ANGEL MORENO TOLEDO

 

                                                         RESUMEN


Cre­ce la impor­tan­cia de la emo­ti­vi­dad como una nue­va con­cep­ción de geren­cia , uni­da a las estra­te­gias actua­les . La difi­cul­tad de inter­ven­ción , la nega­ción , sobre­pro­tec­ción y pér­di­da de con­trol físi­co — emo­cio­nal jun­to a las reac­cio­nes de estrés en el cui­da­dor  , pre­ci­pi­tan un inter­cam­bio cui­da­dor – pacien­te inade­cua­do . Este nue­vo enfo­que pro­li­fe­ra den­tro del ámbi­to de la empa­tía , tra­ba­jan­do en la emo­ción y en la car­ga sen­ti­men­tal que envuel­ve una rela­ción satis­fac­to­ria .

 

Pala­bras cla­ve : Emo­ti­vi­dad , Empa­tía  , Inter­ac­ción , Cui­da­do­res , Inte­li­gen­cia Emo­cio­nal .

 

“Siem­pre que ali­vies el dolor de

  otro ser humano tu vida no será

                                                      en vano”.

                         (Hellen Keller)

INTRODUCCIÓN

 

La impor­tan­cia del abor­da­je de una inter­ven­ción acti­va pasa por una cate­go­ri­za­ción de habi­li­da­des impues­tas al pro­fe­sio­nal, en el ejer­ci­cio de sus acti­vi­da­des. La Emo­ti­vi­dad trans­fie­re un matiz rele­van­te en la geren­cia geriá­tri­ca y del tra­ta­mien­to de los défi­cits comu­ni­ca­ti­vos e inter­ac­ció­na­les de los enfer­mos (sean Demen­cias , DTA , DV , EP) y toda la natu­ra­le­za con­duc­tual y cog­ni­ti­va de los cate­go­ri­za­dos den­tro del Sín­dro­me geriá­tri­co.

Uno de los apren­di­za­jes úti­les en el logro de la diná­mi­ca esen­cial , con­di­cio­na un catá­lo­go pro­duc­ti­vo en habi­li­da­des tan­to cog­nos­ci­ti­vas ‚intros­pec­ti­vas , de auto­co­no­ci­mien­to , auto­con­trol ‚habi­li­da­des socia­les ‚moti­va­ción y empa­tía entre otras.

La cali­dad de la inter­ac­ción, per­mi­te bajo estas direc­ti­vas que sea mucho mas prác­ti­ca y opti­mis­ta a la con­se­cu­ción de resul­ta­dos posi­ti­vos, posi­bi­li­ta una comu­ni­ca­ción mas salu­da­ble, aumen­ta la feli­ci­dad y la cali­dad de vida del pacien­te, mejo­ra sus rela­cio­nes per­so­na­les y for­ta­le­ce con­si­de­ra­ble­men­te la efi­cien­cia de la inter­ven­ción.

 

La Inte­li­gen­cia emo­cio­nal (duran­te el dis­cur­so se segui­rá como IE) pro­por­cio­na en el espe­cia­lis­ta un éxi­to en la comu­ni­ca­ción , envía un feed­back posi­ti­vo en los resul­ta­dos y crea un con­tex­to dua­lis­ta de comu­ni­ca­ción fiel , sobre unas habi­li­da­des (que con­tem­plan­do el dete­rio­ro del pacien­te), cons­tru­ye varias vías de solu­ción en base al tra­ba­jo en emo­cio­nes, sen­ti­mien­tos, con­cien­cia, creen­cia, y sen­si­bi­li­dad, crean­do rap­port en el inter­cam­bio.

El pro­fe­sio­nal debe per­ci­bir la natu­ra­le­za del défi­cit, exa­mi­nar la situa­ción (limi­ta­cio­nes y solu­cio­nes via­bles al pro­ble­ma), ana­li­zar las pro­pie­da­des del con­tex­to , racio­na­li­zar aque­llas pau­tas resi­dua­les pro­pen­sas a la apli­ca­ción de méto­dos / habi­li­da­des y des­per­tar un inter­cam­bio emo­cio­nal ade­cua­do (recrea­do bajo res­pon­si­bi­dad a deman­das, apo­yo psi­co­ló­gi­co y empa­tía).

