Ayúdalos a expresar sus emociones

La vida en fami­lia es la pri­me­ra escue­la para el apren­di­za­je emo­cio­nal; en ella, el niño empie­za a acep­tar o negar sus sen­ti­mien­tos a par­tir de lo que obser­va de sus padres

Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes

La emo­ción es lo que mue­ve al indi­vi­duo. Los seres vivos tene­mos la carac­te­rís­ti­ca de reac­cio­nar ante dife­ren­tes even­tos que ocu­rren en nues­tro entorno, a esta res­pues­ta se le cono­ce como emo­ción. Por lo tan­to, se tra­ta de una reac­ción repen­ti­na del orga­nis­mo que lle­va con­si­go com­po­nen­tes fisio­ló­gi­cos (sen­sa­cio­nes que expe­ri­men­ta el cuer­po), y cog­ni­ti­vos o men­ta­les (modi­fi­ca la for­ma de pen­sar, tur­ba la razón, o por el con­tra­rio, la ani­ma), es decir, las emo­cio­nes se gene­ran en el cere­bro, y dan lugar a la secre­ción de cier­tas sus­tan­cias quí­mi­cas, des­en­ca­de­nan­do una serie de mani­fes­ta­cio­nes en el cuer­po, a nivel fisio­ló­gi­co y cog­ni­ti­vo.

Exis­ten cua­tro emo­cio­nes bási­cas: la ale­gría, la tris­te­za, y la con­tra­par­te, el mie­do y el eno­jo; éstas se pue­den com­bi­nar para for­mar emo­cio­nes com­ple­jas como la nos­tal­gia (ale­gría y tris­te­za) o la picar­día (ale­gría y eno­jo).

 

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Foto: Fer­nan­do Rosa­les

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Tecnología del amor

Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes (UNAM Izta­ca­la, Amap­si)
info@amapsi.org

El amor, más que el des­amor, es lo que hace a la his­to­ria.

Sin duda, el amor es lo que mue­ve al mun­do y es lo que da sig­ni­fi­ca­do a cada uno de los esfuer­zos per­so­na­les. Sin embar­go, este sen­ti­mien­to esca­sea cada vez más y en su lugar aumen­tan la sole­dad, las frus­tra­cio­nes, los ren­co­res, la apa­tía y la vio­len­cia.

El amor es un fenó­meno tan natu­ral como la llu­via o como el her­vir del agua a 100 gra­dos cen­tí­gra­dos. Un fenó­meno se pro­du­ce cuan­do ocu­rren un con­jun­to de fac­to­res que lo gene­ran, que lo cau­san.

La téc­ni­ca es la capa­ci­dad para hacer ocu­rrir el con­jun­to nece­sa­rio de fac­to­res para pro­du­cir un fenó­meno. Una téc­ni­ca es un pro­ce­di­mien­to espe­cí­fi­co cuyo resul­ta­do se cono­ce de ante­mano. Por ejem­plo, si calen­ta­mos el agua en esta­do líqui­do has­ta los cien gra­dos cen­tí­gra­dos sabe­mos que se con­ver­ti­rá en vapor poco a poco. Se habla de tec­no­lo­gía cuan­do se arti­cu­lan un con­jun­to de téc­ni­cas para lograr un pro­duc­to com­ple­jo.

¿Se pue­de pro­du­cir inten­cio­nal­men­te el amor? Sí, hacien­do ocu­rrir los fac­to­res que lo cau­san. En la teo­ría de la pra­xis se defi­ne al amor como el sen­tir como pro­pio lo que le suce­de a otro o a otros.

