Jul 29, 2024
Redactado por:
Cecilia Quero Vásquez
Marco Eduardo Murueta
PREÁMBULO
El buen cumplimiento de las funciones profesionales prevé altas exigencias a la eficiencia de cada especialista. Sin embargo, es necesario conjugar el profesionalismo con la capacidad de comprender a fondo la responsabilidad adquirida y la obligación de cumplir irreprochablemente el deber profesional. La falta a las normas de la moral profesional o el menosprecio de sus valores influyen negativamente tanto en la calidad del trabajo de los especialistas como en el status de su grupo profesional.
Siendo una obligación del psicólogo prestar sus servicios a personas o grupos, el profesionista debe caracterizarse por un comportamiento digno, responsable, honorable y trascendente. Ayudar representa por si sólo un acto de moralidad, por lo tanto, aquellos hombres y mujeres que se dedican a procurar la salud en los demás deben actuar con una ética impecable.
Siendo la misión del psicólogo el conocimiento científico de los procesos psicológicos de los seres humanos y el empleo de tal conocimiento en beneficio de cada persona, éste debe tener presente en todo momento que trata con el aspecto más complejo y determinante en la vida de los seres humanos: la esfera psicológica y que ha de empezar su trabajo respetando el valor y la dignidad que cada individuo posee. Cada acto que lleve a cabo el profesionista, determinará la salud psicológica y/o física de quienes soliciten sus servicios, cualquier error o equivocación que se llegara a cometer tendría repercusiones incalculables en la vida de quienes acuden a él.
El presente Código de Ética Profesional del Psicólogo pone de manifiesto el alto valor que posee cada persona, así como la afirmación de los principios humanitarios que han de prevalecer en las relaciones interpersonales, está constituido por principios dirigidos a mantener un alto nivel ético que la Asociación asume y que propone a los profesionistas de la psicología, siendo aplicable al ejercicio profesional y para orientar la conducta del profesionista en sus relaciones con la ciudadanía, las instituciones, sus socios, clientes, superiores, subordinados y sus colegas.
CAPITULO PRIMERO. DISPOSICIONES GENERALES
El psicólogo deberá:
Artículo 1. Asumir la obligación de regir siempre su ejercicio profesional de acuerdo a principios éticos y científicos de la Psicología.
Artículo 2. Garantizar invariablemente la calidad científica, profesional y ética de todas las acciones emprendidas en su ejercicio profesional.
Artículo 3. Procurar en todas las ocasiones la integridad y buena imagen de su profesión.
Artículo 4. Ejercer la profesión con pleno respeto y observancia a las disposiciones legales vigentes.
Artículo 5. Para atender circunstancias de emergencia nacional, poner sus servicios profesionales a disposición de gobiernos o instituciones acreditadas.
Artículo 6. Respetar, sin discriminación, las ideas políticas, religiosas y la vida privada, con independencia de la nacionalidad, sexo, edad, posición social o cualquier otra característica personal de quienes le consulten.
Artículo 7. Respetar los horarios destinados a todos los asuntos relativos al ejercicio profesional.
Artículo 8. Mantener un genuino interés en su propio desarrollo personal, así como en el crecimiento armónico de los seres humanos y grupos sociales.
Artículo 9. Respetar la integridad de los seres humanos en todos los ámbitos donde actúe profesionalmente.
Artículo 10. Mantenerse en formación profesional constante y procurar involucrarse y colaborar en el desarrollo de la psicología como ciencia y profesión, a nivel nacional e internacional.
Artículo 11. Dedicar sus esfuerzos a la prevención de los problemas que atañen a la profesión.
Artículo 12. Valorar la confidencialidad y el respeto por la información recibida de los consultantes, guardando el secreto profesional.
Artículo 13. Evitar que su vida personal interfiera en su ejercicio profesional, absteniéndose de intervenir profesionalmente en aquellos casos en los que tenga algún tipo de involucramiento o interés emocional.
Artículo 14. Establecer con claridad y limitar sus honorarios a la preparación profesional y a las actividades prestadas al cliente, realizando el cobro en la forma y cantidad acordada previamente.
Artículo 15. Fomentar el pensamiento científico, especialmente en el ejercicio profesional. Evitar establecer nexos de colaboración profesional con personas que no empleen como base el conocimiento y los métodos científicos.
Artículo 16. Delimitar su campo de intervención y reconocer el alcance y limites de sus técnicas, y, cuando así suceda, también su falta de preparación para resolver determinados problemas que se le presenten en el ejercicio de su profesión.
Artículo 17. Evitar atribuirse o sugerir que tiene calificaciones profesionales, méritos científicos o títulos académicos que no posee.
Artículo 18. Negarse a expedir certificados e informes que no se basen en la metodología que debe seguirse en los diversos campos de la psicología.
Artículo 19. Evitar ejercer su profesión cuando su capacidad profesional se encuentre limitada por el alcohol, las drogas, las enfermedades o incapacidades físicas y/o psicológicas.
Artículo 20. Reconocer sus necesidades personales y evitar mezclarlas con !a influencia que tiene frente a sus clientes, alumnos y subordinados, por lo que evitará manipular u obtener beneficios de la confianza y dependencia de éstos que no sean los inherentes a su trabajo profesional.
CAPITULO SEGUNDO. DE LOS DEBERES PARA CON LA PROFESIÓN
El psicólogo deberá:
Artículo 21. Transmitir sus conocimientos y experiencia a estudiantes y egresados de su profesión, con objetividad y en el más alto apego a la verdad científica del campo de conocimiento que se trate.
Artículo 22. Ejercer la profesión de forma digna, mediante el buen desempeño y el reconocimiento que haga de los profesores que le transmitieron los conocimientos y experiencia en la escuela donde egresó.
Artículo 23. Adoptar y fomentar las medidas necesarias que garanticen que un número cada vez mayor de personas tengan acceso a servicios psicológicos.
Artículo 24. Negarse a aceptar condiciones de trabajo que le impidan aplicar los principios éticos y científicos descritos en este Código.
Artículo 25. Combatir la charlatanería y falta de profesionalismo en el campo profesional y denunciar los intentos o la explotación de la credibilidad de las personas, así como los abusos que se cometan al aprovecharse de la ignorancia de las personas.
Artículo 26. Salvaguardar la profesión exponiendo públicamente la conducta corrupta o incompetente de colegas sin escrúpulos.
Artículo 27. Evitar acciones que violen los derechos legales y civiles de sus clientes y pugnar por modificar las normas o leyes que lesionen los intereses de la persona.
Artículo 28. Respetar la normatividad de las instituciones u organizaciones con las que se trabaje o colabore.
Artículo 29. Reconocer su responsabilidad social y la influencia de su posición, evitando que su actuación profesional responda a presiones ejercidas por personas, grupos o instituciones.
Artículo 30. Precisar con objetividad su preparación, funciones que efectúa, afiliación profesional así como las de la Asociación cuando sea necesario promocionar o difundir el servicio psicológico.
Artículo 31. Anunciar de forma científica y profesional el material, libros u otros instrumentos que desarrolle.
Artículo 32. Difundir las aportaciones de la psicología y ofrecer sus servicios sin sensacionalismos.
Artículo 33. Limitar el diagnóstico individual y la psicoterapia a una relación psicológica profesional. Al dar opiniones o consejos a través de los medios de comunicación masiva, o similares, el psicólogo ejercerá el más alto juicio profesional.
Artículo 34. Colaborar en el control profesional y comercial de material psicológico, evitar su difusión generalizada y limitar su distribución a quienes estén debidamente acreditados.
CAPITULO TERCERO. DE LOS DEBERES PARA CON LOS CLIENTES
El psicólogo deberá:
Artículo 35. Limitarse a mantener una relación profesional con sus clientes.
Artículo 36. Mantener la más alta calidad en la prestación de sus servicios, independientemente de la remuneración acordada con el cliente.
Artículo 37. Prestar sus servicios sólo cuando la problemática planteada por el cliente quede dentro del ámbito de su competencia.
Artículo 38. Establecer un convenio claro en aquellos casos en los cuales el cliente es enviado por una Institución o un tercero. Especificar en estos casos a la Institución o a los terceros que los informes se les presentarán de forma general y jamás con información confidencial o que desacredite a la persona. Se incluye como información confidencial los resultados de la aplicación de instrumentos psicológicos.
Artículo 39. Negarse a prestar sus servicios profesionales con fines de entretenimiento.
Artículo 40. Ser especialmente cuidadoso al trabajar con menores de edad o discapacitados para garantizarles la protección de sus derechos e intereses.
Artículo 41. Administrar las intervenciones que juzgue más seguras y menos onerosas tanto en tiempo como en economía.
Artículo 42. Informar a su cliente sobre el plan de trabajo y honorarios, así como de las condiciones de posibles cambios a lo largo de la relación profesional.
Artículo 43. Terminar sus servicios cuando el cliente no está percibiendo beneficios del mismo y ofrecer otras alternativas de asistencia.
Artículo 44. Evitar perjuicios al cliente cuando sea necesario suspender o descontinuar la prestación de los servicios profesionales. En estos casos se deberá informar al cliente con la debida anticipación y se le proporcionará la información necesaria para que otro psicólogo o profesionista prosiga la asistencia.
Artículo 45. Renunciar al cobro de sus honorarios cuando el trabajo que realizó no se efectuó en concordancia con lo requerido o cuando se haya incurrido en negligencia profesional.
Artículo 46. Abstenerse de intervenir en asuntos que lo puedan conducir a revelar el secreto profesional o a utilizar la información recibida de su cliente, salvo que obtenga la autorización previa y formal del mismo.
Artículo 47. Asegurarse de que cualquier asistente o estudiante que proporcione servicios bajo su autoridad esté capacitado para proporcionar dichos servicios, asumiendo la obligación de supervisar permanentemente la actividad.
CAPITULO CUARTO. DE LOS DEBERES PARA CON LOS COLEGAS
El psicólogo deberá:
Artículo 48. Promover y mantener en la comunidad de profesionistas un espíritu de colaboración y respeto mutuo, aún cuando existan diferencias teóricas y/o metodológicas.
Artículo 49. Reconocer y respetar las necesidades, especializaciones, derechos y características personales de sus colegas y otros profesionistas.
Artículo 50. Reconocer la capacidad y mérito de sus colegas en el ejercicio profesional y evitar subestimar a sus colegas empleando el posible conocimiento de antecedentes personales que puedan ocasionar algún perjuicio o desprestigio profesional y/o personal, a menos que una instancia legal lo requiera.
Artículo 51. Proceder de manera tal que salvaguarde el buen nombre del colega a quien reemplace cuando sea necesario encargarse de sus asuntos profesionales. Los honorarios percibidos se destinarán según lo acordado previamente.
Artículo 52. Exigir el cumplimiento del Código Ético cuando un colega viole algún principio, siempre y cuando la falta no exija de la sanción de un cuerpo colegiado, en cuyo caso presentará ante dicho organismo la denuncia respectiva.
Artículo 53. Proveer condiciones favorables de trabajo y posibilidades de desarrollo profesional a sus colaboradores.
Artículo 54. Dar crédito a sus colegas, asesores y trabajadores por la intervención que tengan en los asuntos, investigaciones y trabajos elaborados en conjunto.
Artículo 55. Abstenerse de intervenir en asuntos donde otro profesionista esté prestando sus servicios, salvo que el cliente y el otro profesionista le autoricen para ello, o bien en aquellos casos de urgencia en los que sea necesario ofrecer atención primaria en situaciones de crisis.
