Estadios psicológicos de la mujer ante un diagnóstico de cáncer en el climaterio

Dra. Ana­me­li Mon­roy L. (Aso­cia­ción Mexi­ca­na para el Estu­dio del Cli­ma­te­rio.)

INTRODUCCION:

La mujer, en la mayo­ría de los casos, pasa por los siguien­tes esta­dios psi­co­ló­gi­cos y meca­nis­mos de defen­sa uti­li­za­dos, de acuer­do a la fase del diag­nós­ti­co y del tra­ta­mien­to que está vivien­do. Sin embar­go, éstos no son nece­sa­ria­men­te secuen­cia­les (nega­ción, espe­ran­za, cho­que emo­cio­nal, asi­mi­la­ción, acep­ta­ción, con­fron­ta­ción, recu­pe­ra­ción y subli­ma­ción), algu­nos pero no todos per­du­ran a tra­vés del tra­ta­mien­to, otros pue­den agra­var­se, la mujer pue­de avan­zar o retro­ce­der de un esta­dio al otro: (5, 7, 10, 19, 20).

1. Pre­vio al diag­nós­ti­co médi­co:
1.1 Si ella es quien se des­cu­bre un nódu­lo mama­rio, pri­me­ro pasa por un meca­nis­mo de defen­sa psi­co­ló­gi­co que se lla­ma nega­ción del hecho y sen­ti­mien­to ante un posi­ble cán­cer mama­rio. Des­pués, se pre­sen­ta un sen­ti­mien­to de espe­ran­za de que segu­ra­men­te no es nada serio, lo cual, en muchas oca­sio­nes impi­de que acu­da al médi­co inme­dia­ta­men­te. Las infor­ma­cio­nes pre­vias o por cam­pa­ñas edu­ca­ti­vas de que tie­ne que hacer­lo ayu­dan al ace­le­rar el hecho de que ella acu­da. El stress, y la ansie­dad acom­pa­ñan estos momen­tos de impre­ci­sión y de espe­ra. Pocas veces sabe que entre menos tiem­po trans­cu­rra al ser diag­nos­ti­ca­da y tra­ta­da, el pro­nós­ti­co será mejor y que ese tiem­po pue­de ser la dife­ren­cia entre per­der su(s ) seno(s) o entre la vida y la muer­te.

1.2 Si la pacien­te acu­dió al médi­co, éste le hizo una biop­sia y ella pasó la noche en vela espe­ran­do el diag­nós­ti­co, su esta­do emo­cio­nal es aún más vul­ne­ra­ble para reci­bir la noti­cia de que tie­ne cán­cer. Ella sien­te un gran eno­jo, una gran impo­ten­cia y se pre­gun­ta ¿por qué yo? Sien­te ira o eno­jo y pue­de sen­tir deseos de llo­rar, gri­tar, aven­tar obje­tos ante tan­tos sen­ti­mien­tos invo­lun­ta­rios. Sin embar­go, des­pués de des­aho­gar­se, pron­to encuen­tra que esa no es la res­pues­ta y que su vida ha cam­bia­do de la noche a la maña­na. Le afec­ta el temor a la des­fi­gu­ra­ción, al aban­dono y a la sole­dad. Se pre­gun­ta qué le va a pasar e ini­cia el lar­go reco­rri­do con temor hacia lo des­co­no­ci­do.

2. Ante el diag­nós­ti­co de cán­cer, pri­me­ro se pre­sen­ta en ella (y en sus seres cer­ca­nos) un esta­do de cho­que emo­cio­nal, espe­cial­men­te cuan­do nun­ca había teni­do una situa­ción de ame­na­za de vida. Le es difí­cil creer que ella pue­da tener una enfer­me­dad tan seria como cán­cer mama­rio, pues, por lo gene­ral, su cuer­po no le ha dado nin­gún avi­so pre­vio.

Tam­bién es alta­men­te pro­ba­ble que haya escu­cha­do de otros casos simi­la­res, lo cual no nece­sa­ria­men­te la con­sue­la sino que la asus­ta. La res­pues­ta al diag­nós­ti­co es dife­ren­te según sus cir­cuns­tan­cias par­ti­cu­la­res (opor­tu­ni­dad del diag­nós­ti­co, con o sin pare­ja, con situa­ción eco­nó­mi­ca des­aho­ga­da o no, con o sin fami­lia­res, con red de amis­ta­des, con o sin salud en otros aspec­tos, modo como ha con­fron­ta­do su pro­pio cli­ma­te­rio).

El temor a la pér­di­da de uno o dos senos la ate­rra (temor a la des­fi­gu­ra­ción), más aún que la posi­bi­li­dad de muer­te. Los senos están ínti­ma­men­te vin­cu­la­dos con su ima­gen feme­ni­na. Teme per­der­la y con ello a su pare­ja actual o a otras pro­ba­bles en el futu­ro (temor al aban­dono y a la sole­dad).

Jun­to con el esta­do de cho­que emo­cio­nal apa­re­ce un sen­ti­mien­to de eno­jo hacia el cuer­po, el cual la ha trai­cio­na­do de una mane­ra tan ines­pe­ra­da. A pesar de tener mie­do a per­der su seno, cae en la ambi­va­len­cia de que mejor se lo qui­ten para que deje de angus­tiar­la y la deje con­ti­nuar con su vida e inclu­si­ve de que pre­fie­re morir­se antes de con­fron­tar tan­to cos­to físi­co, emo­cio­nal y eco­nó­mi­co. Un sen­ti­mien­to de impo­ten­cia ante las ame­na­zas de dolor y de muer­te le hacen sen­tir la caren­cia de los recur­sos emo­cio­na­les, físi­cos, mate­ria­les, fami­lia­res nece­sa­rios para con­fron­tar lo que vie­ne. Estos sen­ti­mien­tos no siem­pre son expre­sa­dos por ella.

Tam­bién se pre­sen­tan sen­ti­mien­tos de cul­pa de que ella no haya comi­do lo más sano, inge­ri­do algún medi­ca­men­to como hor­mo­nas, no ejer­ci­ta­do lo sufi­cien­te, o bien por­que lo con­si­de­ra un cas­ti­go por algo que ella sien­te que hizo mal (fre­cuen­te­men­te aso­cia­do con con­duc­tas sexua­les).

3. Ante el ini­cio del tra­ta­mien­to sur­gen temo­res, mie­dos y angus­tias a lo que le va a pasar a la pacien­te duran­te y des­pués del tra­ta­mien­to (s). El meca­nis­mo de defen­sa psi­co­ló­gi­ca si se tuvo que rea­li­zar una mas­tec­to­mía par­cial o radi­cal es nue­va­men­te la nega­ción. Esta se enmas­ca­ra ante la nece­si­dad de con­fron­ta­ción de las deci­sio­nes inapla­za­bles y el hecho de que pase des­aper­ci­bi­da y no se le brin­de impor­tan­cia, pue­de ser gra­ve para la recu­pe­ra­ción psi­co­se­xual futu­ra de la pacien­te.

El stress, la depre­sión y la ansie­dad se pre­sen­tan pro­pi­cian­do un blo­queo men­tal. Es más, estos sen­ti­mien­tos y otros fac­to­res diver­sos, le blo­quea­rán la memo­ria inme­dia­ta y su orga­nis­mo se pro­te­ge­rá con una espe­cie de “cora­za pro­tec­to­ra” que le per­mi­ta no codi­fi­car toda la infor­ma­ción de un solo gol­pe. Esta cora­za que se men­cio­na la revis­te, irá des­apa­re­cien­do de acuer­do a que su situa­ción emo­cio­nal lo vaya per­mi­tien­do y su memo­ria y capa­ci­dad de con­cien­cia mejo­ren. Apa­re­ce un sen­ti­mien­to de impo­ten­cia, a no tener los recur­sos diver­sos nece­sa­rios (eco­nó­mi­cos, de tiem­po, etc.), espe­cial­men­te los emo­cio­na­les para enfren­tar el hecho de tener cán­cer y tener que expe­ri­men­tar sus tra­ta­mien­tos. La pér­di­da del con­trol de su cuer­po se aso­cia a todos estos temo­res.

4. Duran­te el tra­ta­mien­to.
4.1 Con­ti­núan la ansie­dad, el stress, la depresión(normal en estos casos pero que pue­de vol­ver­se pato­ló­gi­ca por otros fac­to­res des­en­ca­de­nan­tes), ampli­fi­can­do su inten­si­dad. Es más, estos sen­ti­mien­tos y otros fac­to­res diver­sos, blo­quea­rán la memo­ria inme­dia­ta de la pacien­te (cora­za pro­tec­to­ra arri­ba ya men­cio­na­da) hecho que le per­mi­te no codi­fi­car toda la infor­ma­ción de un solo gol­pe. Apa­re­ce un perío­do de nego­cia­ción en don­de la pacien­te “nego­cia” sufri­mien­tos a cam­bio de recu­pe­ra­ción con su Dios o figu­ra en quien ella cree, que pue­de ser su médi­co tam­bién.

4.2 En la pacien­te se pre­sen­ta en mayor o menor gra­do una dis­rup­ción en sus rela­cio­nes inter­per­so­na­les, labo­ra­les, etc. y una eta­pa de inca­pa­ci­dad con res­pec­to sus acti­vi­da­des de la vida dia­ria. La pacien­te tie­ne que apren­der a detec­tar y uti­li­zar sus recur­sos y así reco­brar el con­trol de su vida, lo cual mejo­ra­rá su esta­do de áni­mo; así como a apo­yar­se en quie­nes le rodean y ellos a que la pacien­te no pue­de brin­dar las mis­mas aten­cio­nes que cuan­do esta­ba sana. Este “pen­sar pri­me­ro en sí mis­ma” es muy difí­cil para ella pues la mujer ha sido edu­ca­da para pen­sar pri­me­ro en las nece­si­da­des de los demás para satis­fa­cer­las (papás, her­ma­nos, pare­ja, hijos y aho­ra tie­ne que pen­sar antes que en nadie en ella).

4.3 El siguien­te paso es el ini­cio de la asi­mi­la­ción de lo que le está ocu­rrien­do, lo cual toma tiem­po de acuer­do al pro­nós­ti­co y de la per­so­na­li­dad de cada mujer. No es lo mis­mo saber que se requie­re una lipec­to­mía, una cua­dran­tec­to­mía o una mas­tec­to­mía par­cial o radi­cal. Tie­ne que vivir “el due­lo de su pér­di­da”, si es que per­dió uno o dos senos, gan­glios, etc.; si el pro­nós­ti­co es bueno y sólo se requie­re de un tra­ta­mien­to pre­ven­ti­vo o si se tra­ta de una lucha feroz por la vida en don­de gana la pacien­te o gana el cán­cer, o bien, si se tra­ta de un tra­ta­mien­to palia­ti­vo en espe­ra de un resul­ta­do fatal. El meca­nis­mo de la iden­ti­fi­ca­ción con otras pacien­tes en con­di­cio­nes simi­la­res se pre­sen­ta en esta fase y es útil para quien acep­ta a entrar a un gru­po de apo­yo social o tera­péu­ti­co, acor­de a sus nece­si­da­des y posi­bi­li­da­des.

La fase de asi­mi­la­ción se ini­cia con la nece­si­dad de saber más acer­ca de la enfer­me­dad, los tra­ta­mien­tos, etc. y poco a poco, a lo lar­go del pro­ce­so de tra­ta­mien­to y recu­pe­ra­ción, dicha asi­mi­la­ción de lo ocu­rri­do se va dan­do por par­te de la mujer. Al ini­cio de esta fase, algu­nas muje­res bus­can lo máxi­mo de infor­ma­ción acer­ca de lo que les está pasan­do o defi­nen tener con­fian­za cie­ga en su médi­co y ya no cues­tio­nan.

En esta eta­pa se pre­sen­ta el hecho de que la mujer y/o su fami­liar pidan una segun­da opi­nión médi­ca. Si la segun­da opi­nión es dife­ren­te a la pri­me­ra, ello se con­vier­te en mayor fuen­te de stress para la mujer, cuan­do en reali­dad lo que más nece­si­ta es con­fian­za en la rela­ción médi­co — pacien­te. Pasa por una eta­pa de due­lo si tuvo que per­der uno o dos senos para sal­var su vida. El apo­yo psi­co­te­ra­péu­ti­co o de gru­pos socia­les, es esen­cial en estos casos.

El pro­ce­so de asi­mi­la­ción de que se tie­ne o ha teni­do cán­cer, es el más difí­cil de todos debi­do al blo­queo emo­cio­nal que se pre­sen­ta en la mujer des­de que se le diag­nos­ti­ca esta enfer­me­dad. Ella pasa a la fase de con­fron­ta­ción sin dar­se mucha cuen­ta, por la nece­si­dad de actuar ante las suge­ren­cias médi­cas pero la cora­za de pro­tec­ción se encuen­tra pre­sen­te has­ta que la pacien­te pue­de llo­rar su due­lo y des­pués asi­mi­lar­lo.

Es más, esta cora­za pro­tec­to­ra, como ya se ha men­cio­na­do, inci­de en su memo­ria inme­dia­ta blo­quean­do gran par­te de las cir­cuns­tan­cias por las que tie­ne que deam­bu­lar pues el stress, la ansie­dad y la depre­sión están pre­sen­tes duran­te el lar­go pro­ce­so des­de el diag­nós­ti­co has­ta el tra­ta­mien­to. Pue­den pre­sen­tar­se sue­ños angus­tian­tes (pesa­di­llas) duran­te este perío­do, pues ellas actúan en su nivel incons­cien­te al ir asi­mi­lan­do su reali­dad. Insom­nio es otro de los pro­ble­mas que acom­pa­ñan esta fase. Para la gran mayo­ría de las muje­res, es reco­men­da­ble reci­bir una tera­pia de apo­yo indi­vi­dual o de gru­po. Algu­nas tie­nen que pasar ade­más, por tera­pias de reha­bi­li­ta­ción.

4.4 En el caso de tra­tar­se de una recu­rren­cia que cau­sa aún deses­pe­ra­ción, mucho más eno­jo y lue­go mayor depre­sión y des­con­fian­za de su tra­ta­mien­to o de sus médi­cos, que cuan­do se le diag­nos­ti­có por pri­me­ra vez. La ampli­fi­ca­ción de la inten­si­dad de las emo­cio­nes es aún mayor. La depre­sión pue­de reque­rir tra­ta­mien­to psi­quiá­tri­co. El apo­yo psi­co­te­ra­péu­ti­co (psi­con­co­ló­gi­co) es esen­cial pues pue­de ayu­dar ade­más en la recu­pe­ra­ción físi­ca.

5. La acep­ta­ción es un paso des­pués de que se ha asi­mi­la­do el hecho de tener cán­cer mama­rio. Sin embar­go, la asi­mi­la­ción y la acep­ta­ción reales por par­te de la pacien­te, toman tiem­po y a veces se pre­sen­tan para­le­la­men­te o aún des­pués de la con­duc­ta de con­fron­ta­ción del pro­ble­ma en bus­ca de solu­ción.

