu­ni­ca­ción. Des­cri­be el psi­có­lo­go que aun­que en los hoga­res exis­ta la pre­sen­cia físi­ca de uno o ambos padres, éstos se encuen­tren emo­cio­nal­men­te ausen­tes “como suce­de en la pelí­cu­la El muro (The wall), de Pink Floyd, don­de el per­so­na­je requie­re a su madre y ella pare­ce no res­pon­der”, o bien, las nece­si­da­des ori­llan a los tuto­res a pasar mucho tiem­po fue­ra de casa y “a vivir ensi­mis­ma­dos tra­tan­do de sol­ven­tar su pro­ble­má­ti­ca eco­nó­mi­ca, mien­tras los niños se encuen­tran en otra reali­dad, como ejem­pli­fi­ca la cin­ta Vidas per­di­das (Kids)”.

Todo este pano­ra­ma ha favo­re­ci­do el dis­tan­cia­mien­to de las rela­cio­nes huma­nas y afec­ti­vas, a la vez que ha gene­ra­do incre­du­li­dad res­pec­to a la idea de que las per­so­nas pue­den actuar de mane­ra hones­ta o autén­ti­ca. “La pér­di­da de con­fian­za en los demás por sufrir aban­dono, decep­cio­nes, trai­cio­nes y actos de vio­len­cia —sos­tie­ne el psi­có­lo­go— se con­vier­te en una pér­di­da de iden­ti­dad y de con­fian­za en sí mis­mo, pues un indi­vi­duo sin rela­cio­nes satis­fac­to­rias con sus seme­jan­tes no tie­ne refe­ren­tes cla­ros con los cua­les com­pren­der­se, pro­du­cien­do de esta for­ma una sen­sa­ción de vacío”.

Consecuencias notables

En medio de ave­ni­das y del ir y venir de auto­mó­vi­les resul­ta difí­cil esta­ble­cer cuán­do una per­so­na expe­ri­men­ta fal­ta de inte­rés por la vida, sobre todo por­que así es impo­si­ble cono­cer los sen­ti­mien­tos de la gen­te y el esta­do de sus rela­cio­nes afec­ti­vas y fami­lia­res. Sin embar­go, bas­ta con ana­li­zar un poco las esce­nas que se pre­sen­tan a dia­rio para enten­der que la sen­sa­ción de ago­bio es mucho más nota­ble y común de lo que pare­ce a sim­ple vis­ta.

En pri­mer lugar, des­cri­be el Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta, es evi­den­te que una de las prin­ci­pa­les con­se­cuen­cias direc­tas de este pro­ble­ma es la depre­sión, pero se debe con­si­de­rar que “las per­so­nas con este pade­ci­mien­to tien­den a ser bipo­la­res o mania­co­de­pre­si­vos, es decir, que lue­go de pasar por un perío­do de cri­sis entran en una fase eufó­ri­ca o mania­ca en la que inten­ta­rán expe­ri­men­tar sen­sa­cio­nes que les hagan olvi­dar el vacío exis­ten­cial, por lo menos duran­te un momen­to”.

Así, la his­to­ria per­so­nal de cada per­so­na deter­mi­na­rá la mane­ra en que se tra­ta de supe­rar o eva­dir la angus­tia. “Por ejem­plo, un joven que sien­te vacío exis­ten­cial de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va pue­de acep­tar la invi­ta­ción que le hacen para con­su­mir ener­van­tes, con­vir­tién­do­se en un dro­ga­dic­to. Pero así como ocu­rre esto pode­mos hablar de una mujer con cier­ta capa­ci­dad eco­nó­mi­ca que adquie­re satis­fac­to­res mate­ria­les para sen­tir­se mejor y que se trans­for­ma en una com­pra­do­ra com­pul­si­va, o bien, de aque­llas per­so­nas que inte­gran pan­di­llas para come­ter asal­tos o una vio­la­ción, de modo que su pato­lo­gía pue­de ser la vio­len­cia social”.

Sobre este últi­mo pun­to el Dr. Murue­ta expli­ca que “los secues­tra­do­res y ase­si­nos pasan nece­sa­ria­men­te por una serie de cri­sis emo­cio­na­les, y entre más vio­len­tos sean sus actos demues­tran que son más insen­si­bles hacia los demás y hacia ellos mis­mos. Bas­ta con recor­dar el caso del secues­tra­dor Daniel Ariz­men­di: cuan­do lo cap­tu­ra­ron y le pre­gun­ta­ron qué cas­ti­go le daría a quien haga lo mis­mo que él, con­tes­tó con la mayor frial­dad que mere­ce­ría la pena de muer­te. Era cons­cien­te, pero no le impor­ta­ba nada, ni él mis­mo; a tra­vés del cri­men tra­ta­ba de lle­nar su vacío exis­ten­cial y sen­tir que pasa­ba algo en su vida, como lo hace mucha gen­te a tra­vés del dine­ro, agre­si­vi­dad, exce­so de tra­ba­jo y con­su­mo de esti­mu­lan­tes”.