CAPITULO QUINTO. DE LOS DEBERES EN LA INVESTIGACIÓN
El psicólogo realizará actividades de investigación observando los siguientes criterios:
Artículo 56. La investigación debe prever su impacto sobre el desarrollo de la psicología, así como los beneficios sociales que de ella se desprendan.
Artículo 57. Las personas con las que colabore en la investigación deben ser personas calificadas en el campo de la psicología y de la investigación científica y, cuando sea necesario, bajo la supervisión adecuada.
Artículo 58. Respetar la integridad de los seres humanos, la cual prevalecerá por encima de cualquier logro que pueda considerarse científicamente valioso
Artículo 59. Cuando el proyecto de investigación se fundamente exclusivamente en literatura y antecedentes científicos.
Artículo 60. Solicitar la autorización pertinente cuando la investigación se lleve a cabo en una Institución, respetando los procedimientos de la misma. En el informe final, deberá dar crédito a las instituciones y personas que colaboraron para su realización.
Artículo 61. Evitar conflictos de intereses y disminuir al máximo las posibles interferencias en el medio en el que se obtienen los datos.
Artículo 62. Expresar las conclusiones en su exacta magnitud y en estricto apego a las normas metodológicas acordes con el tipo de estudio. Procurando además la difusión de los resultados.
Artículo 63. Conocer ampliamente los beneficios y riesgos que implica la investigación sobre cada participante.
Artículo 64. Considerarse responsable de los participantes, aun cuando cada uno de ellos haya dado su consentimiento, por lo tanto, deberá existir un contrato claro y formal que establezca las responsabilidades tanto del investigador como del participante.
Artículo 65. Garantizar que la investigación se llevará a cabo en las instalaciones y con los recursos que ofrezcan condiciones adecuadas para el éxito de la investigación y la integridad de los participantes.
Artículo 66. Generar el clima adecuado para que la persona exprese con absoluta libertad su aceptación o rechazo a su condición de sujeto de experimentación.
Artículo 67. Dar a conocer a previamente a cada participante la naturaleza, alcances, fines y consecuencias de la experimentación. Cuando el método requiera ocultar información o hacer uso de información falsa, en cuanto sea posible, explicar y justificar a los participantes lo ocurrido.
Artículo 68. Permitir al participante ejercer su derecho a retirar su consentimiento o suspender su participación en cualquier etapa de la investigación.
Artículo 69. Solicitar el permiso del responsable jurídico cuando el participante presente alguna incapacidad legal, física o mental. Respetando indiscutiblemente el rechazo del participante a colaborar en la investigación aún cuando presente alguna incapacidad legal, física o mental.
Artículo 70. Proteger al participante de toda incomodidad, daño o peligro que pueda presentarse; y, de existir, se le informará en todos los casos para obtener su consentimiento.
Artículo 71. Respetar la intimidad de los participantes y por tanto garantizar el anonimato y confidencialidad de la información obtenida de ellos, a menos que previamente se acordara algo diferente.
Artículo 72. Al realizar investigación con animales, adquirir, mantener y eliminar a los sujetos ajustándose a las disposiciones legales.
Artículo 73. Documentarse y procurar los cuidados y necesidades de un animal que participe en una investigación.
Artículo 74. Supervisar y garantizar que los procedimientos se realicen con el debido cuidado, procurando el bienestar de los animales que participen en una investigación
Artículo 75. Evitar o disminuir al mínimo indispensable cualquier malestar, incomodidad, dolor o enfermedad de los animales participantes en una investigación.
Artículo 76. Cuando sea indispensable, realizar los procedimientos para terminar con la vida del animal de forma rápida e indolora.
CAPÍTULO SEXTO. DE LOS BEBERES EN LA DOCENCIA
El psicólogo deberá:
Artículo 77. Fundamentar su actividad en una preparación pedagógica y científica y actualizada.
Artículo 78. Reconocer la importancia y trascendencia de la educación en la formación del individuo, así como las consecuencias sociales de ésta.
Artículo 79. Ser sensible a los valores de sus alumnos, respetar sus actitudes y estar consciente que sus propios valores influyen en el material y la selección de los temas que enseña.
Artículo 80. Presentar en sus programas los temas de sus cursos en términos claros y concretos, marcando objetivos, metodología y sistema de evaluación.
Artículo 81. Evitar delegar sus obligaciones y deberes en otras personas. Cuando le sea imposible cumplir con su trabajo por razones de fuerza mayor, deberá pedir la colaboración de sus colegas capacitados en el área.
Artículo 82. Estimular y apoyar en sus alumnos el interés por el conocimiento, así como la búsqueda y creación del mismo. Promover en todos los cursos el conocimiento y valor de la ética profesional.
Artículo 83. Adoptar una actitud de respeto y atención a los puntos de vista expresados por sus alumnos aún cuando no esté de acuerdo con ellos.
Artículo 84. Tratar siempre de forma objetiva y respetuosa todos los temas, ya que algunos pueden ser potencialmente ofensivos para algunas personas.
CAPÍTULO SÉPTIMO. DE LOS DEBERES EN LA PSICOTERAPIA
El psicólogo deberá:
Artículo 85. Practicar la psicoterapia siempre y cuando se encuentre ampliamente capacitado en esta actividad profesional.
Artículo 86. Proporcionar tratamiento psicoterapéutico cuando se le solicite, particularmente en situaciones de urgencia.
Artículo 87. Adoptar y fomentar las medidas necesarias que garanticen que un número cada vez mayor de personas tengan acceso a servicios psicoterapéuticos.
Artículo 88. Proporcionar al cliente al final de la primera sesión, la información exacta sobre el costo de la psicoterapia, duración, horarios, así como de la programación de los pagos.
Artículo 89. Asegurarse de no prolongar innecesariamente el tratamiento psicoterapéutico o tratar de convencer al cliente de que se someta a tratamientos de diagnóstico innecesarios.
Artículo 90. Apoyar al cliente, dentro del ámbito de su exclusiva competencia, para realizar el cobro de honorarios cuando sea una tercera persona quien pague el costo del tratamiento.
Artículo 91. Proporcionar al cliente desde la primera sesión la información sobre objetivos, procedimientos y orientación teórica en relación con el proceso terapéutico.
Artículo 92. Evitar satisfacer las necesidades que queden fuera del ámbito profesional a expensas del cliente.
Artículo 93. Preparar al cliente para terminar el proceso psicoterapéutico y tomar las medidas apropiadas para continuar el tratamiento si está justificado.
Artículo 94. Respetar la petición del cliente de consultar con otro profesional.
Artículo 95. Mantener un registro exacto del proceso terapéutico y siempre actualizado. Se han de considerar los problemas de la confidencialidad al decidir qué información sobre el cliente debe o no registrarse en su expediente
Artículo 96. Evitar obtener información con engaño o violencia y abstenerse de buscar más información de la que sea necesaria para el proceso psicoterapéutico.
Artículo 97. Implantar un sistema para proteger la confidencialidad de todos los registros e informar a los clientes sobre los límites legales de la misma.
Artículo 98. Abstenerse de intervenir en asuntos que lo puedan conducir a revelar secretos profesionales o a utilizar la información recibida de su cliente, salvo que obtenga la autorización previa y formal del mismo.
Artículo 99. Mantener el expediente de cada cliente durante un lapso de 5 años después de terminar el tratamiento, pasado este periodo deshacerse finalmente del expediente de tal forma que no se comprometa la confidencialidad.
Artículo 100. Guardar el secreto profesional en: a) la información obtenida por causa de la profesión; b) Las confidencias hechas por terceros al psicólogo, en razón de su profesión y c) las confidencias derivadas de relaciones con colegas u otros profesionistas. Se Exceptúan los siguientes casos: a) aquellos en que se actúe conforme a circunstancias previstas por la ley, deberá informarse inmediatamente al cliente de esta situación; b) aquellos en que se trate de menores de edad, y sus responsables jurídicos, escuela o tribunal requieran un informe cuyo fin comprobable sea brindarles ayuda; c) en caso de que el psicólogo fuera acusado legalmente, podrá revelar el secreto profesional sólo dentro de los límites indispensables para su propia defensa; d) aquellos en que se actúe para evitar la comisión de un delito y prevenir daños morales o materiales que de él se deriven; e) aquellos en que el que consulta dé su consentimiento por escrito, para que los resultados sean conocidos por quien él autorice.
Artículo 101. El deber de guardar el secreto profesional es de justicia conmutativa y se extiende a todo el personal que trabaja en la Asociación. Esta obligación deberá ser recordada constantemente por los psicólogos a todos los miembros de la Asociación. Debe tenerse en cuenta que el secreto profesional se puede violar no solamente por palabras sino también por gestos, sonrisas, posturas corporales, etc.
Artículo 102. Cuando el cliente pida y/o autorice que el psicólogo revele parte o toda la información de su caso, el psicólogo le orientará acerca de qué información es apropiado revelar y a quién debe revelarse, haciéndole notar posibles consecuencias.
Artículo 103. Fijar con el cliente una fecha tentativa para la terminación del tratamiento, revisándola periódicamente o cuando sea necesario.
Artículo 104. Revisar los casos de tratamiento prolongado con otros colegas, a fin de evaluar la necesidad de concluirlos así como las estrategias para lograrlo.
Artículo 105. Discutir sólo con propósitos profesionales la información obtenida de una relación clínica o de consulta y comunicarla sólo a quienes estén claramente relacionados con el caso.
CAPÍTULO OCTAVO. DE LOS DEBERES EN LA EVALUACIÓN Y USO DE INSTRUMENTOS
El psicólogo deberá:
Artículo 106. Vigilar que la aplicación e interpretación de las pruebas e instrumentos psicológicos sean exclusivas de quienes posean la preparación profesional adecuada y hayan aceptado las obligaciones y consecuencias de esta práctica.
Artículo 107. Seguir los procedimientos científicos para el desarrollo, validez y estandarización de instrumentos de evaluación.
Artículo 108. Evitar la comercialización y distribución indiscriminada de pruebas disponibles para uso profesional, incluyendo manuales o información que expresen sus motivos o fines, su desarrollo, su validez, y el nivel de entrenamiento necesario para aplicarlas e interpretarlas.
Artículo 109. Emplear los instrumentos como se indica en los manuales respectivos, siendo riguroso en la metodología para la aplicación e interpretación de los instrumentos psicológicos.
Artículo 110. Usar las pruebas e instrumentos en proceso de validación sólo con fines de investigación o docencia, previa aclaración al respecto y con las debidas reservas.
Artículo 111. Considerar a las pruebas psicológicas como instrumentos auxiliares que de ninguna manera son suficientes para elaborar un diagnóstico.
Artículo 112. Explicar al consultante sobre la naturaleza, propósitos y resultados de la prueba en lenguaje comprensible y constructivo, salvaguardándolo de cualquier situación que ponga en peligro su estabilidad emocional.
Artículo 113. Dar a conocer a los consultantes los resultados e interpretaciones de los instrumentos psicológicos empleados, evitando aportar información que pueda comprometer el funcionamiento de la prueba, pero explicando las bases de las decisiones que puedan afectar al consultante o a quien dependa de él.
Artículo 114. Evitar aplicar cualquier instrumento de evaluación psicológica a familiares o amigos.
Artículo 115. Asegurarse de que la aplicación y resultados de instrumentos de evaluación psicológica sean estrictamente confidenciales
Artículo transitorio
En caso de duda o conflicto en la interpretación o cumplimiento del presente Código de Ética, éstas se resolverán de conformidad con lo que disponga la Junta de Honor y Justicia de la AMAPSI.
BIBLIOGRAFÍA
American Psychological Association. (1981). Ethical principies of psychologist. American Psychologist. 36, 6.