6. …con­fron­ta­ción del pro­ble­ma pues ésta empie­za des­de que se tie­nen que tomar medi­das para las diver­sas opcio­nes de tra­ta­mien­tos, estu­dios pre­vios si se requie­re ciru­gía, escu­char otras opi­nio­nes médi­cas, etc. Muchas pacien­tes rela­tan haber actua­do (con­fron­ta­do) auto­má­ti­ca­men­te, basa­das en sus redes fami­lia­res, socia­les y labo­ra­les. Otras se ensi­mis­man, pero tam­bién actúan por iner­cia.

Es más, muchas per­so­nas no recuer­dan las expli­ca­cio­nes dadas por su médi­co al reci­bir su diag­nós­ti­co. Son pocas las pacien­tes que rela­tan con abso­lu­ta con­cien­cia los pasos que dan, aún duran­te y des­pués del esta­do de cho­que emo­cio­nal. Estas pocas pacien­tes gene­ral­men­te toman las deci­sio­nes de su tra­ta­mien­to, con­jun­ta­men­te con su médi­co y su pare­ja pues son quie­nes bus­can mucho más infor­ma­ción acer­ca de lo que les está ocu­rrien­do.

Lo intere­san­te en los pasos de acep­ta­ción y de con­fron­ta­ción del pro­ble­ma es que para muchas pacien­tes es pre­fe­ri­ble que su médi­co tome un papel pater­na­lis­ta y las lle­ve de la mano en lo que deben hacer. Para otras en cam­bio, ser par­tí­ci­pes es impor­tan­te y por tan­to, es pre­fe­ri­ble para ellas el infor­mar­se lo más posi­ble para tomar deci­sio­nes en con­jun­to con su médi­co. El cómo reac­cio­ne cada mujer, depen­de de su his­to­ria per­so­nal, su carác­ter y/o de la cir­cuns­tan­cia de vida por la que está tran­si­tan­do así como el cómo está con­fron­tan­do su cli­ma­te­rio.

Los meca­nis­mos de defen­sa que pue­den pre­sen­tar­se son: ade­más de la nega­ción ya men­cio­na­da, for­ma­ción reac­ti­va, des­pla­za­mien­to de los sen­ti­mien­tos, com­pen­sa­ción y pro­yec­ción.

6.1 La con­fron­ta­ción a la muer­te es una cir­cuns­tan­cia muy espe­cial. Requie­re de un acom­pa­ña­mien­to pro­fe­sio­nal de tipo psi­con­co­ló­gi­co y de un gru­po social. La deses­pe­ra­ción, el eno­jo, el mie­do son sen­ti­mien­tos muy fuer­tes y final­men­te, se debe tra­ba­jar para la acep­ta­ción y la con­fron­ta­ción a la muer­te. Las fases por los que pasa una pacien­te en fase ter­mi­nal son des­cri­tos por Eli­za­beth Kubler-Ross: recha­zo, rabia, rega­teo, depre­sión y acep­ta­ción.

La pacien­te debe cono­cer su pro­nós­ti­co pues nece­si­ta la opor­tu­ni­dad de orde­nar sus asun­tos emo­cio­na­les, prác­ti­cos y mate­ria­les antes de par­tir y así lo hará con más tran­qui­li­dad. Ella debe hablar con las per­so­nas con quie­nes ten­ga o haya teni­do situa­cio­nes con­flic­ti­vas para poder des­can­sar en paz. Así mis­mo, su tes­ta­men­to y otros aspec­tos mate­ria­les son de impor­tan­cia para dicho des­can­so. Que­rrá dejar ayu­da­do al máxi­mo a sus seres que­ri­dos.

La fami­lia de la pacien­te requie­re de orien­ta­ción y apo­yo pro­fe­sio­nal tam­bién. Todos reque­ri­rán de plá­ti­cas fran­cas acer­ca de la situa­ción que los recon­for­ten y acer­quen.

7. La recu­pe­ra­ción físi­ca y emo­cio­nal toma tiem­po, aún si no se pre­sen­ta­ron com­pli­ca­cio­nes duran­te el tra­ta­mien­to. La memo­ria tie­ne que vol­ver a su esta­do ante­rior, la segu­ri­dad per­so­nal, la auto­es­ti­ma, la auto­ima­gen si fue nece­sa­ria la ciru­gía o se varió mucho en el peso; es decir, el auto­con­cep­to, requie­ren ajus­tes; el reto­mar las rela­cio­nes inter­per­so­na­les, labo­ra­les, etc. no es fácil. Requie­re de tiem­po y for­ta­le­za inter­na o exter­na. Por eso se habla del apo­yo psi­con­co­ló­gi­co.

El acep­tar y retor­nar a la vida sexual es un reto para la mujer y su pare­ja, muchas veces difí­cil de com­pren­der y lle­var a cabo a pesar de que ya se cuen­ta más con el opti­mis­mo de haber pasa­do este perío­do tan difí­cil. Se ha con­fron­ta­do, asi­mi­la­do y acep­ta­do. Se ha sal­va­do y apre­cia la vida y la salud en todo lo que valen. Se valo­ra a todos aque­llos quie­nes la apo­ya­ron; sus prio­ri­da­des de vida segu­ra­men­te han cam­bia­do.

Vol­ver a la ruti­na dia­ria ante­rior, reto­mar las ener­gías físi­cas y emo­cio­na­les ante el enor­me apren­di­za­je de tan­tos meses que siguie­ron pos­te­rior­men­te al diag­nós­ti­co no es fácil pero sí muy recon­for­tan­te. Muchas muje­res logran cre­cer de este perio­do, la mayo­ría lo hacen.

7.1 El meca­nis­mo que se da al fina­li­zar estos esta­dios es el de la subli­ma­ción. Algu­nas muje­res, desean hacer exten­si­vos los apren­di­za­jes per­so­na­les y pro­fe­sio­na­les a otras per­so­nas para que su deam­bu­lar en este pro­ce­so sea menos dolo­ro­so. Se sabe de quie­nes han escri­to libros, for­ma­do gru­pos de apo­yo social volun­ta­rio como los de Reto, Arco Iris entre otros.

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¿El culto a la religión o a la religiosidad? Un análisis en base a la Disociación

Por: Mg. Dio­ner Fran­cis Marín Pue­lles.
(Direc­tor Escue­la Psi­co­lo­gía UCV Tara­po­to).

ImageEl tér­mino Reli­gión, pro­vie­ne del latín reli­gio-onis, deri­va­do de reli­ga­re que sig­ni­fi­ca atar, suje­tar, ligar, ceñir estre­cha­men­te. Para Widen­gren, la fe en Dios, tie­ne su encuen­tro más cer­cano en la reli­gión. Sin embar­go, muchas veces se cree ser un reli­gio­so, sola­men­te con el hecho de cum­plir cier­tos pará­me­tros pro­pios de los cul­tos de la reli­gión, como son: asis­tir a misa, con­fe­sar­se, leer la biblia (aun­que poco se la entien­da, o tan sólo se la inter­pre­te lite­ral­men­te), el pago del diez­mo; etc… Ape­lo al tér­mino de Reli­gio­si­dad, para impli­car la acti­tud per­so­nal, viven­cia indi­vi­dual o sub­je­ti­va, como lo refie­re P. Gómez Gar­cía. Las con­duc­tas de reli­gio­si­dad pue­den aso­ciar­se a hechos que no se con­sa­gran en una reli­gión deter­mi­na­da, a situa­cio­nes que no se esta­ble­cen en los sis­te­mas reli­gio­sos y jus­ta­men­te para fun­da­men­tar este divor­cio entre reli­gión y reli­gio­si­dad, recu­rro al aná­li­sis en base a la Diso­cia­ción, pro­ce­so que invo­lu­cra la sepa­ra­ción entre las expe­rien­cias y los suce­sos reales, dan­do lugar a una inter­pre­ta­ción erró­nea de la reali­dad social, fami­liar; etc….

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Aspectos psicológicos y psiquiátricos del adulto mayor

por Ana­me­lí Mon­roy López. Dra en Psi­co­lo­gía. Hos­pi­tal de Méxi­co. Diciem­bre 2005

Se ha logra­do un avan­ce en la espe­ran­za de vida del ser humano que la ha pro­lon­ga­do más años, en espe­cial en don­de las con­di­cio­nes de salud se han ele­va­do, con­jun­ta­men­te con ambien­tes más pro­pi­cios y los esti­los sanos de vida. Cla­ro que sin olvi­dar que la gené­ti­ca tam­bién influ­ye (1).

El cono­ci­mien­to en Occi­den­te, bajo los patro­nes de la cien­cia en su con­jun­to, ha cola­bo­ra­do en obte­ner logros con­cep­tua­les con rela­ción a las últi­mas eta­pas de la vida del ser humano que cono­ce­mos como vie­jo, anciano, o per­so­na de edad. Así, se habla de la ter­ce­ra y cuar­ta edad, la vejez, la ancia­ni­dad, la edad en ple­ni­tud, la seni­li­dad, de la senes­cen­cia, etc.. (1).

La vejez, vis­ta como cua­li­dad, cada vez se ale­ja de tér­mi­nos que la des­hu­ma­ni­zan. En tal sen­ti­do debe­mos dife­ren­ciar pala­bras que iden­ti­fi­can dife­ren­tes aspec­tos y repre­sen­tan dife­ren­tes reper­cu­sio­nes. Por ejem­plo, senec­tud refe­ri­da esen­cial­men­te a pro­ce­sos bio­ló­gi­cos y seni­li­dad a pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos (1).

Tam­bién, las expec­ta­ti­vas de más años de vida de la pobla­ción han aumen­ta­do de vida en muchos paí­ses des­de hace tiem­po y Méxi­co no es la excep­ción. El CONAPO nos dice que la espe­ran­za de vida de los mexi­ca­nos es de actual de 75.3 años, aumen­ta­rá a 78.1 años en 2010 y a 83.7 en 2050. Es decir, que para 2010 serán casi 7 millo­nes de adul­tos de más de 65 años, para 2020, 11 millo­nes y para 2050 32.43 millo­nes (2, 3) .

Con el pro­ce­so de espe­cia­li­za­ción que carac­te­ri­za a la moder­ni­dad, se cons­tru­ye un cam­po espe­cí­fi­co y múl­ti­ple de cono­ci­mien­to que des­de los orga­nis­mos mun­dia­les ubi­can a esta pobla­ción entre los 60 o más años. En Méxi­co hemos teni­do como pro­ble­mas que se le deno­mi­na gene­ral­men­te “ter­ce­ra edad” cuan­do ésta corres­pon­de­ría real­men­te al cli­ma­te­rio y la cuar­ta es para los adul­tos mayo­res, o se le pone nom­bres román­ti­cos como “ple­ni­tud o años dora­dos” a par­tir de los 60 años, que se ale­jan de la cien­cia y de la ver­dad, en la que debe­mos edu­car­nos des­de peque­ños. El desa­rro­llo, que inclu­ye a la vejez, y la muer­te, son inevi­ta­bles. Ade­más, ha habi­do negli­gen­cia al pre­pa­rar una estruc­tu­ra para pro­veer ser­vi­cios y sopor­te para los adul­tos mayo­res quie­nes pron­to ocu­pa­rán una ter­ce­ra par­te de la pobla­ción pues nues­tra pirá­mi­de de pobla­ción e irá enve­je­cien­do (3) Y para col­mo los pro­yec­tos de jubi­la­ción que exis­tían no pudie­ron ser lle­va­dos a cabo por fal­ta de finan­cia­mien­to para la can­ti­dad de per­so­nas que aho­ra viven más años y la enor­me can­ti­dad de adul­tos mayo­res que no les alcan­za su jubi­la­ción o que sim­ple­men­te care­cen de dicho apo­yo (4).

Así mis­mo, en nues­tro país (como en muchos otros, prin­ci­pal­men­te los occi­den­ta­les) se vive la ambi­va­len­cia de haber ate­so­ra­do como gran valor a la juven­tud, la casi desin­te­gra­ción de la fami­lia exten­sa, dejan­do más espa­cio a la nuclear, en don­de se dejan fue­ra a los “abue­los”, quie­nes antes con­vi­vían dia­ria­men­te con todos los miem­bros de la fami­lia de dife­ren­tes eda­des, lo cual los esti­mu­la­ba afec­ti­va e inte­lec­tual­men­te; dán­do­se que a su vez fun­cio­na­ban como maes­tros de las siguien­tes gene­ra­cio­nes que apro­ve­cha­ban su sabi­du­ría. No se nece­si­ta­ba casi de asi­los para ancia­nos (3).

En nues­tra socie­dad está pre­sen­te lo que algu­nos auto­res lla­man “Para­dig­ma del Cuer­po Joven” (5) en don­de el tipo de socie­dad impe­ran­te hace cada vez más difí­cil la vida fami­liar de con­vi­ven­cia de tres gene­ra­cio­nes. A esto se aña­de la pre­fe­ren­cia casi obse­si­va de nues­tros medios publi­ci­ta­rios por el cuer­po joven como ideal esté­ti­co: joven, boni­to, muy del­ga­do y des­de lue­go muy lejos de lo que pue­dan ser canas, arru­gas y otros defec­tos del cuer­po vie­jo. Es lógi­co que en un ambien­te así, el hom­bre y la mujer de edad sien­tan que ya no tie­nen que ofre­cer.

Actual­men­te se vive en medio de la influen­cia de los medios de la comu­ni­ca­ción masi­va que ala­ban a la juven­tud y olvi­dan “poner en la foto­gra­fía fami­liar” a los abue­los y dar­les su lugar como “los maes­tros”, “los sabios”, quie­nes pue­den brin­dar su expe­rien­cia. Así pode­mos recor­dar al per­so­na­je de Gar­cía Már­quez (6): Juve­nal Urbino en don­de refie­re a las cos­tum­bres de su épo­ca ver­sus las incon­ve­nien­cias de “la moder­ni­dad”. o Jere­mías de Saint-Amour, un cris­tiano a la anti­gua que con­si­de­ra­ba que la vejez era un “esta­do inde­cen­te” que debía impe­dir­se a tiem­po.….

El Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Apo­yo a los Adul­tos Mayo­res en Méxi­co, ubi­ca al Adul­to de la “Ter­ce­ra edad” a los 60 años pero algu­nos bene­fi­cios de ayu­da eco­nó­mi­ca se dan en la Ciu­dad de Méxi­co has­ta los 70 años (7). Hel­ga Arce (8), de la Uni­ver­si­dad de la Con­cep­ción en Chi­le ( Apsi­que Inter­net. 2005) ubi­ca a la vejez a los 75 años y la Orga­ni­za­ción Pan­ame­ri­ca­na de la Salud (9,10) la ubi­ca a par­tir de los 65 años y deci­dió deno­mi­nar­la “Adul­to Mayor” que abar­ca una visión inte­gral, inter­dis­ci­pli­na­ria y holís­ti­ca.