Otra for­ma de enfren­tar el males­tar inte­rior, comen­ta el espe­cia­lis­ta, se pre­sen­ta cuan­do la per­so­na afec­ta­da lite­ral­men­te se blo­quea. Dicho pro­ble­ma se lla­ma ansie­dad dis­mi­nui­da, y en ella el pacien­te deja de sen­tir; “no expe­ri­men­ta la angus­tia ni la vida, y aun­que cae en algu­na cri­sis cuen­ta con una espe­cie de meca­nis­mo men­tal que le per­mi­te eva­dir­lo un rato, Por lo gene­ral son aque­llos indi­vi­duos que se mues­tran siem­pre indi­fe­ren­tes y apá­ti­cos”.

Una mani­fes­ta­ción más con­sis­te en man­te­ner rela­cio­nes sexua­les oca­sio­na­les. Al prin­ci­pio, entrar en con­tac­to ínti­mo con dis­tin­tas pare­jas pue­de des­per­tar muchas emo­cio­nes en la per­so­na, dar la impre­sión de que algo ocu­rre y de que se recu­pe­ra la vita­li­dad, pero con­for­me pasa el tiem­po y se man­tie­ne la mis­ma situa­ción es casi inevi­ta­ble que se mani­fies­te la depre­sión con mayor seve­ri­dad, pues el pacien­te comien­za a com­pren­der que “no es impor­tan­te para nadie y nadie es impor­tan­te para él”, dan­do ori­gen a un fuer­te sen­ti­mien­to de sole­dad.

Así, que­da cla­ro que el des­en­can­to por la vida está pre­sen­te en muchas per­so­nas, aun­que no lo mani­fies­ten direc­ta­men­te, pero a pesar de ello muchas cam­pa­ñas publi­ci­ta­rias tra­tan de apro­ve­char su exis­ten­cia. “La socie­dad de con­su­mo se vale de este pro­ble­ma comer­cial­men­te, y si la gen­te sien­te vacío tra­ta­rá de lle­nar­lo, o al menos inten­ta­rá dar la impre­sión de hacer­lo. De ahí la moda o slo­gans como el que dice: ‘un psi­có­lo­go nun­ca enten­de­rá el valor de un ves­ti­do nue­vo’; la ver­dad es que sí lo enten­de­mos, pero sabe­mos que la feli­ci­dad que gene­ra sólo dura dos o tres días”.

John Lennon tenía razón

A decir del Dr. Murue­ta Reyes, la per­so­na que expe­ri­men­ta vacío exis­ten­cial pue­de recu­rrir a la psi­co­te­ra­pia para com­pren­der el ori­gen de su angus­tia, expre­sar sus pro­ble­mas emo­cio­na­les y apren­der nue­vas estra­te­gias para rela­cio­nar­se satis­fac­to­ria­men­te con sus seres cer­ca­nos y fami­lia­res, de modo que logre cam­biar la per­cep­ción que tie­ne de sí mis­mo y de los demás, com­pren­dien­do que no todo es color negro y que siem­pre hay gen­te hones­ta, leal y de bue­nas inten­cio­nes.

Asi­mis­mo, refie­re que en la agru­pa­ción que pre­si­de, la Amap­si, “hemos gene­ran­do algu­nas alter­na­ti­vas en las que se da aten­ción a las nece­si­da­des de las per­so­nas, por lo que si com­pren­de­mos que el vacío exis­ten­cial se ori­gi­na por los pro­ble­mas emo­cio­na­les que hemos des­cri­to, sabe­mos que lo que el pacien­te nece­si­ta es apren­der a pro­du­cir afec­to”. Al menos sobre este pun­to, los Beatles esta­ban en lo cier­to cuan­do decían que “todo lo que nece­si­tas es amor”.