Berger, M. La ética y la relación terapéutica. En: Rosenbaum, M. (1985). Ética y valores en psicoterapia. México: FCE. p. 85–113.
Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana. (1964). Normas éticas para el psicólogo. En: Harrsch, C. 1994. Identidad del psicólogo. México: Alhambra. p.201–221.
Sociedad Mexicana de Psicología. (1985). Código ético del psicólogo. México. Trillas.
Steiner, J. Problemas éticos de la reclusión de pacientes en instituciones. En: Rosenbaum, M. (1985). Ética y valonas en psicoterapia. México: FCE. p. 181–201.
Stricker, G. Problemas éticos en la investigación psicoterapéutica. En: Rosenbaum, M. (1985). Ética y valores en psicoterapia. México: FCE. p.429–451.
Subsecretaría de Educación superior e investigación científica. (1997). Prototipo de código de ética profesional. Dirección general de profesiones. SEP.
Wolman, B. Problemas éticos para terminar la psicoterapia. En: Rosenbaum, M. (1985). Ética y valores en psicoterapia. México: FCE. p.202–223.
May 16, 2007
por Marco Eduardo Murueta
Subjetividad objetiva y objetividad subjetiva
La objetividad es lo verdaderamente subjetivo. La subjetividad es lo verdaderamente objetivo. Lo más subjetivo es lo objetivo. Lo más objetivo es lo subjetivo.
Por una parte, cuando se tiene un objeto, hay múltiples ángulos y momentos en que éste puede circunscribirse, desde cada uno de los cuales se va haciendo distinto, es decir, se va haciendo otro objeto. El objeto cambia al modificarse el contexto, la historia en la que se enmarca y que siempre va siendo distinta. El objeto que en un momento llamó la atención por su novedad al poco tiempo se hace viejo e indiferente, es otro. Pero, aún más, generalmente un objeto nace ambiguo y complejo por la simultánea diversidad y movimiento de los contextos en los que se inserta desde el principio. Así, un objeto es siempre muchos objetos, hay una infinitud de objetos implicada en cada objeto, porque son infinitos sus contextos.
Por la otra parte, no hay nada más patente y vívido, es decir, no hay nada más objetivo, que las emociones cuando éstas son intensas, aunque a veces no se tenga palabras para describirlas.
A diferencia de lo externo que puede ser observado desde diversos ángulos y tiene desde su origen múltiples facetas, lo interno únicamente es desde el ángulo mismo en que fue captado por la persona que lo observa; no es otra cosa, sino eso mismo que fue percibido internamente. Es dolor, es alegría, es nostalgia, es un recuerdo, una imagen, una narración que el observador ha percibido desde el único plano en que existen. En cuanto esas emociones y vivencias internas pueden analizarse se transforman en externas y dejan de ser lo que fueron originalmente al entrar en relación con otros contextos.
Con entrenamiento una persona puede aprender a describir con alta fidelidad sus emociones y la forma en que desarrolló un pensamiento, así como puede narrar sus sueños que solamente tienen un único ángulo desde el que son soñados. Sin embargo, debe quedar claro que al nombrar o describir un hecho éste se transforma. Por eso se dice que el sueño narrado es siempre distinto del sueño soñado, y lo mismo ocurre con cualquier otro objeto. Todo objeto al ser representado se modifica, se hace otro en cada ocasión en que se recuerda. Entendiendo esto, podríamos tener claro que “el pasado se puede cambiar” y de hecho cambia con sólo mencionarlo, como cambia un libro o una película a los que se entra por segunda o enésima vez. Los seres humanos estamos condenados a transformar todo lo que tocamos, aún cuando no sea esa la intención. Por eso la cultura crece y se modifica con la reiteración, con los rituales, con las costumbres.
Las emociones y los pensamientos tienen un sentido primigenio único, mientras que lo externo es desde el primer momento diverso, polisémico. Pero lo interno sólo puede pervivir externalizándose, es decir, haciéndose otro. La vivencia pasa a ser recuerdo. Los recuerdos, es decir, el pasado, va cambiando conforme pasa la vida; lo que un día fue tristeza y debilidad después se transforma en orgullo y fortaleza, tal como lo muestran las historias heroicas.
En psicología, los objetivistas no confiaban en la percepción directa de los datos, sino en la medida en que dos o más sujetos observadores estaban de acuerdo, con lo cual sus datos resultan “intersubjetivos”. Del otro lado, muchos teóricos de la subjetividad, en cambio, no parecen preocuparse mucho por confirmar sus observaciones, las consideran verdaderas y válidas desde el primer momento, como si fueran objetivas.
A principios del siglo XXI, todavía hay muchos objetivistas que no han entendido que los ojos y los oídos han sido educados para percibir lo que perciben, tienen una historia y corresponden a actitudes y creencias ideológicas, y que, por tanto, lo mismo ocurre con todos los patrones de medida a los que han considerado como si fueran impersonales o ahistóricos.
Los teóricos de la subjetividad no se percatan de que los fenómenos que consideran “subjetivos” se producen “objetivamente” y se relacionan de manera objetiva con las condiciones de vida material en que se desenvuelven personas y grupos. Los teóricos de la subjetividad no comprenden lo que bien dice Pablo Fernández Christlieb (2004) acerca de que el pensamiento ocurre no sólo en la cabeza de las personas sino que pensamos con movimientos corporales y con las cosas que nos rodean. Por ejemplo, un lápiz o una computadora, así como la ordenación que hay en un supermercado son elementos del pensar de individuos y colectivos. Al dialogar se piensa también a través de las palabras del otro.
En efecto, todo es subjetivo debido a su objetividad y es objetivo por su subjetividad. Esa es la realidad, decía Hegel. No es que el objeto sea otro más allá de su apariencia, sino que la apariencia es ya una parte del objeto real que se forma de múltiples, sucesivas e infinitas formas de su aparecer. Así, objetividad y subjetividad, tanto en el sentido ontológico y epistemológico como en su dimensión propiamente psicológica, incluso individual, son dimensiones mutuamente constitutivas. Por eso puede decirse que también el psicótico tiene razón, como ya nos lo habían hecho ver, por una parte Cervantes y, por otra, Erasmo de Rotterdam. Y, siendo consecuentes, también habría que decir que el saber absoluto pretendido por Hegel no deja de constituir un delirio de grandeza que, por cierto, muy pocos han podido comprender.
Praxis y semiótica
Los seres humanos –como dice Heidegger (1927/1983; pp. 97–103)– estamos “arrojados” en la significatividad. Vivimos en la significatividad como los peces en el agua; o más aún, porque no podemos siquiera imaginar o pensar un mundo sin significados. La falta de significados, la nada, equivale al olvido o a la muerte que, sin embargo, no puede comprenderse sino como otra forma de vida: el muerto vive: es un conjunto semiótico vivo. Todo mundo posible es un conjunto semiótico en movimiento. Todo tiene el carácter de signo o de símbolo, todo es semiótico. Cada cosa es un significante y un significado. Más exactamente todo es polisémico, es decir, es muchos significantes y muchos significados, de manera sincrónica y diacrónica. Los significados se vuelven significantes de otros significados, en una madeja infinita que la filosofía y las ciencias intentan desenredar y, paradójicamente, muchas veces enredan más.
En esta perspectiva, tienen el mismo estatuto ontológico las representaciones mentales, los sueños y las emociones, las acciones corporales, el pensamiento, las palabras y las correspondientes acciones de otros; las cosas materiales y las cosas inmateriales con las que interactuamos. Todo es objetivo-subjetivo porque todo es semiótico.
Es con esta visión que por fin puede unirse en un solo proceso integral el alma y el cuerpo, la mente y la conducta, lo inconsciente y lo consciente, la teoría y la práctica. A esta dinámica integral de los seres humanos le llamamos “praxis”, es decir, acción humana.
La praxis se caracteriza por la pre-visión. Pero esa pre-visión sólo es posible por la incorporación del pasado, del pasado propio y del pasado de otros. No es posible imaginar nada que no sea una recombinación de lo vivido individual y colectivamente. La praxis se muestra así como temporalidad, como un presentarse continuo adviniendo lo que ha sido (al revés de cómo lo vió Heidegger, Op. Cit.). El significado es un producto histórico que abre siempre otras posibilidades, inmediatamente es un significante polisémico. Cada palabra abre varios discursos posibles y el hablante va eligiendo. Al mismo tiempo que quien lo escucha hace un esfuerzo para seguirlo y no perderse en los discursos propios que se le van generando. Por eso, muchas veces tenemos que leer otra vez la frase o el párrafo al regresar de una de las tantas distracciones provocadas por algunas palabras o frases que van tocando puntos diversos de la historia personal.
A esa continua polisemia le hemos llamado “haz semiótico”. Todo símbolo irradia significados con diferente fuerza evocadora, algunos más claros y distintos y otros sutiles, ambiguos, traslapados, mezclados o integrados. Es lo que explica el fenómeno de la “condensación” que Freud encontró en la interpretación de los sueños. Es la multiplicidad simultánea y continua de la “asociación libre”.
El paso de unos significados a otros es un producto indisolublemente emocional y cognitivo que en todos los casos constituye una acción, una acción cerebral o motriz o ambas. No debe olvidarse que la acción motriz es siempre una acción semiótica, tal como lo ha planteado Bruner (1991).
Los procesos de significado o procesos semióticos tienen otra muy importante peculiaridad: para generarse y mantenerse requieren ser compartidos. El aislamiento prolongado va borrando los significados hasta que llega el momento en que no puede mantenerse la coherencia. Pero desde un principio, la sensación de falta de sentido, de ambigüedad o confusión de los significantes y los significados genera tensión emocional (neurosis). La curiosidad y la “avidez de novedades” buscan retomar el camino del compartir la significatividad. Pero si el “anonadamiento” (la sensación de la nada) se prolonga o se intensifica, la ansiedad se eleva y sólo puede disminuirse transitoriamente a través de tres caminos:
- Provocarse artificiosa y compulsivamente sensaciones placenteras (comer, beber, fumar, drogarse, ir de compras, sexualidad, juegos para pasar el tiempo, televisión, música, etc.).
- Causar malestares a otros (a través de culpas, burlas, menosprecio, sometimiento, agresión).
- Exigir a otros que actúen a partir de criterios rígidos o estereotipados y, por tanto, absurdos. Desde el fanatismo religioso hasta la discriminación y las modas.
Como es obvio, en los tres casos se trata de significaciones forzadas que se mantienen funcionando como círculos viciosos: ansiedad-compensación transitoria-ansiedad. La vida se hace superficial y, no obstante esas fórmulas paliativas cada vez más sofisticadas y patológicas, gradualmente va hundiéndose en la angustia-desesperación provocada por el creciente sentido de soledad y frustración.
Esas son las tres características que, desgraciadamente, van predominando en la humanidad conforme se avanza en el aislamiento individualista que acompaña al supuesto progreso. No es casual que algunos de los países con mayor poder tecnológico tengan altos índices en drogadicción, obesidad, infartos, violencia callejera, familiar y militar, depresión prolongada, suicidios, etc. De lo cual, tienden a culpar a los países que tienen sometidos. Según ellos, sus jóvenes se drogan porque los narcotraficantes latinoamericanos llevan las drogas hasta la puerta de las escuelas. No advierten que son esos jóvenes y no-tan-jóvenes, ansiosos de la droga por el individualismo en que viven, los que generan el fenómeno del narcotráfico. Que aunque encierren en las cárceles a todos los narcotraficantes actuales surgirán otros que cubran esa necesidad objetivo-subjetiva de sus habitantes. Esos países poderosos, vigilan y controlan la manera de ser de todos los países para que sean a ejemplo y semejanza de ellos.
