El clivaje es un término psicoanalítico que implica la relación con el otro, basándose en su parte buena; pero también en la mala, en una modalidad de exageración. La política, es la manera en la que se formaliza las interacciones para ejercer poder, basado en la administración pública. Para obtener este poder, se requiere un público, un pueblo y específicamente, ganar adeptos y para ello se recurren a las campañas, los discursos, donde la persuasión, basada en la personalidad y el dogma de los políticos, juegan fundamental importancia.
Lamentablemente, el clivaje psicológico, prevalece en el acercamiento de muchos políticos hacia el pueblo. La primera fase del clivaje es tratar bien al pueblo, reflejado en los buenos ofrecimientos, como mejora en la economía, más puestos de trabajo, formalidad en los contratos, aumento de la seguridad ciudadana, erradicación de la corrupción, disminución de la pobreza y todo lo inimaginable. Para ello, el persuasor político, tan solo mostrará lo bueno de si, su gran sensibilidad, su amor a los pobres, su ayuda incondicional, su visita a lugares recónditos, su defensa a los más necesitados. Todo lo anterior, representa la exageración en el trato como parte buena hacia los demás, pero una vez conseguido el poder a través de una elección “democrática” (las comillas van porque una democracia real se basa en el acceso a educación con justicia e igualdad, lo cual permitirá elegir libremente y con conciencia; pero lamentablemente en muchos países, la educación es paupérrima), paulatinamente el político va olvidando a quien lo eligió y justamente es el momento de la segunda fase del clivaje psicológico: el trato a los otros con la parte mala, en una forma extra limitada a través del abandono, la informalización de los contratos de trabajo, el favorecimiento de la corrupción, las coimas y se asegura la estabilidad, mejora laboral, aumento de sueldos, seguridad; pero no para el pueblo, sino para la familia del político. En esta fase psicológica, las demandas, protestas de un pueblo, simplemente ya no importan. En el clivaje con la parte mala, prevalece el desprecio y el político se enajena de quienes lo eligieron, minimizando así, a quien le otorgó el poder. Hablar de los factores que conllevan a los políticos a realizar aquello, requeriría una gran expansión, pero tan solo como alcance tenemos: la infravaloración a los padres, quienes son los dadores de moral y ayuda en la infancia. Los padres o sustitutos solo sirven, hasta que el niño (político) consiga lo que quiere. Después de que el niño se sale con la suya; simplemente los padres (pueblo) ya no sirven, al menos no, por un momento, hasta que el niño necesite nuevamente el juguete del poder.
Dioner Francis Marín Puelles
Director Escuela de Psicología de la Universidad César Vallejo