El psi­có­lo­go comen­ta que su gru­po de tra­ba­jo ha desa­rro­lla­do una pro­pues­ta lla­ma­da “tec­no­lo­gía del amor”, que cons­ta de nue­ve fac­to­res que ayu­dan a que las per­so­nas tomen el poder de su vida, esta­blez­can rela­cio­nes sóli­das y sean capa­ces de gene­rar cam­bios reales. En resu­men, dichos pun­tos son:

  • Cono­cer y saber expre­sar los aspec­tos que agra­dan de sí mis­mo y de otras per­so­nas.
  • Com­par­tir momen­tos de espar­ci­mien­to con fami­lia­res y per­so­nas cer­ca­nas median­te acti­vi­da­des como el jue­go, fies­tas o asis­tir al cine, tea­tro u otros espec­tácu­los recrea­ti­vos.
  • Gene­rar expe­rien­cias agra­da­bles y úni­cas con las per­so­nas cer­ca­nas; ello se logra dan­do mayor aten­ción a los deta­lles, sor­pre­sas, rega­los, fan­ta­sías y buen humor.
  • Mejo­rar el con­tac­to físi­co para pro­fun­di­zar las rela­cio­nes de amis­tad y de amor. Este aspec­to inclu­ye la mane­ra en que se salu­da de mano a los seme­jan­tes y los abra­zos, besos y pal­ma­das en el hom­bro que se inter­cam­bian con ami­gos y fami­lia­res, sin olvi­dar la impor­tan­cia de las rela­cio­nes sexua­les con la pare­ja.
  • Coope­rar volun­ta­ria­men­te en la rea­li­za­ción de acti­vi­da­des con un fin común, con­tem­plan­do para ello des­de mover un mue­ble entre dos o más per­so­nas has­ta orga­ni­zar jue­gos o tra­ba­jos en equi­po.
  • Com­par­tir una acti­vi­dad crea­ti­va con los seres cer­ca­nos; por ejem­plo, el deco­ra­do de la casa, escri­bir un poe­ma, pla­near unas vaca­cio­nes o la crea­ción de una peque­ña empre­sa.
  • Dis­fru­tar del éxi­to obte­ni­do a tra­vés del tra­ba­jo en gru­po, dan­do su jus­ta dimen­sión a la rea­li­za­ción de metas impor­tan­tes median­te el esfuer­zo com­bi­na­do con otras per­so­nas.
  • Con­ver­sar sobre las viven­cias coti­dia­nas, anéc­do­tas o recuer­dos, así como apren­der a escu­char con aten­ción los rela­tos sobre lo que le ha ocu­rri­do a otros.
  • Dar lugar a la sana com­pe­ten­cia, enten­di­da como el deseo cons­truc­ti­vo de tra­tar de ser un poco mejor cada día.

“Lo que bus­ca­mos con esto —sugie­re el espe­cia­lis­ta— es ayu­dar a gene­rar chis­pas moti­va­cio­na­les, es decir, que los pacien­tes logren crear pro­yec­tos de vida intere­san­tes por cuen­ta pro­pia y que los com­par­tan con sus seme­jan­tes. No debe­mos olvi­dar que muchas veces la gen­te con vacío emo­cio­nal pre­fie­ren dejar de reír y no ente­rar­se de lo que pasa en su comu­ni­dad para evi­tar ser víc­ti­mas de chis­mes o que los asal­ten, y se aís­lan en una bur­bu­ja cuan­do lo que deben hacer es refor­zar sus rela­cio­nes huma­nas”.

A pesar de los bue­nos resul­ta­dos obte­ni­dos, el Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta opi­na que un cam­bio dura­de­ro nece­si­ta de la rea­li­za­ción de otras medi­das que invo­lu­cren a la socie­dad en su con­jun­to. Por ejem­plo, habla de crear una nue­va cul­tu­ra labo­ral en la que se con­tem­ple al tra­ba­ja­dor como un ser humano con emo­cio­nes que nece­si­ta con­vi­vir más con su fami­lia, sin olvi­dar el valor que ten­dría ayu­dar a que las per­so­nas apren­dan a esta­ble­cer rela­cio­nes enri­que­ce­do­ras y res­pe­tuo­sas, así como a hacer uso inte­li­gen­te de sus emo­cio­nes.

Por últi­mo, el filó­so­fo y psi­có­lo­go con­clu­ye que sería de gran uti­li­dad para toda la socie­dad crear “alter­na­ti­vas via­bles y edi­fi­can­tes que alcan­cen tam­bién a la esfe­ra polí­ti­ca, en don­de los deba­tes se redu­cen a bus­car ‘quién es el peor’. Pien­so que en vez de esto es posi­ble empe­zar a gene­rar pro­pues­tas como la crea­ción de ‘escue­las para padres’, en don­de se ense­ñe a los pro­ge­ni­to­res cómo enfren­tar sus pro­ble­mas, así como de nue­vos mode­los edu­ca­ti­vos que hagan que los chi­cos sean más par­ti­ci­pa­ti­vos en su comu­ni­dad, o gra­cias a los cua­les apren­da­mos a ser mejor pare­ja y a tra­ba­jar en equi­po en nues­tros tra­ba­jos. Sí hay posi­bi­li­dad de lograr un cam­bio, y aun­que no es fácil, al menos pode­mos inten­tar­lo”.