A tra­vés de diver­sas inves­ti­ga­cio­nes se ha logra­do esta­ble­cer cuá­les son los ele­men­tos que pro­du­cen dicha iden­ti­fi­ca­ción amo­ro­sa, inde­pen­dien­te­men­te de la volun­tad de los par­ti­ci­pan­tes. Es impor­tan­te acla­rar que nos refe­ri­mos al “amor” en for­ma gene­ral abar­can­do sen­ti­mien­tos como “esti­ma­ción”, “amis­tad”, “amor filial”, “amor sexual”. El sen­ti­mien­to amo­ro­so será mayor con­for­me más inten­si­dad, dura­ción y fre­cuen­cia ten­ga cada uno de los ingre­dien­tes que a con­ti­nua­ción expo­ne­mos.

1. Reco­no­ci­mien­to. Este fac­tor con­sis­te en expre­sar o hacer saber los aspec­tos que agra­dan de sí mis­mo y de otra(s) persona(s), así como saber cuá­les ras­gos pro­pios per­so­na­les o de gru­po son agra­da­bles para otra(s) persona(s).

2. Con-viven­cia. Un ele­men­to bási­co para la pro­duc­ción del amor con­sis­te en tener viven­cias con­jun­tas como las siguien­tes: jugar comer o beber (¡en sen­ti­do amplio!) jun­tos com­par­tir even­tos como fies­tas, cine, tea­tro, músi­ca, via­jes, lec­tu­ras, etc. reír jun­tos espar­ci­mien­to com­par­ti­do.

3. Gene­ra­ción de expe­rien­cias agra­da­bles espe­cia­les. Quien pro­pi­cia expe­rien­cias que resul­tan agra­da­bles para otro se inte­gra posi­ti­va­men­te en for­ma sim­bó­li­ca en la iden­ti­dad del segun­do, sobre todo en la medi­da en que esas viven­cias gene­ra­das son poco comu­nes. Esto abar­ca des­de la mis­ma ima­gen per­so­nal, los “deta­lles”, las sor­pre­sas agra­da­bles, los rega­los, la risa, los pla­ce­res físi­cos, la poe­sía, la fan­ta­sía, entre muchas otras posi­bi­li­da­des que indu­cen la emo­ción amo­ro­sa.

4. Con­tac­to físi­co agra­da­ble. Este aspec­to es cla­ve para deter­mi­nar los nive­les de pro­fun­di­za­ción amo­ro­sa (amis­tad, rela­ción filial, amor sexual). Abar­ca des­de la mira­da, el salu­do de mano, la pal­ma­da en el hom­bro, el abra­zo, tomar­se del bra­zo, tomar­se de la mano, los besos en la meji­lla, los besos en la boca, has­ta las rela­cio­nes sexua­les pro­pia­men­te dichas, entre muchas otras varian­tes.

5. Co-ope­ra­ción. Es fuen­te de ena­mo­ra­mien­to hacer cosas en las que cada quien cola­bo­ra volun­ta­ria­men­te para lograr un resul­ta­do úni­co. Des­de mover un mue­ble entre dos o más per­so­nas has­ta jue­gos o tra­ba­jos en equi­po de dife­ren­te índo­le, com­ple­ji­dad y dura­ción. El apo­yo de uno en el otro es una for­ma espe­cial de co- ope­ra­ción mayo­res alcan­ces afec­ti­vos.

6. Crea­ti­vi­dad com­par­ti­da. Gene­rar con­jun­ta­men­te cosas intere­san­tes o esté­ti­cas que antes no exis­tían; por ejem­plo, el deco­ra­do de la casa, un inven­to, una obra artís­ti­ca, un libro, la for­ma­ción de un hijo, un des­cu­bri­mien­to, una empre­sa, una ins­ti­tu­ción, etc. Los pro­duc­tos crea­dos con­jun­ta­men­te se con­vier­ten en sím­bo­los de iden­ti­fi­ca­ción amo­ro­sa.

7. Éxi­to com­par­ti­do. La sen­sa­ción de haber alcan­za­do una meta impor­tan­te median­te esfuer­zos com­bi­na­dos de los par­ti­ci­pan­tes pro­du­ce un alto gra­do de emo­ción satis­fac­to­ria que inte­gra a los otros en la sim­bo­li­za­ción de cada uno.