Sin embar­go, no todos los seres huma­nos cre­cen, se desa­rro­llan y enve­je­cen en for­ma simi­lar, ni en cuan­to a mor­fo­lo­gía ni en cuan­to a fun­ción se refie­re. Basa­do en lo ante­rior se habla de:

- Edad Cro­no­ló­gi­ca, deter­mi­na­da en fun­ción del tiem­po trans­cu­rri­do des­de el naci­mien­to, medi­do por los años, meses, días.
- Edad Bio­ló­gi­ca, corres­pon­de al esta­do fun­cio­nal de los órga­nos de nues­tra eco­no­mía com­pa­ra­dos con patro­nes están­dar esta­ble­ci­do para cada edad o gru­po de eda­des.
- Edad fun­cio­nal, expre­sa la capa­ci­dad de man­te­ner los roles per­so­na­les y la inte­gra­ción social del indi­vi­duo en la comu­ni­dad.

Así pode­mos ver per­so­nas rela­ti­va­men­te jóve­nes muy “enve­je­ci­das” o por el con­tra­rio per­so­nas de edad más avan­za­da con acti­tu­des, acti­vi­da­des y pen­sa­mien­tos aún jovia­les que se refle­jan en su apa­rien­cia físi­ca.

La teo­ría psi­co­ló­gi­ca del enve­je­ci­mien­to se carac­te­ri­za por los cam­bios con­duc­tua­les que se rela­cio­nan con las influen­cias ambien­ta­les que influ­yen y se refle­jan posi­ti­va o nega­ti­va­men­te en los adul­tos mayo­res. Cada per­so­na mayor es un indi­vi­duo al cual cada expe­rien­cia vital y cada modi­fi­ca­ción en su entorno ejer­ce un efec­to sobre ella.

Por ello, la acti­tud de la socie­dad ante los adul­tos mayo­res y los fami­lia­res y ami­gos en espe­cial, influ­yen en cómo se con­cep­tua­li­za la per­so­na y con ello, cómo vive sus últi­mos años de vida. La vejez, más que un pro­ble­ma de salud públi­ca es uno de carác­ter social y como tal debe ser enca­ra­do. (9, 10, 11).

Des­pués de los 65 años, el indi­vi­duo vive una eta­pa nor­mal del desa­rro­llo, los prin­ci­pa­les pro­ble­mas que enfren­tan los adul­tos mayo­res son los que les crea­mos a tra­vés de la polí­ti­ca y la eco­no­mía que afec­tan su esta­tus en mayor gra­do que el enve­je­ci­mien­to en sí. Los gru­pos cla­ves en el pro­ble­ma del enve­je­ci­mien­to son los gru­pos de edad más joven pues son quie­nes deter­mi­nan el esta­tus y la posi­ción de los adul­tos mayo­res en el orden social. (12). La vejez no tie­ne que ser el pun­to más bajo del ciclo de vida ya que el enve­je­ci­mien­to satis­fac­to­rio es posi­ble si las estruc­tu­ras socia­les y nues­tros pen­sa­mien­tos se reor­ga­ni­zan. Por ejem­plo, no tie­ne por qué haber des­em­pleo para el gru­po de Adul­tos Mayo­res, pues si sólo se con­tra­ta a las gene­ra­cio­nes jóve­nes, se des­apro­ve­cha la expe­rien­cia y sabi­du­ría de las mayo­res.

*Sabi­du­ría: acu­mu­la­ción de expe­rien­cias vivi­das a lo lar­go de la pro­pia exis­ten­cia al cum­plir las tareas, mane­jar las situa­cio­nes y resol­ver los pro­ble­mas que la pro­pia vida impo­ne. Impli­ca el apli­car el buen jui­cio al con­du­cir la pro­pia vida, desa­rro­llar la com­pren­sión por medio de la expe­rien­cia y la capa­ci­dad de apli­car­la en los asun­tos impor­tan­tes. Es una de las carac­te­rís­ti­cas desea­bles que aumen­tan a la edad y empie­za a desa­rro­llar­se a los 55 años apro­xi­ma­da­men­te. No todas las per­so­nas se vuel­ven más sabias con la edad y el que ello suce­da depen­de de las expe­rien­cias espe­ci­fi­ca­sen la vida, en la moti­va­ción y en los recur­sos per­so­na­les ( 8).

Los pro­gra­mas socia­les y de salud para Adul­tos Mayo­res empie­zan a dar­se en nues­tro país, pero por ejem­plo, lo que se ofre­ce a éstos en las gran­des con­cen­tra­cio­nes urba­nas en cuan­to a salud y otras faci­li­da­des, se con­tra­po­ne con el ambien­te con­ta­mi­na­do, la sobre­po­bla­ción y la esca­sés de vivien­da. En cam­bio, en áreas tran­qui­las don­de la natu­ra­le­za es un bene­fi­cio gra­tui­to, no pue­den acce­der fácil­men­te a ser­vi­cios de salud y otros por ausen­cia de dichos ser­vi­cios espe­cia­li­za­dos para ellos o leja­nía de ellos, o pro­ble­mas de trans­por­ta­ción, o por­que son de baja cali­dad. Tam­po­co se ha con­tem­pla­do un apo­yo eco­nó­mi­co como en el Dis­tri­to Fede­ral o en los Esta­dos Uni­dos de Nor­te­amé­ri­ca, por men­cio­nar los cer­ca­nos. (4)

En Israel, como en algu­nos otros paí­ses se han pla­nea­do pro­gra­mas socia­les en don­de se mez­clan a los niños o jóve­nes con los ancia­nos, logran­do que los últi­mos se sien­tan úti­les y acom­pa­ña­dos y los pri­me­ros apren­dan de su expe­rien­cia y afec­to. En los luga­res don­de pre­va­le­ce la fami­lia exten­sa no se tie­ne que orga­ni­zar lo ante­rior pues se da sólo. Tam­bién en ese país se ha imple­men­ta­do un pro­gra­ma de empleo diri­gi­do a los ancia­nos en don­de pue­den hacer uso de habi­li­da­des manua­les de fácil y rápi­do apren­di­za­je por su poca com­ple­ji­dad.

ASPECTOS PSICO-PSIQUIÁTRICOS:

La prin­ci­pal tarea de las per­so­nas mayo­res es la de com­pren­der y acep­tar su pro­pia vida y hacer uso de su expe­rien­cia para hacer fren­te a los cam­bios per­so­na­les o pér­di­das. Las per­so­nas han de adap­tar­se a la dis­mi­nu­ción de la for­ta­le­za y salud físi­ca, a la jubi­la­ción o reti­ro del tra­ba­jo y a su pro­pia muer­te (13). Ha medi­da que tra­tan estos temas, sus moti­va­cio­nes pue­den variar, de esta for­ma se pre­sen­tan diver­sas teo­rías:

- Ulti­mo Esta­dio de Erik­son: ”Inte­gri­dad ver­sus deses­pe­ra­ción” Cons­ti­tu­ye la cul­mi­na­ción de la reso­lu­ción triun­fan­te de las sie­te cri­sis pre­vias en el desa­rro­llo a lo lar­go de la vida, por lo que pudo haber sido o por lo que debe­ría haber­se hecho en for­ma dis­tin­ta. Impli­ca la acep­ta­ción de los pro­pios pro­ge­ni­to­res como per­so­nas que hicie­ron lo mejor que pudie­ron, hacién­do­se mere­ce­do­ras de nues­tro amor, aún cuan­do no fue­ron per­fec­tas. Tam­bién con­sis­te en la cer­ca­nía de la pro­pia muer­te como fin inevi­ta­ble de la exis­ten­cia de la vida.. Quien ha falla­do en tra­tar de resol­ver la cri­sis “teme deses­pe­ra­da­men­te a la muer­te expre­sa­do en el sen­ti­mien­to de que el tiem­po es aho­ra cor­to para vol­ver a comen­zar otra vida y bus­car cami­nos alter­na­ti­vos hacia la inte­gri­dad” (14,12).
- Teo­ría de la Acti­vi­dad: cuan­to más acti­va per­ma­nez­ca una per­so­na mayor, más satis­fac­to­ria­men­te enve­je­ce­rá y los pape­les que cons­ti­tu­yen prin­ci­pal­men­te su satis­fac­ción son: tra­ba­jo, cón­yu­ge, padre, madre, y la máxi­ma pér­di­da es debi­do a la viu­dez y la enfer­me­dad. Según Lemon, Bengs­tom y Peter­son (8) exis­ten 3 tipos de acti­vi­dad: inter­ac­ción social con fami­lia­res, amis­ta­des y veci­nos; for­mal: par­ti­ci­pa­ción en orga­ni­za­cio­nes volun­ta­rias; soli­ta­ria: leer, ver tele­vi­sión y man­te­ner algu­nos pasa­tiem­pos.
- Teo­ría de la Des­vin­cu­la­ción: El enve­je­ci­mien­to se carac­te­ri­za por una mutua sepa­ra­ción, por par­te de la per­so­na mayor, la cual volun­ta­ria­men­te dis­mi­nu­ye sus acti­vi­da­des y com­pro­mi­sos, lo cual ayu­da­ría a las per­so­nas mayo­res a man­te­ner su equi­li­brio, sien­do bené­fi­co tan­to para la per­so­na como para la socie­dad (12,13).

ASPECTOS PSICOSOCIALES:

Recor­de­mos en for­ma esque­má­ti­ca, los prin­ci­pa­les aspec­tos de la socie­dad actual: Es alta­men­te com­pe­ti­ti­va, efec­tis­ta o uti­li­ta­ria, masi­fi­ca­da, de rela­ti­vis­mo en cuan­to a valo­res, ace­le­ra­da, en don­de pre­do­mi­na la fami­lia nuclear, que ha pro­lon­ga­do la edad cro­no­ló­gi­ca y en la que aún exis­ten sig­nos de sen­si­bi­li­dad y soli­da­ri­dad.

Vis­tos estos ras­gos pode­mos refe­rir­nos a algu­nos aspec­tos psi­co­ló­gi­cos del adul­to mayor (15)

- Pér­di­da de la auto­es­ti­ma:

Muchos adul­tos lle­gan a la edad de la jubi­la­ción y aún se sien­ten en ple­ni­tud para la rea­li­za­ción de sus tra­ba­jos. Fre­cuen­te­men­te nos encon­tra­mos con per­so­nas de edad avan­za­da que están ple­na­men­te en for­ma, total­men­te vigen­tes, lúci­das, lle­nas de ini­cia­ti­vas y pla­nes de tra­ba­jo. Muchos hom­bres y muje­res cien­tí­fi­cos , lite­ra­tos, escri­to­res, inves­ti­ga­do­res, polí­ti­cos, hom­bres de cam­po, muje­res de casa, etc. Aun­que ven dis­mi­nui­das sus poten­cia­li­da­des físi­cas al lle­gar a los 65–70 años sien­ten, sin embar­go, que su men­te está lúci­da y sus ganas de hacer bue­nas cosas per­ma­ne­cen inal­te­ra­das. A pesar de que ellos se ven bien, la socie­dad les dice por medio de la jubi­la­ción y otras seña­les, que ya deben dejar el pues­to a gen­te más joven y nue­va, y que deben reti­rar­se. En una pala­bra, es decir, que ya no le nece­si­tan, que pres­cin­den de él o ella.

Una de las pri­me­ras nece­si­da­des de todo ser humano es la de sen­tir­se acep­ta­do, que­ri­do, aco­gi­do, útil y capaz, reco­no­ci­do, digno, per­te­ne­cien­te a algo y a alguien, todos ellos sen­ti­mien­tos en los que se basa la autoestima.(16). Por lo tan­to no pue­de haber auto­es­ti­ma en el indi­vi­duo si éste per­ci­be que los demás pres­cin­den de él. Mas­low (17) ya lo decía así en su famo­sa pirá­mi­de de nece­si­da­des, don­de des­cri­be la auto­rrea­li­za­ción y que con­sis­te en el desa­rro­llo inte­gral de las posi­bi­li­da­des per­so­na­les. Auto­es­ti­ma con­sis­te en las acti­tu­des del indi­vi­duo que éste man­tie­ne hacia sí mis­mo. Cuan­do éstas son posi­ti­vas habla­mos de buen nivel o alto nivel de auto­es­ti­ma. Al nom­brar la pala­bra acti­tu­des ya hemos inclui­do el mun­do de los afec­tos y sen­ti­mien­tos y no de los cono­ci­mien­tos, pues los com­po­nen­tes de la acti­tud encie­rran gran varie­dad de ele­men­tos psí­qui­cos. Un buen nivel de auto­es­ti­ma es garan­tía de que la per­so­na podrá hacer fren­te con dig­ni­dad a impor­tan­tes con­tra­rie­da­des de la vida y no decae­rá su áni­mo fácil­men­te (18).

La per­so­na mayor que se sien­te bien, salu­da­ble y con fuer­zas y se le dice que ya se pue­de pres­cin­dir de ella, es muy pro­ba­ble que influ­ya­mos en el dete­rio­ro de su auto­es­ti­ma y sien­ta que se pien­sa que ya no pue­de apor­tar nada a pesar de ella sen­tir­se bien y capaz.

Des­pués de todo, la auto­es­ti­ma, inser­ta­da en el sis­te­ma acti­tu­di­nal de la per­so­na­li­dad es un todo muy com­ple­jo. Todo el valor afec­ti­vo-emo­ti­vo que ella encie­rra no se limi­ta a sólo afec­tos aní­mi­cos sino que pro­yec­ta sus múl­ti­ples con­se­cuen­cias tam­bién hacia lo físi­co como hacia lo somá­ti­co.

Los nue­vos estu­dios indi­can que las emo­cio­nes posi­ti­vas y nega­ti­vas influ­yen en la salud más de lo que se supo­nía hace algu­nos años y que si no tene­mos un desa­rro­llo ópti­mo afec­ti­vo no se desa­rro­lla la inte­li­gen­cia (Exis­te una rela­ción direc­ta entre el afec­to y el desa­rro­llo cere­bral, inte­lec­tual) (19). El ser humano actúa y toma deci­sio­nes no tan sólo por su inte­lec­to sino por la cali­dad e inten­si­dad de los sen­ti­mien­tos que le embar­gan en ese momen­to (pér­di­da del tra­ba­jo, de los com­pa­ñe­ros de éste mas jóve­nes pero que ya no lo fre­cuen­tan, pér­di­da de ami­gos y seres que­ri­dos que van murien­do, pér­di­da de esta­tus, etc.)

Los Pará­me­tros y valo­res cul­tu­ra­les actua­les favo­re­cen poco la auto­es­ti­ma del Adul­to Mayor. La ideo­lo­gía físi­co-bio­lo­gis­ta siem­pre ima­gi­na la vida en tér­mi­nos de comien­zo, ple­ni­tud y deca­den­cia. Esta ideo­lo­gía debe ser supe­ra­da: la afec­ti­vi­dad y la razón no decaen al rit­mo de la deca­den­cia bio­ló­gi­ca sino que cre­cen y se for­ta­le­cen en al adul­to mayor salu­da­ble has­ta el últi­mo día de su vida. Por eso la orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud defi­ne al “adul­to mayor sano” como aquel indi­vi­duo cuyo esta­do de salud se con­si­de­ra, no en tér­mi­nos de défi­cit, sino de man­te­ni­mien­to de capa­ci­da­des fun­cio­na­les.

Por otro lado es impor­tan­te recor­dar que las célu­las cere­bra­les se enve­je­cen más len­ta­men­te que las otras del orga­nis­mo si se les man­tie­ne acti­vas por lo que es bueno apren­der “una gim­na­sia inte­lec­tual” (19).