Perfil personal de acomplamiento

Perfil personal de acomplamiento

por Marco Eduardo Murueta

Des­pués de una serie de expe­rien­cias amo­ro­sas fra­ca­sa­das, las muje­res sue­len decir que “todos los hom­bres son igua­les” y los hom­bres dicen lo recí­pro­co, que “todas las muje­res son igua­les”. Lo que no saben es que todas las per­so­nas con las que han entra­do en rela­ción tien­den a ser pare­ci­das por­que las eli­gen pare­ci­das debi­do a su per­fil per­so­nal de aco­pla­mien­to.

Median­te una com­bi­na­ción úni­ca de aspec­tos gené­ti­cos-hor­mo­na­les y cul­tu­ra­les (crian­za, edu­ca­ción, influen­cias socia­les, tipo de acti­vi­da­des en las que se han vis­to invo­lu­cra­das) cada per­so­na gene­ra una per­so­na­li­dad inte­gra­da por un con­jun­to de acti­tu­des, valo­res, creen­cias, cos­tum­bres, hábi­tos, habi­li­da­des, gus­tos, esti­los. Una par­te de esa per­so­na­li­dad tie­ne que ver con sus posi­bles afi­ni­da­des y com­ple­men­ta­cio­nes con otras per­so­nas, ras­gos de per­so­na­li­dad que tien­den a ser esta­bles y que le harán engra­nar más o menos ade­cua­da­men­te con los ras­gos com­ple­men­ta­rios de otras per­so­nas. Como si se tra­ta­ra de una lla­ve y la cha­pa corres­pon­dien­te. Si la lla­ve no es la correc­ta, la cha­pa no abre.

Cuan­do una rela­ción se des­gas­ta por dife­ren­tes moti­vos y se ter­mi­na, lo más pro­ba­ble es que la siguien­te rela­ción sea con una per­so­na muy pare­ci­da a la ante­rior, en la medi­da en que no se hayan modi­fi­ca­do los ras­gos de per­so­na­li­dad de su per­fil de aco­pla­mien­to. Por lo tan­to, la for­ma en que evo­lu­cio­nó la rela­ción ante­rior pue­de ser muy pare­ci­da a la evo­lu­ción de la nue­va rela­ción, has­ta deses­pe­rar­se por las reite­ra­das rup­tu­ras amo­ro­sas con todo el dolor y el des­gas­te que gene­ral­men­te ocu­rre. Es posi­ble que de mane­ra espon­tá­nea las per­so­nas vayan apren­dien­do y cam­bian­do sin dar­se cuen­ta algu­nos de sus ras­gos de per­so­na­li­dad y que des­pués de muchos años el per­fil de aco­pla­mien­to haya cam­bia­do sufi­cien­te­men­te y, con la mayor madu­rez, se logre una rela­ción de pare­ja más exi­to­sa y esta­ble. Sin embar­go, esto no está garan­ti­za­do y pue­de no ocu­rrir en una gran can­ti­dad de casos, lo que lle­va a situa­cio­nes emo­cio­na­les de depre­sión y deses­pe­ra­ción entre quie­nes no logran esa inti­mi­dad nece­sa­ria.

La rela­ción de pare­ja sur­ge como atrac­ción esté­ti­ca-narra­ti­va: la ima­gen de la per­so­na den­tro de un con­tex­to gene­ra sig­ni­fi­ca­dos mani­fies­tos, implí­ci­tos y fan­ta­sías en la otra par­te, depen­dien­do de cómo esa ima­gen tie­ne inte­gra­dos un con­jun­to de ele­men­tos sig­ni­fi­ca­ti­vos en la his­to­ria per­so­nal. Cier­to color y for­ma del pelo, el color y tex­tu­ra de la piel, el tono de voz, la mane­ra de mirar y hacer ade­ma­nes mien­tras habla, su son­ri­sa, su for­ma de ves­tir, lo que dice, la mane­ra en que actúa, evo­can en la otra per­so­na suti­les evo­ca­cio­nes agra­da­bles y/o la sen­sa­ción de com­pen­sar mie­dos, incer­ti­dum­bres y recha­zos.