8. Narra­ti­va de vida. Pla­ti­car las viven­cias coti­dia­nas y las anéc­do­tas o recuer­dos ante­rio­res, así como escu­char con aten­ción lo que le ha ocu­rri­do a otro(s) es fuen­te de com­pren­sión e iden­ti­fi­ca­ción pro­gre­si­va, siem­pre y cuan­do lo narra­do no sea emo­cio­nal­men­te agre­si­vo para el que escu­cha. El que narra entre­ga par­te de sí mis­mo a quien lo escu­cha. Este vive ima­gi­na­ria­men­te las emo­cio­nes que gene­ra la narra­ción e incor­po­ra a su ser esa expe­rien­cia del otro.

9. Com­pe­ten­cia exter­na. La cohe­sión de una pare­ja o gru­po requie­re de que esta uni­dad se con­tras­te con otras simi­la­res. En la medi­da en que esta com­pa­ra­ción exter­na fal­ta es más pro­ba­ble que aflo­ren dife­ren­cias inter­nas en el gru­po o pare­ja. Se sugie­re una com­pe­ten­cia sana, posi­ti­va; es decir, com­pe­tir en equi­po por SER MEJORES en los aspec­tos que se con­si­de­ren rele­van­tes. NO com­pe­tir por SER MENOS MALOS, o poner “zan­ca­di­llas” para que otros gru­pos o pare­jas no se desa­rro­llen, como acos­tum­bran quie­nes se sien­ten frus­tra­dos por NO SER ya y sin esfuer­zo lo que qui­sie­ran.

Con una dosis com­bi­na­da y pro­gre­si­va de los ele­men­tos men­cio­na­dos se pro­du­cen pro­ce­sos de iden­ti­fi­ca­ción amo­ro­sa de alta inten­si­dad que pue­den tra­du­cir­se en un esta­do con­ti­nuo de fre­ne­sí. Como todo fenó­meno, si cesan los fac­to­res que lo pro­du­cen tam­bién el fenó­meno des­apa­re­ce. Es decir, el amor requie­re ser cul­ti­va­do para no dejar­lo morir de ina­ni­ción. Cuan­do el amor no se cul­ti­va sur­gen la sole­dad, la frus­tra­ción, la agre­si­vi­dad, el des­pre­cio, los chan­ta­jes, los repro­ches, etc. Enton­ces se cul­ti­va sin saber­lo el odio, la apa­tía, la vio­len­cia, la des­truc­ción de la vida, es decir, la DESTRUCCION DE SI MISMO.

En el amor está la esen­cia de los seres huma­nos y es la base de la salud men­tal. La COMUNION sig­ni­fi­ca la inte­gra­ción amo­ro­sa de cada indi­vi­duo con las colec­ti­vi­da­des en que par­ti­ci­pa (la pare­ja, la fami­lia, los ami­gos, el gru­po de tra­ba­jo, la comu­ni­dad, la patria, la huma­ni­dad), y por tan­to con todo el uni­ver­so.

Vale la pena inten­tar­lo.

Tratamiento Cognitivo Conductual de la Depresión

Tesis de Licenciatura en Psicología de María Azucena Hernández Silva

Resumen

A par­tir de iden­ti­fi­car la pre­va­len­cia de depre­sión, sur­ge la impor­tan­cia de brin­dar aten­ción psi­co­ló­gi­ca con un mode­lo tera­péu­ti­co enca­mi­na­do a dis­mi­nuir las mani­fes­ta­cio­nes de éste, como es el caso del Mode­lo Cog­ni­ti­vo-Con­duc­tual (MCC).

El pre­sen­te estu­dio mani­fies­ta el pro­ce­so efec­tua­do para dis­mi­nuir las mani­fes­ta­cio­nes de depre­sión en una madre con un hijo dis­ca­pa­ci­ta­do, a par­tir de la inter­ven­ción con este mode­lo.