- Pér­di­da del sig­ni­fi­ca­do o sen­ti­do de la vida:

Eric Erik­son (14) nos ense­ña que la per­so­na­li­dad y el desa­rro­llo se halla siem­pre en pro­yec­to y que nun­ca ter­mi­na de cre­cer, con­si­de­ra a la últi­ma eta­pa de la vida como la de inte­gra­ción ver­sus la deses­pe­ra­ción. La inte­gri­dad vis­ta como la dis­po­si­ción a defen­der la dig­ni­dad del pro­pio esti­lo de vida con­tra la ame­na­za físi­ca y eco­nó­mi­ca. Alcan­zar la inte­gri­dad con­sis­te en haber logra­do un espe­cial esta­do del espí­ri­tu que Sher­man ( 20 ) dice que es la acep­ta­ción de la reali­dad de uno mis­mo y de la pro­pia vida, resul­tan­te del aban­dono de ilu­sio­nes. Sin embar­go quie­nes siguen aca­ri­cián­do­los sin ser rea­lis­tas desa­rro­llan los sen­ti­mien­tos de fra­ca­so, frus­tra­ción y decep­ción de uno mis­mo que resul­tan inevi­ta­ble­men­te en un sen­ti­mien­to de deses­pe­ra­ción.

Dice Frankl (21) que el vacío exis­ten­cial es la neu­ro­sis masi­va de nues­tro tiem­po, ella se pro­du­ce en el pro­pio ser. La pro­pia exis­ten­cia care­ce de sig­ni­fi­ca­ción. Esto pue­de des­en­ca­de­nar una serie de sín­to­mas depre­si­vos. Esto le suce­de con más faci­li­dad al adul­to mayor. Uno podría preguntarse..¿qué es pri­me­ro, la depre­sión o la pér­di­da del sen­ti­do de la vida? Esto no se apre­cia en adul­tos mayo­res men­tal­men­te acti­vos. Ellos son tam­bién capa­ces de enfren­tar­se a la muer­te con más sere­ni­dad que aque­llos quie­nes per­ci­ben que su vida care­ce de sen­ti­do.

- Pér­di­da de la faci­li­dad de adap­ta­ción:

Al lle­gar a una mayor edad la per­so­na va vien­do cómo los ambien­tes van cam­bian­do para ella y cómo otros le son leja­nos o por lo menos le ofre­cen menos inte­rés. En reali­dad esto ha pasa­do siem­pre y en cada una de las eta­pas evo­lu­ti­vas del indi­vi­duo.

A esta edad el pro­ble­ma se agu­di­za pues vie­ne sazo­na­do de otros tin­tes de mar­gi­na­ción social. Por eso el anciano se encuen­tra sin las herra­mien­tas que le per­mi­tan un tra­ba­jo de adap­ta­ción: son las moti­va­cio­nes o refuer­zos socia­les. Al care­cer de dichas herra­mien­tas le es difí­cil adqui­rir hábi­tos nue­vos, y por lo tan­to, adap­tar­se a las nue­vas cir­cuns­tan­cias.
Así pue­de pare­cer como per­so­na algo rígi­da, cha­pa­da a la anti­gua, afe­rra­da a su sola expe­rien­cia tan impor­tan­te para él o ella, pero que sien­te que la socie­dad no se la valo­ra en la for­ma en la que la per­so­na qui­sie­ra o con­si­de­ra que sería lo jus­to. La agre­si­vi­dad, la fácil irri­ta­bi­li­dad (ver­bal o ges­ti­cu­lar) que mues­tran algu­nas per­so­nas mayo­res, podría estar rela­cio­na­da con este sen­ti­mien­to de la difí­cil adap­ta­ción, sen­ti­mien­to que se ve agra­va­do por la pér­di­da de auto­no­mía eco­nó­mi­ca sufri­da por muchos ancia­nos.

- La aflic­ción o tris­te­za por una pér­di­da:

Esta cla­se de dolor es una res­pues­ta nor­mal y salu­da­ble a dife­ren­tes tipos de pér­di­das. Una pue­de ser la de la pare­ja de tan­tos años, o de la salud, o del tra­ba­jo. Para cal­mar­la, la per­so­na tie­ne que acep­tar los tér­mi­nos fina­les de esta pér­di­da. Para ello se pasa por dife­ren­tes esta­dios: Shock o con­fu­sión por sor­pre­sa des­agra­da­ble o con­fu­sión, nega­ción, eno­jo o moles­tia por el aban­dono, amar­gu­ra, fin­gi­mien­to de haber vuel­to a la nor­ma­li­dad, enfren­ta­mien­to a la reali­dad depre­sión, sin espe­ran­za, cul­pa, has­ta que va pasan­do. Es acon­se­ja­ble hablar de esto con otras per­so­nas, seguir con sus acti­vi­da­des acos­tum­bra­das den­tro de lo posi­ble, dor­mir bien, evi­tar el alcohol, taba­co o dro­gas, no tomar deci­sio­nes impor­tan­tes de inme­dia­to y pedir ayu­da psi­co­ló­gi­ca si se nece­si­ta.

- Insom­nio: es muy común en las per­so­nas mayo­res de 65 años pues los patro­nes de sue­ño cam­bian al enve­je­cer. Las cau­sas pue­den ser físi­cas, ambien­ta­les o de com­por­ta­mien­to (rui­do, comer tar­de en la noche, dor­mir duran­te el día, etc.), inge­ren­cia de cafeí­na, alcohol, nico­ti­na, algu­nos anti­de­pre­si­vos, medi­ci­nas esti­mu­lan­tes, hora­rio de las medi­ci­nas, men­ta­les como ansie­dad o depre­sión; estrés como pro­ble­mas fami­lia­res, finan­cie­ros, de salud. El insom­nio pue­de ser tra­ta­do efi­caz­men­te.

- Estrés: es cau­sa­do por el ins­tin­to del cuer­po de defen­der­se a sí mis­mo. Es bueno en emer­gen­cias pero pue­de cau­sar sín­to­mas físi­cos si per­du­ra por mucho tiem­po. Se pue­de pre­sen­tar en la edad avan­za­da ante la inmi­nen­cia de la jubi­la­ción, pro­ble­mas fami­lia­res, pro­ble­mas finan­cie­ros. Se pue­de apren­der el mane­jo ade­cua­do del estrés.

- Pér­di­da de la Memo­ria: La edad va aso­cia­da a la pér­di­da nor­mal de la memo­ria. (per­der un obje­to, no recor­dar nom­bres, fechas, o las cosas por las que había ido a la tien­da, una cita, etc). Otra mues­tra pue­de ser la char­la repe­ti­ti­va sobre un solo tema, una y otra y otra vez. La pér­di­da de memo­ria aso­cia­da a un dete­rio­ro leve de las fun­cio­nes men­ta­les es más deli­ca­da pues corren un alto ries­go a la enfer­me­dad de Alzhei­mer. Tam­bién se pue­de dar una pér­di­da anor­mal de la memo­ria. Se carac­te­ri­za por pro­ble­mas como la des­orien­ta­ción, inca­pa­ci­dad de recor­dar hechos muy recien­tes, y con­fu­sión. Pue­de ser el desa­rro­llo de una demen­cia. Es nece­sa­rio un buen diag­nós­ti­co dife­ren­cial pues tam­bién algu­nos medi­ca­men­tos u otros tras­tor­nos pue­den oca­sio­nar estos sín­to­mas. Un diag­nós­ti­co opor­tuno per­mi­te un tra­ta­mien­to tem­prano.

- Trans­for­ma­cio­nes en la sexua­li­dad:

La sexua­li­dad nace y mue­re con el ser humano. De acuer­do a cada edad se trans­for­ma como se trans­for­ma la men­te y el orga­nis­mo (22). La sexua­li­dad inclu­ye todas las for­mas de expre­sión, des­de la apro­xi­ma­ción, el tac­to, la inti­mi­dad emo­cio­nal, la mas­tur­ba­ción o esti­mu­la­ción eró­ti­ca manual u oral y no sola­men­te el coi­to. En ella influ­ye la edu­ca­ción des­de la infan­cia has­ta la muer­te, las acti­tu­des de la socie­dad y el cono­ci­mien­to y expe­rien­cia adqui­ri­dos. La inti­mi­dad con la pare­ja ade­cua­da per­mi­te que la explo­ra­ción, la crea­ti­vi­dad y el desem­pe­ño vayan de la mano hacia una ejer­ci­cio de la sexua­li­dad ópti­mo (22).

Des­de el pun­to de vis­ta bio­ló­gi­co, en la mayo­ría de los hom­bres (no en todos) dis­mi­nu­ye la pro­duc­ción de esper­ma­to­zoi­des, el tama­ño tes­ti­cu­lar, el flui­do semi­nal y la fuer­za de las con­trac­cio­nes. La res­pues­ta de exci­ta­ción es más len­ta, a veces la erec­ción menos fir­me, la dura­ción del orgas­mo es dis­mi­nui­da y el aumen­to del tiem­po de vol­ver a la esti­mu­la­ción. (22). Cuan­do la pare­ja enri­que­ce, sus­ti­tu­ye o com­ple­men­ta la acti­vi­dad sexual con acti­vi­da­des más allá del coi­to como las cari­cias eró­ti­cas, la mas­tur­ba­ción, el sexo oral, etc, se sobre­lle­van más fácil­men­te estas difi­cul­ta­des (22).

En la mayo­ría de las muje­res (no en todas) se pro­du­ce una res­pues­ta más len­ta a la esti­mu­la­ción, una reduc­ción de la lubri­ca­ción que pue­de oca­sio­nar un coi­to dolo­ro­so, menor inten­si­dad en el orgas­mo pero per­sis­te la capa­ci­dad mul­ti­or­gás­mi­ca. En quie­nes ya la tenían(22). Cuan­do la pare­ja enri­que­ce con la expe­rien­cia, sus­ti­tu­ye o com­ple­men­ta la acti­vi­dad sexual con acti­vi­da­des más allá del coi­to, se sobre­lle­van fácil­men­te estas difi­cul­ta­des (22).

Las dis­fun­cio­nes mas­cu­li­nas más comu­nes son el orgas­mo pre­ma­tu­ro o retar­da­do y la dis­fun­ción eréc­til que actual­men­te se está bene­fi­cian­do de téc­ni­cas y medi­ca­men­tos que faci­li­tan la erec­ción si exis­te la exci­ta­ción. En las muje­res la dis­pa­reu­nia y la anor­gas­mia así como la dis­mi­nu­ción de su libi­do si no han teni­do tera­pia de rem­pla­zo hor­mo­nal y si no uti­li­zan jalea lubri­can­te o vase­li­ne, o medi­ca­men­tos reco­men­da­dos por los espe­cia­lis­tas (22).

Sin embar­go la acti­tud hacia la pro­pia sexua­li­dad se ve influen­cia­da por lo que apren­die­ron de jóve­nes acer­ca de la sexua­li­dad del adul­to mayor y cómo la socie­dad ve en ese momen­to la sexua­li­dad en per­so­nas de la 3ª y 4ª eda­des (22).

ENFERMEDADES PSIQUIÁTRICAS MÁS COMUNES DE LOS ADULTOS MAYORES:

La demen­cia pre­se­nil o senil como el Alzhei­mer y la depre­sión que en esta edad pue­de ser mor­tal, son las prin­ci­pa­les enfer­me­da­des de esta épo­ca.

La demen­cia senil es un des­or­den cere­bral orgá­ni­co: Tie­ne algu­nos ras­gos dis­tin­ti­vos que pue­den no pre­sen­tar­se jun­tos o en el mis­mo gra­do como el dete­rio­ro de la memo­ria, daño del fun­cio­na­mien­to o com­pren­sión inte­lec­tual, dete­rio­ro de la capa­ci­dad de jui­cio, de la capa­ci­dad de orien­ta­ción y decai­mien­to de dichas fun­cio­nes. Una de las más comu­nes es el Alzhei­mer.

¿Decli­ve de la capa­ci­dad inte­lec­tual?

Las inves­ti­ga­cio­nes trans­ver­sa­les (12) encuen­tran un decli­ve en la capa­ci­dad inte­lec­tual que se rela­cio­na­ría con la edad debi­do a:
1.Deterioro neu­ro­ló­gi­co
2.limitaciones físi­cas
3.factores psi­co­ló­gi­cos
4.velocidad
5.ansiedad ante las prue­bas
6.inadecuación de las tareas
7.cautela
8.actitudes derro­tis­tas
9.pérdida de con­ti­nui­dad en la acti­vi­dad inte­lec­tual
10.descenso ter­mi­nal

Si pone­mos aten­ción vere­mos que esta dis­mi­nu­ción cog­ni­ti­va es más un mito que una reali­dad. El Adul­to Mayor es capaz de apren­der des­tre­zas nue­vas pero requie­re de mayor tiem­po que las per­so­nas jóve­nes. (13). Si bien es cier­to que el anciano ya no cuen­ta con la mis­ma efi­cien­cia que tuvo en su juven­tud, cuen­ta con un cono­ci­mien­to prag­má­ti­co que cono­ce­mos como sabi­du­ría. De esta mane­ra el Adul­to Mayor posee un gran desa­rro­llo de la com­pren­sión por medio de la expe­rien­cia y la capa­ci­dad de apli­car­los en asun­tos impor­tan­tes (23)

DESARROLLO PSICOSOCIAL:

1.Cambio social: Los adul­tos mayo­res de los paí­ses desa­rro­lla­dos, se han dado cuen­ta de que el ser mayor es dife­ren­te des­de que sus padres lle­ga­ron a los 65 años. Tie­nen aspec­to más juve­nil, están más sanos y vigo­ro­sos que sus homó­lo­gos de hace varias gene­ra­cio­nes. Es más pro­ba­ble que sean due­ños de sus casas, vivan por enci­ma del nivel de pobre­za y ten­gan menos hijos adul­tos (13). En los paí­ses en desa­rro­llo estas carac­te­rís­ti­cas no se dan siem­pre o por­que no ha habi­do una edu­ca­ción hacia la pla­ni­fi­ca­ción fami­liar opor­tu­na o para el aho­rro para los años fina­les o por­que la situa­ción eco­nó­mi­ca de los paí­ses no lo ha per­mi­ti­do. No todos tie­nen dere­cho a la jubi­la­ción o ésta es muy raquí­ti­ca (3).

2.Estrés: Un alto estrés pue­de las­ti­mar la auto­es­ti­ma y dete­rio­rar físi­ca y men­tal­men­te a la per­so­na que lo pade­ce.

3.Trabajo y jubi­la­ción: en la tran­si­ción del tra­ba­jo a la jubi­la­ción pue­de desa­rro­llar­se un alto estrés por lo que se reco­mien­da que se vaya hacien­do poco a poco, para que se vaya vivien­do por fases has­ta acep­tar su fina­li­za­ción. (13). Quie­nes no tie­nen dere­cho a la jubi­la­ción están en alto estrés pues tra­ba­jan temien­do per­der su empleo en cual­quier momen­to o ten­drán que seguir tra­ba­jan­do si se los per­mi­ten o ten­drán que pasar a ser depen­dien­tes de sus fami­lia­res o de pro­gra­mas guber­na­men­ta­les.