Hábitos y lenguaje
La significatividad se organiza como conjunto de hábitos y como lenguaje. Como conjunto que integra progresivamente hábitos sensoriomotrices o praxias, hábitos estéticos o gustos, hábitos emocionales o sentimientos y hábitos cognitivos o creencias (Cfr. el concepto de habitus en Bordieu, 1988). Los significados no-verbales y los verbales –como lo vió Vygotski (pensamiento y lenguaje)– se combinan, se entrecruzan, para hacer posible la praxis, es decir, la acción humana y su evolución histórica.
La memoria se genera mediante los hábitos no-verbales y la estructuración lingüística (que también es una estructuración de hábitos lingüísticos). El lenguaje organiza y consolida los gustos, los sentimientos, las creencias, las praxias y así permite la memoria verbal y la re-creación presente de los acontecimientos emocionalmente significativos. Por eso puede hablarse de una prehistoria para referirse a la etapa en que la humanidad aún no había logrado la grafía, que permite la memoria a largo plazo y que evoluciona a través de las generaciones. De la misma manera, por razones análogas, una persona no puede recordar sus vivencia anteriores a lo que Vygotski concibió como “lenguaje internalizado”.
Las palabras estructuran el mundo. Las palabras, sin embargo, son culminación de la estructuración piramidada o metacognitiva de los hábitos. Los hábitos se “molarizan”, es decir, se integran en paquetes y se vinculan con otros hábitos y paquetes de hábitos. Las palabras avanzan hacia su forma conceptual más alta en la medida en que integran o empaquetan conjuntos de hábitos sensoriomotrices, emocionales, estéticos y cognitivos. Las palabras representan conjuntos significativos de diferente nivel y se relacionan con otras palabras para integrarse en clases, ordenaciones, operaciones lógicas, operaciones matemáticas.
En ese sentido, la organización y formación de los conceptos-palabras tiende a una parábola: como lo descubrió Piaget (Piaget e Inhelder, 1978; Piaget, 1979), las palabras nacen como nombres pegados al objeto o acción que designan; luego van haciendo abstracción para integrar clases de objetos y variables abstractas, llegan a la representación algebraica y cibernética y, con una perspectiva dialéctica (a la que no llegó Piaget), pueden volver a integrar lo abstracto y lo concreto. El pensamiento dialéctico integra en un solo proceso el razonamiento lógico y la intuición no-verbal, la técnica y el arte, el trabajo y el juego.
Las palabras son esqueleto del conjunto semiótico en el que nacen y se desarrollan. Nombrar es abrir un nuevo orden, dirigir la atención, introducir un referente compartido, coordinar y dirigir las acciones (Luria, 1979). Lo que no se pone en lenguaje flota en el ambiente psicológico de la vida individual o de un grupo; anda como rebotando entre posibilidades límite que imponen las costumbres, los rituales, los hábitos colectivos; en los que también se ve “arrojada” cada persona, forzada a repetirlos.
Pero los nombres, apenas se crean, se vuelven polisémicos, es decir, nombran objetos que se van haciendo distintos. Cada nombre se inserta dentro de las múltiples historias que se sintetizan tanto en una determinada colectividad como en un individuo concreto. A pesar de los diccionarios, todos las palabras son ambiguas. Lo que dice el hablante es siempre diferente de lo que oye el que lo escucha. Es diferente porque sus contextos históricos son distintos.
Los signos o símbolos son al mismo tiempo compartidos y no-compartidos. Los signos se comparten más cuando se insertan en historias y prácticas similares o complementarias. Los signos, a su vez, dirigen las historias y las prácticas colectivas. Eso es lo que plantea Gramsci con su concepto de hegemonía. La sociedad se organiza a través de relaciones práctico-intuitivas y práctico-lingüísticas surgidas históricamente. Gramsci (1975) considera esencial modificar intencionalmente la significatividad concreta que cohesiona y le da identidad a una determinada colectividad. Para ello, es necesario diseñar nuevos conceptos, aprender a nombrar, crear nuevas palabras para dar otra forma estructural a las acciones-no verbales; pero, también lo recíproco: producir nuevos tipos de acciones-no verbales como caldo de cultivo de los nuevos conceptos. Lo uno sin lo otro es trivial. Hay que hacer palabras para nombrar las prácticas no-verbales socialmente emergentes, y al mismo tiempo, es necesario abrir nuevas posibilidades prácticas a través de señalar absurdos lógicos y derivar propuestas técnicas.
Identidad y diversidad cultural
Lo que los psicólogos llaman “autoidentidad” o “Yo”, también debe comprenderse como un determinado conjunto semiótico, con una historia y un porvenir. El “yo” tiene su significado articulado con el significado del mundo del que forma parte y que, bien vistas las cosas, en realidad el mundo es también parte del “yo” mismo. El “yo” también es plurisémico y por tanto puede comprenderse como un “haz semiótico”, como todos los haces semióticos y los haces luminosos, continuamente titilando, y así puede imaginarse como un espectro en movimiento que cambia su configuración a cada paso.
Si el mundo se desdibuja por el aislamiento social, también se hace borrosa la sensación de sí mismo y la autopercepción. Esto redunda en la búsqueda de esas sensaciones que también reducen la angustia porque –mientras dura su efecto– ayudan a reafirmar la identidad personal.
No basta con señalar la influencia de culturas determinadas sobre los sentidos concretados en una persona, es necesario comprender de qué manera la diversidad cultural impacta, se arraiga y se desarrolla en cada caso. Profundizar en temas como formación estética (educación de los sentidos), incorporación y producción intencional de mensajes, tradiciones y valores. Los seres humanos somos capaces de tomar como propias experiencias de otros a través de la comunicación, para generar acciones socialmente pertinentes. La praxis individual y colectiva es producto de la historia-cultura, tanto como lo inverso. La realidad surge históricamente conforme los seres humanos producen y reprocesan significados de su actividad-mundo, es decir, de su praxis. La diversidad de praxis es clave para entender la diversidad cultural que, a su vez, se sintetiza en cada praxis individual o colectiva.
Freud introdujo el concepto de “superyo” para referir la introyección o incorporación de valores culturales a la personalidad de los individuos. Según Freud, el “superyo” integra tanto al “ideal del yo” como a “la censura moral” que delimita lo que el individuo debe hacer y aquello que le está permitido. Sin embargo, para Freud toda la energía motivacional proviene del “ello”, de las “pulsiones” innatas de vida y de muerte. Freud concibió al “superyo” como algo esencialmente monolítico pues no tomó en cuenta la diversidad cultural en que se desenvuelve cada persona. Ese concepto freudiano de “superyo” puede volverse más interesante si se le concibe desde la diversidad cultural, y, por tanto, puede establecerse una fuerza motivacional personal originada por las contradicciones culturales que incorpora de sus padres, de la escuela, de los medios de comunicación y de otras influencias semióticas. La fuente principal de la motivación personal, así, no sería de carácter biológico sino semiótico-cultural, o sea histórica, y esto implica una propuesta muy relevante en la psicología contemporánea, particularmente en América Latina, crisol de todas las culturas.
En ese sentido, resulta interesante la relación entre el concepto de praxis y la introyección compleja de diversos valores culturales. Las relaciones prácticas (sensoriales, estéticas) de una persona con el medio cultural que le rodea, al mismo tiempo son producto de una historia semiótica y, por tanto, cultural, como generan nuevas dimensiones semióticas y producen cultura.
Es necesario revolucionar el concepto de cultura. Toda cultura implica una diversidad cultural en su interior, todas las culturas son culturas híbridas –como diría García Canclini (1990). Un niño tiene la influencia esencial de las culturas familiares diferentes de las que provienen sus padres o tutores; la dinámica cultural de las familias se enfrenta con las culturas escolares, inclusive cada maestro y cada compañero de la escuela son expresión sintética de otras combinaciones culturales. Los medios de comunicación masiva, los comercios, los juguetes y los juegos introducen otros tantos elementos culturales en la autosensación y comprensión de sí mismo y del mundo que le rodea. Las culturas locales se ven alteradas por la globalidad que, a pesar de todo su impacto, no termina de borrarlas.
Por eso Gramsci (1987) concibe al individuo como “la síntesis de las relaciones existentes” y también “la historia de esas relaciones”. “Es el resultado de todo el pasado” –dice–. Lo mismo sería aplicable a un grupo determinado, a una clase social, a una comunidad y a la humanidad toda. En ese sentido, la cultura significa la incorporación-transformación de las vivencias de unos en otros, a través de la re-iteración, como le llama Heidegger (Op. Cit.) al apropiarse de lo que ha sido; al volver a hacer presente lo que ha sido, de una nueva manera, en un nuevo contexto y, por tanto, como algo nuevo.
Se usan las mismas palabras que siempre dicen algo distinto, y por tanto son otras; se aplican las mismas técnicas para producir efectos esperados en situaciones diferentes por lo que la técnica siempre integra la intuición de la posibilidad que nunca es certeza absoluta; se re-producen las costumbres y los rituales como continuidad e identidad histórica de individuos y comunidades que van dejando de ser lo que eran, las identidades se transforman. A través de ello se concretan y consolidan valores personales y compartidos por colectividades determinadas, sin dejar de tener la tensión y el movimiento que antes referimos; lo mismo ocurre con las creencias y códigos de comunicación, como base para la “sociedad”, es decir, como base de la acción coordinada, de la cooperación y de la memoria individual y colectiva. Sin la re-iteración es imposible recordar, y por tanto no sería posible tener historia e identidad; no es posible el ser humano.
Así, la cultura es –como decía Gramsci– organización progresiva, individual y colectiva. Una cultura compleja permite una organización compleja, pero también viceversa. La apropiación o re-iteración de las experiencias y vivencias de otros es lo que permite entender su punto de vista, sus propuestas y el sentido de sus acciones; elementos indispensables para coordinar acciones colectivas.
Cultura y pseudocultura
Quienes tengan acceso a experiencias diversas y ricas en su contenido tendrán más cultura (al poder re-iterar dichas experiencias) y, por tanto, podrán captar en mayor medida los matices de personalidades y situaciones logrando imaginar combinaciones y posibilidades complejas de mayor alcance práctico. Podrán convocar a opciones entendibles para muchos sin necesidad de imponerles un determinado punto de vista. La imposición, la violencia, en el fondo significa impotencia, incapacidad para comprender las motivaciones de los otros, su punto de vista, su valor social e histórico, es decir, falta de cultura o anquilosamiento de la cultura (pseudocultura). La persona poco culta o anquilosada requiere del poder del dinero y del poder tener un cargo formal o un medio de difusión para amplificar e imponer su lógica, que a esa misma persona se le ha impuesto desde fuera; puede “mandar obedeciendo” a un sistema impersonal que no comprende, pero en el que cree ciegamente. Como dice Pink Floyd, se torna en “otro ladrillo en la pared”, el muro que inhibe la cultura real, el apropiamiento por cada quien de las vivencias más diversas e interesantes de los seres humanos y la posibilidad de crear, haciendo realidad lo que parecían utopías.