Éste uti­li­za un dise­ño A‑B-A, el cual ini­cia con una pri­me­ra eva­lua­ción del inven­ta­rio de Beck y el CES‑D, para iden­ti­fi­car el gra­do y los sín­to­mas de este tras­torno. El segun­do paso se enfo­ca a la inter­ven­ción del MCC; y al fina­li­zar se eva­lúa para iden­ti­fi­car el impac­to obte­ni­do.

Por tan­to, la inter­ven­ción efec­tua­da fue satis­fac­to­ria, pues en la pri­me­ra eva­lua­ción con el inven­ta­rio de Beck se obtu­vo un pun­ta­je de 23 (depre­sión entre mode­ra­da y seve­ra), mani­fes­tán­do­se 16 sín­to­mas; y en el CES‑D se per­fi­ló en una depre­sión mayor (40 pun­tos), con 14 sín­to­mas fre­cuen­tes en la sema­na (4 a 7 días). Mien­tras que en la segun­da eva­lua­ción del inven­ta­rio expre­só 4 pun­tos con la pre­sen­cia de 5 sín­to­mas (ausen­cia de mani­fes­ta­cio­nes), notan­do la dis­mi­nu­ción de 11 sín­to­mas; y en el CES‑D se obtu­vo 2 pun­tos, con la pre­sen­cia de los sín­to­mas a un día por sema­na.

Bajo esta inter­ven­ción, se con­si­de­ra que el MCC es un mode­lo ade­cua­do para inter­ve­nir en la dis­mi­nu­ción de las mani­fes­ta­cio­nes de depre­sión en casos par­ti­cu­la­res como éste.

Pala­bras cla­ve: Depre­sión, MCC, mater­ni­dad, inter­ven­ción, dis­ca­pa­ci­dad.

 

http://amapsi.org/Imagenes/TratamientoCognitivoDepresion.gif

 

 

Calidad escolar: aprendizaje creador por cooperanzas con proyección social

Marco Eduardo Murueta

 

La “para­do­ja de la cali­dad edu­ca­ti­va” no se que­da sólo en el ámbi­to polí­ti­co. En gran par­te de la biblio­gra­fía sobre el tema encon­tra­mos pési­mas defi­ni­cio­nes y expli­ca­cio­nes de qué es cali­dad y, más aún, cali­dad edu­ca­ti­va, la mayo­ría hacien­do evi­den­te que sus auto­res no tuvie­ron el cui­da­do míni­mo de revi­sar un buen dic­cio­na­rio al res­pec­to. Por ejem­plo, de mane­ra simi­lar a otros exper­tos, la chi­le­na María Tere­sa Lepe­ley, auto­ra del libro Ges­tión y cali­dad en edu­ca­ción, un mode­lo de eva­lua­ción, defi­ne la “cali­dad” como “el bene­fi­cio o la uti­li­dad que satis­fa­ce la nece­si­dad de una per­so­na al adqui­rir un pro­duc­to o ser­vi­cio”. Así, la tam­bién direc­to­ra de Pro­gra­mas de ges­tión y nego­cios inter­na­cio­na­les en la Uni­ver­si­dad de Con­nec­ti­cut, en Esta­dos Uni­dos, con­fun­de “uti­li­dad” con “cali­dad”, lo cual se anto­ja absur­do cuan­do encon­tra­mos muchos pro­duc­tos y ser­vi­cios de poca cali­dad rela­ti­va­men­te fun­cio­na­les y que satis­fa­cen una nece­si­dad espe­cí­fi­ca a un clien­te, como bien ejem­pli­fi­ca la anéc­do­ta de la ancia­na que pidió a su den­tis­ta, en una sola sesión, la colo­ca­ción de una den­ta­du­ra pos­ti­za que le per­mi­tie­ra comer. El den­tis­ta le acla­ró que eso no iba a que­dar muy esté­ti­co, pero ante la insis­ten­cia prác­ti­ca y la poca impor­tan­cia que la seño­ra le daba a la esté­ti­ca a sus 76 años, éste le colo­có unos dien­tes efi­ca­ces que moti­va­ron una aira­da y lógi­ca pro­tes­ta de los fami­lia­res: un pési­mo ser­vi­cio pero útil para los fines del usua­rio. Así, el cri­te­rio de cali­dad no pue­de resi­dir en la satis­fac­ción del clien­te si éste care­ce de un refe­ren­te de com­pa­ra­ción y una for­ma­ción para eva­luar dife­ren­tes aspec­tos del pro­duc­to o ser­vi­cio que le per­mi­tan deter­mi­nar real­men­te cuál es “mejor”, como lo indi­ca la defi­ni­ción del Dic­cio­na­rio de la Real Aca­de­mia de la Len­gua Espa­ño­la.

