Sep 8, 2025
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Jul 3, 2025
Por: Dioner Francis Marín Puelles, Psicólogo
La forclusión es un mecanismo defensivo que involucra negar la sexualidad del otro (entendiendo por sexualidad todo comportamiento reflejado en derechos y accesos). En un sentido de conservación, el mecanismo en mención, permite establecer límites con los demás, por ejemplo, el respeto al derecho de una mujer a rechazar la pretensión sexual, amorosa de un hombre.
Cuando se produce un desajuste, este mecanismo puede resultar muy perverso. Por ejemplo, un hombre machista que es muy exigente con su pareja, en el sentido que la obliga a cocinar, a tener relaciones sexuales, le impide trabajar, espera que ella cuide a los hijos prácticamente todo el día, la violenta, la maltrata, la insulta. La forclusión en desajuste, niega los derechos de sexualidad de esta mujer, sus derechos a ser independiente y a tener accesos a otros escenarios de la sociedad. Así también, un hombre que es muy celoso y posesivo con su pareja, sospechando frecuentemente de que ella es infiel con algún compañero de trabajo o amigo, que la controla constantemente, realizada llamadas reiterativas y apela a las video llamadas no por el mero saludo y afecto, sino por el control y la verificación de que no le esté engañando. Es así que se hace importante no ver solamente el acto, sino el trasfondo del comportamiento: una llamada puede esconder a un persecutor empedernido. La sociedad a través de los diversos trabajos, en los cuales muchas mujeres ejerciendo la misma función, ganan menos que sus compañeros. Labores en las que los gerentes consideran menos a las colaboradoras, valorando mucho más a los hombres.
Si ingresamos a un mundo más psicopatológico: los acosadores sexuales, que persiguen a una mujer, invadiendo sus diversos espacios, laboral, familiar, personal. La forclusión, va de la mano con la cosificación del otro. El acosador al perseguir a su víctima, niega su derecho a la privacidad y la tranquilidad. Así también, los violadores sexuales, demuestran una forclusión muy perversa. El atentado que realizan, vulnera atacando con una forclusión muy degradada y regresiva. La violación sexual es un acto muy criminal, dado que niega en su totalidad el derecho sexual del otro. Los secuestradores, sicarios y muchos otros delincuentes, denotan forclusión con desajuste significativo. Es muy difícil, y probablemente imposible que comprendan que la vulnerabilidad hacia el otro es un acto inmoral y criminal.
La génesis de la forclusión, obedece a ambientes de mucha violencia en la temprana edad; cuidadores, progenitores violentos con sus hijos. La observación constante de peleas, maltratos entre los padres, también altera el mecanismo en mención. La pobre estimulación educativa, crea un caldo de cultivo para el descontrol y la invasión hacia el otro. Es raro que los afectos de forclusión patológica apelen a la voluntad para su cambio y aplacamiento de su impulso, con mayor razón cuando acompañan a comportamientos propios de trastornos de la personalidad.
Lamentablemente, la forclusión se ve reforzada considerablemente por tendencias sociales como el machismo, así también como el feminismo. Ambos fenómenos, buscan negar y atentar contra el miembro del sexo opuesto, entablando una lucha por la superioridad. Los maltratos, las pugnas, menosprecios, desvirtúan el sentido del ser, negando que lo más relevante es el derecho por ser persona, y no por ser hombre o mujer.
Mar 3, 2025
(Por: Dioner Francis Marín Puelles, docente EP Psicología UCV Trujillo)
Nuestra sociedad se ha visto invadida terriblemente por el sicariato. En comparación a una década, el incremento de muertes por esta modalidad ha ido en sobremanera. Los mecanismos que gobiernan la mente de un sicario pueden ser complejos. Desde el mismo aprendizaje por imitación o vicario a través de series, películas que orientan y automatizan el comportamiento hasta la variedad dinámica y diversa de defensas psicoanalíticas. Indiscutiblemente los factores psicosociales, políticos y de otra índole también enmarcan esta conducta antisocial, sin embargo, en esta oportunidad abordaremos las defensas psicológicas inmersas.