A la cultura le es inherente la automatización de experiencias históricamente asimiladas, a través de rituales, costumbres y hábitos (prácticos, creencias, sentimientos y gustos). Pero dicha automatización envejece y poco a poco pierde frescura para acoplarse a situaciones novedosas; de ser una técnica o un hábito necesario y eficaz en determinada época o circunstancia se hace rígida y se vuelve un obstáculo para el cultivo de nuevas creencias, valores y constumbres emergentes en circunstancias distintas; en lugar de ser “cultivo de algo” se transforma en inercia que sólo sirve para cultivar presiones absurdas e irritación personal y colectiva. Esto ha derivado históricamente en que los colectivos y las personas consideren como universales lo que sólo sería válido en determinados contextos, lo cual tiene como efecto lógico el enfrentamiento de los universales de unos con los de otros que provienen de experiencias distintas; los automatismos o inercias de unos contra los de otros. Así la guerra se ha hecho presente en la historia humana, en las familias e incluso en el interior de los individuos. A eso, precisamente, se le puede denominar “psicopatología”: aferrarse a determinados esquemas, supuestos o ilusiones. Las experiencias culturales se transforman a veces en una especie de contra-cultura o pseudocultura.
Con toda la grandiosidad de la cultura humana, hasta ahora y desde hace unos 3000 años la pseudocultura prevalece, incluso ésta se traga y deglute progresivamente a la cultura, deformándola. A eso se refiere Nietzsche (1885/1997) cuando señala cómo lo que originalmente pudo haber sido considerado como “bueno” por su contribución a la vida, a la fortaleza de los invididuos y de las colectividades, al sedimentarse se automatiza y tiene una función contraria. “Pseudocultura” porque en lugar de “cultivar” lo que favorece el bienestar y el desarrollo de los humanos y de la vida en general, paradójicamente cultiva valores, creencias y costumbres que, fuera de su contexto original, resultan contrarios a dicho bienestar y desarrollo.
Desafortunadamente, el poder político y económico, así como las posibilidades de difusión masiva, suelen estar en manos de mentes cerradas, rígidas, a veces incluso obnubiladas, que se han hecho de ese poder a toda costa, pasando sobre quien sea, mintiendo, sobornando, aparentando, etc. Es difícil que una persona realmente culta acepte el costo ético que los actuales sistemas económicos y políticos requieren de sus funcionarios. A mayor cultura real mayor resistencia a la inmoralidad (la mentira, la corrupción, etc.), al fanatismo y a la moralina. Esto no significa que no haya políticos con sensibilidad cultural que realmente busquen contribuir al beneficio colectivo, pero desafortunadamente hasta ahora han sido minoría. Tampoco implica un maniqueísmo, pues entre los dos polos es posible encontrar una gama en la que quizá nadie toque los extremos, lo que implica que en cada individuo y en cada colectivo la cultura y la pseudocultura coexisten en determinadas proporciones, cambiantes según sus nuevas experiencias
La pseudocultura en el poder suele perseguir y atacar a la cultura y a otras versiones de pseudocultura que le son aversivas, para eso están las leyes, las sanciones y las armas. Vigilar y castigar –dirá Foucault (1996). La pseudocultura, realmente no deja de ser una cultura que tiene una actitud cerrada. Como si dijera: “solamente será lo que ya ha sido”. Pero no hay una re-iteración de lo sido ubicándolo en los nuevos contextos, sino concibiendo a lo sido como inmóvil, es decir “fuera de contexto”. Padres y maestros que reprimen las modas juveniles olvidando que ellos también fueron jóvenes reprimidos. Adultos que no son capaces de captar los mensajes de las nuevas generaciones y las circunstancias en que viven.
La pseudocultura se basa en y promueve la desconfianza generalizada, como en el enfoque de Hobbes y Freud. La colectividad continuamente sintiéndose amenazada por los intereses individuales. Para todo hay que crear normas, vigilantes y sanciones respectivas. Por ejemplo, eso sustenta la mal llamada “cultura democrática” que prevalece en el mundo y que muchos dan por sentado como un conjunto de valores universales: la legalidad, la objetividad, la imparcialidad, la tolerancia, el voto influido por el mejor manejo publicitario que con frecuencia promociona a la mediocridad y el egocentrismo; los trucos legaloides, la guerra verbal para demostrar que el otro es peor, etc.
Por el contrario, la cultura implica organización y con-vivencia, o quizá más bien al revés: la con-vivencia (vivencia compartida) como base de la organización. La cultura promueve la confianza recíproca y el afecto. Al con-vivir se captan y se comparten puntos de vista que pueden coordinarse para realizar un proyecto. La co-operación nace de la integración afectiva y la produce. Tener intereses compartidos o captar como propio el interés del otro, de los otros, es el fundamento de la “sociedad” (ser socios).
La pseudocultura invierte el sentido de esa “sociedad”. El inculto o pseudoculto usa a los otros como medios para intereses inmediatos. Cuando colabora en un proyecto lo hace pensando en el beneficio personal que obtendrá de esa “sociedad”, sin importarle el sentido colectivo del proyecto. El inculto está disociado de la comunidad a la que “desafortunadamente” pertenece y desprecia.
La cultura como incorporación-reproducción y apropiamiento de las experiencias de otros –en el grado en que eso ocurra– involucra a cada persona y a cada grupo con la colectividad, promueve el sentido de comunidad, de identidad colectiva integrada en la identidad individual, lo cual es la base verdadera de la responsabilidad social y de la acción ética. Pero el sentido de comunidad no puede surgir como pseudocultura mediante el adoctrinamiento o la coerción, su posibilidad se basa en la expansión y profundización de los afectos (compañerismo, estimación, amistad, amor) mediante la realización de actividades que permitan que unos incorporen lo más directamente posible las experiencias de otros: dialogar escuchando las historias, jugar y convivir, compartir proyectos exitosos. En el grado en que estos tres elementos forman parte de la vida individual y, por tanto, colectiva, la sensación de libertad cobra realidad. Es el sentido esencial de la frase célebre de José Martí: Ser cultos para ser libres.
La libertad de un individuo, de un grupo, de una organización, de un país, de la humanidad toda, se acrecienta conforme en cada caso se integran como propios las perspectivas y los sentimientos de los demás; conforme éstos se hacen una perspectiva y un sentimiento propio. Para ello resulta esencial la familiarización con las diversas historias, los diversos contextos. De esa manera, el libre deseo de un individuo tiende a identificarse con los anhelos y valores profundos de los colectivos en que se desenvuelve, es decir, en los que participa. Con esto se disminuye la funcionalidad de vigilantes y sanciones, al crecer la confianza entre los individuos y hacia las instituciones. Los individuos toman el poder (poder hacer).
Bibliografía
Bordieu, P. (1988) La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid.
Bruner, J. (1991). Actos de significado: más allá de la revolución cognitiva. Alianza, Madrid.
Fernández Christlieb, P. (2004). La sociedad mental. Anthropos, Barcelona.
Foucault, M. (1996). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI, Madrid.
García Canclini, N. (1990). Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo, México.
Gramsci, A. (1975). Los intelectuales y la organización de la cultura, Juan Pablos Editor. México.
Gramsci, A. (1987) Antología. Selección, traducción y notas de M. Sacristán. Siglo XXI, México.
Heidegger, M. (1927). El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1983.
Luria, A. (1979).El papel del lenguaje en el desarrollo de la conducta. Cartago, Buenos Aires.
Nietzsche, F. (1885). La genealogía de la moral. Alianza Editorial, México, 1997.
Piaget, J. e Inhelder, B. (1978). Psicología del niño. Morata, Madrid.
Piaget, J. (1979). La formación del símbolo en el niño. Fondo de Cultura Económica, México.
Vygotski, L. S. (1988). Pensamiento y lenguaje. Quinto sol, México.
May 13, 2006
Dr. Marco Eduardo Murueta Reyes (UNAM Iztacala, Amapsi)
El amor, más que el desamor, es lo que hace a la historia.
Sin duda, el amor es lo que mueve al mundo y es lo que da significado a cada uno de los esfuerzos personales. Sin embargo, este sentimiento escasea cada vez más y en su lugar aumentan la soledad, las frustraciones, los rencores, la apatía y la violencia.
El amor es un fenómeno tan natural como la lluvia o como el hervir del agua a 100 grados centígrados. Un fenómeno se produce cuando ocurren un conjunto de factores que lo generan, que lo causan.
La técnica es la capacidad para hacer ocurrir el conjunto necesario de factores para producir un fenómeno. Una técnica es un procedimiento específico cuyo resultado se conoce de antemano. Por ejemplo, si calentamos el agua en estado líquido hasta los cien grados centígrados sabemos que se convertirá en vapor poco a poco. Se habla de tecnología cuando se articulan un conjunto de técnicas para lograr un producto complejo.
¿Se puede producir intencionalmente el amor? Sí, haciendo ocurrir los factores que lo causan. En la teoría de la praxis se define al amor como el sentir como propio lo que le sucede a otro o a otros.
A través de diversas investigaciones se ha logrado establecer cuáles son los elementos que producen dicha identificación amorosa, independientemente de la voluntad de los participantes. Es importante aclarar que nos referimos al “amor” en forma general abarcando sentimientos como “estimación”, “amistad”, “amor filial”, “amor sexual”. El sentimiento amoroso será mayor conforme más intensidad, duración y frecuencia tenga cada uno de los ingredientes que a continuación exponemos.
1. Reconocimiento. Este factor consiste en expresar o hacer saber los aspectos que agradan de sí mismo y de otra(s) persona(s), así como saber cuáles rasgos propios personales o de grupo son agradables para otra(s) persona(s).
2. Con-vivencia. Un elemento básico para la producción del amor consiste en tener vivencias conjuntas como las siguientes: jugar comer o beber (¡en sentido amplio!) juntos compartir eventos como fiestas, cine, teatro, música, viajes, lecturas, etc. reír juntos esparcimiento compartido.
3. Generación de experiencias agradables especiales. Quien propicia experiencias que resultan agradables para otro se integra positivamente en forma simbólica en la identidad del segundo, sobre todo en la medida en que esas vivencias generadas son poco comunes. Esto abarca desde la misma imagen personal, los “detalles”, las sorpresas agradables, los regalos, la risa, los placeres físicos, la poesía, la fantasía, entre muchas otras posibilidades que inducen la emoción amorosa.
4. Contacto físico agradable. Este aspecto es clave para determinar los niveles de profundización amorosa (amistad, relación filial, amor sexual). Abarca desde la mirada, el saludo de mano, la palmada en el hombro, el abrazo, tomarse del brazo, tomarse de la mano, los besos en la mejilla, los besos en la boca, hasta las relaciones sexuales propiamente dichas, entre muchas otras variantes.
5. Co-operación. Es fuente de enamoramiento hacer cosas en las que cada quien colabora voluntariamente para lograr un resultado único. Desde mover un mueble entre dos o más personas hasta juegos o trabajos en equipo de diferente índole, complejidad y duración. El apoyo de uno en el otro es una forma especial de co- operación mayores alcances afectivos.
6. Creatividad compartida. Generar conjuntamente cosas interesantes o estéticas que antes no existían; por ejemplo, el decorado de la casa, un invento, una obra artística, un libro, la formación de un hijo, un descubrimiento, una empresa, una institución, etc. Los productos creados conjuntamente se convierten en símbolos de identificación amorosa.
7. Éxito compartido. La sensación de haber alcanzado una meta importante mediante esfuerzos combinados de los participantes produce un alto grado de emoción satisfactoria que integra a los otros en la simbolización de cada uno.
8. Narrativa de vida. Platicar las vivencias cotidianas y las anécdotas o recuerdos anteriores, así como escuchar con atención lo que le ha ocurrido a otro(s) es fuente de comprensión e identificación progresiva, siempre y cuando lo narrado no sea emocionalmente agresivo para el que escucha. El que narra entrega parte de sí mismo a quien lo escucha. Este vive imaginariamente las emociones que genera la narración e incorpora a su ser esa experiencia del otro.