El domi­nio en cada una de las capa­ci­da­des moti­va la crea­ción de un víncu­lo esta­ble entre pacien­te / espe­cia­lis­ta y bene­fi­cia las pre­ten­sio­nes de la inter­ven­ción. Del mis­mo modo dichas habi­li­da­des, pro­por­cio­nan al cui­da­dor un ele­men­to de mane­jo ade­cua­do de pre­sio­nes y estrés y a mejo­rar el inter­cam­bio comu­ni­ca­ti­vo con el enfer­mo.

 

CONCEPTO

 

La car­ga emo­cio­nal que con­di­cio­na la des­tre­za en el mane­jo de la Inte­li­gen­cia emo­cio­nal (IE), pre­ce­de a una com­pren­sión ade­cua­da de nues­tras rela­cio­nes socia­les así, Gole­man (1996) la defi­ne como una serie de habi­li­da­des cog­nos­ci­ti­vas y de razo­na­mien­to, den­tro de éstas habi­li­da­des men­cio­na una serie de patro­nes de con­duc­ta des­ta­ca­dos por una con­cien­cia del sí mis­mo, auto­rre­gu­la­ción, moti­va­ción, empa­tía y habi­li­dad social.

Salo­vey y Mayer (1990) defi­nie­ron con ante­rio­ri­dad IE como, la habi­li­dad para mane­jar los sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes pro­pios y de los demás, de dis­cri­mi­nar entre ellos y uti­li­zar este para mane­jar los sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes pro­pios y de los demás, de dis­cri­mi­nar entre ellos y uti­li­zar esta infor­ma­ción para guiar el pen­sa­mien­to y laac­ción.

Salo­vey con­fi­gu­ra un entra­ma­do de habi­li­da­des bajo una ges­tión emo­cio­nal, guian­do el com­por­ta­mien­to sobre un reco­no­ci­mien­to emo­cio­nal en otros (empa­tía). Estos suje­tos per­ci­ben seña­les “socia­les” en sus inter­ac­cio­nes por medio de las cua­les inter­pre­tan las nece­si­da­des de los demás. Meyer y otros (1990) con­si­de­ran la IE como una capa­ci­dad para leer las emo­cio­nes en cada inter­ac­ción. Gole­man (1996) deno­mi­na a la empa­tía como “rádar social” para cono­cer los diver­sos pun­tos de vis­ta y la habi­li­dad para inter­pre­tar pau­tas no-ver­ba­les o inclu­so cor­po­ra­les (ges­tos, agi­ta­ción cor­po­ral, cam­bios en tono de voz, esta­do aní­mi­co) en el inter­lo­cu­tor.

 

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Fig. 1. Emo­ti­vi­dad. Cómo la dimen­sión afec­ti­va tra­ta­da bajo unas habi­li­da­des satis­fa­ce

Posi­ti­va­men­te al pacien­te en cada una de las dimen­sio­nes en equi­li­brio, las nece­si­da­des

Inter­ac­ti­vas, comu­ni­ca­ti­vas y de ayu­da o apo­yo a sus deman­das . Abr.Pr:Profesional ‚P:

Pacien­te, V:Verbal, N‑V:No-verbal. E+:Emoción posi­ti­va.

 

Siguien­do una cate­go­ri­za­ción en esta peri­cia , en esta mis­ma línea de argu­men­ta­ción, un pri­mer abor­da­je al tér­mino de Emo­ti­vi­dad la defi­ni­ría como “el dotar a cada inter­ac­ción o comu­ni­ca­ción de un aura de com­pren­sión, huma­ni­dad, y empa­tía. Cono­cer espe­cial­men­te al pacien­te y man­te­ner un nexo de aten­ción y cons­tan­cia, de dis­po­ni­bi­li­dad y segu­ri­dad con el cual cons­truir un víncu­lo rela­cio­nal posi­ti­vo, rico en expec­ta­ti­vas de res­pe­to, fle­xi­bi­li­dad y amor”. Para Adrian Carr , la emo­ti­vi­dad es una carac­te­rís­ti­ca de una per­so­na que reac­cio­na de mane­ra fácil y fir­me­men­te a situa­cio­nes emo­ti­vas.