La cosificación del otro, dinamismo mediante el cual se trata a los demás no como personas, sino como cosas. En la mente de un sicario el pago por silenciar una vida, se “justifica” por el desprecio de esta. Es el mercantilismo puro, la compra y la venta de un servicio. No hay moral ni norma que importe y lo impida. La cosificación coexiste con un súper yo pobremente desarrollado. El súper yo es el contenedor de los principios, normas y para evolucionar, requiere que sus dos elementos: el ideal del yo y la conciencia moral, se complementen equilibradamente. El ideal del yo, es el yo ilusorio, el que se sustenta en la fantasía, muy necesario para el desarrollo del juego en la infancia y la niñez, prueba de ello la gran imaginación de los niños en sus interacciones lúdicas. Poco a poco, conforme al desarrollo humano, el ideal del yo tiene que aplacarse y adaptarse a las exigencias del entorno social, por ello la adquisición de la conciencia moral, el otro componente del súper yo. Esta permite el respeto al prójimo, la ejecución de valores; entre otros. En la mente de un sicario, el ideal del yo, funciona perversamente y lucha constantemente contra la realidad, careciendo de una conciencia moral consistente. Ello explica el continuo arrebato y frialdad del victimario. Para él, recibir dinero para matar a alguien corresponde a un juego, simplemente es como eliminar o desechar una cosa, algo mínimo, ínfimo e irrisorio. El adulto al funcionar con un ideal del yo perturbado, hace y deshace en su entorno como si fuera su juguete.
Aun así, lo anterior requiere de más mecanismos: la identificación proyectiva, que se basa en la proyección, la cual consiste en atribuir inconscientemente a otros lo que uno es. Sin embargo, este mecanismo es más complejo, debido a que su proyección es perversa y maligna, proyectando con gran impulso el ataque y desprecio (de vivencias de violencia y traumas propios) en los demás. Por ello es tan fácil eliminar a los otros por unos cuantos soles, en sí, se destruye a la víctima, desplazando toda la maldad y agresividad que el victimario acaeció en su vida, eh ahí el fundamento de este mecanismo tan desbordado. El clivaje objetal, también denominado desdoblamiento de los imagos es otro mecanismo que se adhiere a la perversión del sicario. Este proceso consiste en el abordaje de la víctima en un trato “bueno” y uno malo, de manera especial por los extorsionadores. El primero, fundamenta el ofrecimiento del “chalequeo” a la víctima, de protegerla de otras amenazas, claro está con el pago solicitado. El trato malo implica la mera extorsión con el pedido frecuente de cupos con el incremento paulatino y de tentativas o realizaciones de atentados. El clivaje objetal busca enganchar a la víctima de por vida, vulnerarla al antojo psicopático.
Por otro lado, la dádiva económica no es lo único que busca el sicario, sino la sensación de poder y aplastamiento del otro. Cabe mencionar que el dinero es tan solo un mediador. La mente de un sicario está predispuesta a matar por placer. Las versiones de que accionan solo a “nivel profesional” son meras racionalizaciones (pretextos) de su carácter delincuencial.
Queda en nosotros reflexionar seriamente que los sicarios son el producto de una degradación social en el desarrollo moral, intelectual, de la pérdida del sentimiento hacia el otro, en todas las esferas: familiar, educativa, histórica, cultural; entre otras. El sicariato corresponde al espejo de una sociedad.
Feb 3, 2025
(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)
La formación reactiva es un mecanismo psicológico que consiste en la expresión del impulso contrario al original, por ejemplo, en vez de odio, se expresa inconscientemente un amor exagerado. Es conocido que en las relaciones de pareja se presenta de manera ciertamente frecuente. Sin embargo, el presente, no conduce a su desarrollo en ese ámbito, sino en el rubro del mundo educativo y de la enseñanza aprendizaje.
La interacción de la comunidad educativa (estudiantes, docentes, padres de familia y autoridades) en los jardines y diversos colegios es muy relevante; pero el matiz y calidad de la misma, conlleva a dinamismos ya sea característicos de respeto, tolerancia, responsabilidad o por su antítesis: desborde, impulsividad, invasión del escenario educativo; entre otros.