9. Competencia externa. La cohesión de una pareja o grupo requiere de que esta unidad se contraste con otras similares. En la medida en que esta comparación externa falta es más probable que afloren diferencias internas en el grupo o pareja. Se sugiere una competencia sana, positiva; es decir, competir en equipo por SER MEJORES en los aspectos que se consideren relevantes. NO competir por SER MENOS MALOS, o poner “zancadillas” para que otros grupos o parejas no se desarrollen, como acostumbran quienes se sienten frustrados por NO SER ya y sin esfuerzo lo que quisieran.
Con una dosis combinada y progresiva de los elementos mencionados se producen procesos de identificación amorosa de alta intensidad que pueden traducirse en un estado continuo de frenesí. Como todo fenómeno, si cesan los factores que lo producen también el fenómeno desaparece. Es decir, el amor requiere ser cultivado para no dejarlo morir de inanición. Cuando el amor no se cultiva surgen la soledad, la frustración, la agresividad, el desprecio, los chantajes, los reproches, etc. Entonces se cultiva sin saberlo el odio, la apatía, la violencia, la destrucción de la vida, es decir, la DESTRUCCION DE SI MISMO.
En el amor está la esencia de los seres humanos y es la base de la salud mental. La COMUNION significa la integración amorosa de cada individuo con las colectividades en que participa (la pareja, la familia, los amigos, el grupo de trabajo, la comunidad, la patria, la humanidad), y por tanto con todo el universo.
Vale la pena intentarlo.
Dic 15, 2006
Marco Eduardo Murueta
Desde hace años se habla de la crisis educativa a nivel mundial. Es cierto que las matrículas escolares han crecido y los promedios de escolaridad son poco a poco más altos en los diversos países, así como es evidente que las diferencias de escolaridad afectan para bien, y sobre todo para mal, la competitividad económica entre países, empresas e individuos. Sin embargo, los resultados obtenidos mediante los actuales procesos de enseñanza-aprendizaje en las escuelas, distan mucho de ser los esperados en los planes y programas de estudio, contrastando también con las expectativas sociales sobre la educación y la escuela.
Muchos alumnos manifiestan actitudes de rechazo hacia el trabajo escolar, al cual sienten como una pesada carga, un mal necesario para satisfacer a sus padres y/o disminuir posibles desventajas futuras. Especialmente en la educación media, es frecuente que los estudiantes entren en conflicto con los docentes. Éstos, por su parte, suelen quejarse de la baja motivación de la mayoría de los estudiantes, la cual avanza a través de las generaciones y deriva en apatía generalizada.
El hecho significativo de que sólo unos cuantos logren culminar una licenciatura y, menos aún un posgrado, es la medida del fracaso de las instituciones escolares: su baja eficiencia terminal, la cual se acentúa de un nivel a otro. Muchos alumnos tienen deficiencias en sus aprendizajes en la primaria y no logran terminar la secundaria, otro porcentaje arrastra con las deficiencias acumuladas en esos dos ciclos y ya no puede con el bachillerato; de los pocos que logran un espacio en las relativamente escasas instituciones de educación superior, la gran mayoría adolece de marcadas deficiencias educativas que le dificultarán concluir la licenciatura, y quienes lo hagan se enfrentarán a un constreñido y competido mercado de trabajo profesional en el que sus limitaciones formativas en muchos casos redundarán en frustración personal. De quienes logran tener éxito profesional es frecuente oír que la universidad les aportó relativamente poco y que aprendieron a ser profesionales sobre la marcha, una vez contratados o involucrados en una empresa. La calidad de los servicios brindados por esas personas mal preparadas en los diferentes niveles escolares y ocupacionales correspondientes afectará a sus usuarios e impactará con ello los niveles de calidad de vida social de las comunidades y países en que se desenvuelven. El fracaso de la escuela conlleva el fracaso de una sociedad.
Si bien la problemática de la escuela antes señalada puede ser mayor en unos países que en otros, la realidad es que se manifiesta también en los países con mejores niveles económicos y de mayor escolaridad promedio, la cual en los mejores casos no rebasa el nivel de bachillerato. Hasta ahora ningún país ha logrado contar con una población mayoritaria de personas con nivel licenciatura o superior.
Se sabe que la pirámide escolar resulta necesaria en una sociedad con estructura ocupacional y económica piramidal. Si la mayoría o casi todas las personas lograran concluir una licenciatura ¿quién se ocuparía de las labores que no requieren una alta escolaridad y que son las que prevalecen en la época actual? Es difícil pensar en profesionales universitarios encargados de la recolección de basura, de cortar el césped, resolver problemas de drenajes tapados, arreglar neumáticos, subir o bajar muebles para una mudanza o bultos de cemento en una construcción, operar un taxi o un autobús urbano, cambiar las lámparas del alumbrado, ayudar a los turistas con su equipaje, atender directamente la siembra y cosecha de verduras, cereales y frutas; fungir como recepcionistas, distribuir cartas, atender a los usuarios de un establecimiento comercial, reparar aparatos electrodomésticos, etc., etc.
Entonces, para una sociedad como la actual, el fracaso escolar resulta necesario. El éxito de las escuelas afectaría la manera de organizarse de la sociedad. Por eso, la escuela se ha concebido implícita o explícitamente como un filtro. Sólo los mejores logran sortear el cúmulo de obstáculos que ella representa y son los que llegan a los niveles escolares más altos y, en su caso, tienen éxito profesional. Se asume que “son mejores” por nacimiento o por una voluntad personal de perseverar que llega a su conciencia no se sabe cómo, bajo la idea del “libre albedrío”. No se entiende que si una persona persevera, esto obedece esencialmente a su historia personal, a su historia formativa, es decir, al propio proceso de su educación, no tanto a través de la propia escuela sino por la suerte de formar parte de familias o comunidades con niveles culturales acumulados relativos, que son la base que les permite enfrentar con mayor probabilidad de éxito los retos escolares y ocupacionales correspondientes a cada nivel escolar. No faltan las excepciones que proviniendo de familias o comunidades con escaso nivel cultural y económico logren llegar a niveles escolares u ocupacionales más altos por haberse topado fortuitamente con influencias escolares y extraescolares que les aportan esa posibilidad. Pero es fundamental que un nuevo pensamiento educativo asuma claramente la idea de que la motivación y las actitudes de una persona son producto de una historia, pues nada surge del vacío. Si alguien logra triunfar escolar y profesionalmente es porque en su historia formativa concurrieron un conjunto de ingredientes psicológicos para ello; de la misma manera, el fracaso escolar o profesional debe explicarse por la historia formativa respectiva.
Muchos padres de familia culpan del fracaso escolar a la indolencia de sus propios hijos que “no quieren estudiar”, de manera similar a la concepción generalizada de que “las instituciones sociales están bien diseñadas, pero lo que falla son las personas”. Otro sector, numéricamente importante pero minoritario, responsabiliza del fracaso de las personas a las propias escuelas y a los docentes y, por tanto, se explica la corrupción, la violencia social, la ineficiencia generalizada, el narcotráfico, como efecto de la mala calidad de la educación en las escuelas. En reciprocidad, las escuelas y los docentes atribuyen los problemas en el aprendizaje a los conflictos familiares, a la problemática económica y/o a la falta de voluntad de sus alumnos. Muy pocos padres de familia, escuelas y docentes asumen su propia responsabilidad de manera autocrítica y se ocupan de buscar soluciones eficaces.
Desde nuestro punto de vista, es evidente que tanto la familia como la escuela y otras influencias formativas, entre las que destacan los medios de comunicación masiva, afectan para bien o para mal la formación integral de niños y adolescentes. Sin embargo –como veremos a continuación– lo que ocurre en las aulas es suficiente y muy probablemente el factor más importante para propiciar la problemática que hemos descrito. En ese sentido, realizar cambios en el proceso de enseñanza-aprendizaje en las escuelas tendría un papel fundamental y prioritario para superar inclusive muchas problemáticas familiares y, así, por tanto, constituir la punta de lanza de una nueva dinámica social.
Pensamiento educativo y enseñanza escolar
En efecto, el reto es cómo y en qué dirección es posible realizar dicha transformación de los procesos escolares. Esta ha sido la preocupación y la ocupación de pensadores de la educación, planificadores educativos y de muchos docentes. La pedagogía y la didáctica han sido motivo de grandes reflexiones y de múltiples investigaciones sin que hasta ahora se haya logrado el propósito mencionado.
Con algunas excepciones relativamente poco difundidas, los pensadores de la educación, los planificadores y los docentes, en el fondo y en esencia suelen basarse en un enfoque equivocado del proceso educativo cuyo postulante histórico es el teórico francés de finales del siglo XIX, Emile Durkheim. No es que con él haya surgido dicho enfoque, pues su origen se remonta inclusive a la mayéutica socrática que procuraba mediante preguntas sistemáticas hacer nacer las ideas arquetípicas, el conocimiento de “lo verdadero”. Pero es Durkheim quien lo expresa de manera más explícita. Según este autor, la educación es una acción ejercida por una generación de adultos sobre una generación de jóvenes para transferirles un conjunto de conocimientos, capacidades y valores que “una sociedad” considera relevantes para sus miembros y para darle homogeneidad y cohesión a la misma.
Así, la educación se concibe como un proceso esencialmente unidireccional sobre la base de nociones (conocimientos, capacidades y valores) preestablecidas socialmente. Los métodos para lograr el aprendizaje de esas nociones pueden variar desde el autoritarismo (“la letra con sangre entra”) hasta la escuela nueva que utiliza al juego y materiales didácticos como herramienta o medio para que los alumnos aprendan lo que deben aprender. Incluso autores actualmente tan valorados en el ámbito educativo como Piaget y Vygotski (pilares del llamado “constructivismo”), y sus seguidores, proponen estrategias innovadoras para lograr que el aprendizaje de esas nociones sea significativo, inclusive co-construido entre docentes y alumnos.
No obstante que el constructivismo ha sido la base de los planes de estudio de primaria y secundaria en las últimas dos décadas, no ha logrado impactar notoriamente sobre la problemática señalada más arriba. Un factor que explica esto es la inercia formativa de los docentes, sus propias problemáticas formativas y laborales, así como sus dificultades conceptuales y actitudinales para procesar las innovaciones educativas propuestas por los nuevos planes de estudio, tomando en cuenta además las dificultades económicas y logísticas para su acceso a la debida “capacitación” en relación con los nuevos modelos educativos planeados.
Desde nuestro punto de vista, el problema esencial de la educación actual consiste en que se basa en la idea durkheimiana de transmitir nociones previamente seleccionadas que dan base a uno de los conceptos más difundidos en el ámbito educativo: el curriculum. En la primaria los niños deben aprender ciertas cosas en cada grado, lección tras lección, clase tras clase, y lo mismo ocurre en los niveles consecutivos, quizá con la excepción del posgrado. El tipo de actividades previstas para ello puede variar en cada caso, pero “el estudiante” (así, de manera individual y en abstracto) ha de recorrer un camino preestablecido, le guste o no, le interese o no, si quiere obtener una calificación aprobatoria, un certificado.
El centro del esfuerzo de aprendizaje de los estudiantes se centra en la calificación, en ser aprobado, en “pasar año”. Lo esencial se vuelve medio para lo no esencial, los valores se invierten. Los estudiantes pueden copiar, fabricar acordeones, recibir las respuestas de examen a través de un mensaje en su celular, memorizar lo que hay que responder, aceptar acríticamente lo que dicen los maestros o los libros, lo importante es aprobar. Qué importa si es significativo el aprendizaje o no, lo importante es la calificación. Muchos estudiantes se quejan de que algunos maestros se esfuerzan por hacer significativo su aprendizaje, lo que solicitan es una supuesta “guía de estudios” que les indique lo que hay que hacer para aprobar. Esto es análogo a lo que ocurre en la mayoría de los puestos de trabajo en la sociedad actual: al trabajador no le importa el usuario al que destina su trabajo, su mente está centrada en el salario que ha de recibir, si pudiera no trabajar y tener el dinero tanto mejor. Son pocos los que se enamoran de su trabajo, como son pocos los estudiantes que se apasionan por aprender.
