Por: Dioner Francis Marín Puelles, Psicólogo
La forclusión es un mecanismo defensivo que involucra negar la sexualidad del otro (entendiendo por sexualidad todo comportamiento reflejado en derechos y accesos). En un sentido de conservación, el mecanismo en mención, permite establecer límites con los demás, por ejemplo, el respeto al derecho de una mujer a rechazar la pretensión sexual, amorosa de un hombre.
Cuando se produce un desajuste, este mecanismo puede resultar muy perverso. Por ejemplo, un hombre machista que es muy exigente con su pareja, en el sentido que la obliga a cocinar, a tener relaciones sexuales, le impide trabajar, espera que ella cuide a los hijos prácticamente todo el día, la violenta, la maltrata, la insulta. La forclusión en desajuste, niega los derechos de sexualidad de esta mujer, sus derechos a ser independiente y a tener accesos a otros escenarios de la sociedad. Así también, un hombre que es muy celoso y posesivo con su pareja, sospechando frecuentemente de que ella es infiel con algún compañero de trabajo o amigo, que la controla constantemente, realizada llamadas reiterativas y apela a las video llamadas no por el mero saludo y afecto, sino por el control y la verificación de que no le esté engañando. Es así que se hace importante no ver solamente el acto, sino el trasfondo del comportamiento: una llamada puede esconder a un persecutor empedernido. La sociedad a través de los diversos trabajos, en los cuales muchas mujeres ejerciendo la misma función, ganan menos que sus compañeros. Labores en las que los gerentes consideran menos a las colaboradoras, valorando mucho más a los hombres.
Si ingresamos a un mundo más psicopatológico: los acosadores sexuales, que persiguen a una mujer, invadiendo sus diversos espacios, laboral, familiar, personal. La forclusión, va de la mano con la cosificación del otro. El acosador al perseguir a su víctima, niega su derecho a la privacidad y la tranquilidad. Así también, los violadores sexuales, demuestran una forclusión muy perversa. El atentado que realizan, vulnera atacando con una forclusión muy degradada y regresiva. La violación sexual es un acto muy criminal, dado que niega en su totalidad el derecho sexual del otro. Los secuestradores, sicarios y muchos otros delincuentes, denotan forclusión con desajuste significativo. Es muy difícil, y probablemente imposible que comprendan que la vulnerabilidad hacia el otro es un acto inmoral y criminal.
La génesis de la forclusión, obedece a ambientes de mucha violencia en la temprana edad; cuidadores, progenitores violentos con sus hijos. La observación constante de peleas, maltratos entre los padres, también altera el mecanismo en mención. La pobre estimulación educativa, crea un caldo de cultivo para el descontrol y la invasión hacia el otro. Es raro que los afectos de forclusión patológica apelen a la voluntad para su cambio y aplacamiento de su impulso, con mayor razón cuando acompañan a comportamientos propios de trastornos de la personalidad.
Lamentablemente, la forclusión se ve reforzada considerablemente por tendencias sociales como el machismo, así también como el feminismo. Ambos fenómenos, buscan negar y atentar contra el miembro del sexo opuesto, entablando una lucha por la superioridad. Los maltratos, las pugnas, menosprecios, desvirtúan el sentido del ser, negando que lo más relevante es el derecho por ser persona, y no por ser hombre o mujer.
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