 

COMPONENTES Y APLICACIONES

 

Citan­do nue­va­men­te en la expo­si­ción a D. Gole­man (1996), cada uno de los ‘patro­nes de con­duc­ta englo­ba­dos en el tér­mino IE como habi­li­da­des socia­les, cobran rele­van­cia en la inter­ven­ción comu­ni­ca­ti­va y rela­cio­nal.

El cui­da­dor de un enfer­mo de Alzhei­mer se sien­te frus­tra­do hacia la inca­pa­ci­dad de comu­ni­ca­ción que mani­fies­ta. La situa­ción requie­re que desa­rro­lle efi­ca­ces habi­li­da­des tan­to comu­ni­ca­ti­vas como psi­co­ló­gi­cas para hacer fren­te al défi­cit. Debe con­ver­tir­se en un ópti­mo oyen­te, mane­jar de for­ma útil las posi­bi­li­da­des del len­gua­je no-ver­bal, ali­viar sus ten­sio­nes emo­cio­na­les y psí­qui­cas (auto­con­trol emo­cio­nal), com­ba­tir el ago­ta­mien­to físi­co y el impac­to fami­liar, la fal­ta de rea­li­za­ción per­so­nal, la sobre­car­ga de tareas y los sín­to­mas dis­fó­ri­cos. A medi­da que cre­ce el dete­rio­ro del pacien­te, aumen­ta el dete­rio­ro físi­co / emo­cio­nal / con­duc­tual y social del cui­da­dor.

Esta cri­sis pue­de ser impug­na­da median­te las pau­tas des­cri­tas en el tér­mino IE que defien­de D. Gole­man.

 

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Tabla 1. Com­po­nen­tes de la Inte­li­gen­cia Emo­cio­nal

Gole­man (1996).

 

El cui­da­dor debe de reco­no­cer y com­pren­der los esta­dos aní­mi­cos del enfer­mo, su ten­den­cia emo­cio­nal y su con­duc­ta pre­via de reac­ción para modi­fi­car erro­res. Ana­li­zar / com­pren­der y eva­luar las emo­cio­nes del pacien­te y emi­tir una con­duc­ta con­sis­ten­te (con­cien­cia de sí mismo/a). Crear una auto­va­lo­ra­ción rea­lis­ta y fle­xi­ble acor­de a la situa­ción.

La auto­rre­gu­la­ción de jui­cios, redi­ri­gir los impul­sos nega­ti­vos y el esta­do aní­mi­co dis­fun­cio­nal, replan­tear su anti­gua noción y reva­li­dar todas sus con­cep­cio­nes hacia un pun­to de vis­ta posi­ti­vo y ade­cua­do.

En oca­sio­nes, los cui­da­do­res des­cu­bren unas expec­ta­ti­vas no rea­lis­tas fren­te al pro­ble­ma, debe­rá anti­ci­par­se a varias solu­cio­nes, olvi­dar exi­gen­cias, dosi­fi­car esfuer­zos y evi­tar en la medi­da de lo posi­ble la sobre­pro­tec­ción. Esta­ble­cer una jerar­quía de res­pon­sa­bi­li­da­des y prio­ri­da­des (pro­gra­ma­ción en ABVD), dele­gar tareas en otros miem­bros del hogar, per­se­guir unas metas via­bles con obje­ti­vos cla­ros y con­cre­tos, no utó­pi­cos, con­si­de­rar apo­yo fami­liar y externo, pro­mo­ver opti­mis­mo en cada paso y evi­tar la sobre­car­ga (moti­va­ción).

En la tra­ma emo­cio­nal, la empa­tía corre­la­cio­na con la habi­li­dad de com­pren­der la estruc­tu­ra emo­cio­nal de otras per­so­nas. El cui­da­dor pre­ci­sa explo­rar los pun­tos de vis­ta del enfer­mo, — sen­tir lo que sien­te — com­par­tir sus reac­cio­nes emo­cio­na­les para cana­li­zar un enten­di­mien­to y así, actua­ren sin­to­nía a estos. Esta acti­tud pro­vee al cui­da­dor de pau­tas emo­cio­na­les para com­pren­der las nece­si­da­des y sen­ti­mien­tos que mani­fies­ta el enfer­mo.