4.Matrimonio: El even­to más impor­tan­te en muchos matri­mo­nios es la jubi­la­ción del hom­bre y de la mujer si es que ella tra­ba­ja­ba. Cuan­do es el hom­bre quien tra­ba­ja­ba, afec­ta a la mujer en su inde­pen­den­cia, al estar él todo el día en casa. La mayo­ría de otros pro­ble­mas ya han sido sol­ven­ta­dos en eta­pas ante­rio­res y si no lo hicie­ron ya se divor­cia­ron antes (13).

5.El divor­cio y vol­ver a casar­se: cuan­do las pare­jas que han esta­do casa­das duran­te 40 años se divor­cian es pro­ba­ble que demues­tren más estrés psi­co­ló­gi­co que las pare­jas jóve­nes que se divor­cian. La pér­di­da de sus pape­les con­yu­ga­les al igual que los pro­fe­sio­na­les pue­de que­bran­tar su iden­ti­dad. El núme­ro de per­so­nas mayo­res que se divor­cian va en aumen­to. En el hom­bre es por­que ha esta­do enfras­ca­do en su tra­ba­jo y su jubi­la­ción coin­ci­de con el matri­mo­nio con otra mujer. En la mujer es por­que su mari­do es alcohó­li­co, tirano o muje­rie­go. Los hom­bres se casan con más faci­li­dad que las muje­res pues hay más muje­res divor­cia­das que hom­bres dis­po­ni­bles.

6.Viudez: La situa­ción de viu­dez en las muje­res es más fre­cuen­te pues sus mari­dos eran mayo­res y por­que la espe­ran­za de vida del hom­bre lo es tam­bién. El pro­ce­so de recu­pe­ra­ción impli­ca, desa­rro­llar una expli­ca­ción satis­fac­to­ria por la que ha muer­to el otro, neu­tra­li­zar los recuer­dos y aso­cia­cio­nes y crear una nue­va ima­gen de uno mis­mo. Las muje­res pare­cen adap­tar­se a una vida soli­ta­ria mejor que los hom­bres quie­nes pade­cen depre­sión, angus­tia y has­ta reac­cio­nes fóbi­cas. Aún des­pués de la recu­pe­ra­ción el dolor con­ti­núa. (13).

7.Relaciones fami­lia­res en los Adul­tos Mayo­res: La ten­den­cia es “enve­je­cer en el lugar”, don­de edu­ca­ron a sus hijos, en don­de está lleno de recuer­dos, y al cono­cer­lo bien les da com­pe­ten­cia y el ser pro­pie­ta­rios con­fie­re esta­tus a la per­so­na mayor. Son menos pro­pen­sos a tras­la­dos o emi­gra­cio­nes. Exis­te la emi­gra­ción de ayu­da que es cuan­do se mudan con algún hijo o a una resi­den­cia espe­cial o a una ins­ti­tu­ción que ofre­cen cui­da­dos per­so­na­les pero raras veces médi­cos, psi­co­ló­gi­cos, socia­les, ni sani­ta­rios a nivel pro­fe­sio­nal. (13).

8.No jubi­la­ción: Exis­ten gran can­ti­dad de adul­tos mayo­res que no tie­nen jubi­la­ción, ya sea por­que en su tra­ba­jo nun­ca se la die­ron, por­que esta­ban en tra­ba­jos infor­ma­les o no tra­ba­ja­ban a base de suel­do (muchas muje­res están en este caso). Estos adul­tos mayo­res pasan a depen­der de sus fami­lia­res, de las ins­ti­tu­cio­nes guber­na­men­ta­les que en Méxi­co casi no exis­ten o piden y viven de la limos­na que les da la gen­te. El Sec­tor Salud, el Gobierno del D. F. empie­zan a desa­rro­llar algu­nas accio­nes pero como socie­dad fal­ta mucho por hacer (3).

HACIA UNA SALUD PSÍQUICA PREVENTIVA: (18)

http:/ www.ubiobio.cl/vitrina/envejecimiento.htm

El adul­to mayor es pro­ta­go­nis­ta de su pro­pia vida y de su pro­pia salud físi­ca y psí­qui­ca. Evi­tar acti­tu­des pater­na­lis­tas en las que la solu­ción vie­ne de afue­ra y no de los mis­mos pro­ta­go­nis­tas ya es un gran paso. Toda la socie­dad debe conec­tar­se para for­mar “redes de segu­ri­dad” en bene­fi­cio de los seres más des­va­li­dos pero cui­dan­do que ellos mis­mos sean agen­tes de su pro­pia libe­ra­ción (en lo posi­ble).

1.-Educación en la ver­dad: (18)

Esta se desa­rro­lla a tra­vés de las dis­tin­tas eda­des de la vida. Pre­pa­rar­se para gozos y espe­ran­zas, para con­flic­to, estre­che­ces, con­tra­rie­da­des; hol­gu­ras y abun­dan­cias. Pre­pa­rar­se para asu­mir la ver­dad. Así, cuan­do lle­guen a situa­cio­nes y momen­tos de la vida más difí­ci­les esta­rán mejor pre­pa­ra­dos para enfren­tar­los y salir airo­sos de la prue­ba.

2.- Ver­dad del enve­je­ci­mien­to: (18)

No todos los cam­bios de esta edad son nega­ti­vos, tam­bién exis­ten posi­ti­vos. Se debe apren­der a ver­los. Hemos vis­to ya varios nega­ti­vos pero aho­ra abo­qué­mo­nos a los posi­ti­vos como la capa­ci­dad de la esta­bi­li­dad y la con­ti­nui­dad, cua­li­dad que pro­por­cio­na al adul­to mayor la aureo­la de per­so­na capaz dig­na de con­fian­za, capaz de reci­bir con­fi­den­cias y de entre­gar con­se­jos sabios.

3.- Desa­rro­llo de una acti­tud abier­ta: (18)

1.Sentimiento de Eupa­tía:

Sig­ni­fi­ca en grie­go “sen­tir­se bien”. Con­sis­te en sen­tir­se y acep­tar­se a sí mis­mo como radi­cal­men­te valio­so. Es un suje­to que reco­no­ce sus cua­li­da­des y logros con sen­ci­llez, sin jac­tar­se ni fan­fa­rro­near­se. Al igual reco­no­ce sus fallas y erro­res, sin por eso sen­tir­se frus­tra­do ni fra­ca­sa­do.

2.Sentimiento de sim­pa­tía:

Pala­bra grie­ga que sig­ni­fi­ca “sen­tir con” y que sig­ni­fi­ca sen­tir­se bien con los demás. Por eso la per­so­na es socia­ble, aco­ge­do­ra, a la vez que apro­ve­cha sus momen­tos de sole­dad por­que nece­si­ta calar la hon­du­ra de la pro­pia inti­mi­dad. Es quien des­de la pro­fun­di­dad de su vida inte­rior, es capaz de salir al encuen­tro de otros y tan­to en ellos como en el res­to del mun­do encuen­tra lo que es posi­ti­vo, digno de feli­ci­ta­ción y aplau­so.

3. Sen­ti­mien­to de auto­no­mía:

Pala­bra grie­ga que sig­ni­fi­ca “ser uno mis­mo” con­tra­rio a la hete­ro­to­mía que es la depen­den­cia de los demás. Es capaz de ayu­dar­se a pesar de sus limi­ta­cio­nes, es autó­no­mo des­de el pun­to de vis­ta psi­co­ló­gi­co. No se tra­ta de pro­yec­tar cosas a rea­li­zar sino de seguir cre­cien­do como per­so­na libre, libe­ra­da y libe­ra­do­ra.

5. Sen­ti­mien­to de Anás­ta­sis:

Pala­bra grie­ga que sig­ni­fi­ca “levan­tar­se, poner­se en pie”. Con­sis­te en sen­tir, expe­ri­men­tar,
crear, pen­sar, pro­du­cir. Quien vive de esta mane­ra anas­ta­sís­ti­ca, encon­tran­do el sen­ti­do de la
vida has­ta el últi­mo momen­to, es la per­so­na que por lo mis­mo, expe­ri­men­ta que la muer­te no
tie­ne la últi­ma pala­bra y es un ser humano que irra­dia espe­ran­za y se pre­pa­ra para “bien
morir”.

EL FINAL:

Feli­ci­dad y muer­te pare­cen a sim­ple vis­ta dos tér­mi­nos mutua­men­te exclu­yen­tes en las cul­tu­ras occi­den­ta­les. La feli­ci­dad como anhe­lo y aspi­ra­ción de todo ser humano es la moti­va­ción que está en la base de todas las demás moti­va­cio­nes, ella es la aspi­ra­ción de todo ser humano des­de que nace has­ta que mue­re pero ¿es posi­ble la feli­ci­dad cuan­do en la vida se inclu­ye el hori­zon­te de la muer­te? Se supo­ne que la muer­te tie­ne sen­ti­do cuan­do la vida está lle­na de sen­ti­do (21).

La feli­ci­dad no sólo con­sis­te en estar bien sino en estar hacien­do algo que lle­ne la vida. La feli­ci­dad es inse­pa­ra­ble del sen­ti­do de la vida y la muer­te da sen­ti­do y valor a cada minu­to de la vida. El hori­zon­te de la muer­te nos obli­ga a selec­cio­nar bien los ele­men­tos que son vita­les a nues­tra vida y nos lle­va a orga­ni­zar nues­tra esca­la de valo­res dife­ren­cian­do bien entre fines y medios, entre lo que es impor­tan­te para la vida y lo que sólo es secun­da­rio. La pers­pec­ti­va de la muer­te nos ayu­da a ser libres, a no ape­gar­nos exce­si­va­men­te a las cosas que ejer­cen domi­nio pose­si­vo sobre las per­so­nas y pue­den aho­gar nues­tras ansias de feli­ci­dad y de liber­tad.

El ser humano es mor­tal por­que su vida está abier­ta a la inmor­ta­li­dad. Todo mun­do sabe que mori­rá pero nadie pue­de estar segu­ro que con la muer­te ter­mi­na­rá abso­lu­ta­men­te su reali­dad. Del gra­do y el tipo de per­du­ra­ción en la vida terre­nal o en otra, depen­de su sen­ti­do de la feli­ci­dad. En la actua­li­dad se obser­va una acti­tud más salu­da­ble hacia la muer­te, se bus­ca com­pren­der­la, explo­ra los aspec­tos emo­cio­na­les, mora­les y prác­ti­cos que la cir­cun­dan y tra­tan de hacer de este hecho de la vida como posi­ti­vo, toman­do ideas de las cul­tu­ras orien­ta­les.

El decli­ve físi­co y las pér­di­das de las capa­ci­da­des, comien­zan el pro­ce­so de revi­sión de la pro­pia vida. Ante esta revi­sión, el adul­to mayor pue­de sen­tir­se angus­tia­do, cul­pa­ble, depri­mi­do o deses­pe­ra­do (14) pero cuan­do los con­flic­tos pue­den supe­rar la deses­pe­ra­ción pue­de sur­gir la inte­gri­dad, habien­do des­cu­bier­to el sen­ti­do de la vida. Quie­nes no hacen esta revi­sión no siem­pre rees­truc­tu­ran el pasa­do de modo que aumen­te su inte­gri­dad.

Cuan­do la muer­te se acer­ca, las per­so­nas entran a la tra­yec­to­ria de la muer­te. Las dis­tin­tas socie­da­des y reli­gio­nes tie­nen con­cep­tos dife­ren­tes al modo ade­cua­do de morir. En nues­tra socie­dad aún se espe­ra que mue­ra acom­pa­ña­da de sus fami­lia­res y ami­gos, con un míni­mo de inter­fe­ren­cia téc­ni­ca y con­trol del sufri­mien­to. Con la tec­no­lo­gía actual se pro­lon­ga el sufri­mien­to y pri­va a la per­so­na de su con­trol y dig­ni­dad (13). En nues­tra socie­dad cris­tia­na, la pro­me­sa de la inmor­ta­li­dad ayu­da a las per­so­nas a encon­trar un sen­ti­do a su vida.

Al hablar de muer­te se hace indis­pen­sa­ble hablar del sui­ci­dio y la euta­na­sia y refle­xio­nar sobre ellos. La enfer­me­dad aso­cia­da a la vejez, es un ele­men­to auto­des­truc­ti­vo que com­pro­me­te la esfe­ra inte­rior de quien la pade­ce. De ahí que la muer­te adquie­ra la dimen­sión de una nece­si­dad sen­ti­da. El hom­bre enfer­mo desahu­cia­do, ya no se abre al mun­do; es una mise­ria mate­rial y moral y peor aún, cuan­do sien­te que se con­vier­te en una car­ga para otros o si sabe que no exis­te alguien quien se encar­gue de él. La ten­ta­ción al
sui­ci­dio apa­re­ce y pue­de lle­gar a con­ver­tir­se en una obse­sión., la que dice el filó­so­fo Sciac­ca, es el vér­ti­go de la liber­tad que deci­de inclu­so con­tra toda nor­ma (11).

Jay Katz dice que el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción es el dere­cho de la per­so­na a tomar sus pro­pias deter­mi­na­cio­nes sin que otros se entre­me­tan (19). Sin embar­go cada País tie­ne su legis­la­ción y en gene­ral están en con­tra de la euta­na­sia, dejan­do sólo el sui­ci­dio como opción para algu­nos de estos vie­jos. En su His­to­ria Natu­ral, Pli­nio El Vie­jo,. ase­gu­ra­ba que de que la natu­ra­le­za con­ce­dió al hom­bre, una muer­te a tiem­po y lo ópti­mo (19) que es que cada uno se la pue­da dar a sí mis­mo. Tomás Moro en su Uto­pía trae un pasa­je que pone de pre­sen­te una situa­ción de lo mejor resuel­ta (según el autor) si acep­ta­mos que lo que ocu­rría en ese País de ensue­ño era lo ideal. “Ponen fin a sus vidas volun­ta­ria­men­te con ham­bre o en su sue­ño, sin nin­gu­na sen­sa­ción de ago­nía”.

Norue­ga ya legis­ló hace unos 2 años a favor de la Euta­na­sia mien­tras otros paí­ses aún deba­ten sobre este asun­to. El sui­ci­dio asis­ti­do o ayu­da­do por el médi­co, al igual que la euta­na­sia direc­ta están abso­lu­ta­men­te prohi­bi­dos por la moral médi­ca vigen­te. Sin embar­go, no es correc­to que el médi­co sea el dis­pen­sa­dor de la muer­te, tam­po­co lo es que sea él quien la difie­ra cuan­do la razón hace acon­se­ja­ble su pre­sen­cia. (19)

En el caso del pacien­te que care­ce de capa­ci­dad para tomar deci­sio­nes, se hace un mane­jo espe­cial, inte­li­gen­te y pacien­te. En la incom­pe­ten­cia men­tal, la demen­cia senil; en la a per­ma­nen­cia o la irre­ver­si­bi­li­dad de la enfer­me­dad Alzhei­mer ver­sus dro­gas, infec­ción, tras­torno meta­bó­li­co, la fami­lia debe cono­cer los cui­da­dos que requie­ren estos pacien­tes. Por ello, es de gran res­pon­sa­bi­li­dad de los encar­ga­dos el apli­car las prue­bas de com­pe­ten­cia men­tal, como son las de orien­ta­ción de tiem­po, lugar y per­so­na; las de memo­ria, cálcu­lo arit­mé­ti­co, com­pren­sión del len­gua­je oral y escri­to, etc. (23).