Cada vez es más frecuente estudiantes con tendencia a una menor responsabilidad, búsqueda de lo fácil, una menor paciencia y tolerancia, y tras de ellos, padres laxos, impulsivos, en franca resguarda de la conducta inapropiada de sus hijos. Estudiantes con nota desaprobatoria justificada, se resisten a la asunción de la misma, demostrando una negación rotunda de su responsabilidad. Se adhiere a lo anterior el respaldo de sus padres o protectores, quienes invaden colegios de educación primaria y secundaria, reclamando a diestra y siniestra la “corrección” de la nota de su hijo, sin escatimar en culpar de ello a los docentes, autoridades e incluso a compañeros de la misma clase. Apelando a la aplicación e interpretación del mecanismo planteado, los padres, tutores, protectores que actúan conforme a lo mencionado, expresan una fehaciente formación reactiva. Inconscientemente, no aceptan los errores y fallas de sus hijos, dado que ello sería de mucha ansiedad y angustia, entonces la psique de una manera inconsciente prefiere demostrar lo opuesto: sobreproteger al hijo, respaldando su actuar, ir contra todos, con tal de seguir negando la condición real de su hijo. Si comparamos el modus operandi de los colegios de la actualidad con las instituciones de hace unos 20 o 30 años, hallaremos abismales diferencias: funcionamientos psicológicos más vulnerables, sensibles, dependientes, adolescentes abocados a la poca exigencia; pero con tendencia a querer mucho para sí, en otras palabras, una meritocracia venida a menos. Es así que padres e hijos viven de uno u otro modo fusionados, impidiendo la adecuada asunción de la responsabilidad por los actos.
Un padre joven, en su etapa de fortaleza, al proteger en demasía a su hijo, probablemente logra conseguir que su descendiente “se salga con la suya”, al no asumir la responsabilidad de sus actos en el mundo educativo, sin embargo el padre al envejecer, yendo su fuerza a un natural menoscabo, ya no tendrá la energía suficiente para ello, y el hijo ya entrado en años, al haberse acostumbrado a la exagerada protección, simplemente quedará de uno u otro modo desvalido y se frustrará al no conseguir los resultados acostumbrados por un clima de formación reactiva en la familia. Lamentablemente esa frustración conlleva a que muchos hijos ya adultos violenten a sus padres ancianos quienes en su momento los sobreprotegieron. A mayor desborde de la formación reactiva, sobreviene un mayor efecto contraproducente en la relación humana. Es así que los hijos (estudiantes) sobreprotegidos son pasibles de una inutilización gradual y progresiva, anulando la posibilidad de un desempeño eficiente en los diversos escenarios productivos que requiere la sociedad. Mucha sobreprotección “mata” anula la conducta deseable, siendo un caldo de cultivo para otros comportamientos como violencia, delincuencia o corrupción.
La formación reactiva desbordada atenta contra la familia, las instituciones educativas y por ende a la sociedad. Apuntar a la asunción de la responsabilidad de los individuos es el mejor camino a un orden social.
Ene 27, 2025
(Por: Dioner Francis Marín Puelles, Docente EP Psicología UCV Trujillo)
La agresión humana corresponde a un impulso meramente natural; el odio, la defensa frente a un ataque, la fundamentan. Sin embargo, cuando el desarrollo psicológico se ve enmarcado por conflictos, el mecanismo orientado a la expresión de los impulsos (no solamente los agresivos, sino también los sexuales) hacia los demás, se deforma y desemboca en el desajuste del proceso denominado: la vuelta contra sí mismo.
La vuelta contra sí mismo es un mecanismo de defensa en el ser humano. En condiciones favorables y saludables, nos permite el repliegue hacia la reflexión, un encuentro con nosotros mismos, el disfrutar de estar a solas y de una soledad constructiva. Al alterarse este mecanismo, ya sea por inadecuados aprendizajes, por un entorno autoritario o déficit en la madurez de la recepción y expresión del afecto, sobreviene una degradación del mismo, reflejada en auto ataques, auto lesiones y otros.
Adolescentes y adultos que padecen de un deterioro de este mecanismo, evidencian una alteración exacerbada de los impulsos, manifestados por la realización de cortes, lesiones en sus propios cuerpos. La agresión y energía que debería ser dirigida a otros, ya sea a padres, familiares, pareja u otras personas de distintos entornos, no encuentra la canalización debida y se repliega de manera exagerada en el cuerpo. La lesión a uno mismo es la realización de la hostilidad e incluso odio hacia otros en el propio cuerpo. El mecanismo la vuelta contra sí mismo entra en regresión y puede volverse muy nocivo, manifestando autoagresión de manera muy intensa y frecuente. Los casos más graves demuestran antecedentes de años de autolesiones llegando a intentos de suicidio. Lamentablemente hay casos que consuman ese propósito.