Por últi­mo las habi­li­da­des socia­les, pro­por­cio­nan al suje­to unos patro­nes con­duc­tua­les efec­ti­vos en la diná­mi­ca inter­per­so­nal, como un ele­men­to faci­li­ta­dor, cons­ti­tu­yen­do un fac­tor cru­cial en el cur­so de la comu­ni­ca­ción y una herra­mien­ta muy útil en la reso­lu­ción de pro­ble­mas. El cui­da­dor escu­cha / ini­cia y par­ti­ci­pa en la comu­ni­ca­ción, debe dar y seguir ins­truc­cio­nes ‚tomar ini­cia­ti­va, expre­sar y com­pren­der los sen­ti­mien­tos.

 

HABILIDADES

 

La emo­ti­vi­dad como tra­ba­jo emo­cio­nal e inter­in­di­vi­dual , some­te a jui­cio el con­jun­to acti­tu­di­nal / psi­co­ló­gi­co y emo­cio­nal del suje­to para pro­ce­der a afron­tar la situa­ción con éxi­to. Cada emo­ción nos pre­dis­po­ne a una con­duc­ta dife­ren­te o a una situa­ción diver­sa, así como a un enten­di­mien­to sin­gu­lar.

Esta habi­li­dad deno­mi­na­da por los auto­res “inte­li­gen­cia”, está en todos los indi­vi­duos pero nece­si­ta de ela­bo­ra­ción y ajus­te para un correc­to fun­cio­na­mien­to. H. Gard­ner (1983) con­for­mó dos con­cep­tos uni­ta­rios en la IE, las inte­li­gen­cias Inter­per­so­nal e Intra­per­so­nal , diri­gi­das al ámbi­to de cono­ci­mien­to gru­pal / rela­cio­nal e indi­vi­dual res­pec­ti­va­men­te.

A lo lar­go de nues­tra   vida , rea­li­za­mos un suce­si­vo apren­di­za­je emo­cio­nal, regis­tra­mos emo­cio­nes bási­cas aso­cia­das a estí­mu­los / situa­cio­nes / expe­rien­cias y cono­ce­mos los medios antro­po­ló­gi­cos y natu­ra­les rema­ni­fes­ta­ción de las emo­cio­nes . P. Elk­man (2003) expli­ca la comu­ni­ca­ción al inter­lo­cu­tor del esta­do emo­cio­nal median­te expre­sio­nes facia­les de emo­cio­nes bási­cas comu­nes en todas las cul­tu­ras. La comu­ni­ca­ción coti­dia­na con enfer­mos pue­de ver­se enri­que­ci­da median­te los indi­cios carac­te­ro­ló­gi­cos facia­les y cor­po­ra­les, lo que sin duda, ayu­da­ría a mejo­rar la cali­dad de nues­tra con­ver­sa­ción.

El ros­tro lle­va inmen­sa la mayo­ría de la infor­ma­ción que trans­mi­te la per­so­na, se han regis­tra­do sie­te emo­cio­nes bási­cas en el ros­tro humano , ale­gría, ira, tris­te­za, dis­gus­to, mie­do, satis­fac­ción y sor­pre­sa .

Así mis­mo nues­tro dis­cur­so pue­de ver­se apo­ya­do por el cuer­po que tam­bién comu­ni­ca emo­cio­nes median­te pos­tu­ras y movi­mien­tos.

Otras habi­li­da­des de cur­so cog­ni­ti­vo, como la capa­ci­dad de intros­pec­ción y la auto­ge­ren­cia de nues­tros esta­dos aní­mi­cos son cono­ci­mien­tos o téc­ni­cas úti­les en el inter­cam­bio social. El auto­con­trol emo­cio­nal como una habi­li­dad para pos­po­ner gra­ti­fi­ca­cio­nes, evi­tar el influ­jo nega­ti­vo de la ansie­dad y los impul­sos y median­te la dedi­ca­ción, la moti­va­ción y el ade­cua­do mane­jo emo­cio­nal lle­var a cabo una adap­ta­ción o armo­nía de las emo­cio­nes (equi­li­brio).