La situa­ción de salud de los ancia­nos tie­ne que ver con el prin­ci­pio de jus­ti­cia, es decir, con la dis­tri­bu­ción equi­ta­ti­va de los recur­sos dis­po­ni­bles. He aquí una situa­ción que pone a prue­ba el buen jui­cio, la sin­dé­re­sis del médi­co, en par­ti­cu­lar del médi­co admi­nis­tra­dor, pues pue­de suce­der que se pre­sen­te una coa­li­ción de prin­ci­pios al tener que pri­var de la aten­ción a un anciano para sumi­nis­trár­se­la a un pacien­te con mejo­res pers­pec­ti­vas de sobre­vi­ven­cia. Dar la orden de “no resu­ci­tar” “no dia­li­zar”, “no trans­plan­tar”, “no ope­rar”, supo­ne una refle­xión éti­ca de quien la dic­ta o del gru­po de per­so­nas encar­ga­das de tomar la deci­sión des­pués de ana­li­zar diver­sos aspec­tos fác­ti­cos y teó­ri­cos que rodean tan deli­ca­da cir­cuns­tan­cia. A no dudar, la edad como cri­te­rio es una for­ma odio­sa de dis­cri­mi­na­ción (23).

David Callahan opi­na que la Medi­ci­na, en rela­ción con la edad podría tener dos metas: una, evi­tar la muer­te pre­ma­tu­ra y, otra, ali­viar el sufri­mien­to, mejor que exten­der la vida des­pués de que el ciclo natu­ral se ha com­ple­ta­do.

CONCLUSIONES:

A pesar del dete­rio­ro físi­co muchos adul­tos mayo­res enfren­tan esta eta­pa con una acti­tud juve­nil, lle­van una vida acti­va, rica en expe­rien­cias, muy satis­fac­to­ria.

El enve­je­ci­mien­to bio­ló­gi­co es fomen­ta­do por la estruc­tu­ra social como fami­lias sobre pro­tec­to­ras que limi­tan la liber­tad de los adul­tos mayo­res y los tra­tan como “minusválidos”y no se dan cuen­ta que si tie­nen bue­na salud, ellos pue­den rea­li­zar las mis­mas cosas sólo que más len­ta­men­te, que se can­san más rápi­da­men­te.

La edad avan­za­da no es signo de decai­mien­to o inca­pa­ci­dad inte­lec­tual. Es evi­den­te que muchas per­so­nas siguen apor­tan­do en dife­ren­tes áreas del cono­ci­mien­to, de la polí­ti­ca, de las artes. Por ejem­plo Miguel Angel, Leo­nar­do da Vin­ci, John Glen, Geor­ge Ber­nard Shaw, León Tols­toi, Sir. Wins­ton Chur­chill, Freud, Eins­tein, Erik­son, Picas­so, y muchos otros, tuvie­ron una pro­lí­fi­ca acti­vi­dad crea­ti­va has­ta sus últi­mos años (24).

En resu­men, el pro­ble­ma prin­ci­pal radi­ca en la socie­dad; en la fal­ta de polí­ti­cas ofi­cia­les, no pater­na­lis­tas, que inte­gren a los mayo­res con el res­to de la pobla­ción y que les per­mi­tan desa­rro­llar todas sus capa­ci­da­des gene­ra­ti­vas. Que se les res­pe­te y vea como indi­vi­duos sabios, con expe­rien­cia, úti­les a la socie­dad como con­jun­to.

Tam­bién nos hace fal­ta refle­xio­nar en que los niños y ado­les­cen­tes de aho­ra serán los adul­tos mayo­res de maña­na. La pro­por­ción que ellos ocu­pa­rán en la pobla­ción mexi­ca­na será más de la ter­ce­ra par­te de la total. ¿Los esta­mos pre­pa­ran­do para lle­gar a ser­lo con satis­fac­ción y dig­ni­dad?
¿Ten­dre­mos una estruc­tu­ra ade­cua­da y ser­vi­cios sufi­cien­tes para ellos?¿Estarán edu­ca­dos para lle­gar a ser adul­tos mayo­res satis­fe­chos, úti­les y autó­no­mos?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.- Domín­guez O., La Vejez, Nue­va Edad Social. Edi­to­rial Andrés Bello. San­tia­go de Chi­le. 1982 pp 4,5
2.- CONAPO, Pro­yec­cio­nes de la Pobla­ción de Méxi­co 1996–2005. Méxi­co 1999 p p 4
3.- CONAPO, Los desa­fíos Demo­grá­fi­cos en el Nue­vo Mile­nio En Tui­rán R. Ponen­cia Pre­sen­ta­da en el Día Mun­dial de la Pobla­ción. Méxi­co, 2002 p p 11–5
4.- Gutié­rrez R. , La Salud del Anciano. Ins­ti­tu­to Nacio­nal de la Nutri­ción. Méxi­co 1993 pp 6,7
5.- Ros­so P., El Para­dig­ma del Cuer­po Joven como Ideal Esté­ti­co, Revis­ta Uni­ver­si­ta­ria. No. 65 Ter­ce­ra Entre­ga. Uni­ver­si­dad Cató­li­ca de Chi­le. 1999. p p 2,3
6.- Gar­cía Már­quez G., El Amor en los Tiem­pos de Cóle­ra. Edi­to­rial Dia­na Méxi­co. 1985 p p 61,62
7.- López O JM., Perió­di­co Refor­ma. Méxi­co. Agos­to 2003 p p 1
8.- Arce Hel­ga. El Adul­to Mayor. Uni­ver­si­dad de la Con­cep­ción. San­tia­go de Chi­le en Apsi­que. Inter­net 2004
9.- OPS/OMS Salud de los Adul­tos en Las Amé­ri­cas. Wash. D.C. EUA 1992 pp13,14
10.- OPS/OMS La Salud de los Ancia­nos: una preo­cu­pa­ción de todos. Comu­ni­ca­ción para la Salud no. 3 Wash. D.C. EUA. 1992, pp 5, 6.
11.- Mac­klin R., The Geria­tric Patient: Ethi­cal Issues in care Treat­ment. Bio­me­di­cal Ethics. Map­pes and Zem­ba­wee. McGraw.Hill. Inc. N.Y. 1991 p p 192
12.- Papa­lia, D. Desa­rro­llo Humano. Mc. Grow-Hill. Méxi­co. 1990 p p 2,3,5, 37
13.- Hoffman,L. Paris S.; Hall.E. Psi­co­lo­gía del Desa­rro­llo Hoy. Mc. Grow-Hill. Madrid.1996, p p 23- 45
14.- Erik­son E. Infan­cia y Socie­dad. Edi­to­rial Pai­dos Hor­me. Bue­nos Aires.1983 p p 56, 78, 54.
15.- Leer Ursu­la., Psi­co­lo­gía de la Senec­tud Her­der. Bar­ce­lo­na. 1980 p p 56–59
16.- Bon­net J.V. Auto­es­ti­ma y Evan­ge­lio Vida Nue­va 7–14 de agos­to 1999 No 2.197 Madrid p p 7, 9
17.-Maslow,A., Moti­va­ción y Per­so­na­li­dad Edi­to­rial Díaz de San­tos. Madrid 1991 p p 87
18.- Frankl V., El Hom­bre en Bus­ca de Sen­ti­do. Edi­to­rial Her­der, Bar­ce­lo­na, Espa­ña 1999 p p36
19.- Gole­man D. La Inte­li­gen­cia Emo­cio­nal. Edi­to­rial Ver­ga­ra Bue­nos Aires. 1997 p p 5–78
20.- Sher­man E. Coun­se­ling the Aging. Edi­to­rial Mac­mi­llan. The Free Press. Nue­va York, 1981 cita­do en Intro­duc­ción a la Geron­to­lo­gía. El Arte de Enve­je­cer. Edi­to­rial Her­der Bar­ce­lo­na 1991 p p 347,49
21.- Peláez P. La Sole­dad del Vie­jo y su Auto­es­ti­ma Tes­ti­mo­nio 133–134. Sep­tiem­bre-Diciem­bre San­tia­go 1992 p p 5, 7
22.- Mon­roy A., Prin­ci­pios Bási­cos de la Tera­pia Psi­co­se­xual. Edi­to­rial Gri­jal­vo. 1987 p p 87,89
23.-Etica y Ancia­ni­dad. En La muer­te e Inmor­ta­li­dad, Edi­to­rial Luis Mira­cle, S.A. Bar­ce­lo­na 1962 p p 301
24.- Cho­pra D., Cuer­pos sin Edad, Men­tes sin Tiem­po. Edi­to­rial Ver­ga­ra 1993 p p 17–51

Autoestima

Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes (UNAM Izta­ca­la, Amap­si)
info@amapsi.org Esta direc­ción de correo elec­tró­ni­co está pro­te­gi­da con­tra los robots de spam, nece­si­tas tener Javas­cript acti­va­do para poder ver­la

La salud psi­co­ló­gi­ca tie­ne como base el prin­ci­pio de la reali­dad, es decir, la sen­sa­ción de que el mun­do es inde­pen­dien­te y por tan­to que es algo que los demás per­ci­ben de mane­ra simi­lar. Sin embar­go, la “reali­dad” no es exac­ta­men­te la mis­ma para dos o más per­so­nas dife­ren­tes. Cada quien acep­ta aque­llo que le rodea y a sí mis­mo con base en lo que ha apren­di­do a tra­vés de su vida. El “yo”, la per­cep­ción de si mis­mo, es pro­duc­to de las expe­rien­cias y las rela­cio­nes socia­les en que se des­en­vuel­ve una per­so­na. Esto hace que cada quien con­si­de­re como más o como menos valio­sos los ras­gos y carac­te­rís­ti­cas que posee, en con­tras­te con los de otras per­so­nas que cono­ce.

Auto­es­ti­ma sig­ni­fi­ca valo­ra­ción de sí mis­mo, la cual pue­de ser alta o baja en dife­ren­tes casos y aspec­tos.

Uno de los pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos más impor­tan­tes en Méxi­co y otros paí­ses simi­la­res es la gran can­ti­dad de per­so­nas con baja auto­es­ti­ma. Esta situa­ción les hace pade­cer inse­gu­ri­dad, ner­vio­sis­mo, tor­pe­za, preo­cu­pa­cio­nes exa­ge­ra­das, poca o nula ini­cia­ti­va, envi­dia, celos, con­flic­tos con los demás, has­ta pro­ble­mas de salud físi­ca deri­va­dos de los ele­men­tos ante­rio­res.

Auto­es­ti­ma colec­ti­va y auto­es­ti­ma per­so­nal

Uno de los ele­men­tos que influ­ye más en la for­ma en como cada quien se per­ci­be es la sen­sa­ción de per­te­nen­cia a gru­pos, ins­ti­tu­cio­nes o cla­ses socia­les res­pec­to a los cua­les tie­ne un deter­mi­na­do sen­ti­mien­to ya sea de admi­ra­ción o des­pre­cio. Quien se sien­te per­te­ne­cien­te a un gru­po, ins­ti­tu­ción o cla­se que valo­ra mucho se sien­te orgu­llo­so de sí mis­mo, mien­tras que se auto­des­pre­cia quien se sien­te par­te de una colec­ti­vi­dad deva­lua­da. La pare­ja, la fami­lia, el equi­po, el cen­tro de tra­ba­jo, la comu­ni­dad, el país y la huma­ni­dad son enti­da­des colec­ti­vas cuya valo­ra­ción o des­va­lo­ra­ción afec­ta­rá, para bien o para mal, a la auto­es­ti­ma de sus miem­bros.

Una per­so­na que se ale­ja o se aís­la duran­te perío­dos pro­lon­ga­dos se des­orien­ta res­pec­to a sí mis­mo y la vida va per­dien­do sen­ti­do, como una bal­sa que de noche en medio del mar no tie­ne estre­llas o faros que le den sig­ni­fi­ca­do a sus movi­mien­tos.

La sen­sa­ción de amar y de ser ama­do, la inte­gra­ción afec­ti­va, es algo bási­co para que cada quien se ame a sí mis­mo y ten­ga una ele­va­da auto­es­ti­ma, para que le encuen­tre sen­ti­do a sus esfuer­zos y gus­to a la vida.

Sen­ti­mien­tos de auto­es­ti­ma

Los sen­ti­mien­tos que se pre­sen­tan en las per­so­nas con una auto­es­ti­ma ele­va­da son los siguien­tes.

- Sen­tir­se útil - Sen­tir­se impor­tan­te - Sen­tir­se inte­li­gen­te
- Sen­tir­se bello - Sen­tir­se fuer­te - Sen­tir­se sano
- Sen­tir­se admi­ra­do - Sen­tir­se que­ri­do - Sen­tir­se valien­te
- Sen­tir­se audaz - Sen­tir­se atrac­ti­vo - Sen­tir­se acep­ta­do
- Sen­tir­se inge­nio­so - Sen­tir­se crea­ti­vo - Sen­tir­se pro­duc­ti­vo
- Sen­tir­se cómo­do - Sen­tir­se tran­qui­lo - Sen­tir­se dife­ren­te
- Sen­tir­se exi­to­so - Sen­tir­se per­se­ve­ran­te - Sen­ti­se orgu­llo­so
- Sen­tir­se hábil - Sen­tir­se nece­sa­rio - Sen­tir­se sen­sual
- Sen­tir­se sabio - Sen­tir­se afor­tu­na­do - Sen­tir­se pode­ro­so
- Sen­tir­se due­ño de sí mis­mo    

Estos sen­ti­mien­tos pue­den pre­sen­tar­se en algu­nas áreas de acti­vi­dad y no en otras.

Cuan­to mayo­res sean estos sen­ti­mien­tos y más áreas abar­quen mayor será la auto­va­lo­ra­ción de la per­so­na. Por el con­tra­rio, si no se pre­sen­tan o se pre­sen­tan con poca inten­si­dad, la auto­es­ti­ma será menor.

Si deseas hacer un aná­li­sis de tu pro­pia auto­es­ti­ma, con sin­ce­ri­dad colo­ca un nume­ro del 0 al 3 según la inten­si­dad y fre­cuen­cia con que cada sen­ti­mien­to se pre­sen­ta en tu vida: 0 es “nun­ca o nada”, 1 es “poco o a veces”, 2 es “regu­lar o con cier­ta fre­cuen­cia”, y 3 es “mucho o casi siem­pre”.

En algu­nos casos la auto­es­ti­ma se vuel­ve faná­ti­ca y la per­so­na se ado­ra a sí mis­ma. Esta pato­lo­gía psi­co­ló­gi­ca gene­ral­men­te repre­sen­ta una sobre­com­pen­sa­ción que en reali­dad encu­bre una baja auto­es­ti­ma. La per­so­na se afe­rra a sen­tir­se más que como antes de un cam­bio brus­co en las rela­cio­nes afec­ti­vas que apa­re­cían esta­bles. Es una espe­cie de ven­gan­za con­tra aque­llos que repen­ti­na­men­te le deva­lua­ron des­pués de que supues­ta­men­te le valo­ra­ban mucho. Tam­bién pue­de gene­ra­se por el temor a per­der la valo­ra­ción a la que se está acos­tum­bra­do. Esto con­lle­va estrés y sufri­mien­to de dicha per­so­na y de quie­nes le rodean deri­van­do en dra­má­ti­cas situa­cio­nes con­for­me la reali­dad exter­na se impo­ne a la fan­ta­sía egó­la­tra.