Hay una forma de la vuelta contra sí mismo, en la cual se expresa un masoquismo. El dolor autoinfligido, genera entretenimiento y placer. Tengamos en cuenta que el masoquismo coexiste con el sadismo. Dado que en los casos de la vuelta contra sí mismo, es la propia persona que se hace daño, asume el papel también de un sádico (autoritario, agresor). En otras palabras, se identifica con los comportamientos de miembros de su entorno, ya sea padres u otros que ejercen conductas violentas o de algún tipo de maltrato; pero por una imposibilidad de expresión directa, también fundamentada por una baja autoestima y problemas de asertividad, las frustraciones prefieren desplazarse hacia el propio cuerpo.
Es relevante tener en cuenta que la piel es un órgano pasible del afecto, las caricias, los cuidados de nuestros protectores, especialmente en etapas determinadas de nuestra existencia. Las interacciones afectivas deficitarias o deterioradas, conllevan a una psique que prefiere replegarse en el sí mismo a afrontar las diversas problemáticas en su entorno. Inconscientemente, la sensación de impotencia puede ser tan grande que optar por la furia contra sí mismo es preferible a la expresión hacia otros. Aun así, y de manera especial los adolescentes, consiguen generar un gran malestar y preocupación en los padres o tutores. Ver a un hijo lastimarse, daña al progenitor o protector. Se agrede así a los seres queridos, violentando el propio cuerpo. Por ello, es muy importante la madurez en el control del impulso, dado que conlleva a su expresión futura hacia los demás. La perturbación de su forma, sobrelleva a un estancamiento, concentrándolo fehacientemente en la piel, dañándola de diversas formas, “resolviendo” así conflictos y emociones.
Es necesario reflexionar que la reducción de la violencia y de un clima autoritario en los hogares y otros contextos, facilitará una adecuada canalización de las emociones, y, por lo tanto, el camino a la realización en los seres humanos.
Ene 20, 2025
Por: Dioner Francis Marín Puelles, docente EP Psicología UCV Trujillo
Es innegable que el uso de las redes es indispensable y ha contribuido de sobremanera a los diversos ámbitos de la sociedad, sin embargo, es meritorio embarcarnos en el análisis de la naturaleza de cierta praxis. El uso indiscriminado de plataformas como facebook, instagram, tik tok; entre otros, con la característica de publicaciones desmedidas de selfies, fotos, grabaciones de la propia imagen con el decoro propio de los filtros, posteo de platos de comida probablemente costosos, viajes, lujos, maquillaje y una vida ostentosa, apuntan a una obtención del reconocimiento plasmado a través de los likes en sus varias formas; pero, por otro lado, de una manera silenciosa, paulatina, conlleva al reforzamiento del culto del yo o también llamado ego. Nuestro yo, es el ejecutor de la personalidad, específicamente del carácter, el cual se refuerza por la expresión de los diversos hábitos, entrenamientos y aprendizajes. La conducta orientada a captar la atención desmedida en las redes, conlleva a un reforzamiento egocéntrico con la consecuencia probable de afección del sentimiento de otredad, es decir de ser empático, de ponerse en el lugar del otro, con insensibilidad a los problemas psicosociales, desinterés a lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Importa más lo propio que lo fraterno. Procurando una relación de lo tratado por el psicólogo Leopoldo Chiappo, sobre sus argumentos del paravalor (falso valor) y el valor, correspondiente el primero a la superficialidad, frialdad, el aspecto calculador, la excesiva competencia, la poca o nula empatía, y el segundo a la fraternidad, la preocupación por el prójimo, la ejecución de la honestidad, la solidaridad; entre otros, podemos ubicar a la praxis desbordada de redes en el paravalor, el desarrollo y refuerzo de lo narcisista, donde ganar por ser más bello o exitoso es lo más relevante, pudiendo nuestro entorno estar en “llamas” y no alarmarnos por ello. Con este tipo de práctica, el ego puede ser tan poderoso y destructivo que impide darnos cuenta que la falta del sentimiento y respeto por el otro, nos está llevando al caos. Así también, el uso reiterativo de lo visual, ha conllevado a un facilismo con el desmedro por el ejercicio de la letra, del escrito. Leer y escribir cada vez cuesta más, después de todo una foto vende mucho más que un texto. La práctica desmedida de manera yoica en las redes, refuerza el paravalor en el individuo, reflejando en su desempeño una denodada preocupación por sí mismo. Por otro lado, consideramos que una foto refleja una vida, sin embargo, es tan solo la captura de un momento. La vida es un continuo, la acumulación de una diversidad de situaciones, vivencias, experiencias, el dinamismo en sí.
La práctica exagerada de las redes nos hace creer en una existencia probablemente falaz. Compensamos carencias y malestares, acompañados de un culto desmedido a nuestro yo.