La comu­ni­ca­ción pre­ci­sa, faci­li­ta­da por unas com­pe­ten­cias, per­mi­te la ela­bo­ra­ción de un víncu­lo posi­ti­vo, don­de el enfer­mo deman­da aten­ción y des­tru­ye sus limi­ta­cio­nes adap­ta­ti­vas (depre­sión, des­mo­ti­va­ción, ansie­dad, ais­la­mien­to, des­orien­ta­ción etc). El comu­ni­ca­dor esta­ble­ce un enla­ce sig­ni­fi­ca­ti­vo, por el cual comu­ni­ca sus nece­si­da­des, expo­ne sen­ti­mien­tos, soli­ci­ta ayu­da, ven­ce mie­dos (ais­la­mien­to, inquie­tud) mane­ja su ansie­dad y toma un papel acti­vo en el inter­cam­bio.

El ser humano nece­si­ta esta­ble­cer víncu­los afec­ti­vos con otras ‘per­so­nas, nece­si­ta de la pre­sen­cia, pro­xi­mi­dad físi­ca, calor, con­tac­to y apo­yo de las figu­ras de ape­go (Var­gas y Polaino – Loren­te , 2004).

El entorno o situa­ción social del pacien­te, cons­ti­tu­ye un impor­tan­te fac­tor para el mane­jo de la con­duc­ta emo­cio­nal. El eco­sis­te­ma fami­liar pro­por­cio­na aque­lla vin­cu­la­ción afec­ti­va, que satis­fa­ce la deman­da emo­cio­nal y per­so­ni­fi­ca el apo­yo nece­sa­rio para cubrir la dimen­sión afec­ti­va.

Des­de el pun­to de vis­ta bio­ló­gi­co, el pro­ce­sa­mien­to emo­cio­nal en el ser humano, es ela­bo­ra­do en los cen­tros de la afec­ti­vi­dad, loca­li­za­dos en el sis­te­ma lím­bi­co (el deno­mi­na­do ; cere­bro emo­cio­nal). LeDoux (1999) defien­de una base bio­ló­gi­ca al com­pen­dio de habi­li­da­des con­jun­ta­das en el tér­mino IE. Se loca­li­za el pro­ce­sa­mien­to emo­cio­nal en la amig­da­la.

 

HACIA LA INTERVENCIÓN

La comu­ni­ca­ción es una nece­si­dad huma­na fun­da­men­tal, exis­ten dos tipos de  comu­ni­ca­ción : la ver­bal o lógi­ca y la no-ver­bal o ana­ló­gi­ca. Median­te una escu­cha acti­va y la obser­va­ción de indi­cios y estra­te­gias úti­les, pode­mos des­ci­frar el men­sa­je con­fu­so o débil que emi­te el pacien­te.

La dis­po­ni­bi­li­dad hacia sus deman­das, el esfuer­zo por lograr un ade­cua­do enten­di­mien­to, el con­tac­to ocu­lar, la obser­va­ción de ges­tos, posi­ción cor­po­ral, expre­sio­nes facia­les y la expre­sión emo­cio­nal corres­pon­dien­te com­pen­sa­rán el défi­cit comu­ni­ca­ti­vo.

Apren­da a inter­pre­tar las expre­sio­nes facia­les así podrá infe­rir el esta­do aní­mi­co y de con­fort que mani­fies­ta el pacien­te. Alen­tar a la uti­li­za­ción y repe­ti­ción de pala­bras cla­ve sig­ni­fi­ca­ti­vas, pro­por­cio­nar ges­tos de ala­ban­za, cari­ño y amor o una son­ri­sa, un abra­zo, pue­den redu­cir la ten­sión  y ali­viar sus preo­cu­pa­cio­nes.