Está tan difundida esa situación en la sociedad y en las escuelas actuales que muchos lo ven como algo natural, como si no hubiera otra posibilidad. Imaginar una sociedad en la que la gente trabajara con fervor o una escuela llena de muchachos vivarachos y entusiastas altamente motivados por el aprendizaje es algo que generalmente se considera propio de utopistas o soñadores, algo muy lejano a lo posibilidad de hacerlo real.
Sin embargo, hay algunos pensadores sociales y de la educación que lo han visto viable. Se han realizado algunas experiencias que apuntan hacia esa posibilidad. Pero hasta ahora esto ha sido limitado y ha tropezado con inercias sociales e intereses políticos. Entre los enfoques pedagógicos conocidos que rompen esencialmente con el enfoque protagonizado por Durkheim, encontramos autores como: Neil, Wallon, Illich, Freinet, Freire y el grupo de análisis institucional (Lapassade, Loureau, Lobrot, Oury). No obstante sus conceptos y experiencias no se han expandido y puede decirse que sólo tienen una influencia limitada en las escuelas y docentes contemporáneos.
En el caso de Neil e Illich sus propuestas rompen de una manera tajante y radical con los procesos escolares actuales y, por tanto, con las nociones anquilosadas de padres de familia y las instituciones estatales. A finales de los años 30 del siglo XX, Neil desarrolló el proyecto Sumerhill, una comunidad educativa donde estudiantes y docentes participaban de todas las decisiones importantes para la comunidad y, al mismo tiempo, cada niño hacía sólo aquello con lo que estaba de acuerdo, mientras no afectara a los demás. Los niños de Summerhill vivían en una isla de libertad separados de un océano social adverso. Al salir de esa isla era previsible que encontraran dificultades para adaptarse a los estilos prevalecientes en la sociedad.
En el otro extremo Illich, propone de plano eliminar las instituciones escolares para propiciar la convivencialidad dentro de una sociedad en la que el proceso enseñanza-aprendizaje ocurriera de manera directa en los centros de trabajo, los maestros serían en cada caso los responsables y por tanto expertos en realizar las distintas actividades sociales: quien quisiera aprender ingeniería debería acudir a los lugares donde se están construyendo puentes, carreteras o edificios. Illich, como otros autores, crítica radicalmente el aislamiento de la vida que ha significado el “encierro” de los niños y jóvenes en las escuelas. No hay un proceso de transformación de la sociedad actual, sino que propone directamente crear otra forma de organización social con base en la desaparición de la escuela.
En cambio, Wallon, Freinet, Freire y los teóricos del Análisis institucional coinciden en proponer alternativas pedagógicas que involucran a la escuela con la sociedad actual como esencia del proceso educativo y como vía para la transformación social. La forma de realizar esa vinculación entre escuela y sociedad tiene sus matices en cada caso: Wallon propone familiarizar a los educandos con “todas las formas de actividad propias de la época”; podría decirse introducir la sociedad dentro de la vida escolar de tal manera que estudiantes y docentes analicen y dialoguen sobre lo que ocurre en la vida social tomando partido. Esto, a su vez, posteriormente es concretado por Freire al ponderar el diálogo entre educador y educandos para “problematizar” y criticar la dinámica social en que se encuentran inmersos los educandos con el propósito de generar la “conciencia social” y política de los mismos como base de acciones sociales consecuentes. Los teóricos del Análisis institucional dan un paso más al plantear el cuestionamiento de lo “instituido” dentro del propio ámbito escolar para convertir a los educandos en “instituyentes” de nuevas dinámicas sociales, derivando en lo que llamaron “autogestión educativa”. Freinet, por su parte, es el único pedagogo que no sólo propone llevar la vida social al seno del aula, sino tomar el aula como centro de reunión para planificar acciones sociales que impacten a la comunidad circundante: la escuela volcada sobre la vida social.
A diferencia del movimiento conocido como “escuela nueva”, los autores antes señalados no sólo se plantean hacer agradable y hasta flexible el curriculum, sino que promueven un enfoque educativo en el que estudiantes y docentes son actores en la búsqueda y selección de los temas y enfoques que serán procesados en el aula. Los temas no están organizados de una manera estandarizada y homogénea para cada grado y para todos los grupos que lo cursen, sino que las temáticas surgen de lo que está ocurriendo en la sociedad y que puede ser de interés del grupo de educandos y educador. Wallon se mantiene en la dimensión individual de la educación, mientras Freire, Freinet y el Análisis institucional se ocupan esencialmente de grupos concibiéndolos como algo muy diferente de un conjunto de individuos.
Escuela y transformación social
La teoría de la praxis –de la cual soy autor– retoma las experiencias pedagógicas propuestas por diferentes autores y, en síntesis, plantea lo siguiente respecto a los procesos educativos:
1. La escuela se hace aburrida y molesta para educandos y educadores en la medida en que mediante el curriculum los despersonaliza obligándolos a realizar una serie de tareas escolares cuya utilidad pocas veces entienden y está desvinculada de sus intereses vitales en la vida cotidiana. Con esto la escuela introduce a los educandos en lo que Marx llamó “el trabajo enajenado” propio de la sociedad capitalista.
2. Así como la vida social capitalista promueve el individualismo y el interés por acumular bienes y dinero, la escuela actual generalmente propicia que sus estudiantes se interesen por la calificación y el certificado sin importarles la solidez de su propia formación.
3. Los estudiantes deben aprender un cúmulo de nociones que no son de su interés personal.
4. La mayoría de los docentes, al tener dificultades para atraer el interés genuino de sus alumnos, tienden a exigirlo a través de medios extrínsecos: incentivos de calificación, amenazas abiertas o veladas, registros de asistencia y de otras conductas, etc. Lo que conlleva una mayor o menor dosis de autoritarismo que agrava el rechazo estudiantil.
5. Muchos de quienes se dedican a la docencia no cuentan con vocación y formación para ello, y ven a esta actividad como una opción de trabajo relativamente desvalorizada, ante la imposibilidad de realizarse en otras esferas profesionales.
6. La mayoría de los docentes se sienten mal remunerados y obligados a cumplir con la tarea rutinaria de enseñar una y otra vez los mismos temas que ellos han repasado por años, apresados por lo establecido en planes institucionales en cuyo diseño ellos no han participado y por supervisiones que les exigen cumplir con dosificaciones y metas establecidas, iguales para todos los educandos tomados individualmente.
7. Los temas establecidos y las rutinas escolares contrastan con la velocidad actual del acceso de las nuevas generaciones a múltiples fuentes de información alternativas, especialmente la televisión e internet.
8. Muchos docentes padecen del llamado “síndrome de Bornout” que se refiere al desgaste excesivo en ambientes de trabajo competitivos y despersonalizados que afecta la estabilidad emocional de las personas, sus familias, y, en este caso, sus alumnos.
9. El malestar de la sociedad se introduce a la escuela y genera estados neuróticos en alumnos y docentes, los cuales se canalizan a través de agresiones dirigidas hacia los eslabones más débiles que fungen como “chivos expiatorios” o drenaje de las neurosis colectivas. En las aulas los “chivos expiatorios” pueden ser los alumnos más inquietos, los atípicos en su manera de ser o los que tienen mayores dificultades de aprendizaje.
Ante esa problemática educativa, la teoría de la praxis considera necesario y posible convocar a un movimiento de transformación educativa y social con base en los siguientes planteamientos:
a) Los planes educativos, actualmente rígidos, deben modificarse para construir propuestas que si bien sirvan de marco de referencia y orientación para las actividades de docentes y estudiantes, sean abiertas y flexibles para propiciar la creatividad social a partir de las aulas.
b) Los planes educativos y los propios docentes deben dirigirse a la organización de los grupos y la coordinación intragrupal, de tal manera que no todos los alumnos realicen las mismas actividades, sino que exploren activamente diferentes posibilidades temáticas dentro de una temática general, con base en sus intereses personales y por equipos de trabajo.
c) De esa manera, las propuestas educativas para cada grado y/o área educativa podrían constituirse como menús y submenús de opciones temáticas y sugerencias de actividades de exploración y diseño de alternativas sociales. Los grupos podrían retroalimentar y enriquecer dichas propuestas educativas con base en sus ideas y experiencias previas, así como también considerando las que surjan durante el trabajo educativo.
d) Para elevar la calidad de la educación y su beneficio social es necesario revalorar el servicio que los docentes brindan desde preescolar hasta posgrado. El primer paso debe darlo el propio docente reivindicando su calidad profesional. Como todo profesionista tiene la responsabilidad de dar resultados: lograr una alta educación de sus alumnos que incluya conocimientos, capacidades, actitudes y valores. El reto de cada docente es convocar a sus alumnos, lograr apasionarlos por el conocimiento y el compromiso social más que por calificaciones. El docente debe dejar de ser un vigilante autoritario para transformarse en un líder organizador y promotor de nuevas posibilidades. Para ello el docente requiere ser autocrítico, comprometerse consigo mismo y –más allá del aspecto técnico de la enseñanza– fundar su trabajo en principios éticos correspondientes a esta importante profesión.
e) El trabajo escolar de estudiantes y docentes debe orientarse a incidir en la vida social contemporánea, generando ideas y propuestas, diseñando y realizando proyectos comunitarios, a partir de los intereses y motivaciones propias del grupo convocado flexiblemente por los docentes y las mismas propuestas de estudio.
f) Las evaluaciones en lugar de ser simplemente numéricas y a cargo del docente, podrían incluir análisis colectivos de los educandos y el educador sobre los resultados obtenidos en cada proyecto y actividad realizados por individuos y equipos de trabajo, generando conclusiones y recomendaciones.
g) Considerando la flexibilidad del curriculum, en lugar de aprobar determinadas materias, los estudiantes podrían acumular un número de créditos asignados a los proyectos que hayan realizado y pasar a una fase, ciclo o nivel posterior, al demostrar haber cubierto una determinada cantidad de dichos créditos de acuerdo a la ponderación acordada al diseñar las propuestas educativas con la participación de los involucrados.
h) De esa manera, las escuelas podrían convertirse en centros de acción comunitaria involucrando la formación también de padres de familia y otros sectores de la comunidad, con quienes docentes y estudiantes tendrían interacción a partir de sus proyectos de incidencia social.
i) Por comunidad no debe entenderse al conjunto de personas que conviven dentro de una unidad territorial o institucional, sino el grupo de personas que entran en relación por diversas afinidades y a través de diversos medios, aún cuando no tengan una cercanía espacial cotidiana. En ese sentido, los docentes y estudiantes de todos los niveles escolares podrían generar proyectos dirigidos a una colonia, a un sector poblacional, a personas por rama de actividad, a grupos sociales, a organizaciones, a instituciones diversas, a los poderes políticos municipales, estatales, nacionales y mundiales, e incluso a la humanidad toda. El internet ha abierto todas las posibilidades.
Con esa base, los proyectos educativos no sólo deben orientarse a dotar de conocimientos, capacidades, actitudes y valores a los individuos para incorporarlos a la sociedad, sino esencialmente a promover que cada docente y cada estudiante sienta como algo propio lo que ocurre en torno suyo y se involucre en la superación de problemáticas y el diseño de alternativas sociales.