¿Cómo con­tri­buir para ele­var la auto­es­ti­ma en per­so­nas que se sien­ten dis­mi­nui­das?

  1. Ayu­dar­le a reco­no­cer sus habi­li­da­des o capa­ci­da­des.
  2. Recor­dar con­jun­ta­men­te anéc­do­tas de los mejo­res momen­tos de su vida per­so­nal.
  3. Orien­tar­le para modi­fi­car algu­nas ideas equi­vo­ca­das que deva­lúen las carac­te­rís­ti­cas pro­pias.
  4. Pro­mo­ver la rea­li­za­ción de deseos y pro­yec­tos inme­dia­tos que gene­ren la chis­pa moti­va­cio­nal hacia pro­yec­tos de más lar­go alcan­ce.
  5. Comen­tar y cono­cer a fon­do los pasa­jes más agra­da­bles o admi­ra­bles de la his­to­ria de los colec­ti­vos en que par­ti­ci­pa (pare­ja, fami­lia, escue­la, cen­tro de tra­ba­jo, orga­ni­za­ción, país, huma­ni­dad).
  6. Pro­po­ner­le lle­var a cabo accio­nes para la cons­truc­ción pau­la­ti­na de rela­cio­nes afec­ti­vas cada vez más inten­sas y gra­ti­fi­can­tes.
  7. Ayu­dar­le a ensa­yar y prac­ti­car la aser­ti­vi­dad para expre­sar sen­ti­mien­tos de apro­ba­ción y recha­zo en for­ma sere­na y cor­dial.
  8. Pro­mo­ver y retro­ali­men­tar su apren­di­za­je de expre­sión cor­po­ral de segu­ri­dad (mirar a los ojos, hacer ade­ma­nes y ges­tos expre­si­vos cohe­ren­tes, parar­se y cami­nar con segu­ri­dad, etc.).
  9. Incen­ti­var su par­ti­ci­pa­ción en pro­yec­tos de tras­cen­den­cia social afi­nes a su his­to­ria y situa­ción per­so­nal.
  10. Moti­var­le a pro­bar cada vez expe­rien­cias de mayor éxi­to de acuer­do a los valo­res per­so­na­les.

HOY ES UN BUEN DIA PARA EMPEZAR.

Asertividad: expresión libre y segura

Dr. Mar­co Eduar­do Murue­ta Reyes (UNAM Izta­ca­la, Amap­si)
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Muchas per­so­nas tie­nen difi­cul­tad para detec­tar y expre­sar sus emo­cio­nes e ideas, o para actuar como desean, debi­do a la mane­ra en que fue­ron edu­ca­dos por sus padres, sus maes­tros y por la his­to­ria de sus inter­ac­cio­nes socia­les. Esa inhi­bi­ción les gene­ra inse­gu­ri­dad, sen­ti­mien­tos de infe­rio­ri­dad, insa­tis­fac­ción y frus­tra­ción. Gene­ral­men­te dicen o hacen lo que creen que los demás espe­ran o con­si­de­ran ade­cua­do, lo cual fre­cuen­te­men­te los hace víc­ti­mas de la mani­pu­la­ción o el chan­ta­je. De mane­ra com­ple­men­ta­ria, otras per­so­nas con­ti­nua­men­te se man­tie­nen en una acti­tud defen­si­va o fran­ca­men­te agre­si­va, lo que tam­bién alte­ra sus rela­cio­nes los demás. Esto pro­du­ce sen­ti­mien­tos de sole­dad que aumen­tan el gra­do de ten­sión emo­cio­nal. Pocos son quie­nes desa­rro­llan de mane­ra natu­ral la capa­ci­dad para expre­sar direc­ta­men­te y en for­ma opor­tu­na y correc­ta, lo cual jue­ga un papel cla­ve para el éxi­to en la vida y el sen­ti­mien­to de esta­bi­li­dad y satis­fac­ción per­so­nal.

¿Qué es aser­ti­vi­dad?

Aser­ti­vi­dad es la habi­li­dad para actuar o expre­sar las ideas y sen­ti­mien­tos pro­pios de mane­ra ade­cua­da, es decir, en for­ma sere­na, sin mani­fes­tar ansie­dad o agre­si­vi­dad ante una o más per­so­nas.

¿Por qué es impor­tan­te la aser­ti­vi­dad?

Por­que es una mane­ra de ser que per­mi­te la satis­fac­ción per­so­nal al ata­car las cosas que gene­ran angus­tia o incon­for­mi­dad y pro­mo­ver la rea­li­za­ción de deseos y el esta­ble­ci­mien­to de rela­cio­nes posi­ti­vas con los demás.

Dos for­mas de aser­ti­vi­dad
  1. Aser­ti­vi­dad de apro­ba­ción: cuan­do se expre­sa el agra­do, el acuer­do o la con­for­mi­dad con lo que los demás hacen o res­pec­to a las cosas que se per­ci­ben en el ambien­te o en las per­so­nas.
  2. Aser­ti­vi­dad de recha­zo: cuan­do se expre­san los sen­ti­mien­tos de des­agra­do, des­acuer­do o incon­for­mi­dad con la con­duc­ta o las ideas de otra per­so­na o acer­ca de deter­mi­na­das situa­cio­nes.
Prin­ci­pios de la aser­ti­vi­dad
  1. Auto­es­ti­ma. La aser­ti­vi­dad impli­ca defen­der siem­pre los dere­chos pro­pios sin agre­si­vi­dad y con­si­de­rán­do­los tan impor­tan­tes como los de las demás per­so­nas.
  2. Per­sis­ten­cia. Insis­tir en lo que se pien­sa o desea, sin eno­jar­se o ape­nar­se debi­do a que otros pien­sen dife­ren­te.
  3. Acep­ta­ción de elo­gios y crí­ti­cas razo­na­bles. Escu­char el pun­to de vis­ta de los demás, ya sean elo­gios o crí­ti­cas, con la acti­tud sere­na para apro­ve­char en bene­fi­cio pro­pio los ele­men­tos razo­na­bles.
  4. Pro­po­si­ción de alter­na­ti­vas: Con­si­de­ran­do los tres pun­tos ante­rio­res, cuan­do no haya un acuer­do ini­cial bus­car crea­ti­va­men­te una posi­bi­li­dad ade­cua­da para con­ci­liar dife­ren­tes intere­ses y for­mas de pen­sar.
Para poner en prác­ti­ca la aser­ti­vi­dad a par­tir de hoy:
  1. Exter­na los sen­ti­mien­tos de una for­ma espon­tá­nea. Por ejem­plo: “Me sien­to feliz” “Te quie­ro mucho”, “Eres un buen ami­go”, “Tu pre­sen­cia me es gra­ta”, “No es la orden que pedí”, “No me hable de esa for­ma”. Con­tra­ejem­plo: Que­dar­se calla­do, titu­bear o mos­tra­se agre­si­vo.
  2. Acom­pa­ña tus fra­ses con expre­sio­nes cor­po­ra­les ade­cua­das. Mues­tra la emo­ción en la cara y con ade­ma­nes cuan­do sea apro­pia­do. Por ejem­plo, mani­fies­ta sere­ni­dad y segu­ri­dad al hacer algún recla­mo jus­to; pue­des son­reír cuan­do haces un comen­ta­rio posi­ti­vo.
  3. Con­tra­di­ce direc­ta­men­te. Cuan­do estés en des­acuer­do con alguien con­tra­dí­ce­lo direc­ta­men­te de mane­ra razo­na­ble. Por ejem­plo: “Par­ti­cu­lar­men­te en ese pun­to no estoy de acuer­do”, “Ten­go un pun­to de vis­ta dife­ren­te al res­pec­to”. Con­tra­ejem­plo: “Como usted diga”, “es ver­dad”.
  4. Uti­li­za en lo posi­ble la pala­bra “Yo”. Cada per­so­na habla en tér­mi­nos de lo que pien­sa, sien­te o desea, inde­pen­dien­te­men­te del cri­te­rio de otros. Por ejem­plo: “Yo pien­so que esa idea es equi­vo­ca­da”. Con­tra ejem­plo: “La gen­te dice…”, “pare­ce que…”.
  5. Reco­no­ce, acep­ta y goza los elo­gios que reci­bas. Por ejem­plo: son­reír y expre­sar estar de acuer­do. Con­tra ejem­plo: “No es ver­dad…”, “No me diga eso…”, “Favor que usted me hace…”
  6. Pre­gun­ta por qué y opi­na. No te limi­tes a escu­char duran­te una con­ver­sa­ción.
  7. Mira a los ojos cuan­do te diri­jas a cual­quier per­so­na.
  8. Valo­ra tus opi­nio­nes: No te sien­tas obli­ga­do a obte­ner la apro­ba­ción de los demás. No bus­ques nece­sa­ria­men­te el res­pal­do de otros y ten con­fian­za en tus pro­pios argu­men­tos. Expre­sar­te es ya muy valio­so.
  9. Pro­cu­ra siem­pre hacer y lograr lo que real­men­te deseas. Ejem­plo: pro­po­ner acti­vi­da­des o luga­res que resul­ten agra­da­bles o intere­san­tes, no te dejes lle­var fácil­men­te por lo que otros pro­po­nen cuan­do no es algo que tú real­men­te desees.

A par­tir de hoy expre­sa con segu­ri­dad tus sen­ti­mien­tos de agra­do y des­agra­do de mane­ra libre y correc­ta, sin agre­si­vi­dad y sin temor. Actúa siem­pre en con­gruen­cia con­ti­go mis­mo, sin depen­der de otros. Con ello logra­rás una mejo­ría pro­gre­si­va en tus rela­cio­nes con los demás, así como una sen­sa­ción de satis­fac­ción que te impul­sa­rá en la rea­li­za­ción de tus aspi­ra­cio­nes.

Cómo controlar la agresividad infantil

Entre­vis­ta a Rey­na Que­ro, rea­li­za­da por Rafael Mejía y publi­ca­da ori­gi­nal­men­te en Salud y Medi­ci­nas

 

Si su hijo gol­pea a otros niños, reta a los mayo­res y actúa a menu­do con vio­len­cia, bus­que ayu­da espe­cia­li­za­da a la bre­ve­dad, ya que esta con­duc­ta, lejos de des­apa­re­cer por sí mis­ma, sue­le empeo­rar y ser cau­sa de bajo ren­di­mien­to esco­lar y pro­ble­mas de adap­ta­ción social más seve­ros de lo que ima­gi­na.

La infan­cia es un perío­do de gran impor­tan­cia para el esta­ble­ci­mien­to de rela­cio­nes socia­les, ya que es una eta­pa en la que el niño, a tra­vés del jue­go, el tra­to con fami­lia­res y la con­vi­ven­cia en el salón de cla­ses, apren­de a expre­sar sus ideas, mani­fes­tar nece­si­da­des, crear lazos afec­ti­vos y orga­ni­zar­se en el tra­ba­jo en equi­po.

Varias difi­cul­ta­des pue­den pre­sen­tar­se duran­te este pro­ce­so de adqui­si­ción de habi­li­da­des, sien­do de espe­cial preo­cu­pa­ción los pro­ble­mas en la con­vi­ven­cia con otros chi­cos debi­do a accio­nes de vio­len­cia y riñas, mis­mas que oca­sio­nan amo­nes­ta­cio­nes por par­te del per­so­nal de cen­tros esco­la­res y maes­tros, e inclu­so des­en­ca­de­nan fric­cio­nes con otros padres de fami­lia. Sin embar­go, cabe acla­rar que este pro­ble­ma no ini­cia por la inter­ac­ción con otros niños, como pue­de lle­gar a pen­sar­se, sino que sus raí­ces son más pro­fun­das.

En efec­to, un niño agre­si­vo comien­za a for­mar­se des­de eda­des muy tem­pra­nas, en con­cre­to “cuan­do hace pata­le­tas o rabie­tas por­que no se cum­plen sus deseos o, sien­do más pre­ci­sos, por­que estos berrin­ches no se mane­jan ade­cua­da­men­te, ya sea por­que el papá, la mamá o ambos repri­men al peque­ño con gri­tos y gol­pes, o por­que no mar­can lími­tes a su con­duc­ta”, expli­ca la psi­có­lo­ga Rey­na Ana Que­ro Vás­quez, coor­di­na­do­ra del Gru­po Psi­co­lo­gía, Vida y Cam­bio (Psi­vi­cam) de la Aso­cia­ción Mexi­ca­na de Alter­na­ti­vas en Psi­co­lo­gía (Amap­si).

Así, las acti­tu­des auto­ri­ta­rias o dema­sia­do per­mi­si­vas impi­den que el niño apren­da a reco­no­cer y mane­jar ade­cua­da­men­te sus emo­cio­nes, y con­for­me el infan­te se desa­rro­lla su pro­ble­ma tam­bién avan­za­rá “has­ta el pun­to en que comien­za a insul­tar o a gol­pear a sus com­pa­ñe­ri­tos. Más aún, si no reci­be aten­ción algu­na, en el futu­ro ten­drá la inten­ción de retar a sus mayo­res, a las auto­ri­da­des, y has­ta pue­de incu­rrir en algu­na acción delic­ti­va”.

 

No es por alar­mar, pero…

Rey­na Que­ro, quien se espe­cia­li­za en tera­pia del jue­go y atien­de pro­ble­mas en niños y ado­les­cen­tes, espe­ci­fi­ca que el ori­gen de un infan­te agre­si­vo no depen­de de un solo fac­tor, sino de varios. En prin­ci­pio, acla­ra que el ser humano está con­for­ma­do por dis­tin­tas áreas, como “la del len­gua­je, afec­ti­va, de con­vi­ven­cia con otros y cog­ni­ti­va o de pen­sa­mien­to, y en este sen­ti­do sabe­mos que un peque­ño que gol­pea tie­ne pro­ble­mas en las esfe­ras social y emo­cio­nal”.

Asi­mis­mo, espe­ci­fi­ca que un peque­ño pue­de tener dos tipos de tem­pe­ra­men­to des­de el naci­mien­to:

  • Pasi­vo o intro­ver­ti­do. Rara vez afec­ta a la esfe­ra social cuan­do tie­ne pro­ble­mas sen­ti­men­ta­les, ya que se depri­me, se muer­de las uñas, se arran­ca el cabe­llo o pre­sen­ta tics (movi­mien­tos invo­lun­ta­rios), es decir, sus emo­cio­nes se vuel­can hacia él mis­mo.
  • Acti­vo o extro­ver­ti­do. Habla más, se des­en­vuel­ve con sol­tu­ra, tie­ne mayor des­plie­gue físi­co y es más común que exte­rio­ri­ce las alte­ra­cio­nes que sufre en su área emo­cio­nal a tra­vés de berrin­ches, que pue­de pre­sen­tar a par­tir de que se des­pla­za y habla, es decir, des­de que cum­ple año y medio de vida o dos.