Aní­me­se a dis­cer­nir entre sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes, ala­be la expre­sión de emo­cio­nes posi­ti­vas y agra­da­bles, exte­rio­ri­ce las suyas. Pro­por­cio­ne un víncu­lo de res­pon­si­vi­dad  a deman­das (sin caer en la sobre­pro­tec­ción), par­ti­ci­pe.

Debe ser­vir­se de los cono­ci­mien­tos de una com­pe­ten­cia social, la capa­ci­dad de empa­tía y la expre­sión cons­truc­ti­va de sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes, con­si­de­rar otros pun­tos de vis­ta, orga­ni­zar sus metas y obje­ti­vos acor­des a la reali­dad, apó­ye­se en otros (gru­pos de ayu­da mutua para inter­cam­biar expe­rien­cias, sen­tir­se par­ti­ci­pe de otras viven­cias y ali­viar sus ten­sio­nes).

 

La com­pe­ten­cia social pre­va­le­ce como habi­li­dad para expre­sar nues­tros sen­ti­mien­tos de un modo ade­cua­do y for­ta­le­cien­do así un víncu­lo, una cola­bo­ra­ción, hacia la con­se­cuen­cia de un obje­ti­vo. Para Gole­man (1999) la com­pe­ten­cia emo­cio­nal-social como (sub)habilidad del con­cep­to cla­ve, posi­bi­li­ta al indi­vi­duo a las rela­cio­nes con sus seme­jan­tes, a opti­mi­zar una pre­dis­po­si­ción a la ayu­da, a la fle­xi­bi­li­dad y tole­ran­cia y a la capa­ci­dad de com­pren­der varios pun­tos de vis­ta de un acon­te­ci­mien­to. Esta des­tre­za requie­re de sen­si­bi­li­dad, de madu­rez y com­pren­sión inter­in­di­vi­dual, de obser­va­ción fun­da­men­tal­men­te.

 

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Fig.2 . Habi­li­da­des del pro­fe­sio­nal y logro de una inter­ven­ción de cali­dad sobre el pacien­te.

 

 

El pro­fe­sio­nal debe de ser­vir­se de la emo­ti­vi­dad del inter­cam­bio, poner en mar­cha cada uno de los cono­ci­mien­tos, moti­var a la con­se­cu­ción de obje­ti­vos, lograr un ade­cua­do con­trol emo­cio­nal y pro­pi­ciar una situa­ción uti­li­ta­ria, un con­tex­to social acor­de que con­lle­ve un equi­li­brio y una adap­ta­bi­li­dad al pacien­te. El feed­back con­se­cuen­te pro­por­cio­na­rá un avan­ce efi­caz en los resul­ta­dos y obje­ti­vos pre­vios a alcan­zar en la inter­ven­ción.

 

CONCLUSIONES

El alto estrés y esta­do de ago­ta­mien­to que sufre el cui­da­dor, alte­ra enor­me­men­te su capa­ci­dad de res­pues­ta y moti­va­ción hacia el enfer­mo. La con­duc­ta inter­per­so­nal pro­por­cio­na en esta situa­ción una rela­ción dis­tan­te y a nivel psi­co­ló­gi­co una suma car­ga emo­cio­nal nega­ti­va.

Las pro­pues­tas actua­les de tra­ta­mien­to emo­cio­nal pro­por­cio­nan al cui­da­dor unas habi­li­da­des socia­les e inter­per­so­na­les que ayu­dan a mane­jar correc­ta­men­te la expre­sión sen­ti­men­tal, a ali­viar el estrés y la sobre­car­ga y poten­ciar la comu­ni­ca­ción efec­ti­va y la expre­sión salu­da­ble de emo­cio­nes. El apo­yo fami­liar en el hogar es un fac­tor pro­tec­tor, la com­pa­ñía, la ayu­da y pla­ni­fi­ca­ción dia­ria de tareas refor­za­rá la com­pe­ten­cia del cui­da­dor.

La sen­si­bi­li­dad, la infor­ma­ción, la empa­tía, la ade­cua­da moti­va­ción, las habi­li­da­des socia­les pro­por­cio­na­rán al suje­to unas nor­mas acep­ta­das de ini­cio y cur­so de una bene­fi­cio­sa comu­ni­ca­ción con el enfer­mo.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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