El patrón esté­ti­co (gus­tos y dis­gus­tos) sur­ge de las expe­rien­cias agra­da­bles y des­agra­da­bles vivi­das por cada per­so­na, que ade­más le han gene­ra­do una mane­ra de ser con la cual desa­rro­lló una for­ma de aco­pla­mien­to en sus víncu­los fami­lia­res duran­te la infan­cia. La hija de un padre alcohó­li­co y des­pó­ti­co se habi­túa a tole­rar y ver como si fue­ran natu­ra­les algu­nos de sus des­plan­tes; por ejem­plo, ella se que­da calla­da, espan­ta­da e inmó­vil para pro­te­ger­se de la furia del padre alcoho­li­za­do: ese ras­go de per­so­na­li­dad tole­ran­te, sumi­sa, con­des­cen­dien­te y sobre­pro­tec­tor le aco­pla­rá con una per­so­na con ras­gos pare­ci­dos a los de su padre. Sin embar­go, a veces es de tal gra­do el recha­zo al padre alcohó­li­co al que des­pre­ció esen­cial­men­te por ello, que uno de los cri­te­rios fun­da­men­ta­les para que alguien se le haga atrac­ti­vo es que sea total­men­te abs­te­mio, recha­zan­do inclu­si­ve a per­so­nas que con­su­man alcohol de mane­ra mode­ra­da y que podrían tener otros ele­men­tos favo­ra­bles para aco­plar­se más posi­ti­va­men­te con ella.

Es lógi­co que la atrac­ción hacia el padre del sexo opues­to en los hete­ro­se­xua­les se tra­duz­ca en la atrac­ción hacia pros­pec­tos de pare­ja más o menos pare­ci­dos. Como suce­de con la comi­da, en que el gus­to por cier­to tipo de sabo­res habi­tua­les des­de la infan­cia deter­mi­na las ten­den­cias gas­tro­nó­mi­cas de los adul­tos, tam­bién los hábi­tos esté­ti­co-amo­ro­sos infan­ti­les influi­rán en su pos­te­rior elec­ción de pare­ja. Es por ello que Freud con­si­de­ró que en la elec­ción de pare­ja había una espe­cie de subli­ma­ción de las ten­den­cias edí­pi­cas, que lue­go fue­ron iro­ni­za­das por Woody Allen (“Edi­po Repri­mi­do” en His­to­ria de Nue­va York).

En efec­to la atrac­ción para la for­ma­ción de una pare­ja y su pos­te­rior dura­ción y esta­bi­li­dad depen­de­rá de tres ele­men­tos que inte­gran el per­fil de aco­pla­mien­to de cada inte­gran­te:

  1. Afi­ni­da­des
  2. Com­ple­men­ta­cio­nes
  3. Incom­pa­ti­bi­li­da­des

Entre más ele­men­tos afi­nes y com­ple­men­ta­rios, y menos incom­pa­ti­bi­li­da­des, es obvio que la rela­ción de pare­ja pue­de ser más dura­de­ra, pro­fun­da y esta­ble; y vice­ver­sa: entre más débi­les sean las afi­ni­da­des y las com­ple­men­ta­cio­nes y más sig­ni­fi­ca­ti­vas sean las incom­pa­ti­bi­li­da­des la rela­ción de pare­ja será más vul­ne­ra­ble, enfer­mar­se y des­truir­se en un pla­zo más cor­to. Las afi­ni­da­des iden­ti­fi­can y pro­pi­cian la con­vi­ven­cia y el com­par­tir pun­tos de vis­ta; las com­ple­men­ta­cio­nes gene­ran la nece­si­dad y depen­den­cia rela­ti­va de las carac­te­rís­ti­cas del otro; las incom­pa­ti­bi­li­da­des son los pun­tos de cho­que, en los que lo que una par­te quie­re la otra lo recha­za.

Afinidades e incompatibilidades

Entre mayor sea el núme­ro e inten­si­dad de los ele­men­tos afi­nes mejo­res serán las posi­bi­li­da­des comu­ni­ca­ti­vas y de inte­gra­ción amo­ro­sa, mien­tras la pare­ja no exclu­ya la rela­ción amis­to­sa y filial con per­so­nas menos afi­nes. En reci­pro­ci­dad, entre mayor sea el núme­ro y la inten­si­dad de las incom­pa­ti­bi­li­da­des la comu­ni­ca­ción se hará más difí­cil y la rela­ción menos pro­fun­da. Lo intere­san­te es la enu­me­ra­ción y cali­fi­ca­ción de afi­ni­da­des e incom­pa­ti­bi­li­da­des en una pare­ja como dato fun­da­men­tal de su pros­pec­ti­va amo­ro­sa. Ejem­plos de afi­ni­da­des o incom­pa­ti­bi­li­da­des: tipos de acti­vi­da­des, valo­res, temas, voca­cio­nes, expec­ta­ti­vas, tipos de amis­ta­des, gus­tos gas­tro­nó­mi­cos, músi­ca, pelí­cu­las, luga­res agra­da­bles y des­agra­da­bles, etc.

Complementaciones

Las com­ple­men­ta­cio­nes tie­nen un papel fun­da­men­tal en el engra­na­je de una rela­ción de pare­ja. Aque­llos ras­gos que tie­nen una expre­sión ele­va­da en una par­te mien­tras que en la otra par­te exis­te una pro­nun­cia­ción en el ras­go con­tra­rio, gene­ran­do un movi­mien­to cícli­co entre ellos.