Peor aún es el caso de quie­nes defi­nen la cali­dad y la cali­dad edu­ca­ti­va como “el com­pro­mi­so con la mejo­ra con­ti­nua” (Gar­du­ño, 1999), o quie­nes con­si­de­ran que sola­men­te hay dos opcio­nes dis­con­ti­nuas, cali­dad o no-cali­dad (0 o 1), pese a que se tra­ta de una varia­ble sus­cep­ti­ble de tener dife­ren­tes mag­ni­tu­des res­pec­to de un patrón de com­pa­ra­ción, como todo aque­llo que se mide.

 

Foto: Gui­ller­mo Barrios del Valle

 

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Inteligencia y niveles de metacognición simultánea

Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes

La “meta­cog­ni­ción” se refie­re a la posi­bi­li­dad de que algu­nos pro­ce­sos cog­ni­ti­vos se ocu­pen de otros pro­ce­sos cog­ni­ti­vos gene­ran­do un todo com­ple­jo. Algu­nos auto­res han con­ce­bi­do a la meta­cog­ni­ción como la refle­xión o aná­li­sis de los pro­ce­sos cog­ni­ti­vos que se desa­rro­lla­ron ante una cir­cuns­tan­cia o tarea deter­mi­na­da. Sin embar­go, la “meta­cog­ni­ción simul­tá­nea” se refie­re a la posi­bi­li­dad de ope­rar men­tal­men­te en varias pis­tas o nive­les inter­co­nec­ta­dos de mane­ra con­ti­nua. El núme­ro de pis­tas o nive­les meta­cog­ni­ti­vos está rela­cio­na­do direc­ta­men­te con la capa­ci­dad inte­lec­ti­va y la agi­li­dad men­tal, sobre todo con­si­de­ran­do la subor­di­na­ción y sobre­or­de­na­ción de nive­les meta­cog­nit­vos, es decir, la refe­ren­cia y coor­di­na­ción de unos nive­les por otros.

La evi­den­cia de pro­ce­sos meta­cog­ni­ti­vos simul­tá­neos exis­te en muchas acti­vi­da­des huma­nas. Por ejem­plo, la capa­ci­dad de una per­so­na para tocar el órgano encar­gán­do­se de la melo­día con una mano, de la armo­nía con la otra, del con­tra­ba­jo con el pie izquier­do, de los mati­ces con el pie dere­cho, de los cam­bios de ins­tru­men­tos y efec­tos espe­cia­les, y toda­vía poder res­pon­der simul­tá­nea­men­te a inter­ac­cio­nes socia­les, refle­ja la com­ple­ji­dad de la orga­ni­za­ción cere­bral y men­tal.

