Blog de Psicología

Una práctica de redes: El culto al Yo

Por: Dioner Francis Marín Puelles, docente EP Psicología UCV Trujillo

Es inne­ga­ble que el uso de las redes es indis­pen­sa­ble y ha con­tri­bui­do de sobre­ma­ne­ra a los diver­sos ámbi­tos de la socie­dad, sin embar­go, es meri­to­rio embar­car­nos en el aná­li­sis de la natu­ra­le­za de cier­ta pra­xis. El uso indis­cri­mi­na­do de pla­ta­for­mas como face­book, ins­ta­gram, tik tok; entre otros, con la carac­te­rís­ti­ca de publi­ca­cio­nes des­me­di­das de sel­fies, fotos, gra­ba­cio­nes de la pro­pia ima­gen con el deco­ro pro­pio de los fil­tros, pos­teo de pla­tos de comi­da pro­ba­ble­men­te cos­to­sos, via­jes, lujos, maqui­lla­je y una vida osten­to­sa, apun­tan a una obten­ción del reco­no­ci­mien­to plas­ma­do a tra­vés de los likes en sus varias for­mas; pero, por otro lado, de una mane­ra silen­cio­sa, pau­la­ti­na, con­lle­va al refor­za­mien­to del cul­to del yo o tam­bién lla­ma­do ego. Nues­tro yo, es el eje­cu­tor de la per­so­na­li­dad, espe­cí­fi­ca­men­te del carác­ter, el cual se refuer­za por la expre­sión de los diver­sos hábi­tos, entre­na­mien­tos y apren­di­za­jes. La con­duc­ta orien­ta­da a cap­tar la aten­ción des­me­di­da en las redes, con­lle­va a un refor­za­mien­to ego­cén­tri­co con la con­se­cuen­cia pro­ba­ble de afec­ción del sen­ti­mien­to de otre­dad, es decir de ser empá­ti­co, de poner­se en el lugar del otro, con insen­si­bi­li­dad a los pro­ble­mas psi­co­so­cia­les, desin­te­rés a lo que real­men­te suce­de a nues­tro alre­de­dor. Impor­ta más lo pro­pio que lo fra­terno. Pro­cu­ran­do una rela­ción de lo tra­ta­do por el psi­có­lo­go Leo­pol­do Chiap­po, sobre sus argu­men­tos del para­va­lor (fal­so valor) y el valor, corres­pon­dien­te el pri­me­ro a la super­fi­cia­li­dad, frial­dad, el aspec­to cal­cu­la­dor, la exce­si­va com­pe­ten­cia, la poca o nula empa­tía, y el segun­do a la fra­ter­ni­dad, la preo­cu­pa­ción por el pró­ji­mo, la eje­cu­ción de la hones­ti­dad, la soli­da­ri­dad; entre otros, pode­mos ubi­car a la pra­xis des­bor­da­da de redes en el para­va­lor, el desa­rro­llo y refuer­zo de lo nar­ci­sis­ta, don­de ganar por ser más bello o exi­to­so es lo más rele­van­te, pudien­do nues­tro entorno estar en “lla­mas” y no alar­mar­nos por ello. Con este tipo de prác­ti­ca, el ego pue­de ser tan pode­ro­so y des­truc­ti­vo que impi­de dar­nos cuen­ta que la fal­ta del sen­ti­mien­to y res­pe­to por el otro, nos está lle­van­do al caos. Así tam­bién, el uso reite­ra­ti­vo de lo visual, ha con­lle­va­do a un faci­lis­mo con el des­me­dro por el ejer­ci­cio de la letra, del escri­to. Leer y escri­bir cada vez cues­ta más, des­pués de todo una foto ven­de mucho más que un tex­to. La prác­ti­ca des­me­di­da de mane­ra yoi­ca en las redes, refuer­za el para­va­lor en el indi­vi­duo, refle­jan­do en su desem­pe­ño una deno­da­da preo­cu­pa­ción por sí mis­mo. Por otro lado, con­si­de­ra­mos que una foto refle­ja una vida, sin embar­go, es tan solo la cap­tu­ra de un momen­to. La vida es un con­ti­nuo, la acu­mu­la­ción de una diver­si­dad de situa­cio­nes, viven­cias, expe­rien­cias, el dina­mis­mo en sí.

La prác­ti­ca exa­ge­ra­da de las redes nos hace creer en una exis­ten­cia pro­ba­ble­men­te falaz. Com­pen­sa­mos caren­cias y males­ta­res, acom­pa­ña­dos de un cul­to des­me­di­do a nues­tro yo.

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