  1. Una rela­ción de pare­ja será más sana en la medi­da en que sea más gran­de la can­ti­dad y sean diver­si­fi­ca­das las com­ple­men­ta­cio­nes mode­ra­das (no extre­mas ni super­fi­cia­les), de tal mane­ra que peque­ñas debi­li­da­des o caren­cias en la per­so­na­li­dad de una per­so­na se com­ple­men­ten con las rela­ti­vas for­ta­le­zas de la otra per­so­na en esos aspec­tos, y esto se com­pen­se con otras for­ta­le­zas del pri­me­ro en los que el segun­do tie­ne debi­li­da­des.
  2. Las com­ple­men­ta­cio­nes extre­mas gene­ran una sen­sa­ción de depen­den­cia recí­pro­ca enfer­mi­za, sobre todo si los pun­tos de afi­ni­dad son pocos y los de incom­pa­ti­bi­li­dad muchos; la rela­ción se man­tie­ne por esa mutua depen­den­cia pero con gran­des con­flic­tos y des­gas­te emo­cio­nal para ambos.
  3. La poca can­ti­dad de com­ple­men­ta­cio­nes y/o com­ple­men­ta­cio­nes muy super­fi­cia­les no pro­du­cen el afian­za­mien­to de la rela­ción, aun cuan­do haya muchas afi­ni­da­des y pocas incom­pa­ti­bi­li­da­des.

Ejem­plos de com­ple­men­ta­cio­nes:

  1. Pro­tec­tor-pro­te­gi­do
  2. Calla­do-par­lan­chín
  3. Intro­ver­ti­do-extro­ver­ti­do
  4. Sobre­rres­pon­sa­ble-irres­pon­sa­ble
  5. Muy orde­na­do-des­or­de­na­do
  6. Teme­ra­rio-teme­ro­so

En efec­to, es intere­san­te e impor­tan­te ana­li­zar cien­tí­fi­ca y pro­fe­sio­nal­men­te el per­fil de aco­pla­mien­to de cada per­so­na y la mane­ra en que está con­for­ma­do su engra­na­je en la rela­ción de pare­ja para pro­nos­ti­car su posi­ble evo­lu­ción, así como para hacer modi­fi­ca­cio­nes tera­péu­ti­cas de aque­llos ras­gos de aco­pla­mien­to que estén pro­pi­cian­do rela­cio­nes enfer­mi­zas con su con­se­cuen­te sufri­mien­to.

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Más allá de la psicología, de la medicina y de la enseñanza

Más allá de la psicología, de la medicina y de la enseñanza

Manuel Calviño Valdés-Fauly
Facultad de Psicología. Universidad de La Habana. Cuba

Los con­cep­tos y nocio­nes tra­di­cio­na­les con los que ope­ra­mos en nues­tra geo­me­tría psí­qui­ca están cla­ra­men­te deli­mi­ta­dos. Pero, de algu­na mane­ra, su ins­crip­ción dis­tan­cia nues­tro dis­cur­so del dis­cur­so de nues­tro usua­rio y por ende del sen­ti­do coti­diano de nues­tras prác­ti­cas. Jun­to a esto las prác­ti­cas de la psi­co­lo­gía, así como sus prac­ti­can­tes, han esta­do barro­ca­men­te “mul­ti­co­to­mi­za­dos” por para­dig­mas de rup­tu­ra y dife­ren­cia­ción. A pesar de esto, exis­te una uni­dad. Nos lla­ma­mos psi­có­lo­gos no casual­men­te, hace­mos psi­co­lo­gía. Argu­men­tos exis­ten. Pero la uni­dad real de una pro­fe­sión se rea­li­za en su inten­cio­na­li­dad social. La inten­ción es la meta, es la uto­pía posi­ble des­de el accio­nar pro­fe­sio­nal inser­ta­do en una reali­dad social, eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca. Una pro­fe­sión es “pro­fe­sión en si”, acu­dien­do a una ana­lo­gía de la teo­ri­za­ción mar­xis­ta de las cla­ses, mien­tras exis­te como con­jun­to más o menos arti­cu­la­do o rela­cio­nal de per­so­nas que rea­li­zan prác­ti­cas simi­la­res, tie­nen per­cep­cio­nes y auto­per­cep­cio­nes comu­nes en su per­fil pro­fe­sio­nal y guar­dan rela­cio­nes aná­lo­gas con su entorno. Solo cuan­do el gre­mio toma cons­cien­cia de su misión pro­fe­sio­nal y la asu­me devie­ne “pro­fe­sión para si”, que no sig­ni­fi­ca que es pro­fe­sión para ella mis­ma, sino pro­fe­sión para rea­li­zar su rol social, aque­llo por lo que ella exis­te. La iden­ti­dad de una pro­fe­sión, su cons­cien­cia real de exis­ten­cia, se fra­gua en una misión que se cons­ti­tu­ye como tal en una suer­te de des­tino asu­mi­do con carác­ter inexo­ra­ble. La suma de las volun­ta­des inten­cio­nal­men­te diri­gi­das a un pro­pó­si­to. Así, como exis­te (exis­tió) un supra­sen­ti­do en las pra­xis de los que hicie­ron emer­ger la psi­co­lo­gía como cien­cia, así mis­mo, hay un supra­sen­ti­do que sus­ten­ta la uni­dad real, la misión aglu­ti­nan­te de la psi­co­lo­gía como pra­xis pro­fe­sio­na­les, y más par­ti­cu­lar­men­te en las pra­xis pro­fe­sio­na­les de la psi­co­lo­gía en el cam­po de la clí­ni­ca, la salud. Pode­mos (y debe­mos) cons­truir una hipó­te­sis, que al menos nos refuer­ce la ener­gía posi­ti­va (tan nece­sa­ria en estos tiem­pos difí­ci­les). Enton­ces ¿cuál es la misión de los pro­fe­sio­na­les “psi”? ¿cuál es la uni­dad de los psi­có­lo­gos que anda­mos espar­ci­dos por el mun­do sem­bran­do bien­es­tar? Dino­sau­rios… a volar!!! Nues­tra misión des­de y para siem­pre es la feli­ci­dad.