 

 

 

 

 

Deta­lla la psi­có­lo­ga que un infan­te con tem­pe­ra­men­to acti­vo tie­ne más fuer­za para hacer deman­das a sus padres cuan­do nece­si­ta algo, y esto le abre dos posi­bi­li­da­des: que se con­vier­ta en alguien sano, empren­de­dor y segu­ro, o en un indi­vi­duo enfer­mo, vio­len­to y pro­pen­so a desa­rro­llar pro­ble­mas psi­co­ló­gi­cos. Todo depen­de­rá de la ense­ñan­za que reci­ba en la esfe­ra social, la cual le per­mi­ti­rá encau­zar sus pri­me­ras mani­fes­ta­cio­nes de agre­si­vi­dad.

Rega­ñar a un peque­ño, gol­pear­lo o dejar que se con­tro­le por su cuen­ta cuan­do hace un berrin­che o rabie­ta no le ofre­ce recur­sos para enten­der sus emo­cio­nes. Tam­po­co le ayu­da que su madre y padre no se pon­gan de acuer­do al tomar deci­sio­nes y dis­cu­tan por todo fren­te al infan­te, pues éste se con­fun­de (cae en una con­di­ción lla­ma­da diso­nan­cia) y tie­ne mala edu­ca­ción emo­cio­nal.

La espe­cia­lis­ta ejem­pli­fi­ca que cuan­do el niño hace algo que pue­de ame­ri­tar una amo­nes­ta­ción, “es pro­ba­ble que el papá desee dar­le una nal­ga­da y que la mamá inter­ce­da, argu­men­tan­do: ‘está chi­qui­to, déja­lo, no le pegues’. Ante estas deci­sio­nes ambi­guas el hijo se va a incli­nar del lado que más le con­ven­ga, pero lle­ga­rá un momen­to en que no obe­de­ce­rá a nin­guno de sus pro­ge­ni­to­res con tal de satis­fa­cer sus pro­pios deseos”. Tam­bién es común que uno de los padres, por lle­var­le la con­tra­ria a su pare­ja, le dé la razón al peque­ño en sus rabie­tas y con­vier­ta al menor en un ele­men­to mani­pu­la­ble para dañar a otros.

Que­da cla­ro que la rela­ción que lle­van los padres es un fac­tor que pue­de favo­re­cer el com­por­ta­mien­to agre­si­vo infan­til, pero tam­bién que la fal­ta de habi­li­da­des en la esfe­ra sen­ti­men­tal pue­de “ense­ñar­se” sin que los pro­ge­ni­to­res se den cuen­ta. “Sabe­mos que padres into­le­ran­tes dan lugar a hijos into­le­ran­tes, y ejem­plos de ello son muchos. Ima­gi­ne­mos el caso de un papá que se eno­ja cuan­do hay mucho trán­si­to, dice gro­se­rías y se la pasa sonan­do el cla­xon; la con­se­cuen­cia es que el niño apren­de que ante las situa­cio­nes adver­sas hay que deses­pe­rar­se y que lo pri­me­ro que se pier­de en la vida es la cal­ma”.

Así, un niño con tem­pe­ra­men­to acti­vo y mal mane­jo de emo­cio­nes se encuen­tra pro­pen­so a desa­rro­llar acti­tu­des cada vez más vio­len­tas. “La rabie­ta dege­ne­ra pau­la­ti­na­men­te en pata­le­tas en el sue­lo, agre­sio­nes ver­ba­les (he teni­do pacien­tes de 3 años que le han gri­ta­do fra­ses muy hirien­tes a sus padres, como ‘no quie­ro vivir con­ti­go’ u ‘oja­lá te mue­ras’) y, más ade­lan­te, físi­cas, como patear o mor­der al papá y a la mamá, sobre todo cuan­do se acer­can a con­te­ner­lo. Habla­mos enton­ces de una situa­ción pro­gre­si­va que da pie a un pro­ble­ma que lla­ma­mos tras­torno nega­ti­vis­ta desa­fian­te”.

Cuan­do el niño ya ha insul­ta­do o ha gol­pea­do a sus padres, es más fácil que actúe de igual for­ma con sus igua­les: com­pa­ñe­ros de la escue­la, her­ma­nos y veci­nos de edad simi­lar. “A quien toma pri­me­ro como víc­ti­ma es a los más vul­ne­ra­bles, que son los chi­cos tími­dos, ansio­sos, inhi­bi­dos, inse­gu­ros, que les cues­ta tra­ba­jo defen­der­se y esta­ble­cer rela­cio­nes inter­per­so­na­les: los peque­ños de tem­pe­ra­men­to pasi­vo”, espe­ci­fi­ca la Dra. Que­ro Vás­quez.

Otro ries­go radi­ca en que el chi­co pue­de retar a las auto­ri­da­des, como sus maes­tros o cual­quier adul­to que le dé una orden. “En prin­ci­pio, el peque­ño les ense­ña la len­gua, hace una trom­pe­ti­lla, o cuan­do alguien se diri­ge a él para hablar­le o lla­mar­le la aten­ción, le dice: ‘no voy; alcán­za­me, ven por mí’. Esto aumen­ta en com­ple­ji­dad, por­que la vio­len­cia tam­bién deja de ser ver­bal y empie­za a ser físi­ca: pega y hace tra­ve­su­ras”.

Des­afor­tu­na­da­men­te, si el tras­torno nega­ti­vis­ta desa­fian­te no se atien­de a tiem­po y la crian­za de los padres des­fa­vo­re­ce el mane­jo de este com­por­ta­mien­to, no es raro que ini­cie una temi­ble difi­cul­tad, deno­mi­na­da tras­torno diso­cial, que es el ori­gen del com­por­ta­mien­to delic­ti­vo en niños mayo­res y ado­les­cen­tes.

“La pro­gre­sión de este pade­ci­mien­to pue­de oca­sio­nar que el chi­co sea agre­si­vo con los ani­ma­les, a sabien­das de que la mas­co­ta sien­te feo; tam­bién arran­ca ramas a los árbo­les, daña la pro­pie­dad pri­va­da y lle­ga un momen­to en que empie­za a robar cosas. Otro posi­ble esce­na­rio es que le lla­me la aten­ción jugar con fue­go, y si no se le detie­ne a tiem­po se con­vier­te en un piro­ma­nia­co. Una posi­bi­li­dad más es que, si tie­ne el hábi­to de gol­pear, en un futu­ro no se deten­drá para abu­sar sexual­men­te de alguien, no pre­ci­sa­men­te por pla­cer sexual, sino por el gus­to que expe­ri­men­ta al dañar a otro”. A estos ejem­plos, indi­ca la espe­cia­lis­ta, pode­mos incluir la pro­pen­sión a con­su­mir o tra­fi­car dro­ga, prac­ti­car secues­tro, o ase­si­nar a alguien.

Es por todo esto que la Dra. Rey­na Que­ro enfa­ti­za que el mane­jo de los tras­tor­nos de socia­li­za­ción no sólo depen­de del tra­ta­mien­to de los casos exis­ten­tes, sino de su pre­ven­ción a tra­vés de la difu­sión de estos temas y de la pro­mo­ción de mejo­res mode­los de con­vi­ven­cia fami­liar y de pare­ja que ayu­den a esta­ble­cer lími­tes y dis­ci­pli­nas posi­ti­vas en los hijos.

 

Sí hay alter­na­ti­vas

Es impor­tan­te acla­rar que un niño que hace berrin­ches no gol­pea­rá a otros infan­tes ni pre­sen­ta­rá tras­torno diso­cial si se le mane­ja a tiem­po y se esta­ble­ce bue­na rela­ción con él, en la que se esta­blez­can lími­tes y reglas. “Sería muy dis­tin­to si en vez de gol­pear para ‘cal­mar’ un berrin­che, el papá o la mamá se detie­ne a pre­gun­tar­le al menor por qué actúa así, que le dé la opor­tu­ni­dad de pla­ti­car qué le pasa y qué opi­na de lo que aca­ba de suce­der. No son muchos los adul­tos que actúan bajo la idea de pla­ti­car des­pués de un pro­ble­ma, pero es nece­sa­rio para ense­ñar que la vio­len­cia no se com­ba­te con vio­len­cia”, sos­tie­ne Rey­na Ana Que­ro.

En este mis­mo sen­ti­do, sugie­re que los padres dejen de ver a los berrin­ches y las con­duc­tas agre­si­vas como algo nor­mal e ino­fen­si­vo que ocu­rre “por­que su hijo está chi­qui­to”, y que no se debe olvi­dar que padre y madre son auto­ri­da­des en la crian­za infan­til, por lo que deben esta­ble­cer nor­mas y dis­ci­pli­na prác­ti­ca­men­te des­de que el niño nace.

Al ser cues­tio­na­da sobre qué pue­den hacer los pro­ge­ni­to­res para solu­cio­nar los pro­ble­mas de agre­si­vi­dad, expli­ca que se ha desa­rro­lla­do el con­cep­to de padres posi­ti­vos, los cua­les “no son auto­ri­ta­rios ni per­mi­si­vos, sino tér­mino inter­me­dio”, y que en la Amap­si se ha desa­rro­lla­do una serie de pun­tos que des­cri­ben pau­tas de con­duc­ta idea­les para mejo­rar la edu­ca­ción infan­til y las rela­cio­nes al inte­rior de la fami­lia:

  • Esti­mu­lar el diá­lo­go, no la impo­si­ción ni los monó­lo­gos.
  • Jugar con los hijos, ya que esto eli­mi­na fric­cio­nes y crea lazos cor­dia­les de sim­pa­tía.
  • Refor­zar las rela­cio­nes a tra­vés de actos espon­tá­neos como un beso, un abra­zo o fra­ses como “qué bueno eres”, “eres buen hijo” “con­fío en ti”. Se vale pre­miar los logros del peque­ño con dul­ces, dine­ro o jugue­tes, pero no se debe aten­der más lo mate­rial que lo emo­cio­nal.
  • Evi­tar los cas­ti­gos y los gol­pes, y dar pre­fe­ren­cia al res­pe­to.
  • Decir “sí” cuan­do no hay razón para decir “no”, y a veces decir “no” para que el infan­te apren­da a nego­ciar sin llo­rar ni hacer berrin­ches. Sobre este pun­to ahon­da la espe­cia­lis­ta: “el niño pue­den ganar en una dis­cu­sión, como cuan­do se nie­ga a comer. Si la madre le pre­gun­ta al hijo a qué hora va a tomar sus ali­men­tos, y éste le con­tes­ta que cuan­do aca­be la cari­ca­tu­ra que está vien­do, ella pue­de suge­rir: ‘¿Estás segu­ro que vas a comer? Yo quie­ro que coma­mos en fami­lia; ¿vas a comer solo?’. Si el niño insis­te y dice: ‘ánda­le mamá, sólo esta vez’, se le pue­de dar la opor­tu­ni­dad, pero tal como dijo el niño, sólo una vez, tam­po­co dia­rio, por­que si no cae­mos en lo per­mi­si­vo”.
  • Pro­mo­ver la refle­xión del niño sobre su pro­pia con­duc­ta, recu­rrien­do a la mayéu­ti­ca, méto­do emplea­do por Sócra­tes para fomen­tar el auto­co­no­ci­mien­to. “Este méto­do es ideal cuan­do hay des­acuer­dos, como pasa con los berrin­ches y actos de vio­len­cia, y se basa en cua­tro pre­gun­tas que el chi­co debe res­pon­der: ¿qué pasó, qué ocu­rrió?, ¿qué pien­sas sobre lo que hicis­te, estu­vo bien o mal?, ¿qué pro­po­nes aho­ra, qué solu­ción tene­mos?, y, por últi­mo, un reto: ¿qué hace­mos si vuel­ves a actuar así?”.

 

Ade­más de brin­dar estos cui­da­dos, los padres deben man­te­ner estre­cha comu­ni­ca­ción con pro­fe­so­res o edu­ca­do­res, ante todo para detec­tar pro­ble­mas de com­por­ta­mien­to que pudie­ran pasar des­aper­ci­bi­dos cuan­do mamá y papá tra­ba­jan. “Los chi­cos pue­den pasar mucho tiem­po en la escue­la, guar­de­ría o casa de abue­los y tíos, por lo que los pro­ge­ni­to­res deben hablar cons­tan­te­men­te con los adul­tos que cui­dan a sus hijos, y des­cu­brir si es agre­si­vo, muer­de, no obe­de­ce o es inquie­to”.

En el caso de los niños que son gol­pea­dos, las “víc­ti­mas” de los peque­ños que actúan con vio­len­cia, expli­ca que “lo que nece­si­ta­mos es que los padres ayu­den a que el chi­co gene­re una auto­es­ti­ma posi­ti­va, desa­rro­lle sus habi­li­da­des socia­les y ten­ga mayor segu­ri­dad para enfren­tar sus pro­ble­mas a tra­vés de la nego­cia­ción. Las reco­men­da­cio­nes son bási­ca­men­te las mis­mas: dia­lo­gar, jugar, mejo­rar su auto­ima­gen con refor­za­mien­tos espon­tá­neos, evi­tar cas­ti­gos, ense­ñar­le a nego­ciar y lle­var­lo a que refle­xio­ne sobre su con­duc­ta”.

Empe­ro, acla­ra que este tipo de tra­ba­jos debe ser coor­di­na­do con un psi­có­lo­go dedi­ca­do a pro­ble­mas de la infan­cia, ya que tie­ne la capa­ci­dad de ana­li­zar la situa­ción fami­liar y mejo­rar­la, ade­más de que cuen­ta con las herra­mien­tas idea­les para que el peque­ño desa­rro­lle habi­li­da­des socia­les, logre mejor com­pren­sión de sus emo­cio­nes y res­pe­te los lími­tes que per­mi­ten la con­vi­ven­cia huma­na.

Ade­más, expre­sa la Dra. Que­ro, “se reco­mien­da con­sul­tar a un espe­cia­lis­ta para que ela­bo­re el diag­nós­ti­co del niño, ya que la agre­si­vi­dad pue­de tener su ori­gen en otros pro­ble­mas, como el tras­torno por défi­cit de aten­ción e hiper­ac­ti­vi­dad, que requie­re apo­yo de un psi­quia­tra infan­til, o pue­de tra­tar­se de una depre­sión enmas­ca­ra­da, que se mani­fies­ta con gro­se­rías, vio­len­cia y males­tar físi­co (pue­de doler­les el estó­ma­go con fre­cuen­cia, por ejem­plo). En ambos casos se requie­re de un abor­da­je dife­ren­te”.

La psi­có­lo­ga con­clu­ye que algo que ayu­da mucho a los padres en su deseo de dar­le lo mejor a sus hijos, es ins­truir­se sobre temas refe­ren­tes al desa­rro­llo pediá­tri­co, sexua­li­dad en niños y con­vi­ven­cia social. En este sen­ti­do, el Psi­vi­cam y la Amap­si ofre­cen plá­ti­cas, talle­res y con­sul­tas para resol­ver dudas en cuan­to a la edu­ca­ción del menor.