El pro­ce­so de desa­rro­llo cog­ni­ti­vo estu­dia­do espe­cial­men­te por Pia­get y Vygots­ki per­mi­te cap­tar la mane­ra en que los niños van incor­po­ran­do nive­les de pro­ce­sa­mien­to meta­cog­ni­ti­vo simul­tá­neo a par­tir de su inter­ac­ción con el mun­do físi­co-social cir­cun­dan­te. Los pri­me­ros hábi­tos del recien­na­ci­do ‑dice Pia­get- se inte­gran en las “coor­di­na­cio­nes cir­cu­la­res pri­ma­rias”, éstas en las secun­da­rias, y así suce­si­va­men­te has­ta lle­gar al pen­sa­mien­to for­mal o con­cep­tual que Pia­get y Vygots­ki equi­vo­ca­da­men­te con­si­de­ran la cús­pi­de del desa­rro­llo inte­lec­tual, pues es supe­ra­do por el pen­sa­mien­to dia­léc­ti­co que impli­ca una com­ple­ji­dad meta­cog­ni­ti­va mayor.

La per­ma­nen­cia del obje­to y, sobre todo, la diso­cia­ción entre “medio y fin” que Pia­get encon­tró en los niños entre los 9 y los 18 meses de edad, que coin­ci­de con el apren­di­za­je del len­gua­je arti­cu­la­do, repre­sen­tan la emer­gen­cia de nue­vas posi­bi­li­da­des meta­cog­ni­ti­vas simul­tá­neas que están fue­ra del alcan­ce de otras espe­cies ani­ma­les, y que cons­ti­tu­yen la cla­ve de la acu­mu­la­ción de expe­rien­cia his­tó­ri­ca en cada indi­vi­duo. Ani­ma­les inte­li­gen­tes como el perro, el chim­pan­cé o el del­fín logran entre dos y tres nive­les meta­cog­ni­ti­vos, mien­tras que los huma­nos que desa­rro­llan pen­sa­mien­to for­mal requie­ren alre­de­dor de seis o sie­te nive­les meta­cog­ni­ti­vos simul­tá­neos.

La meta­cog­ni­ción simul­tá­nea impli­ca la dife­ren­cia­ción pro­gre­si­va del fun­cio­na­mien­to cere­bral, lo cual es pro­du­ci­do tam­bién por el tipo de acti­vi­da­des en que una per­so­na se invo­lu­cra. El apren­di­za­je de la escri­tu­ra y la lec­tu­ra es lo que per­mi­te la capa­ci­dad para la con­ser­va­ción de can­ti­dad y la inclu­sión de cla­ses que Pia­get encuen­tra jus­ta­men­te en los niños de 6 a 7 años y que cam­bian sus para­dig­mas inte­lec­ti­vos. Acti­vi­da­des que impli­can pro­ce­sos alge­brai­cos son el sus­ten­to de la posi­bi­li­dad del pen­sa­mien­to for­mal y no vice­ver­sa. Que­da cla­ro que tam­po­co alguien pue­de acce­der a un nue­vo nivel sin haber logra­do los pel­da­ños pre­vios. La edu­ca­ción for­mal e infor­mal es la fuen­te prin­ci­pal de desa­rro­llo de capa­ci­da­des meta­cog­ni­ti­vas.

Es posi­ble dise­ñar estra­te­gias y ejer­ci­cios para desa­rro­llar inten­cio­na­da­men­te la dife­ren­cia­ción cere­bral y las posi­bi­li­da­des meta­cog­ni­ti­vas simul­tá­neas, inclu­si­ve en per­so­nas que tie­nen dis­mi­nui­das físi­ca­men­te sus capa­ci­da­des. Un ejem­plo de ello pue­de cons­ti­tuir­lo el mane­jo de ope­ra­cio­nes arit­mé­ti­cas seria­das (suma y res­ta) con núme­ros pro­gre­si­va­men­te mayo­res que impli­ca­rían un pro­ce­so meta­cog­ni­ti­vo simul­tá­neo gra­dual­men­te más com­ple­jo. Por supues­to, el mane­jo del cuer­po tam­bién pue­de ser inclui­do en ejer­ci­cios meta­cog­ni­ti­vos, como lo ilus­tran algu­nas de las téc­ni­cas de gim­na­sia cere­bral y de edu­ca­ción espe­cial de niños con retar­do o daño cere­bral.