Estadios psicológicos de la pareja infertil

Estadios psicológicos de la pareja infertil

Dra. Anameli Monroy
(Grupo Angeles de México)

Es impor­tan­te reco­no­cer los esta­dios psi­co­ló­gi­cos por los que pasa una pare­ja infér­til, para poder com­pren­der­los y apo­yar­los duran­te su tra­ta­mien­to médi­co.

Sorpresa y Negación

Cuan­do la per­so­na o la pare­ja se da cuen­ta de que no pue­den lograr un emba­ra­zo o lo logran y lo pier­den su reac­ción es de sor­pre­sa y de cho­que emo­cio­nal. Se pre­gun­tan ¿por qué yo? o ¿por qué a mí?

De ahí se pasa a la nega­ción al pen­sar la posi­bi­li­dad de que se tra­te de una eta­pa que pron­to se supe­ra­rá. La pare­ja elu­de la reali­dad y no acep­ta que se les cla­si­fi­que como infér­til. Si va al médi­co y éste les habla de que es una pare­ja infér­til, es pro­ba­ble que cam­bie de médi­co pues desea oír otra res­pues­ta más gra­ta.

La pre­sión social se hace paten­te a tra­vés de pre­gun­tas de fami­lia­res y ami­gos, pues en nues­tra socie­dad se espe­ra que las pare­jas recién casa­das, más o menos empie­cen pron­to a pro­crear pues es una par­te común en los temas feme­ni­nos. La socie­dad no pre­pa­ra ni está pre­pa­ra­da psi­co­ló­gi­ca­men­te para sobre­lle­var la infer­ti­li­dad.

El con­si­de­rar que la situa­ción es tran­si­to­ria ayu­da a la pare­ja por lo pron­to, a afe­rrar­se a la espe­ran­za de un emba­ra­zo cer­cano.

Agresión

Se pue­de decir que el paso del tiem­po modi­fi­ca el cho­que emo­cio­nal y la difi­cul­tad de acep­tar la reali­dad. Sin embar­go estas situa­cio­nes se con­vier­ten en agre­sión hacia la pare­ja, sus fami­lia­res, el médi­co y has­ta a la socie­dad en gene­ral. Sur­gen sen­ti­mien­tos de rece­lo, de ser recha­za­dos por las pare­jas que sí logra­ron tener hijos. La frus­tra­ción, la agre­sión, la deses­pe­ra­ción y la impo­ten­cia, aumen­tan cada día pues nada ni nadie pare­ce poder ayu­dar­les.

La agre­sión hacia otras pare­jas con hijos se hace visi­ble al igual que la envi­dia hacia los hijos de ellas. Estos sen­ti­mien­tos se unen a otros de injus­ti­cia e incon­for­mi­dad. Las rela­cio­nes socia­les se con­vier­ten en pro­ble­má­ti­cas, las rela­cio­nes sexua­les se vuel­ven obli­ga­to­rias y pier­den su encan­to. Ello pro­vo­ca aun mayor agre­sión entre la pare­ja.