Desde nuestro punto de vista, esta es la vía por la que puede superarse la crisis educativa que se padece en México y en todo el mundo. No es fácil remontar las concepciones y las prácticas pedagógicas y sociales prevalecientes, por eso la idea es convocar a quien nos escuche para desde su ubicación como planeador educativo, como directivo, como docente o como estudiante inicie y continue, en la medida de sus posibilidades y en conjunto con otras personas afines, este proceso de transformación educativa con miras a la creación paulatina de una nueva forma de vida social que irradie no sólo a un país, sino al conjunto de los seres humanos de este vapuleado planeta.
Si la mayoría de los maestros lograra apasionar a sus alumnos por el conocimiento, inquietarlos en la búsqueda de alternativas sociales y en la investigación sistemática, si promovieran la creación relevante y no la repetición, si infundieran la imaginación y la grandeza, en esa medida disminuiría la deserción, el aburrimiento, la apatía, el fracaso escolar. Se elevaría la autoestima personal y colectiva, así como la satisfacción por realizar proyectos. Más personas llegarían a tener altos niveles educativos y escolares, transformando la estructura y la dinámica económica, social y política de los diferentes países y de la humanidad en su conjunto.
Cada persona tendría sentido de comunidad sintiendo como propio el bienestar y los problemas sociales, tanto como defendería eficazmente sus derechos individuales y colectivos. No habría motivación ni facilidad para el abuso de unos por otros. La mayor calidad educativa llevaría a optimizar recursos y elevar la eficacia productiva. Con ello se incrementaría la riqueza material y su distribución sería equitativa, al grado que con pocas horas de trabajo sería suficiente para contar con más de los recursos necesarios para una vida digna y confortable. No habría lugar para la guerra, canalizando ese cúmulo de esfuerzos humanos hacia fines favorables a la vida humana. Así, incluso habría excedentes de productos que nadie requeriría, por lo cual cada vez disminuirían las jornadas laborales y habría más posibilidad de convivir, viajar y recrearse. Podrían desarrollarse las potencialidades artísticas y generar un crecimiento cultural y científico enorme.
El trabajo sería también interesante y esencialmente creativo confundiéndose con la diversión. Todas las tareas repetitivas que hoy realizan seres humanos con poca escolaridad, podrían ser cada vez realizadas por robots y otros dispositivos automáticos, sin menoscabo de la cultura ambiental generalizada que disminuiría la contaminación por basura, ruido, smog y desechos industriales. Colaborar en tareas hogareñas y comunitarias podría ser placentero y una forma de convivir y divertirse.
Todo esto es una utopía que hoy podemos comenzar a realizar. Basta de autolimitarnos. Seamos realistas, hagamos lo imposible.
Dic 15, 2006
por Marco Eduardo Murueta
La salud psicológica tiene como base el principio de la realidad, es decir, la sensación de que el mundo es independiente y por tanto que es algo que los demás perciben de manera similar. Sin embargo, la “realidad” no es exactamente la misma para dos o más personas diferentes. Cada quien acepta aquello que le rodea y a sí mismo con base en lo que ha aprendido a través de su vida. El “yo”, la percepción de si mismo, es producto de las experiencias y las relaciones sociales en que se desenvuelve una persona. Esto hace que cada quien considere como más o como menos valiosos los rasgos y características que posee, en contraste con los de otras personas que conoce.
Autoestima significa valoración de sí mismo, la cual puede ser alta o baja en diferentes casos y aspectos.
Uno de los problemas psicológicos más importantes en México y otros países similares es la gran cantidad de personas con baja autoestima. Esta situación les hace padecer inseguridad, nerviosismo, torpeza, preocupaciones exageradas, poca o nula iniciativa, envidia, celos, conflictos con los demás, hasta problemas de salud física derivados de los elementos anteriores.
Autoestima colectiva y autoestima personal
Uno de los elementos que influye más en la forma en como cada quien se percibe es la sensación de pertenencia a grupos, instituciones o clases sociales respecto a los cuales tiene un determinado sentimiento ya sea de admiración o desprecio. Quien se siente perteneciente a un grupo, institución o clase que valora mucho se siente orgulloso de sí mismo, mientras que se autodesprecia quien se siente parte de una colectividad devaluada. La pareja, la familia, el equipo, el centro de trabajo, la comunidad, el país y la humanidad son entidades colectivas cuya valoración o desvaloración afectará, para bien o para mal, a la autoestima de sus miembros.
Una persona que se aleja o se aísla durante períodos prolongados se desorienta respecto a sí mismo y la vida va perdiendo sentido, como una balsa que de noche en medio del mar no tiene estrellas o faros que le den significado a sus movimientos.
La sensación de amar y de ser amado, la integración afectiva, es algo básico para que cada quien se ame a sí mismo y tenga una elevada autoestima, para que le encuentre sentido a sus esfuerzos y gusto a la vida.
Sentimientos de autoestima
Los sentimientos que se presentan en las personas con una autoestima elevada son los siguientes.
- Sentirse útil |
- Sentirse importante |
- Sentirse inteligente |
- Sentirse bello |
- Sentirse fuerte |
- Sentirse sano |
- Sentirse admirado |
- Sentirse querido |
- Sentirse valiente |
- Sentirse audaz |
- Sentirse atractivo |
- Sentirse aceptado |
- Sentirse ingenioso |
- Sentirse creativo |
- Sentirse productivo |
- Sentirse cómodo |
- Sentirse tranquilo |
- Sentirse diferente |
- Sentirse exitoso |
- Sentirse perseverante |
- Sentise orgulloso |
- Sentirse hábil |
- Sentirse necesario |
- Sentirse sensual |
- Sentirse sabio |
- Sentirse afortunado |
- Sentirse poderoso |
- Sentirse dueño de sí mismo |
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Estos sentimientos pueden presentarse en algunas áreas de actividad y no en otras.
Cuanto mayores sean estos sentimientos y más áreas abarquen mayor será la autovaloración de la persona. Por el contrario, si no se presentan o se presentan con poca intensidad, la autoestima será menor.
Si deseas hacer un análisis de tu propia autoestima, con sinceridad coloca un numero del 0 al 3 según la intensidad y frecuencia con que cada sentimiento se presenta en tu vida: 0 es “nunca o nada”, 1 es “poco o a veces”, 2 es “regular o con cierta frecuencia”, y 3 es “mucho o casi siempre”.
En algunos casos la autoestima se vuelve fanática y la persona se adora a sí misma. Esta patología psicológica generalmente representa una sobrecompensación que en realidad encubre una baja autoestima. La persona se aferra a sentirse más que como antes de un cambio brusco en las relaciones afectivas que aparecían estables. Es una especie de venganza contra aquellos que repentinamente le devaluaron después de que supuestamente le valoraban mucho. También puede generase por el temor a perder la valoración a la que se está acostumbrado. Esto conlleva estrés y sufrimiento de dicha persona y de quienes le rodean derivando en dramáticas situaciones conforme la realidad externa se impone a la fantasía ególatra.
¿Cómo contribuir para elevar la autoestima en personas que se sienten disminuidas?
- Ayudarle a reconocer sus habilidades o capacidades.
- Recordar conjuntamente anécdotas de los mejores momentos de su vida personal.
- Orientarle para modificar algunas ideas equivocadas que devalúen las características propias.
- Promover la realización de deseos y proyectos inmediatos que generen la chispa motivacional hacia proyectos de más largo alcance.
- Comentar y conocer a fondo los pasajes más agradables o admirables de la historia de los colectivos en que participa (pareja, familia, escuela, centro de trabajo, organización, país, humanidad).
- Proponerle llevar a cabo acciones para la construcción paulatina de relaciones afectivas cada vez más intensas y gratificantes.
- Ayudarle a ensayar y practicar la asertividad para expresar sentimientos de aprobación y rechazo en forma serena y cordial.
- Promover y retroalimentar su aprendizaje de expresión corporal de seguridad (mirar a los ojos, hacer ademanes y gestos expresivos coherentes, pararse y caminar con seguridad, etc.).
- Incentivar su participación en proyectos de trascendencia social afines a su historia y situación personal.
- Motivarle a probar cada vez experiencias de mayor éxito de acuerdo a los valores personales.
HOY ES UN BUEN DIA PARA EMPEZAR.
Nov 13, 2016
MG. Dioner Francis Marín Puelles
Estando en un café, observé a una joven que trajo consigo un libro, y divisé que era del escritor Hermann Hesse, aunque no pude apreciar el título de la obra. De pronto reparé que de los jóvenes presentes en este café, solo ella se deleitaba con un libro. El resto, estando casi todos en alguna forma de grupo, estaba en plena interacción no con sus amistades, sino con su smart o celular, siendo la actividad más probable algún tipo de chat.
Pero claro, uno viene a un café para realizar lo que se le plazca, pero me puse a pensar en el por qué tan solo una joven, de un aproximado de 27 personas en este recinto, estaba leyendo, siendo esta tendencia similar, al menos en las ocasiones que he podido estar en este u otro café.
Estoy seguro que la motivación, sumada a una forma de reconocimiento a través del chat desmedido, tiene mucho que ver. Muchos jóvenes simplemente no leen porque no encuentran a través de esta acción, alguna recompensa o reconocimiento inmediato, coyuntura que si pasa cuando se entra al mundo del chat, que empodera y maquilla una imagen.
Pero, que podría tener aquella joven, para encontrar el placer en la lectura, a diferencia de los demás. Si, se puede decir que ya viene con ese hábito desde casa, o el colegio, pero qué más. Podría añadir que encuentra una forma de mayor comprensión del mundo y una forma de superación profesional. Aún así, sigo buscando explicaciones y pienso en los modelos; sí, en aquellos modelos representativos en nuestro país. Estoy seguro que esta chica ha podido rescatar modelos de índole académico en su vida: puede ser que alguno de sus padres haya sido lector o alguna compañera o profesora y yendo más allá, alguno de los escasos políticos que realmente sean académicos.
Pude inferir, que en el caso de los otros jóvenes, su psique haya succionado los otros tipos de modelos en nuestro país: jóvenes atractivos y vacíos en juegos de tv ridículos, políticos poderosos, pero no lectores; muchas personas que han llegado al éxito por caminos oscuros, lejos del verdadero placer de leer. Y entonces, para qué se van a esmerar con la lectura, si solo a través de la escultura del cuerpo en gimnasios, o mostrar ropas caras, apelar a la exagerada sensualidad para obtener favores materiales, o yendo a niveles como la estafa o delincuencia se puede obtener el éxito deseado. Para qué van a leer si ven a tanta persona famosa que no lo es por su hábito lector, sino por su manejo y marketing engañoso y superficial.
Y también pienso que de las muchas personas que vienen acá, pertenecen a una clase media o en otros casos, alta. Es decir, es probable que tengan alguna forma de acceso a educación institucional de prestigio, o también a poder ser autodidáctas; pero no lo aprovechan. Caso distinto de muchos niños y adolescentes que están sumidos en la pobreza, y en la cual es difícil que prioricen lo académico, siendo su preocupación del día, tener algo que comer, y trabajar para ayudar con algo a la incipiente economía de su familia.
Los modelos superficiales venden más, porque ganan más dinero y de forma más fácil, irradiando un mundo de gran dependencia de la vida cool. Pero, la vida no puede reducirse tan solo a lo económico.
Estoy seguro que aquella joven lectora, tendrá posibilidades reales de ser independiente, no solo en lo económico, ya sea con lo poco o mucho que pueda ganar, sino también, en el ejercicio libre de sus acciones como mujer y persona, empoderándola frente a la vida del abuso y la desigualdad.