Conductas autodestructivas

La pare­ja sufre pro­fun­da­men­te, se sien­te infra­va­lo­ra­da y recep­to­ra de algún cas­ti­go lo cual les crea cul­pa. Esto los lle­va a con­duc­tas de auto­des­truc­ción al cuer­po que no pue­de engen­drar o al cón­yu­ge por­que es un inú­til. La agre­sión hacia sí mis­mos se con­vier­te en un esta­do depre­si­vo. La esti­ma per­so­nal se des­mo­ro­na y apa­re­ce un sen­ti­mien­to de poca valía pues no cum­plen con lo que la socie­dad espe­ra de ellos. Las inter­ac­cio­nes socia­les son des­agra­da­bles, los ami­gos no pro­por­cio­nan nin­gún pla­cer entre la pare­ja hay un menor gra­do de unión y por tan­to su comu­ni­ca­ción se difi­cul­ta.

Aislamiento

Todos los sen­ti­mien­tos y con­duc­tas ante­rio­res los van lle­van­do al ais­la­mien­to, pues así evi­tan el sen­tir­se cues­tio­na­dos, recha­za­dos, el con­fron­tar a los que sí han podi­do tener hijos, así como ver a estos últi­mos o inclu­si­ve ente­rar­se de un nue­vo emba­ra­zo. En otras pala­bras evi­tan el sen­tir­se mise­ra­bles, de cali­dad dife­ren­te e inclu­si­ve infe­rior. La pare­ja sufre pro­fun­da­men­te, se sien­te incom­pren­di­da y sur­ge una polé­mi­ca entre ellos al sen­tir que al otro no le impor­ta o no com­pren­de los sen­ti­mien­tos y la cri­sis emo­cio­nal por la que atra­vie­sa el cón­yu­ge infér­til. La pare­ja sufre en sole­dad, en silen­cio.

Culpa

Cuan­do la pare­ja se esfuer­za en inten­tar el emba­ra­zo y no lo con­si­gue, cre­ce pau­la­ti­na­men­te un sen­ti­mien­to de cul­pa por no poder dar vida a otro ser humano (apro­xi­ma­da­men­te el 10% de las pare­jas sufren de infer­ti­li­dad en Argen­ti­na, 1 de cada 7 en el Rei­no Uni­do) y esto le hace pen­sar en dar­le la opor­tu­ni­dad de que se una a alguien quien sí pue­da hacer­lo. La frá­gil situa­ción de la pare­ja infér­til se con­vier­te en una situa­ción into­le­ra­ble.

Duelo

Final­men­te, des­pués de perio­dos de inten­sa espe­ran­za y opti­mis­mo que se alter­nan con angus­tia, cul­pa y frus­tra­ción, poco a poco van acep­tan­do su inca­pa­ci­dad para con­ce­bir, al igual que cuan­do se pier­de a un ser que­ri­do, la pare­ja pasa por un perio­do de due­lo y aban­do­na la posi­bi­li­dad de la con­cep­ción, acep­tan­do la este­ri­li­dad como una limi­ta­ción per­so­nal.

Aceptación y resolución

La acep­ta­ción de la este­ri­li­dad es el final de un lar­go sufri­mien­to que lle­ga con pro­fun­da depre­sión ya que impli­ca aban­do­nar la lucha y resig­nar­se. La rela­ción sexual, al no ligar­se a la repro­duc­ción toma otra dimen­sión nue­va­men­te pla­cen­te­ra, pues ya no es obli­ga­to­ria.

En esta eta­pa se rees­truc­tu­ra la vida emo­cio­nal de la pare­ja, para acep­tar­se nue­va­men­te como una pare­ja infér­til, lo cual repre­sen­ta un fra­ca­so per­so­nal y debe­rán enfren­tar­se ante la socie­dad como tal, esta­ble­cer la nue­va auto­es­ti­ma y valía y encon­trar nue­vas metas u optar por otras opcio­nes como la de per­ma­ne­cer sin hijos, la adop­ción, etc.. Asi­mis­mo, impli­ca poner fin a un lar­go y dolo­ro­so con­flic­to y ter­mi­nar con un esta­do de angus­tia y ten­sión cons­tan­tes, rees­truc­tu­rar la vida mari­tal y bus­car la tran­qui­li­dad emo­cio­nal. Cada pare­ja tie­ne sin duda varian­tes espe­cí­fi­cas y cada una encon­tra­rá una solu­ción ópti­ma si lo dis­cu­ten abier­ta­men­te. Como en toda cri­sis las per­so­nas madu­ran emo­cio­nal­men­te para enfren­tar la pre­sión social y para resol­ver su con­flic­ti­va emo­cio­nal. Lo que ha pasa­do mati­za­rá las per­cep­cio­nes y emo­cio­nes futu­ras.

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